¿Te has preguntado alguna vez cómo se puede tejer un marco teológico que equilibre la verdad divina con la experiencia humana? ¿Has oído hablar acerca del Cuadrilátero Wesleyano, ese fascinante modelo que brilla en el corazón del metodismo como una guía luminosa para la reflexión teológica? En el corazón del metodismo, el Cuadrilátero Wesleyano brilla como una guía luminosa para la reflexión teológica, tejiendo con maestría la Escritura, la tradición, la razón y la experiencia en un tapiz de fe viva. Este marco, destilado de la obra pastoral y teológica de John Wesley por el erudito Albert C. Outler, no es solo un método, sino una invitación a vivir la fe con profundidad y autenticidad, iluminando el camino de quienes buscan armonizar la verdad divina con la experiencia humana.
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Diversas perspectivas sobre la inerrancia bíblica
La inerrancia bíblica, entendida como la veracidad absoluta de las Escrituras en todo lo que afirman, ha sido un tema central en la teología cristiana, despertando debates profundos y apasionados entre diversas tradiciones y corrientes teológicas. Este concepto, que refleja la confianza en que la Biblia es completamente confiable por ser inspirada por Dios, no solo define el entendimiento de la autoridad bíblica, sino que también impacta directamente la vida, la práctica y la espiritualidad del creyente.
Don de fe: Confiar en lo invisible, alcanzar lo inimaginable
El don de fe, según la teología cristiana, es una capacidad sobrenatural otorgada por el Espíritu Santo que permite a los creyentes confiar en Dios de manera extraordinaria y en circunstancias imposibles, más allá de la fe salvadora común a todos los cristianos. Este don capacita a los creyentes para actuar con una confianza inquebrantable en la voluntad y el poder de Dios, en situaciones donde la razón o la lógica humana no pueden brindar una solución. No se trata simplemente de la fe que lleva a la salvación, sino de una fe especial que se manifiesta en momentos en los que Dios desea intervenir de manera poderosa en la vida del creyente o en la comunidad.
Fieles al Señor y a la verdad bíblica en un mundo de verdades relativas
¡Ojalá nuestra generación actual tuviera la misma enteresa que tuvo Lutero para defender sus convicciones hasta las últimas consecuencias! Lamentablemente, vivimos en la época del relativismo, donde no hay valores absolutos, verdades absolutas, ni nada por lo que valga la pena dar la vida: tu verdad, mi verdad, por absurda que esta sea, es tan válida como cualquier otra y, por lo tanto, nada merece nuestro compromiso absoluto. ¿Por qué no claudicar’ ¿Por qué no llegar a acuerdos y transigir un poco? Todo es negociable, ¿o no? todo tiene un precio. ¡Hasta nuestra conciencia, parece tenerlo! Los principios, los valores, la fe, todo parece ser negociable. ¿Qué hubiera ocurrido si Lutero hubiese sacrificado sus principios y sometido su conciencia a cambio de aceptación y favores mundanos? ¿Dónde estaríamos hoy?
El don de Dios en Efesios 2:8-9 | ¿La fe, o la salvación por gracia a través de la fe?
Se dice que la fe es un don de Dios y, en cierta forma, eso es cierto. Pero ¿qué queremos decir con eso? ¿significa, acaso, que el hombre no participa en el proceso de ejercer la fe y arrepentirse para ser salvo? En los Evangelios encontramos repetidas veces el mandato de pedirle al Señor que nos ayude en nuestra falta de fe (Mc. 9:24), que nos aumente la fe (Luc. 17:5), porque Jesús, que es el inicio de nuestra fe, es también el que la lleva a cumplimiento, según la Carta a los Hebreos (12:2). Quien pide la fe la obtiene, porque el deseo de fe es ya un acto de fe. La fe es un don de Dios por cuanto su otorgamiento, su crecimiento, su principio y su fin radican en el Señor, no en el hombre. El hombre cree, pero Dios es la causa y motor de su fe.
Simul Iustus Et Peccator | Al mismo tiempo justo y pecador (I)
La declaración de 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 toma una postura muy seria sobre el pecado. No rehuye la realidad bíblica de que el pecado ha corrompido totalmente a la humanidad y al mundo (1 Juan 1:9; Romanos 3:23; Romanos 8:22). Es una confesión de que la criatura humana no puede por su propio poder vencer el pecado o que dejará, en esta vida, de ser pecadora. El daño causado por el pecado al alma humana es tan indescriptible que no puede ser reconocido por nuestra razón, sino solo por la Palabra de Dios. El daño es tal que sólo Dios, a través de su bendita gracia y el poder de su Santo Espíritu, puede separar la naturaleza humana y la corrupción entre sí.
Una respuesta al cesacionismo | ¿Las señales milagrosas desvían la fe y menoscaban el Evangelio de salvación?
El mismo que efectúa señales, milagros y sanidades es el mismo que salva, una cosa acompaña a la otra. No existe incompatibilidad alguna. El apóstol Pablo es el mejor ejemplo de ello: los milagros no eran contradictorios con la teología crucis que Pablo proclamaba y practicaba; antes bien, constituían un testimonio adicional de dicha teología. Una vez más, si los cesacionistas quieren probar que las señales y el sufrimiento son incompatibles, para defender su posición tendrán que buscar evidencias fuera de la Biblia. Un evangelio completo exige no solo decir que Cristo salva y que regresa, sino también que él sana, obra milagros y bautiza con su Espíritu Santo.
La nueva moda de los «apologistas» cristianos
Para muchos debatir se ha vuelto el nuevo deporte evangélico. Autoproclamarse “apologista cristiano” está de moda, aunque no sepas ni jota de Biblia, historia eclesiástica, credos y confesiones históricas. Ese deseo insaciable de demostrar que se tiene la razón, de lucirse en redes, de parecer inteligente y así satisfacer un frágil ego no tiene fin. Como si Cristo hubiese dicho: “Id por todo el mundo y ganad debates, humillando a tu adversario y haciendo enemigos por todas las naciones. El que ganare el debate y derribare los argumentos de su adversario será salvo”.
La Inmaculada Concepción de María | ¿Es enseñada en la Biblia?
De acuerdo con el dogma católico, debido a la forma de redención que se aplicó a María en el momento de su concepción, ella no solo fue protegida del pecado original, sino también del pecado personal. Esto implicaría que ella nunca pecó. El Catecismo de la Iglesia Católica explica en el número 493 que los padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" (Panaghia), la celebran "como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo".
Confesiones de un pentecostal arminiano a sus hermanos reformados
"El hierro se pule con el hierro, y el hombre se pule en el trato con su prójimo." (Proverbios 27:17, RVC)