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Sobre el uso de pinturas y representaciones de Dios, Cristo y otros personajes bíblicos en los templos cristianos

Los judíos fieles no veneraban los grabados ni las figuras del templo, para ellos eran simples elementos decorativos, no se postraban ante ellos, ni les oraban o veneraban de forma alguna. Eran simples elementos decorativos. Tales imágenes o representaciones tuvieron fines principalmente didácticos y decorativos; y en la mente del israelita más devoto esto justificaba su uso. Jamás hubieran reaccionado de forma escandalosa por su presencia en el lugar de culto. Cabe decir que los primeros cristianos no fueron muy distintos a ellos en sus lugares de culto o incluso tumbas y otros monumentos conmemorativos.

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La subordinación funcional eterna del Hijo y las relaciones de género

Algunos cristianos sostienen que el Hijo se somete al Padre en la historia es la misma manera en que Dios el Padre se relaciona al Dios Hijo en la eternidad. Esta posición es conocida como la doctrina de la sumisión funcional eterna (SFE), de la subordinación de relación eterna (SRE), o autoridad-sumisión de relación eterna (ASRE). Según dicha postura, el Hijo difiere del Padre mediante la sumisión, mientras que el Padre al Hijo, al ejercer la autoridad.

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Mujeres, don de lenguas y cesacionismo

¿Cesacionismo y desprecio hacia las mujeres? ¿Por qué no me extraña que ambas cosas vayan de la mano? Como lo dije unas líneas atrás, he oído numerosos argumentos en contra del hablar en lenguas, pero pocos tan ridículos y sin sentido como este. Lo curioso de este argumento es más bien la fuente, ya que no estamos hablando de un simple creyente con opiniones extrañas, sino de un erudito cesacionista, el Dr. Lehman Strauss, quien además de ser un reconocido pastor bautista, fue profesor del Instituto Bíblico de Filadelfia y autor publicado con más de una docena de libros. Pareciera más bien que, ante los prejuicios, incluso la Biblia y sus enseñanzas quedan relegadas a un segundo plano, pues cuando ya decidimos qué creer, nada nos hará desistir por muy absurdos que sean nuestros argumentos.

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¿Ha sustituido la predicación y la enseñanza al don de profecía en la iglesia de hoy?

En una iglesia verdaderamente bíblica, ni la incredulidad cesacionista (con su negación del don de profecía, lenguas, interpretación de lenguas, etc.) ni los excesos, falsa profecía y abuso de autoridad (bajo pretexto de ser “profetas del Señor” o “hablar en nombre de Dios”) tienen lugar. Los profetas y la profecía estarán presentes, tal como lo estuvieron en la iglesia neotestamentaria, pues somos un cuerpo en Cristo con aquellos que conformaron la iglesia primitiva. Creemos en la sucesión eclesiástica. Somos la continuidad orgánica del Cuerpo de Cristo que nació en Pentecostés. El mismo Espíritu Santo que vino para morar en aquellos creyentes (la Iglesia) y darles poder permanece para morar en nosotros (la misma Iglesia) y darnos poder ahora. La ausencia de profecía, lenguas, interpretación de lenguas, o cualquier otro don carismático en nuestras congregaciones, no es señal o evidencia de una iglesia sana, bíblica u ordenada, sino todo lo contrario. El mismo Espíritu de orden es el mismo Espíritu del fervor y del poder carismático. Si esto falta, quizá sea necesario reevaluar la salud doctrinal y espiritual de nuestra congregación.

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Escándalos, falta de santidad y mal testimonio en círculos pentecostales y carismáticos | Un pretexto cesacionista para justificar su incredulidad

Sin duda la santidad en el estilo de vida debería ser la meta de todo cristiano (Hebreos 12:14). En eso estamos de acuerdo. Cuando la santidad deja de ser el distintivo de un ministro o líder pentecostal, quienes los observan tienden a decepcionarse o cuestionar las validez de las manifestaciones carismáticas, juzgando la autenticidad de estas por la conducta de quienes dicen creer en ellas o ejercen algún don carismático. El comportamiento pecaminoso es inaceptable en el Cuerpo de Cristo, y particularmente entre sus ministros. Sin duda, Dios traerá a juicio a quienes den mal testimonio o sirvan de tropiezo para otros (Marcos 9:42; Lucas 17:2). Sin embargo, esperar perfección en santidad de aquellos que han recibido algún don espiritual no es bíblico. Y menos bíblico aún es negar la validez de los dones espirituales en nuestra tiempo por causa de la imperfección, errores morales o incluso pecados graves de aquellos que los poseen.

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Excesos en el Movimiento Pentecostal y Carismático: ¿Una razón para rechazar la vigencia de los dones?

La forma en que el Espíritu de Dios actúa en medio de su pueblo no siempre encaja con nuestros prejuicios o ideas al respecto. Esto, sin embargo, no significa que Dios no sea el autor de tales expresiones espirituales.

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¿Es incorrecto invocar la presencia del Espíritu Santo? ¿Acaso no mora ya dentro de nosotros?

Por muy triste que parezca, Satanás está usando a otros cristianos a causa de su apego a la tradición religiosa que profesan. En su intento por defender su interpretación particular acusan a los pentecostales de hacer algo antibíblico por pedir que el Espíritu Santo venga una y otra vez sobre ellos. Pero eso no es lo que nos dice la Biblia. Jesús y Pablo nos animan a pedirle y vivir en constante insistencia por más, más de su Espíritu. Si las manifestaciones del Espíritu Santo no se dan en iglesias cesacionistas eso no nos extraña. El que pide recibe, el que no pide, no obtendrá nada. Aquel que siente que ya tuvo suficiente del Espíritu Santo, que se conforma con lo que recibió en la regeneración, jamás podrá experimentar a plenitud los poderes del siglo venidero que solo una experiencia plena con el Espíritu Santo puede dar. Pero “Bienaventurados los que tienen hambre… pues ellos serán saciados.” (Mateo 5:6, LBLA).

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Manifestaciones externas de carácter físico y emocional que ocurren durante la ministración del Espíritu Santo

Quienes en nombre de un biblicismo muerto, frío y meramente teórico se cierran a tales manifestaciones no son sin culpa. Nadie debería decir que ama el libro mientras repudia al Autor, nadie debería decir que ama el Sagrado Libro mientras repudia el mover de Aquel que lo inspiró. Pedir esto no tiene nada de malo ni es extraño a las Escrituras. Al igual que Habacuc, nosotros también clamamos: “Oh Señor, he oído lo que se dice de ti y temí. Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión.” (Habacuc 3:2, LBLA)

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Cesacionisno y Deísmo Funcional — Un obstáculo para las manifestaciones del Espíritu en la iglesia de hoy

El conocido eslogan: “Yo soy cesacionista, pero Dios no” suena muy bonito, hasta romántico y lleno de fe (Es el último recurso del cesacionista que busca que lo dejes en paz y no lo acuses de incrédulo), pero en la práctica funciona algo así como: “Dios dice que puede hacer milagros, señales y prodigios, ¡Pero yo no le creo!” No deja de ser un simple pretexto. Pero incluso en aquellos que se dicen “continuistas” puede darse un error semejante. Muchos en la Iglesia de hoy decimos creer que Dios sigue sanando a los enfermos milagrosamente, o que el don de sanidad sigue vigente en nuestra época, pero vivimos como deístas funcionales: Tendemos a ver a Dios solo en ciertas áreas en las que nosotros creemos que él actúa. Esto a la vez nos lleva a no verle fuera de nuestros propios esquemas. En este sentido no somos muy diferentes de los fariseos y religiosos de la época de Jesús.

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Una respuesta al cesacionisno | ¿Es la búsqueda de señales una señal de inmadurez espiritual o una marca de incredulidad?

Para el Señor, buscar señales de Dios es 'perverso y adúltero' cuando, y solo cuando, la demanda de evidencias viene de un corazón rebelde que simplemente quiere ocultar que es reticente a creer. Para los judíos que cuestionaban a Jesús, pedir señales era tan solo un pretexto para criticar al Maestro o buscar falta en él. La motivación de la Iglesia primitiva era muy diferente a la de los escribas y fariseos. Para la iglesia primitiva, su oración por señales y prodigios no constituía un desafío a Dios o su necesidad de presenciar un espectáculo. Ellos clamaban por señales y prodigios por su deseo de glorificar a Dios en la demostración de su poder, así como para ministrar su misericordia, compasión y amor a los necesitados. Así pues, Dios condena la primera actitud (la de los escribas, fariseos y judíos incrédulos) y ordena la segunda (la actitud de la iglesia primitiva).