REFLEXIÓN BÍBLICA, Reflexión Teológica, Reforma Protestante, Vida Cristiana, Vida Espiritual

Fieles al Señor y a la verdad bíblica en un mundo de verdades relativas

Por Fernando E. Alvarado

El 17 de abril de 1521, Martín Lutero se presentó ante la Dieta de Worms, convocado por el emperador Carlos V, con el propósito de retractarse públicamente de la teología bíblica que estaba difundiendo a través de sus escritos. Sin embargo, Lutero solicitó un tiempo para reflexionar después de que sus escritos fueran declarados heréticos. Al día siguiente, compareció nuevamente ante la asamblea y, en lugar de retractarse, pronunció unas palabras que se hicieron famosas al renunciar a hacerlo:

“A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho—, me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén.”[1]

Según fuentes convencionales, Lutero concluyó su discurso con las palabras: «No puedo hacer otra cosa, esta es mi postura. Que Dios me ayude». Este momento marca un hito en la historia del cristianismo y la humanidad. Pocos han ejercido tanta influencia en el mundo. Hoy en día podemos rastrear gran parte del desarrollo de la cultura occidental y sus beneficios hasta un monje que vivía en la Alemania del siglo XVI, que se negó a retractarse de la proclamación del verdadero evangelio. Esa decisión radical tuvo efectos tan profundos que, incluso en la actualidad, disfrutamos de cosas que damos por sentado, como la libertad religiosa, el acceso a las Escrituras y una sociedad con una ética laboral positiva. Todo esto y más se debe a que este monje respondió a su conciencia guiada por la Palabra.[2] ¡Y gloria a Dios por esa valiente decisión!

¡Ojalá nuestra generación actual tuviera la misma enteresa que tuvo Lutero para defender sus convicciones hasta las últimas consecuencias! Lamentablemente, vivimos en la época del relativismo, donde no hay valores absolutos, verdades absolutas, ni nada por lo que valga la pena dar la vida: tu verdad, mi verdad, por absurda que esta sea, es tan válida como cualquier otra y, por lo tanto, nada merece nuestro compromiso absoluto. ¿Por qué no claudicar’ ¿Por qué no llegar a acuerdos y transigir un poco? Todo es negociable, ¿o no? todo tiene un precio. ¡Hasta nuestra conciencia, parece tenerlo! Los principios, los valores, la fe, todo parece ser negociable. ¿Qué hubiera ocurrido si Lutero hubiese sacrificado sus principios y sometido su conciencia a cambio de aceptación y favores mundanos? ¿Dónde estaríamos hoy?

En la Escritura, se destaca la importancia de mantener una conciencia íntegra y fiel a principios y valores espirituales. En Proverbios 3:3-4, se nos exhorta a no olvidar la lealtad y la verdad, llevándolas grabadas en nuestro corazón. Traicionar nuestra conciencia sería apartarnos de esta lealtad y desviarnos del camino de la verdad. Hermano en Cristo, ministro del Evangelio, hoy quiero preguntarte: ¿Qué tan a menudo traicionas tu conciencia? ¿qué tan dispuesto estás a transigir en tus valores? ¿cuánta disposición hay en tu alma para negar a tu Señor y traicionar su Palabra a cambio de encajar con el mundo y ser aceptado?

Gran parte de la iglesia ha fallado en esta área, dejándose seducir por el mundo y cediendo a sus deseos: ¿Feminismo antibíblico y deconstrucción de la masculinidad bíblica? ¿por qué no? ¿ideología de género? ¿Qué tiene de malo? ¿matrimonio entre personas del mismo sexo? ¿Por qué no? ¿Acaso amor no es amor? ¿Ecumenismo sincretizante? ¡Sí! ¿o es que acaso no debemos buscar la unidad? Y así gradualmente la fe bíblica se va diluyendo en el fango hediondo de la traición y la negación de la fe bíblica. Y aunque hemos aprendido a llamar “bueno” a lo “malo”, la Biblia es clara:

“¡Oh almas adúlteras! ¿No saben ustedes que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O piensan que la Escritura dice en vano: «Dios celosamente anhela el Espíritu que ha hecho morar en nosotros?».” (Santiago 4:4-5, NBLA)

PERVERTIR LA FE Y TRAICIONAR NUESTROS PRINCIPIOS ES NEGAR AL SEÑOR

¿Acaso hemos olvidado que negar su Palabra es negarle a Él? Traicionar la sana doctrina que hemos recibido es como abofetear el rostro del Maestro, o peor aún, besarle al mismo tiempo que le traicionas, vendiéndoles por unas cuantas monedas. ¿Acaso no sería mejor ir con Jesús a la cruz, que venderle y negarle para sobrevivir en este mundo? Las palabras de Pablo deberían resonar con fuerza en nuestra cabeza cada vez que pretendamos negociar con el mundo nuestra fe:

“Palabra fiel es esta: Que si morimos con Él, también viviremos con Él; si perseveramos, también reinaremos con Él; si le negamos, Él también nos negará; si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.” (2 Timoteo 2:11-13 LBLA).» ¡Duras palabras! Y a través de ellas Pablo nos advierte sobre las consecuencias de negar a Cristo. ¿Te imaginas presentarte en el día del Juicio sin el respaldo de nuestro infalible Abogado Celestial? ¿Cómo crees que terminaría la cosa? Juan nos dice: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecado…” (1 Juan 2:1-2, NBLA). Sí, qué maravilloso es sabernos perfectamente representados ante el Padre por medio de Jesucristo. Nuestra absolución es seguro con tremendo Abogado. Sin embargo, Pablo es claro al decirnos que si una persona rechaza a Cristo o renuncia a su fe, también será rechazada por Él. ¿Lo comprendes?

Cuando niegas a Cristo, cuando vendes tu fe y apostatas de la verdad ¡es como si renunciaras a tu abogado defensor en el día del juicio! Lutero entendió esto claramente. Conocía el alto precio de la apostasía, sabía que los beneficios terrenales no compensarían jamás lo que perdería eternamente si negociaba su fe y negaba a su Maestro. Pues negar su Palabra, comerciar con su verdad y transigir ante el error es lo mismo que negarle a Él – “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará” (Juan 14:23, NBLA) – nos dijo el Maestro. ¿Le amas? ¡Guarda su Palabra! ¡No relativices Su Verdad! ¡No cambies tu primogenitura espiritual por las lentejas baratas de este mundo y sus filosofías!

«Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo» – nos recuerda el escritor sagrado. Aunque los creyentes podemos ser infieles en ocasiones, la fidelidad de Dios es constante. Su palabra nos ofrece consuelo al destacar que, incluso cuando fallamos, Dios permanece fiel a sus promesas porque es inherentemente fiel y no puede contradecir su naturaleza divina. Sí, nuestro Señor puede tolerar una falla (o muchas), un error (o varios), incluso perdonar un pecado monstruoso como el adulterio de David con Betsabé o el asesinato de Urías ¡pero hay de aquel que apostata de la fe y le niega! Porque si le niegas y te apartas de él has quemado el único barco que puede llevarte de regreso al Padre. En tal caso “ya no queda sacrificio alguno por los pecados, sino cierta horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de consumir a los adversarios. Cualquiera que viola la ley de Moisés muere sin misericordia por el testimonio de dos o tres testigos. ¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merecerá el que ha pisoteado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha tenido por inmunda la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ha ultrajado al Espíritu de gracia? Pues conocemos a Aquel que dijo: «Mía es la venganza, Yo pagaré». Y otra vez: «El Señor juzgará a Su pueblo».¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:26-31, NBLA)

En su carta a Timoteo (1 Timoteo 1:19), Pablo nos advierte sobre el peligro de naufragar en la fe al ignorar la voz de la conciencia guiada por la Palabra. Se nos insta a retener la fe y una buena conciencia, para no apartarnos de la verdad y caer en la traición de nuestros propios principios, se nos invita a pelear “la buena batalla, guardando la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe.” (NBLA).

Además, Jesús mismo nos enseñó la importancia de la integridad y la fidelidad a través de sus enseñanzas. En Mateo 16:26, pregunta: «¿Y de qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?». Para Jesús, incluso logrando éxito mundano, la traición a nuestra conciencia, a nuestra fe y a nuestros principios cristianos puede llevarnos a la pérdida de algo mucho más valioso: nuestra conexión con lo divino y nuestro sentido de integridad espiritual.

¿En serio vale la pena traicionar nuestra conciencia y valores cristianos a cambio de los favores del mundo, riqueza material, fama o reconocimiento terrenal? No lo creo. Antes bien, dejemos claro ante el mundo que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.” (Hebreos 10:39, NBLA)

Ser fiel a nuestra conciencia, a nuestros valores y principios, a la Palabra de Dios, al Señor mismo, ¡Tiene consecuencias eternas! Si no me crees ¡Sólo mira lo que un simple monje llamado Martín Lutero logró con su firmeza, integridad y valentía! Cuando el mundo te invite a traicionar tu conciencia, tu fe y a tu Señor, repitamos con firmeza, al igual que Lutero: «No puedo hacer otra cosa, esta es mi postura. Que Dios me ayude».

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:


[1] Cita de discurso Martin Lutero, Dieta de Worms. Dominio público.

[2] Joselo Mercado, La Conciencia Cristiana (2023), p. 11-12.

Deja un comentario