Nuestro segundo año enfrentando la nueva realidad de la pandemia está por terminar. Todo ha cambiado de formas que jamás imaginamos. No obstante, hay cosas que nunca cambian y seguirán acompañándonos por mucho tiempo, como esas personas que todos los años, con una insistencia admirable, al pasar la frontera de diciembre nos insisten hasta la desesperación en que la celebración de la Navidad es algo pagano en lo que no debe invertir tiempo un hijo de Dios. Armados con argumentos gastados cuya veracidad ellos mismos desconocen, textos sacados de contexto y mucho deseo de juzgar la vida ajena, este ejército de bienintencionados policías de la santidad ajena invaden los púlpitos, se toman las redes sociales y hasta pelean en muros ajenos de Facebook donde su opinión no ha sido solicitada (ni mucho menos deseada). Aparentemente han olvidado que cada uno es libre para celebrar o no hacerlo como mejor le parezca, y eso es una cuestión de conciencia.
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Confesiones de un pentecostal arminiano a sus hermanos reformados
"El hierro se pule con el hierro, y el hombre se pule en el trato con su prójimo." (Proverbios 27:17, RVC)
Verdades no negociables
La creciente aceptación pública del pluralismo religioso merece ser confrontada debido a su efecto nocivo en la cultura Occidental. En el mundo de la postverdad la salvación está disponible para todos los hombres y mujeres en todas las religiones, y esto suena bien, suena tolerante, inclusivo, placentero y, sobre todo, políticamente correcto. Pero hay un problema con dicha afirmación: Es totalmente falsa. Por otro lado, declarar que solamente una fe tiene el único camino a la salvación suena inaceptable, ofensivo, retrógrada e intolerante para la mentalidad liberal postmoderna de hoy. Sin embargo, esa es la cruda verdad.
Carta abierta a un fanático de Calvino
No quiero sonar agresivo, pero quiero ser totalmente honesto contigo: ¡Estoy cansado, aburrido, y harto de los calvinistas de Facebook! Pero ¡Alto! Antes de que te molestes, déjame continuar; hablo de los calvinistas orgullosos, los faltos de gracia, los que no sirven en una iglesia, los casi sectarios y que, en algunos casos, hasta hablan con groserías. Sí, esos calvinistas que tienen páginas de Facebook dedicadas a propagar la teología reformada por sobre todas las cosas, aquellos que viven para ganar “likes” a costa de aplastar la fe de otros. Calvino seguro se sentiría hastiado también al ver lo que sucede en las redes sociales usando su nombre. Pero en realidad, que importa Calvino, ¿Qué pensará Jesús de todo esto? Al final, se trata de sus discípulos que se despedazan unos a otros por un sistema teológico. Todo esto a pesar de que Él dijera un día: “en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvieres amor los unos por los otros” (Juan 13:35). Tal vez, esto sólo evidencia que algunos calvinistas son discípulos de Calvino, antes de ser discípulos de Jesús.