Por Fernando E. Alvarado
Es común escuchar a pastores y líderes hablar sobre cómo los jóvenes y adolescentes están abandonando la iglesia pentecostal para engrosar las filas de otros movimientos: “Le lavaron el cerebro los calvinistas”, “se hizo reformado”, “se hizo mormón (Testigo de Jehová o cualquier otra secta de esas)”, “¡Qué triste! Mucho estudio lo volvió loco, terminó abandonando la fe”, “No deberían estudiar teología, se vuelven unos liberales y creen que lo saben todo. Luego se hacen apóstatas”. He oído esto tantas veces… ¡Y muchas otras excusas más!
Pero son eso: ¡Excusas! La verdadera razón por la que muchos jóvenes pentecostales están abandonando la fe hacia otras corrientes es más profunda. Y no es que estemos perdiendo jóvenes a gran escala al convertirse en “reformados” u otros grupos así. Realmente son muy pocos, generalmente los más hambrientos de conocimiento, los jóvenes mentalmente inquietos, deseosos de aprender, inteligentes y con formación académica. Lo que tenemos no es una fuga masiva de jóvenes, pero sí una fuga de cerebros. Cerebros valiosos dotados por el Señor de un talento natural que luego se volverá en nuestra contra atacándonos en redes sociales, publicando libros anti pentecostales o sirviendo en denominaciones con posturas contrarias a las nuestras, simplemente porque no hallaron espacios en nuestras iglesias para desarrollar, crecer y aprender.
Sí, sé que entonces les llamaremos herejes, apóstatas o rebeldes insumisos. Diremos que eran individuos que no aceptan cobertura de nadie, que no se sujetan a la autoridad o que no respetaron al ungido de Jehová (es decir, a nosotros). ¡Es la manera en que nos consolamos por nuestra pérdida o por lo menos acallamos nuestra conciencia, la cual nos acusa por haberles fallado a ellos y a Dios y no haber cumplido nuestra labor pastoral! ¿Por qué?
Porque en el fondo sabemos que, si se han ido, es por nuestra culpa. No de los reformados, los mormones, los ateos o los Testigos de Jehová. ¡Es nuestra culpa! Déjame explicarte a qué me refiero…

LOS JÓVENES SE VAN PORQUE LOS PASTORES NO SABEMOS DAR RESPUESTAS INTELIGENTES, BÍBLICAS Y COHERENTES A LAS PREGUNTAS SERIAS DE NUESTROS JÓVENES
Ha sido una tendencia evangélica común el dejar el cerebro en la puerta, abrazar el emocionalismo y el espiritualismo, y etiquetar las experiencias subjetivas como fe. ¡Y en esto los pentecostales somos los reyes! El problema es que estar fuera de contacto con el intelecto es alienar a los jóvenes que se están preparando para dejar su marca en este mundo, haciéndolos creer que el intelecto no juega un papel importante en su fe. Esta es la razón por la cual los estudiantes buscan los debates, diálogos, y otros eventos intelectualmente estimulantes, pues están hambrientos y buscando. Y ¿Adivina quiénes les ofrecen eso?
Mi querido pastor anciano. Los jóvenes de hoy (esos que llegan a nuestras iglesias pentecostales) han cambiado mucho desde tu generación hasta la fecha. Ya no se conforman con saltar, dar tres vueltas, gritar arrabasayas y desmayarse. No me malentiendas. Ellos sí necesitan experiencias espirituales, pero también necesitan discipulado fuerte, sólido, bíblico e intelectualmente edificante. La educación recibida por un estudiante en instituciones seculares siempre provocará preguntas que desafíen la autoridad e integridad de la Palabra de Dios: evolucionismo, ideología de género, marxismo, ateísmo, etc. Pastor, ¿Tienes tú las respuestas? ¿Puedes responder a sus preguntas con algo más que un: “eso creemos nosotros y no se cuestiona”?
Sí, entiendo que el Señor no llama a los preparados, que él prepara a los llamados (o eso nos han dicho), pero me temo que a veces esa es solo otra excusa para no prepararnos, para no estudiar teología ¡Y no me refiero a estudiar tres meses en línea (o incluso presencial pero de mala calidad) para recibir un título de “licenciado” o “máster” sin valor alguno! Me refiero a una formación teológica seria. Una que requiere que profundices en tu fe, que aprendas a pensar, a cuestionar y hallar la verdad de la Palabra más allá de los fanatismos y dogmas sectarios que a menudo nos dominan.

No, muchos que ya ostentan el título de pastor se han estancado en su conocimiento. Se niegan a seguir aprendiendo. Ven el estudio como algo malo. “La letra mata” te dicen como excusa. “Si leo mucho puedo terminar loco”, dicen otros. Me temo que hablamos mucho de hermenéutica y exégesis, pero ¿Sabemos de verdad qué es eso? ¿Cuántos de los que criticamos a otros por no “tener buena hermenéutica” o “hacer eiségesis” realmente podemos hacer bien nuestra tarea como intérpretes de la Palabra? No, no es pecado ser llamado al ministerio con un nivel educativo bajo. El pecado, la verdadera negligencia, es quedarse de esa manera toda la vida. ¿O qué le diremos al Señor? La siguiente parábola bien podría ser nuestra historia:
“Entonces el hombre que había recibido 1000 monedas se acercó a su patrón y le dijo: “Señor, yo sé que usted es un hombre duro. Cosecha donde no ha plantado y recoge donde no ha sembrado. Tuve miedo y fui y escondí el dinero en el suelo. Aquí le entrego lo que es suyo”. El patrón le contestó: “¡Eres un siervo malo y perezoso! ¿Conque sabías que cosecho donde no he plantado y recojo donde no he sembrado? Por eso debiste poner mi dinero en un banco. Así cuando yo volviera, tendría mi dinero más los intereses”. (Mateo 25:24-27, Palabra de Dios para Todos)
Mi querido pastor. Te vuelvo a preguntar: ¿Qué tipo de respuesta reciben estos jóvenes cristianos espiritual e intelectualmente hambrientos de sus líderes ministeriales? En la mayoría de los casos, ha habido una falla en el púlpito, y más particularmente en su programación para jóvenes y adultos jóvenes. Y cuando a duras penas nos atrevemos a impartir charlas, conferencias, y sermones, los adolescentes se quejan de que las preguntas que plantean a menudo no reciben respuesta. ¿Por qué? Porque nosotros mismos ignoramos la respuesta. Es más fácil decir: “Eso es herejía”, “Eso es del diablo”, “No lea eso”, “Sujétese y no cuestione”, que dar una respuesta que nosotros mismos ignoramos.
Pero pastores, recordemos que también fuimos llamados a ser maestros, no fanáticos belicosos obsesionados con tener la razón sin dar razones válidas de nuestra fe: “Un siervo del Señor no debe andar peleando, sino que debe ser bondadoso con todos, capaz de enseñar y paciente con las personas difíciles.” (2 Timoteo 2:24, Nueva Traducción Viviente)
Entonces, ¿qué se puede hacer? Si eres un pastor o líder de jóvenes, prepara espacios donde tus ovejas puedan hacer preguntas. Tal vez considera abrir el micrófono cada cierto tiempo a un tiempo de preguntas y respuestas. Brinda estudios bíblicos, enseña la doctrina como se debe (así no temerás que Itiel Arroyo haga postribulacionistas a tus jóvenes, que los TJ se lleven a tus ovejas o que los mormones te dejen sin feligreses). Procura crear espacios donde los jóvenes sientan que es seguro preguntar. La fe cristiana sí tiene respuestas; no te quedes sin buscarlas.

LOS JÓVENES SE VAN PORQUE HEMOS VUELTO LA IGLESIA UN CLUB SOCIAL TRANSITORIO, UN CENTRO DE ENTRETENIMIENTO SUPERFICIAL PERO SIN INVOLUCRAMIENTO EN LA ÚNICA MISIÓN QUE VALE LA PENA
Los adultos jóvenes no quieren sentarse sin un objetivo en mente, esperando a que Jesús regrese. Ellos quieren saber que están siendo preparados y discipulados para dejar una huella en su mundo, comisionados para llevar a cabo una tarea divina: el avance del reino de Dios en la tierra. Necesitamos tomarnos más en serio la declaración de la misión de la iglesia en Mateo 28:19-20:
“Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Nueva Biblia de las Américas).
Una iglesia sin misión es una iglesia sin identidad, ya que identificarse con Cristo es ser una “ciudad situada sobre un monte” (Mt. 5:14). La ciudad de luz es la que proclama al mundo la verdad objetiva y la justicia moral. Los jóvenes quieren formar parte de esto, de una gran narrativa, de un trabajo maravilloso que glorifica a Dios, de un lugar donde puedan usar sus habilidades y dones para avanzar el reino de Dios.
Muchos jóvenes abandonan la iglesia por la falta de misión y visión de ésta. Hay un clamor que pide algo más que transformación personal, que coaching espiritual, que motivadores e influencers tan superficiales en doctrina como un charco. Hay un clamor por formar parte de una narrativa más grande, por cumplir un papel fundamental en el plan de Dios en la renovación de su creación. Hay un deseo de luchar por un objetivo, trabajar hacia un fin, ser parte de algo más grande y significativo. ¿Les proporciona esto la iglesia? Los conciertos sin Palabra de Dios, los juegos y dinámicas, las luces y el humo, los grupos de danza, las noches de solteros y las “pijamadas” cristianas sin Palabra y sin Espíritu que disfrazamos de vigilias, no van a darles ese significado que buscan en su vida cristiana.
Mi querido pastor: ¿qué estás haciendo para que tu iglesia refleje esta visión? ¿Qué cambios estás dispuesto a hacer? La juventud de tu iglesia está lista y sedienta, pero necesita un liderazgo bíblico que pueda guiarlos a través de una cultura que necesita redención pero que busca ahogarlos. ¿A cuántos de ellos has desafiado a las misiones? ¿Cuántos de ellos han descubierto su llamado pastoral, evangelístico o didáctico en la iglesia? O peor aún, ¿A cuántos has corrido de tu iglesia porque tienen más talento y erudición que tú y no quieres competencia o que te lleven la contraria?
Cada creyente debe orar para que la iglesia reclame su identidad bíblica como iglesia misionera, y que invierta en sus adolescentes y jóvenes adultos para evitar perderlos en el creciente secularismo y humanismo. El cambio es posible, pero se requerirá un esfuerzo concertado, de los líderes, y de los jóvenes que serán líderes. No te conformes con entretenerlos en la iglesia ¡Haz la iglesia relevante en sus vidas! Discipúlalos, luego envíalos.

LOS JÓVENES SE VAN PORQUE ESTAMOS LLENANDO NUESTROS PÚLPITOS DE PREDICACIÓN IRRELEVANTE
Sin duda, muchos jóvenes abandonan sus iglesias porque hay una falta de relevancia en las enseñanzas y los sermones que se predican en nuestros púlpitos. Llenamos nuestros púlpitos de mensajes motivadores, de palabras bonitas y mero humanismo bautizado de creyente. Pero los jóvenes no necesitan las frases motivadoras de nadie. Necesitan Palabra de Dios, ser nutridos por predicación relevante y cristocéntrica. No necesitan saberse “príncipes y princesas de Dios”, sino ser confrontados con el pecado, moldeados por una cosmovisión cristiana, ser llevados al altar donde serán llenados con el Espíritu Santo y luego irán al mundo como agentes de cambio, no como una generación de cristal que mira a Dios en función de sus necesidades y que se aleja cuando las cosas salen mal.
Otros predicamos tanto de pantalones, maquillaje, modestia en el vestir, cortes de cabello, la escatología, las reglas inventadas por nosotros, etc., hasta el punto de que la fe se vuelve asfixiando y sin vida, pero nunca tocamos en nuestros sermones las doctrinas claves de la fe cristiana, o mucho menos hablamos de esos temas culturalmente relevantes, como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo, o como responder ante el secularismo y la posmodernidad.
Los jóvenes son muy conscientes de lo que sucede en el mundo, de los dilemas morales de nuestra sociedad, del ataque diario hacia los valores y la fe cristiana. Ellos están expuestos a eso a diario, y es infructuoso cuando se les enseña la Biblia sin su aplicación. ¡Muchos de nuestros jóvenes ni siquiera entienden lo que significa tener una cosmovisión bíblica!
¿Será que los pastores estamos sirviendo mal la Palabra de Dios, y le hacemos un mal también a nuestras congregaciones, si no demostramos la relevancia perdurable de la Escritura en todas las áreas de la vida? Es emocionante escuchar el sermón del pastor y descubrir que la Biblia sí tiene un mensaje sobre los eventos actuales en nuestra sociedad.
Para la mayoría de los jóvenes, aplicar la verdad bíblica a los diferentes aspectos de la sociedad es algo nuevo, y representa una visión más amplia de las vastas implicaciones de la enseñanza bíblica. Considerar asuntos de construcción nacional, reformas legislativas, provisiones educativas, y otros asuntos similares, revela un evangelio relevante y aplicable a cada caso, escenario, y época. Debemos hacer todo lo posible por aplicar la verdad bíblica, y al hacerlo, aprenderemos cuán inagotable es la Palabra de Dios.
Este mundo está trabajando horas extra para que los jóvenes crean que la relevancia y la verdad se pueden encontrar en cualquier otro lugar menos en Cristo. Así que los pastores debemos ser muy intencionales y tomar decisiones estratégicas, como las que ya se han mencionado antes, para que nuestros jóvenes puedan ver la importancia y relevancia de la cosmovisión cristiana. ¿Lo haremos?

LOS JÓVENES SE VAN PORQUE HEMOS CONVERTIDO NUESTRAS IGLESIAS LOCALES EN VERDADERAS SECTAS, LLENAS DE AUTORITARISMO E INTOLERANCIA A LA DISIDENCIA
El autoritarismo pastoral está destruyendo congregaciones. Principalmente en las iglesias pentecostales con sistema de gobierno monárquico-pastoral. Es fácil que el pastor se vuelva autoritario. El poder y la autoridad absoluta corrompen, ¡Incluso a los siervos de Dios! ¿Cómo se ve eso? Si el ministro innecesariamente reprime la libertad del pueblo de Dios, si se vuelve inflexible y dictador, tiránico y opresivo, si intimida a la gente con amenazas, si carece de un corazón servidor, si no se deja enseñar, si la arrogancia ha reemplazado a la humildad, entonces se ha vuelto autoritario. Necesita reprensión, aunque sea el pastor.
Sí, sé que esto no suena bien en los oídos de un pastor (yo soy pastor también). Pero si no corregimos este grave error veremos como nuestras congregaciones se destruye poco a poco y la fuga de buenos creyentes se vuelve cada vez más evidente. Una cosa es que alguien se vaya porque confrontes su pecado con amor y aún así elija irse por rebeldía, y otra muy distinta es que los echemos de las congregaciones por no someterse a nuestros caprichos irracionales. ¡Cuántos de nuestros valiosos jóvenes se pierden hoy por un mal ejercicio de la autoridad pastoral! ¡Cuántos han sido dañados por causa del abuso espiritual en sus congregaciones! Esta es una verdad de la cual nos incomoda hablar, pero sigue siendo verdad y sigue destruyendo vidas, ministerios y congregaciones.
No podemos escudarnos en que somos los “ungidos del Señor” para ejercer nuestro ministerio de forma autoritaria y silenciar toda crítica. Tristemente, muchos pastores pentecostales aún enseñan que no «tocar al ungido del Señor» significa sencillamente que no deben cuestionar los actos y las palabras de cualquier líder espiritual, aunque este estuviera errado; debes callar y dejarlo en manos de Dios, pues fue Él quien lo eligió como tu líder. Esta respuesta suena algo piadosa, pero, no es lo que realmente significa esta tan citada frase.
Hermano pastor y miembro local: La frase: “No permita el Señor que yo extienda mi mano contra el ungido del Señor” (1 Samuel 26:9-11 LBLA) no se refiere a que David debía someterse a Saúl sin condiciones o a quedarse callado respecto al obrar de rey, pues en distintas oportunidades le había hecho frente verbalmente, pero jamás cedió al diabólico impulso de asesinarlo.

En palabras del recordado Juan Stam:
“Todo esto no tiene que ver con nada más que la violencia física y para nada prohíbe la crítica responsable o el dudar sanamente de pastores, profetas y otros líderes. No significa en absoluto que ellos sean intocables, a quienes hemos de rendir una obediencia ciega.”[1]
Lamentable, muchos líderes religiosos por perpetuar su autoridad ante los feligreses se atreven a usar este texto como un campo protector, haciéndose a sí mismos inmunes ante toda bíblica observación y sana crítica. Y si alguien de los creyentes se atreve a cuestionar bíblicamente sus enseñanzas, y aún su vida, la respuesta que estos reciben comúnmente es el rechazo y el mandato para callar, pues están “tocando al ungido del Señor”. ¿Es de extrañar que muchos jóvenes elijan marcharse ante un liderazgo tan abusivo? No lo creo. Pues la única autoridad que vale no es la que se impone, sino la que se gana con mansedumbre, amor, respaldo divino y gracia de Dios.
Como bien lo señala el pastor brasileño Augustus Nicodemus:
“Los hombres de Dios, los verdaderos ungidos por Él para el trabajo pastoral, no responden a las discordancias, críticas y cuestionamientos callando la boca de las ovejas con `no me toquen que soy ungido del Señor´, sino con trabajo, argumentos, verdad y sinceridad… `No toques al ungido del Señor’ es una apelación de quien no tiene ni argumento ni ejemplo para dar como respuesta”[2]
Hermano pastor, no somos intocables ¡y eso está bien! Nos ayuda a mantenernos sanos ministerial y espiritualmente, entendiendo que habremos de dar cuenta al Señor y a la iglesia por nuestra conducta. Cuando un miembro de tu congregación piense distinto a ti ¡No lo anatemices! ¡No lo eches ni lo alejes de ti! Escúchalo, enséñale con mansedumbre y humildad (esa cosa que nos hace falta a muchos pastores). Recuerda que el equivocado puedes ser tú y ten en cuenta el siguiente consejo:
“Al juzgar, deberíamos estar en capacidad de apuntar a un versículo de las Escrituras o un principio bíblico que respalde nuestras opiniones. Pues en última instancia, nos interesa sacar a relucir lo que Dios ha revelado y no nuestras preferencias y convicciones personales”[3]

LOS JÓVENES SE VAN PORQUE NECESITAN SER BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU SANTO, PERO NUESTRAS IGLESIAS ESTÁN MÁS FRÍA QUE EL ALMA DE UN CESACIONISTA[4]
Muchos “pentes” nos hemos quedado solo con los “costales”. Esa carga de legalismo y normas asfixiantes que a veces confundimos con la santidad. Pero hemos perdido en nuestras congregaciones lo más importante: La presencia de Dios. Hemos fallado en cultivar los dones y el fruto del Espíritu Santo en nuestra existencia individual y corporativa. No hemos servido como testigos a nuestros jóvenes de la experiencia dinámica y activadora del bautismo del Espíritu Santo.
El deseo apasionado por el bautismo del Espíritu Santo y la vida llena del Espíritu está menguando entre las personas que dicen ser pentecostales. En las congregaciones donde esto ocurre, los jóvenes quizá no vean a los adultos buscando el bautismo del Espíritu Santo, utilizando los dones del Espíritu en la adoración pública, o testificando sobre sanidades milagrosas y transformaciones de vidas.
Sin importar la pasividad de los creyentes pentecostales al buscar el bautismo del Espíritu Santo y la llenura del Espíritu Santo en sus vidas, Dios ha prometido que el derramamiento (bautismo y llenura) del Espíritu Santo es para los niños, jóvenes y cualquier persona que el Señor llame. En Hechos 2:38-39, Pedro, inmediatamente después de experimentar el bautismo del Espíritu Santo, declara:
“Y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.
¡La promesa del Padre es para todos! ¡Nuestros jóvenes pueden y deben ser bautizados en el Espíritu Santo! Esto coloca una gran responsabilidad sobre los hombros del pastor o líder de jóvenes. A parte de personalmente ejemplificar una vida llena del Espíritu, el líder tiene que enseñar formal e informalmente sobre la persona del Espíritu Santo, nuestra necesidad por Él, y la constante dependencia del creyente en Él para la vida y el ministerio.
¿Comprendes lo que eso significa? El líder de jóvenes debe ser un promotor, planificador y creador de entornos, actividades y programas en los cuales la presencia del Espíritu Santo sea el factor principal. La ministración del Espíritu Santo entre los jóvenes debe impactar el currículo, las prácticas y los entornos utilizados por cada ministerio juvenil. El currículo del ministerio de jóvenes, su programa de discipulado, debe incluir enseñanzas sobre la persona y obra del Espíritu Santo. Se le debe enseñar a los jóvenes sobre el ministerio del Espíritu Santo en su vida, antes de su salvación, en el momento de su conversión, en el bautismo del Espíritu Santo y en el ministerio.
Las enseñanzas especiales sobre la obra del Espíritu Santo deben preceder eventos eclesiásticos tales como campamentos, retiros y conferencias, preparando a los jóvenes para las experiencias sobrenaturales con anticipación. A medida que los líderes desarrollan un plan de enseñanza del Espíritu Santo, se darán cuenta que sus jóvenes buscarán y experimentarán más de Él. A medida que los líderes y pastores juveniles se enfoquen en la presencia y obra del Espíritu Santo en el ministerio y en los jóvenes, el Espíritu Santo se convertirá en la presencia central del joven y también del ministerio de jóvenes. Esto, sumado a un conocimiento sólido de la Palabra y de la sana doctrina, formará una generación de jóvenes, firmes, estables, maduros y cimentados en el Evangelio. Solo así evitarán el naufragio de su fe. Muchos de los que hoy se declaran expentecostales y cesacionistas, son jóvenes que nunca experimentaron el bautismo en el Espíritu Santo, jóvenes que ahora rechazan lo que no pudieron experimentar ya que, de haberlo experimentado, jamás se hubieran ido.

EL FIN DE TODO EL DISCURSO OIDO ES ESTE…
Mi amado hermano pastor o líder de jóvenes: Por favor, escucha el corazón de los adolescentes. No tengas miedo de abordar los temas que ellos necesitan escuchar, incluso si son difíciles o no populares, incluso si van en contra de la cultura, e incluso si parece que ellos mismos no quieren escucharlos. No temas “rebajarte” a escucharlos y enseñarles. Déjate cuestionar, resuelve sus dudas. Mantén tu autoridad pero no la impongas. Deja que Dios te respalde. Prepárate, instrúyete, no te quedes en la ignorancia. Un pastor debería ser un erudito. Es mi oración que Dios te guíe, ilumine y empodere con Su Espíritu mientras conduces a estos preciosos jóvenes hasta Su presencia.
Mientras no logremos ese equilibrio, mientras no nos reformemos a nosotros mismos, seguiremos siendo la guardería de las sectas, la sala cuna de donde las iglesias neocalvinistas que hoy se dicen “reformadas” extraerán a sus nuevos miembros, futuros líderes y pastores. No, los pentecostales no nacimos para eso. No somos la pecera de donde otros extraerán sus peces. Nacimos para ser la cuna de grandes hombres y mujeres de Dios que impactarán las naciones.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
[1] Juan Stam. (2017). “No toques al ungido de Dios”. 29 DE JULIO DE 2017 , de Protestante Digital Sitio web: http://protestantedigital.com/magacin/35649/No_toques_al_ungido_de_Dios
[2] Augustus Nicodemus Lopes. (2017). ¿Qué quiere decir “No toques al ungido del Señor”?. 27 septiembre, 2017, de Soldados de Jesucristo Sitio web: https://sdejesucristo.org/que-quieres-decir-con-no-toques-al-ungido-del-senor/
[3] Erwin W. Lutzer. (2004). Quién eres tú para juzgar. Grand Rapids, Michigan 49505: Portavoz.
[4] Pensamiento Pentecostal Arminiano, Conocimiento bíblico y llenura del Espíritu: Lo que todo joven cristiano necesita: https://pensamientopentecostalarminiano.org/2019/11/13/conocimiento-biblico-y-llenura-del-espiritu-lo-que-todo-joven-cristiano-necesita/