¿Niega Lutero la experiencia espiritual? Por supuesto que no. ¿No le encantaba a Lutero contar su experiencia de la torre, donde leyendo Romanos 1:17 le fueron abiertos los cielos? ¿No es este su testimonio, su experiencia de conversión, en el mejor estilo de los pietistas, pentecostales y carismáticos?"
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La iglesia, una comunidad carismática
La Biblia nos dice que “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38). ¡Jesús fue lleno del Espíritu Santo! El hombre del Espíritu por excelencia. Pero el Espíritu carismático que efectuó tales señales y prodigios no se posaría exclusivamente sobre el Mesías. Jesús, el Ungido de Dios, compartiría el don carismático del Espíritu con Su pueblo.
¡No apagues ni desperdicies tus dones espirituales!
Una de las herramientas que Dios ha dado a la iglesia para que sea fortalecida y se desarrolle en un ambiente normal, es el regalo de los dones espirituales; ya que éstos permiten que cada hermano ocupe el lugar que Dios le ha asignado en medio del Cuerpo de Cristo, y aporte conforme el Espíritu le guíe, de tal manera que juntos, cada uno en el lugar y ejerciendo el don que haya recibido de Dios, podamos llevar a cabo el plan y propósito de Dios para este tiempo.
¿Ha sustituido la predicación y la enseñanza al don de profecía en la iglesia de hoy?
En una iglesia verdaderamente bíblica, ni la incredulidad cesacionista (con su negación del don de profecía, lenguas, interpretación de lenguas, etc.) ni los excesos, falsa profecía y abuso de autoridad (bajo pretexto de ser “profetas del Señor” o “hablar en nombre de Dios”) tienen lugar. Los profetas y la profecía estarán presentes, tal como lo estuvieron en la iglesia neotestamentaria, pues somos un cuerpo en Cristo con aquellos que conformaron la iglesia primitiva. Creemos en la sucesión eclesiástica. Somos la continuidad orgánica del Cuerpo de Cristo que nació en Pentecostés. El mismo Espíritu Santo que vino para morar en aquellos creyentes (la Iglesia) y darles poder permanece para morar en nosotros (la misma Iglesia) y darnos poder ahora. La ausencia de profecía, lenguas, interpretación de lenguas, o cualquier otro don carismático en nuestras congregaciones, no es señal o evidencia de una iglesia sana, bíblica u ordenada, sino todo lo contrario. El mismo Espíritu de orden es el mismo Espíritu del fervor y del poder carismático. Si esto falta, quizá sea necesario reevaluar la salud doctrinal y espiritual de nuestra congregación.
Excesos en el Movimiento Pentecostal y Carismático: ¿Una razón para rechazar la vigencia de los dones?
La forma en que el Espíritu de Dios actúa en medio de su pueblo no siempre encaja con nuestros prejuicios o ideas al respecto. Esto, sin embargo, no significa que Dios no sea el autor de tales expresiones espirituales.
«Si sus dones son legítimos, ¡Sánenme! ¿Por qué no pueden sanar a todos?» — Una respuesta a Josías Grauman
Grauman y sus "Expositores" deberían comprender la naturaleza misma de los dones antes de siquiera pretender decirnos que estos ya no están vigentes. Pero pedirle a un grupo de escépticos cesacionistas como los "Expositores" que nos expliquen la naturaleza de algo que ignoran y que jamás han experimentado, es como esperar que un ciego nos describa la belleza de un arcoiris o el brillo del sol. Muchos pentecostales, sin embargo, están siendo engañados por gente como esta.
Una Respuesta a los cesacionistas | ¿Es auténtico el don de lenguas que se da entre pentecostales?
Aquellos que poseemos el precioso don de hablar en lenguas hemos comprobado como Pablo que este don es de profunda ayuda en nuestra vida de oración. Hablar en lenguas nos ha servido para profundizar en nuestra intimidad con el Señor Jesucristo y para adorar con más entusiasmo y alegría. La burla de otros grupos religiosos no nos daña, por el contrario, nos motiva a presentar defensa de nuestra fe de una forma más profunda.
Una respuesta al cesacionismo | ¿Por qué los dones parecen estar ausentes de la historia de la iglesia hasta el s. XX?
La ausencia, o disminución de la frecuencia con que los dones carismáticos se manifestaban en la iglesia, halla su razón de ser en el pecado, la incredulidad y la apostasía tan notoria de los siglos posteriores a la edad apostólica. La misma Reforma Protestante da fe del pecado, corrupción y decadencia doctrinal y moral del cristianismo. Tales faltas se constituyeron en pecados contra el Espíritu Santo, lo cual entristecería y apagaría el mover del mismo dentro de las congregaciones. No deberíamos sorprendemos, pues, ante la poca frecuencia de dones milagrosos en periodos de la historia de la Iglesia marcados por la ignorancia teológica e inmoralidad personal.
Una respuesta al cesacionismo | ¿Han cesado los dones carismáticos porque el canon bíblico está completo?
Los dones del Espíritu Santo son necesarios y apropiados para nuestro tiempo presente, cuando aún no somos completamente maduros, y solo conocemos en parte. Llegará el día cuando los dones serán innecesarios, pero ese día aún no ha llegado. Claramente, el tiempo de cumplimiento al que Pablo se refiere con “entonces”, en el que veremos “cara a cara” y en el cual “conoceré como fui conocido” nos habla no de un canon completo, sino de estar en la gloria de la eternidad con Jesús. Ciertamente, eso es “lo perfecto” de lo cual se habla en 1 Corintios 13:10 que pondrá fin a la necesidad de los dones carismáticos, señales y milagros.
Una respuesta al cesacionismo | ¿Las señales milagrosas desvían la fe y menoscaban el Evangelio de salvación?
El mismo que efectúa señales, milagros y sanidades es el mismo que salva, una cosa acompaña a la otra. No existe incompatibilidad alguna. El apóstol Pablo es el mejor ejemplo de ello: los milagros no eran contradictorios con la teología crucis que Pablo proclamaba y practicaba; antes bien, constituían un testimonio adicional de dicha teología. Una vez más, si los cesacionistas quieren probar que las señales y el sufrimiento son incompatibles, para defender su posición tendrán que buscar evidencias fuera de la Biblia. Un evangelio completo exige no solo decir que Cristo salva y que regresa, sino también que él sana, obra milagros y bautiza con su Espíritu Santo.