La adoración es la ocupación más alta de la Iglesia y cumple el propósito final por el cual el pueblo de Dios es redimido. Las Escrituras nos enseñan que la adoración genuina glorifica a Dios y da testimonio al mundo. El Señor declara: 'Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará' (Isaías 43.21). El Nuevo Testamento expresa un sentimiento similar: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios; para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2,9).
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La subordinación funcional eterna del Hijo y las relaciones de género
Algunos cristianos sostienen que el Hijo se somete al Padre en la historia es la misma manera en que Dios el Padre se relaciona al Dios Hijo en la eternidad. Esta posición es conocida como la doctrina de la sumisión funcional eterna (SFE), de la subordinación de relación eterna (SRE), o autoridad-sumisión de relación eterna (ASRE). Según dicha postura, el Hijo difiere del Padre mediante la sumisión, mientras que el Padre al Hijo, al ejercer la autoridad.
El misterio trinitario
Ninguna mente finita puede comprender plenamente la naturaleza, el carácter o las obras del Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. Como la mente finita no puede explorar a Dios, llega a una conclusión: Dios no existe. Otros, que elegimos creer aunque no comprendamos plenamente a Dios, corremos un riesgo similar: Creer algo erróneo acerca de Dios, reduciendo al Dios infinito e incomprensible, a la imagen y semejanza de nuestras propias limitaciones y capacidad de comprensión. Es ahí donde nacen las herejías.
La subordinación eterna del Hijo, una herejía popular en el mundo evangélico
La Escritura, si la interpretamos de forma correcta, enseña que Dios el Hijo tiene eternamente igual autoridad con Dios el Padre, pero que por un período de tiempo durante Su ministerio en la tierra se volvió subordinado en autoridad para con Él. El cristianismo bíblico y ortodoxo siempre ha enseñado que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son iguales en autoridad por toda la eternidad. Muchos cristianos de hoy, sin embargo, se inclinan hacia una especie de semiarrianismo, enseñando la subordinación eterna del Hijo y cuestionando la fe histórica de la iglesia.
El Espíritu Santo, el Dios personal que vive en y con nosotros
En el Nuevo Testamento, se describe al Espíritu Santo como la tercera persona divina, vinculada con el Padre y el Hijo aunque diferente de ellos, así como el Padre y el Hijo son distintos el uno del otro. Él es “el Paracleto” (Juan 14:16, 25; 15:26; 16:7) —una palabra rica en significado para la que no existe una traducción adecuada, ya que puede significar alternativamente Consolador (en el sentido de Fortalecedor), Consejero, Ayudador, Sustentador, Consultor, Abogado, Aliado, Amigo Veterano —y solo una persona podría cumplir esos papeles. Para ser más precisos, Él es “otro” Paracleto (14:16), segundo en la línea (podríamos decir) del Señor Jesús, continuador del ministerio de este; y solo una persona, una como Jesús, podría hacerlo.
El Dios que es capaz de sufrir
La misericordia de Cristo no es una gracia barata, no supone la banalización del mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora. El día de la venganza y el año de la misericordia coinciden en el misterio pascual, en Cristo, muerto y resucitado. Esta es la venganza de Dios: él mismo, en la persona del Hijo, sufre por nosotros. Cuanto más quedamos tocados por la misericordia del Señor, más solidarios somos con su sufrimiento, más disponibles estamos para completar en nuestra carne “lo que falta a las tribulaciones de Cristo.
Tres cosas que no debes olvidar esta Navidad
En estas fechas es fácil olvidar lo que se celebra. El hedonismo y el consumismo pueden nublar nuestra mente de aquello que realmente importa: la gloria de Dios, el amor al prójimo y tu testimonio cristiano.
¡Dios ha nacido!
¿Tiene sentido decir que la Navidad marca el nacimiento de Dios? Esa pregunta evoca los debates teológicos primarios de los siglos IV y V sobre la naturaleza humana y divina de Cristo. Decir que Dios ha nacido resulta chocante porque parece ininteligible: ¿Cómo puede Dios, el Creador no creado de todas las cosas, tener un nacimiento? ¿Cómo puede nacer un ser que es auto-existente y eterno, el Creador del tiempo y del espacio? Eso no parece tener ningún sentido. Y aun así, en Navidad eso es, en cierta manera, precisamente lo que los cristianos celebran.
A propósito de la Navidad que se avecina…
Navidad, Christmas, Krishlindjet, Christougenna, Weihnachten, ¡Llámala como quieras! Pero ¿Sabes por qué celebramos el nacimiento de Cristo? En la mente de muchos esta celebración nació con el propósito de paganizar la iglesia e introducir en el cristianismo el culto a Mitra, Tammuz o cualquier otro dios solar pagano. Eso, sin embargo, está lejos de ser cierto.
¿Qué creen los pentecostales? | Las Asambleas de Dios (III) – La plena Deidad y humanidad de Cristo
El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de Dios. La Biblia declara: Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas 1:31; Lucas 1:35); Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22); Sus Milagros (Hechos 2:22; Hechos 10:38); Su obra vicaria en la cruz (1 Corintios 15:3; 2 Corintios 5:21); Su resurrección corporal de entre los muertos (Mateo 28:6; Lucas 24:39; 1 Corintios 15:4); Su exaltación a la diestra de Dios (Hechos 1:9; Hechos 1:11; Hechos 2:33; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3).