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El valor teológico de los escritos lucanos (Parte II): Lucas, historiador y teólogo del Espíritu

Por Fernando E. Alvarado

Es fácil deducir, a través del texto bíblico, que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia posterior a la conversión. En una ocasión Jesús “escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir” (Lucas 10:1, NVI). Al regresar de su misión y testificar de su victoria sobre el poder de Satanás, Jesús les dijo “no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo” (Lucas 10:20). Tal afirmación fue hecha antes de que ellos recibieran el bautismo en el Espíritu Santo el día de Pentecostés, por lo que es fácil deducir que, si el bautismo en el Espíritu Santo fuese lo mismo que la conversión (u ocurriera simultáneamente) ¿cómo pudieron los setenta y dos, o incluso los mismos apóstoles, ser salvos (tener sus nombres escritos en los cielos) sin ser regenerados, lo cual es obra del Espíritu Santo?

Las palabras de Jesús tienen implicaciones teológicas que pocos notan: si sus discípulos hubieran muerto antes del descenso del Espíritu en Pentecostés, ellos (sin duda alguna) hubieran ido a la presencia del Señor, lo cual indica que su regeneración ocurrió en un momento anterior al bautismo en el Espíritu Santo ocurrido el día de Pentecostés (Hechos 2).

Intentando huir de tales implicaciones, algunos eruditos afirman que la experiencia del nuevo nacimiento de los discípulos sucedió en el momento en que el Cristo resucitado “sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22), sin embargo tal suceso ocurrió posterior a lo relatado en Lucas 10:20, lo cual anula dicha hipótesis; además, eso equivaldría a decir que Cristo dio poder a 12 inconversos, no nacidos de nuevo, para representarle y echar fuera demonios, sanar enfermos y predicar el mensaje de salvación, una salvación que por cierto aún no poseían pues no habían recibido siquiera el Espíritu, el cual constituye las arras de nuestra herencia (Lucas 10:17-20; Efesios 1:13-14; Romanos 8:9).

En el caso de los 72, así como de los apóstoles y demás discípulos de Cristo que le acompañaron fielmente durante su ministerio terrenal, resulta evidente que la conversión (salvación) no fue lo mismo, ni ocurrió al mismo tiempo, que el bautismo en el Espíritu Santo. No obstante, y a pesar de resultar evidente, muchos rehúsan aceptar tal interpretación del texto, ya que de aceptarla tendrían que darle la razón a los pentecostales.

La teología pentecostal, según sus críticos, cojea de uno o ambos pies ¿La razón? ¡Los pentecostales basan su teología pneumática, particularmente su doctrina del bautismo en el Espíritu Santo y la evidencia inicial, en los escritos lucanos (Lucas-Hechos)! Y eso, al menos para ellos, es un error, ya que los escritos lucanos son textos narrativo-descriptivos, no didácticos ni teológicos.

¿Por qué piensan de tal forma? ¿Por qué los teólogos no carismáticos tienen a rebajar los escritos lucanos? En la teología reformada, por ejemplo, se suele usar una metodología por medio de la cual se lee a Lucas como si fuera Pablo, haciéndole encajar forzosamente en el molde de Pablo y quitándole su independencia como teólogo por derecho propio. Esto es simplemente incorrecto. El teólogo Howard Marshall afirma:

“Lucas tenía derecho a tener sus propios puntos de vista, y no se debe pensar mal de él por el hecho de que difieran de algún modo de los de Pablo en ese punto. Al contrario, él es teólogo por derecho propio y se le debe tratar como tal.”[1]

Al leer a Lucas, los eruditos de otras tradiciones tienden a definir el término característico de Lucas “bautizado en el Espíritu Santo” atribuyéndole el significado paulino del término. Enseñándole a la iglesia en Corinto, Pablo escribe:

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13).

Anclados en dicha metáfora paulina, el bautismo en el Espíritu, para nuestros hermanos no pentecostales “es la transformación espiritual que pone al creyente ‘en Cristo’, y que es el efecto de recibir el don del Espíritu (por eso se emplea la frase ‘bautismo en el Espíritu’)”.[2] Así pues, según su interpretación del pensamiento paulino, el significado real del bautismo en el Espíritu Santo es uno de iniciación e incorporación en el cuerpo de Cristo;[3] es decir, “es, en realidad, el modo de entrar en el cuerpo de Cristo”.[4]

Pero esta interpretación, aun ignorando a Lucas y recurriendo solo a Pablo, no deja de ser incorrecta. En una declaración oficial adoptada por el presbiterio general de las Asambleas de Dios de Estados Unidos en agosto de 2010, dejaron en claro que:

“Ser bautizado en el Espíritu Santo se debe diferenciar de lo que Pablo declara en 1 Corintios 12:13 que, según la sintaxis griega, lee: “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”. El contexto de este pasaje muestra que “por” es la mejor traducción, indicando que el Espíritu Santo es el instrumento o medio por el cual se lleva a cabo el bautismo [Algunas confiables traducciones del Nuevo Testamento que usan el término “por”]. En los versículos 3 y 9 del capítulo, Pablo usa la misma preposición dos veces en el mismo versículo para indicar una actividad del Espíritu Santo. En 1 Corintios 12:13, “bautizados en un cuerpo” habla de la obra del Espíritu Santo de incorporar un pecador arrepentido al cuerpo de Cristo (véase Romanos 6:3; Gálatas 3:27 para una expresión equivalente a “bautizados en Cristo”). Este es el “un bautismo” de Efesios 4:5; es el bautismo indispensable e importante que resulta en el “un cuerpo” del versículo 4. Para resumir: en la conversión, el Espíritu Santo bautiza en Cristo/el cuerpo de Cristo; en una experiencia subsiguiente y diferente, Cristo bautizará en el Espíritu Santo.”[5]

La comprensión pentecostal del bautismo en el Espíritu Santo, fundamentada en los escritos lucanos, es más sólida de lo que muchos están dispuestos a reconocer; pero habiendo encarcelado a Lucas en el pensamiento paulino, nuestros hermanos de otras tradiciones leerán pasajes clave de Lucas-Hechos (Lucas 3:16; Hechos 1:5; 11:16) atribuyéndole al bautismo en el Espíritu exclusivamente un significado soteriológico. Así, Pablo es utilizado por muchos (erróneamente, por cierto) para silenciar la voz teológica propia de Lucas.

Pero es el apego a la tradición religiosa, más que un deseo honesto de comprender correctamente los escritos lucanos, impide que nuestros hermanos de otras tradiciones reconozcan la validez de la interpretación pentecostal de los escritos de Lucas. A este respecto, el teólogo y erudito no pentecostal, Clark H. Pinnock, reconoció:

“Si se lee y escucha sólo a Lucas, parece bastante claro que el derramamiento del Espíritu que él tiene en mente no se relaciona con la salvación [iniciación/incorporación], tal como en Pablo, sino con el servicio y el testimonio. Por lo tanto, Lucas no vincula la venida del Espíritu con el suceso de la salvación… Aun los no carismáticos… por muy sensibles y abiertos que están a la renovación, parecen incapaces de conceder que los pentecostales puedan entender Hechos mejor que ellos mismos.”[6]

Por todo lo anterior, el erudito pentecostal Roger Strondstad concluye:

“Ya que Lucas es teólogo por derecho propio, los intérpretes debieran examinar sus escritos con la mente abierta a la posibilidad de que su perspectiva sobre el Espíritu Santo pudiera, en realidad, diferir de la de Pablo. Por consiguiente, de la misma manera que el reconocimiento del hecho de que además de ser historiador, Lucas es teólogo, hace que Lucas-Hechos sea una base de datos legítima para la doctrina del Espíritu Santo, el reconocimiento del hecho de que Lucas es independiente de Pablo ampliará la base de datos para la doctrina del Espíritu Santo. El reconocer esos dos hechos es rehabilitar a Lucas como historiador-teólogo del Espíritu Santo y permitirle hacer una contribución significativa, única e independiente a la doctrina del Espíritu Santo.”[7]

Y añade:

“En términos generales, para Lucas el [bautismo en el] Espíritu Santo no se relaciona con la salvación ni con la santificación, como comúnmente se afirma, sino que se relaciona exclusivamente con una tercera dimensión de la vida cristiana: servicio. Así, cuando se le interpreta por el programa metodológico que hemos presentado, se ve que Lucas tiene una teología carismática, y no soteriológica, del Espíritu Santo. Esa teología carismática del Espíritu no es menos válida para los discípulos del siglo veinte que lo era para los discípulos del primer siglo.”[8]


REFERENCIAS:

[1] Howard Marshall, Luke: Historian and Theologian, p. 75.

[2] James Dunn, Baptism in the Holy Spirit, p. 130.

[3] Ibid. p. 129.

[4] John R. W. Stott, The Baptism and Fullness of the Holy Spirit, p. 23

[5] Concilio General de las Asambleas de Dios, “El bautismo en el Espíritu Santo” (declaración adoptada por el presbiterio general en sesión el 9-11 de agosto de 2010). https://ag.org/es-ES/Beliefs/Position-Papers/Baptism-in-the-Holy-Spirit

[6] Clark H. Pinnock, reseña de I Believe in the Holy Spirit, por Michael Green, en HIS (Junio 1976), p. 21.

[7] Roger Strondstad, La Teología Carismática de Lucas, p. 23.

[8] Ibid. p. 26.

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