La fortaleza del pentecostalismo radica, sin lugar a dudas, en su pneumatología vibrante y poderosa, una pneumatología que no se esconde, que no pide disculpas, y que hoy, en un mundo ávido de lo divino, sigue siendo un faro de esperanza y renovación. Es la pneumatología que muchos en otras tradiciones cristianas observan con escepticismo o incluso con vergüenza, pero que nosotros abrazamos con orgullo, porque sabemos que es la misma que movió a los primeros apóstoles y a la iglesia primitiva a transformar el mundo. Es la pneumatología que recuerda las palabras de Joel 2:28: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne”, y que Pedro proclamó en Pentecostés, asegurando que no era un evento único, sino el inicio de un mover que abarcaría toda la era de la iglesia (Hechos 2:17-21).
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Bienaventurados los pacificadores
Solo Jesús tiene el poder de poner fin a este conflicto constante y restaurar la paz. Como se menciona en Efesios 2:14, "Él es nuestra paz". Jesús se sumergió en el conflicto al aceptar ser golpeado por la vara de la justicia divina que nos perseguía (Ef. 2:13–17; Col. 1:20). En Cristo, Dios mismo reconcilió el mundo consigo mismo, estableciendo la paz y proclamando la amnistía; transformando al rebelde arrepentido en una criatura de paz (2 Co. 5:17–21). Por esta razón, todo creyente justificado experimenta paz con Dios (Ro. 5:1). La paz de Dios, que supera todo entendimiento, puede custodiar el corazón y la mente del creyente en Cristo Jesús (Fil. 4:7). Experimenta alegría y bienestar, descansando y durmiendo en paz (Sal. 4:8).
Bienaventurados los misericordiosos
La palabra traducida como misericordia es eleéo (ἐλεέω), y significa compasivo. Implica tanto alcanzar misericordia como recibir misericordia.[1] Como uno de los atributos comunicables de Dios, la misericordia expresa la bondad y amor de Dios por el culpable y miserable. Incluye la piedad, compasión, gentileza, paciencia. Es a la vez libre (no limitada por una resistencia exterior) y absoluta (cubre todas las áreas de la vida humana). La misericordia general se aprecia mejor en la creación y providencia: Él hace salir su sol sobre buenos y malos (Mateo 5:45). Pero hay una misericordia especial para aquellos que se declaran pobres de espíritu, que lloran por su pecado, que son mansos y tienen hambre y sed de justicia y salvación.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
Sí, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed”. La pregunta es: ¿Tienes hambre y sed de esa justicia? ¿O estás contento con tus logros y satisfecho con tu condición? Tener hambre y sed de justicia siempre ha sido la experiencia de los verdaderos santos de Dios (Filipenses 3:8–14). ¿Eres uno de ellos?
Bienaventurados los que lloran
¿Puedes entender ahora cuan bienaventurados son los que lloran en vez de endurecer sus corazones? Y tú ¿Lloras por tus pecados o te deleitas en ellos? ¿El pecar es tu delicia o tu mayor dolor? Si lloras, serás consolado: "Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis." (Lucas 6:21, LBLA).
Los Textos Patrísticos, una enorme nube de testigos a favor del continuismo
El cesacionismo es, y siempre será, una teología huérfana. Una teología sin fundamento bíblico que se disfraza de piedad para ocultar el verdadero motivo de su existencia: La incredulidad, la duda, el materialismo de una mente que rechaza lo que escapa de su limitado entendimiento y el escepticismo de muchos que se dicen “creyentes”. Ni la Biblia ni los textos patrísticos pueden usarse para defender el cesacionismo.
¿Por qué soy pastor evangélico?
"Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe." (Hebreos 13:7), y nos recuerda también que "Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar." (1 Timoteo 5:17).
Fuga de cerebros pentecostales jóvenes | ¿Quién tiene la culpa?
Mi amado hermano pastor o líder de jóvenes: Por favor, escucha el corazón de los adolescentes. No tengas miedo de abordar los temas que ellos necesitan escuchar, incluso si son difíciles o no populares, incluso si van en contra de la cultura, e incluso si parece que ellos mismos no quieren escucharlos. No temas “rebajarte” a escucharlos y enseñarles. Déjate cuestionar, resuelve sus dudas. Mantén tu autoridad pero no la impongas. Deja que Dios te respalde. Prepárate, instrúyete, no te quedes en la ignorancia. Un pastor debería ser un erudito. Es mi oración que Dios te guíe, ilumine y empodere con Su Espíritu mientras conduces a estos preciosos jóvenes hasta Su presencia. Mientras no logremos ese equilibrio, mientras no nos reformemos a nosotros mismos, seguiremos siendo la guardería de las sectas, la sala cuna de donde las iglesias neocalvinistas que hoy se dicen “reformadas” extraerán a sus nuevos miembros, futuros líderes y pastores. No, los pentecostales no nacimos para eso. No somos la pecera de donde otros extraerán sus peces. Nacimos para ser la cuna de grandes hombres y mujeres de Dios que impactarán las naciones.
Los cristianos y el deporte ¿Hay algo de malo?
El deporte tiene diversos beneficios sobre las personas: Ayuda a sentirse más relajado, más activo y dinámico, a no engordar cuidando así el templo del Espíritu Santo, a mejorar tu autoestima entre otros beneficios. Existen diferentes deportes entre los cuales se puede elegir para practicarlos: fútbol, voleibol, levantamiento de pesas, natación, ciclismo, maratón, etc. Aparte de la preparación espiritual, Dios necesita que físicamente sus siervos se encuentren bien. ¿Cuántas limitaciones trae sobre nosotros un mal estado físico o una enfermedad? ¿Te imaginas un predicador que no pueda subir al púlpito por sobrepeso? ¿Pudieras ir llevando el mensaje de Dios a otros lugares si estás enfermo? ¿Levantar cajas o equipos si estás muy débil o casi desapareciendo?
¿Es Dios indiferente a mi dolor?
¿Cómo puede un Dios amoroso permitir que continúe el sufrimiento en el mundo que Él creó? ¿Es Dios indiferente a mi dolor? ¿Es Dios un ser malvado que se deleita en ver sufrir a sus indefensas y vulnerables criaturas? Para aquellos que en el pasado o actualmente hemos soportado un gran sufrimiento, estas no son preguntas filosóficas, sino preguntas profundamente personales y emocionales. Incluso los creyentes sufrimos, pues, aunque los que hemos puesto nuestra fe en Jesús ya no estamos bajo la maldición del pecado, todavía vivimos en un mundo manchado por el pecado y sufrimos los efectos del pecado.