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Pentecostés, o la democratización de los dones del Espíritu

En Números 11:29, Moisés nos comparte un deseo profundo: "¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos!" En ese contexto, dos hombres, Eldad y Medad, habían recibido el Espíritu de Dios y profetizaban en el campamento, lo que preocupó a Josué. Sin embargo, Moisés, lejos de verlo como algo negativo, expresó su anhelo de que todos los israelitas pudieran experimentar la presencia y el poder del Espíritu de Dios. Para nosotros, ese ideal de Moisés refleja el anhelo de una comunidad carismática, donde todos podamos ser partícipes del Espíritu divino (Números 11:29). Este deseo de Moisés es la anticipación del sueño de Dios para su pueblo: una comunidad donde todos estén capacitados por el Espíritu, y no unos pocos privilegiados.

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De Babel a Pentecostés: Una lectura pentecostal

La Torre de Babel y el evento de Pentecostés son considerados momentos clave en la narrativa bíblica, en los cuales Dios interviene directamente en la historia de la humanidad. Aunque en apariencia estos eventos parecen ser opuestos, están profundamente conectados en su propósito de cumplir los designios divinos de dispersar y unir a las personas. En el relato de Babel, Dios desciende para confundir las lenguas y dispersar a la humanidad (Génesis 11:1-9). Por otro lado, en Pentecostés, Él desciende a través del Espíritu Santo para unificar a los creyentes y esparcir su mensaje a todas las naciones (Hechos 2:1-12). Ambos eventos revelan el poder de Dios sobre la comunicación humana y su intención de que la humanidad llene la tierra y conozca su salvación.

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Sus dones estarán con nosotros hasta que venga «lo perfecto»

Los cesacionistas creen que los dones espirituales milagrosos, como la profecía, las lenguas y la sanidad, eran temporales y dejaron de operar después de la era apostólica. Cuando leen 1 Corintios 13:10, donde dice "cuando venga lo perfecto, lo que es en parte se acabará", ellos interpretan "lo perfecto" como la finalización del canon bíblico. Es decir, piensan que una vez que se completó la Escritura, esos dones ya no fueron necesarios y, por lo tanto, cesaron. Según su punto de vista, la Biblia completa es "lo perfecto" que reemplazó a los dones que eran parciales. Pero ¿Es esto cierto?

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Por qué el famoso eslogan «Yo soy cesacionista, pero Dios no» es un argumento ridículo

¿Alguna vez has oído el eslogan "yo soy cesacionista, pero Dios no"? Esta frase, que ha circulado en algunos círculos cristianos, pretende encontrar un punto medio entre dos posturas doctrinales opuestas: el cesacionismo y el continuismo. A primera vista, puede parecer una manera diplomática y piadosa de abordar una diferencia teológica. Sin embargo, cuando la analizamos más profundamente, nos damos cuenta de que esta frase no solo es teológicamente confusa, sino que también revela una falta de comprensión sobre la naturaleza de Dios y la suficiencia de las Escrituras, lo cual deja en evidencia su inadecuación como argumento teológico.

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Guardianes del fuego, sacerdotes del Nuevo Pacto

El fuego en el altar era un símbolo de la presencia constante de Dios entre su pueblo. Mantener el fuego encendido continuamente representaba la perpetuidad de la relación y comunión entre Dios y los israelitas. La llama perpetua era un recordatorio visible de que Dios estaba siempre presente y disponible para su pueblo, tal como lo hizo en el desierto a través de la columna de fuego.

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Cambiando oro por «espejitos»

Se dice que durante la época de la colonización de América los nativos cambiaron el oro que poseían por espejos, telas y otros objetos que los colonizadores ofrecían y que sólo representaban una pequeña parte de lo que valían los tesoros que entregaron. Ese cambio de oro por espejos se ha repetido ahora en el siglo 21, cuando algunos incautos dentro del pueblo del Espíritu; es decir, dentro del joven movimiento pentecostal y carismático, han cambiado el oro divino y el fuego santo por vetustas y sobrevaloradas reliquias teológicas del siglo XVI. Estos nuevos "colonizadores" no vienen ahora con espadas, pero si con pasajes distorsionados de la Biblias, con falacias y malabares exegéticos, a punta de dólares americanos, poder mediático, grandes editoriales a su servicio y el abusivo escándalo de una minoría ruidosa. En nombre de Calvino, la nueva colonización busca imponerse en Latinoamérica.

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Bautizados «en Cristo» y bautizados «en el Espíritu Santo» ¿Son la misma cosa?

El ser “bautizados en Cristo” (regeneración) y el ser “bautizados en Espíritu Santo y fuego” (la experiencia pentecostal) no son la misma cosa. Ambas son reales pero distintas. Todos los salvos hemos sido bautizados en Cristo, pero no todos los salvos han sido bautizados con el Espíritu Santo. ¿Por qué no admitir, entonces, lo evidente? Porque hacerlo es darle la razón a los pentecostales y eso es algo que muchos no están dispuestos a hacer. Les es preferible elaborar todo tipo de explicaciones y malabares exegéticos antes que admitir lo que el texto bíblico dice clara y llanamente.

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Adoración verdadera: libre, trinitaria y carismática

La adoración es la ocupación más alta de la Iglesia y cumple el propósito final por el cual el pueblo de Dios es redimido. Las Escrituras nos enseñan que la adoración genuina glorifica a Dios y da testimonio al mundo. El Señor declara: 'Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará' (Isaías 43.21). El Nuevo Testamento expresa un sentimiento similar: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios; para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2,9).

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El valor teológico de los escritos lucanos (Parte II): Lucas, historiador y teólogo del Espíritu

Si se lee y escucha sólo a Lucas, parece bastante claro que el derramamiento del Espíritu que él tiene en mente no se relaciona con la salvación [iniciación/incorporación], tal como en Pablo, sino con el servicio y el testimonio. Por lo tanto, Lucas no vincula la venida del Espíritu con el suceso de la salvación. Aun los no carismáticos por muy sensibles y abiertos que están a la renovación, parecen incapaces de conceder que los pentecostales puedan entender Hechos mejor que ellos mismos

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Por qué no deberías menospreciar el don de lenguas

La práctica balsfema e irrespetuosa de menospreciar los dones espírituales, y particularmente el don de lenguas (emblema y distintivo del pentecostalismo), se ha extendido no solo en iglesias tradicionalmente cesacionistas, sino incluso en muchas iglesias que se denominan pentecostales (a veces solo de nombre), pero que han asimilado la pobre pneumatología reformada. No es de extrañar que el ejercicio de este don haya disminuido en muchas iglesias que se dicen pentecostales o carismáticas. Y no porque Dios así lo quiero o porque tal don no sea necesario, sino por nuestra propia incredulidad o ignorancia sobre el mismo. ¿Por qué deberíamos revalorizar la experiencia conocida como glosolalia?