Pneumatología, Teología, Trinidad, Vida Cristiana, Vida Espiritual

¿Es incorrecto orarle al Espíritu Santo?

A menudo escuchamos a predicadores afirmar que nuestras oraciones solo deben ser dirigidas a Dios el Padre en el nombre de Jesús. Afirman además que es incorrecto e inapropiado orarle a Jesús y, mucho menos, al Espíritu Santo. Aunque se oye inocente, y para algunos quizá suene hasta bíblico, lo cierto es que esconde una herejía peligrosa: la negación de la coigualdad de cada uno de los miembros de la Trinidad. Como si de 3 dioses de diferente rango se tratase. La pregunta importante aquí es: ¿Qué dice la Biblia al respecto?

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Un Dios celoso, un Padre que nos anhela

Dios los hizo recordar que la santidad no era opción. La referencia a la liberación que Dios realizó cuando sacó a los hijos de Jacob de Egipto es para hacerles recordar que el propósito de la Pascua no era político, sino adoptivo para que Jehová fuera el Dios del pueblo. Ya que Dios es santo, el mandamiento es que sean santos. Que se parezcan a su Papá.

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Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia

En la vida cristiana, se encuentran paradojas sorprendentes. Por un lado, aquellos que creen en Cristo han sido conectados con una fuente de satisfacción vital que puede colmar todos sus deseos y anhelos. Sin embargo, también anhelan ardientemente como un corazón sediento (Salmos 42:1). Cantan y alaban al Señor en sus corazones, pero al mismo tiempo suspiran profundamente cada día, ya que su experiencia a menudo es dolorosa y confusa; pero a pesar de todo eso nunca renunciarían a ella ni por todo el oro del mundo.

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Bienaventurados los pacificadores

Solo Jesús tiene el poder de poner fin a este conflicto constante y restaurar la paz. Como se menciona en Efesios 2:14, "Él es nuestra paz". Jesús se sumergió en el conflicto al aceptar ser golpeado por la vara de la justicia divina que nos perseguía (Ef. 2:13–17; Col. 1:20). En Cristo, Dios mismo reconcilió el mundo consigo mismo, estableciendo la paz y proclamando la amnistía; transformando al rebelde arrepentido en una criatura de paz (2 Co. 5:17–21). Por esta razón, todo creyente justificado experimenta paz con Dios (Ro. 5:1). La paz de Dios, que supera todo entendimiento, puede custodiar el corazón y la mente del creyente en Cristo Jesús (Fil. 4:7). Experimenta alegría y bienestar, descansando y durmiendo en paz (Sal. 4:8).

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Bienaventurados los limpios de corazón

¿Un corazón limpio? ¿Qué significa tal cosa? El salmista escribió: “¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro, el que no ha alzado su alma a la falsedad ni jurado con engaño. Ese recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de su salvación.” (Salmo 24:3-5, NBLA).

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Bienaventurados los misericordiosos

La palabra traducida como misericordia es eleéo (ἐλεέω), y significa compasivo. Implica tanto alcanzar misericordia como recibir misericordia.[1] Como uno de los atributos comunicables de Dios, la misericordia expresa la bondad y amor de Dios por el culpable y miserable. Incluye la piedad, compasión, gentileza, paciencia. Es a la vez libre (no limitada por una resistencia exterior) y absoluta (cubre todas las áreas de la vida humana). La misericordia general se aprecia mejor en la creación y providencia: Él hace salir su sol sobre buenos y malos (Mateo 5:45). Pero hay una misericordia especial para aquellos que se declaran pobres de espíritu, que lloran por su pecado, que son mansos y tienen hambre y sed de justicia y salvación.

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Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia

Sí, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed”. La pregunta es: ¿Tienes hambre y sed de esa justicia? ¿O estás contento con tus logros y satisfecho con tu condición? Tener hambre y sed de justicia siempre ha sido la experiencia de los verdaderos santos de Dios (Filipenses 3:8–14). ¿Eres uno de ellos?

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Bienaventurados los mansos

De los mansos se afirma: “ellos recibirán el terreno por heredad”, y heredar la tierra es volverse herederos del mundo, herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17). Es ser “[bendecidos] con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3), gozar esa paz y descanso verdaderos que solo experimentaremos cuando el Reino de los cielos descienda a la tierra y lo llene todo. Los mansos quizá sufran un poco en este mundo pecaminoso pero, al fin de cuentas, van a heredar la “tierra nueva, [en la cual] mora la justicia” (2 Pedro 3:13). La pregunta es ¿somos nosotros mansos y humildes?

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Bienaventurados los que lloran

¿Puedes entender ahora cuan bienaventurados son los que lloran en vez de endurecer sus corazones? Y tú ¿Lloras por tus pecados o te deleitas en ellos? ¿El pecar es tu delicia o tu mayor dolor? Si lloras, serás consolado: "Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis." (Lucas 6:21, LBLA).

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Bienaventurados los pobres en espíritu

Cuando reconocemos que somos pobres de espíritu, Dios se encarga de satisfacer nuestra necesidad y llenar nuestras manos vacías. Cuando nos creemos ricos y sin necesidad de Él, inevitablemente seremos desechados. Así es nuestro Dios: "a los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías." (Lucas 1:53, LBLA).