Con la avalancha de noticias que informan sobre casos de escándalos y abusos cometidos por pastores evangélicos, pensé que era necesario equilibrar esto mostrando cómo los pastores ( y también pastoras, pues muchas fieles mujeres también ejercen valientemente este ministerio) son ocasionalmente abusados y maltratados por las ovejas (miembros de la iglesia). Quiero ser claro: este hecho no justifica ningún comportamiento escandaloso por parte de los líderes espirituales, ni pretendo justificar las fallas morales o el abuso pastoral, sin embargo, siempre vale la pena ver los dos lados de la historia.
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¿Por qué soy pastor evangélico?
"Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe." (Hebreos 13:7), y nos recuerda también que "Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar." (1 Timoteo 5:17).
Pastores que aman las misiones
Una de las tareas del pastor es llevar a la iglesia a experimentar la voluntad de Dios; por lo tanto los creyentes maduros, conscientes de su responsabilidad de ser útiles en la obra, deben estar viviendo en el centro de la voluntad de Dios. La pregunta es: ¿Cuantos creyentes están interesados en saber la voluntad de Dios para servirlo mejor? Al detectar a esta clase de creyentes el pastor debe ayudarlos a entregar todo, para que puedan experimentar la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.
El autocuidado pastoral
Pastor, no te descuides de ti mismo. No bajes la guardia, ¡Sé fuerte! Tus ovejas te necesitan. La forma de ejercer nuestro ministerio ha cambiado, de eso no hay duda. ¡Y quizá nunca vuelva a ser igual que antes! Lo que no ha cambiado, ni cambiará, es nuestra responsabilidad de compartir la Palabra de Dios.
Pastoreando en tiempos de cuarentena
La medida del amor de un pastor por Dios está directamente relacionada con su cuidado deliberado por las ovejas de Cristo. Eso es lo que el Señor le dijo a Pedro después de que Pedro afirmó su amor por Cristo. El Señor dijo: "pastorea mis ovejas" (Juan 21:16). Entonces, ¿cómo puede un pastor amar a Cristo? Amando la iglesia de Cristo. Pastoreándola... aún en tiempos de pandemia.
El pastor bivocacional y su llamado
Ser pastor bivocacional es un llamado, y para ser efectivo en este ministerio debes confiar en el poder del Espíritu Santo y eso nos debería llevar a ser hombres de oración. Dedica tu vida a la oración. Hay momentos en que te querrás rendir por el cansancio físico, el desánimo o falta de fruto. Tal vez tengas problemas en el trabajo, en la iglesia y en tu familia. ¡A mí me ha pasado muchas veces! Pero por favor, pase lo que pase, no descuides tu vida de oración bajo la excusa de que estás cansado o tienes mucho que hacer como para orar.
Reflexiones sobre el ministerio
Estar en el ministerio es lo mejor porque estamos participando directamente en la misión de Dios de reconciliar a pecadores con sí mismo. Claro, nosotros no somos el poder o la fuente de salvación: somos nada más que heraldos de las buenas noticias que Cristo salva, y esta es la obra más gratificante y satisfactoria en la que podemos participar. Pero, estar en el ministerio también es lo peor porque hemos sido enviados como heraldos a un mundo caído. Y mientras somos sus instrumentos, también somos imperfectos. Cometemos errores, fracasamos frecuentemente, y nos tropezamos en cada paso de llevar a cabo la Gran Comisión que se nos ha encomendado.
Charismata | Dones Ministeriales
En un sentido amplio, un don espiritual es cualquier capacidad que nos da el Espíritu para ministrar en la iglesia y por medio de ella. El Señor ha dado dones ministeriales y llama a hombres y mujeres para que los desempeñen, con la finalidad de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”, edificando de esta manera Su propio cuerpo que es la Iglesia. Los dones ministeriales enumerados por Pablo son: Apóstol, Profeta, Evangelista, Pastor y Maestro. Un hombre puede ser constituido por el Señor para desempeñar más de un don ministerial al mismo tiempo. Aunque pareciera que guardan un orden jerárquico, todos los cinco ministerios tienen el mismo valor ante el Señor, ninguno puede considerarse mayor que el otro; pero en su función cada uno es diferente: Los apóstoles son testigos de Cristo a las naciones, fundan nuevas congregaciones, predican la Palabra de Dios, acompañándola con poderosas señales sobrenaturales y milagros, y confirman a la Iglesia en la fe (Hechos 16:4-5). Este don ministerial corresponde actualmente con el llamado del misionero. El profeta es un portavoz o vocero de Dios que denuncia el pecado y nos comunica algo particular proveniente de Dios. Sus palabras deben estar en perfecta concordancia con la Biblia para que el mensaje tenga la debida autoridad divina. El profeta al declarar una palabra debe cumplir tres aspectos fundamentales para ser de Dios, ellos son: “edificar, exhortar y consolar” a los receptores (1 Corintios 14:3). El evangelista tiene la función de predicar las buenas nuevas de salvación al mundo perdido; aquéllos llamados por el Señor para desempeñar este ministerio tienen una gracia divina especial para ganar almas para Cristo, Dios les capacita para llevar un mensaje que toque corazones, redarguya las conciencias y ofrezca las respuestas que el hombre necesita. El pastor brinda consejo, corrección, aliento y consolación. Vela por las ovejas que Dios ha puesto a su cargo y es responsable por cada una de ellas, por ello la Biblia aconseja al cristiano someterse a la autoridad del pastor (Hebreos 13:7,17). Los maestros se encargan específicamente de escudriñar y profundizar el estudio de la Palabra de Dios para ofrecer entendimiento al resto de los miembros de la iglesia; así como el velar por la sana doctrina dentro del Cuerpo de Cristo. El maestro tiene la capacidad divina de explicar lo que la Biblia dice, interpretar lo que significa y aplicarlo a los corazones de los santos en la Iglesia. En su funcionalidad en la edificación para el crecimiento de la Iglesia, los dones ministeriales se mueven espiritualmente en la misma dirección de la voluntad de Dios. Efesios 4:15-16 dice: “Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. Dentro del crecimiento integral del Cuerpo de Cristo en la dirección que el Señor como cabeza imparte, debemos actuar, de manera unánime, bien concertada, ayudándonos unos a otros conforme al don o dones que cada uno ha recibido de Dios; así es como la Iglesia va edificándose y creciendo. Cuando los ministerios trabajan en unanimidad de espíritu y los dones se complementan entre sí, hay bendición y crecimiento en la iglesia.