Adoración, Ritos y Ceremonias, Sin categoría, Tradiciones, Vida Cristiana

Sobre el uso de pinturas y representaciones de Dios, Cristo y otros personajes bíblicos en los templos cristianos

Por Fernando E. Alvarado

En su libro “Gold Cord”, la misionera Amy Carmichael, nos relata la historia de Preena, una joven indígena que se convirtió en cristiana y vivió en el orfanato de la señorita Carmichael. Preena nunca había visto una imagen de Jesús; en su lugar, la señorita Carmichael oró para que el Espíritu Santo revelara a Jesús a cada una de las niñas, «¿quién sino el divino puede mostrar al divino?» – Pensó Amy.

Un día, Preena recibió un paquete desde el extranjero. Ella lo abrió muy emocionada y sacó una imagen de Jesús. Preena inocentemente preguntó quién era, y cuando le dijeron que era Jesús, estalló en lágrimas. Le preguntaron: «¿Cuál es el problema?», «¿Por qué estás llorando?» La respuesta de la pequeña Preena lo dice todo: «Pensé que Él era mucho más hermoso que esto».[1]

La reacción de Preena no solo es tierna, sino también aleccionadora: Nuestro Señor, el Creador de mundos sin fin, quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3), no puede ser reducido a una imagen bidimensional (una pintura o cuadro pintado) o a una simple estatua, por muy bellamente elaborada que esta sea. Además, es un hecho bien sabido que “Los primeros cristianos no usaban imágenes para adorar a Dios […]. La Iglesia justificó la admisión de imágenes durante los siglos IV y V argumentando que la gente inculta aprendería las enseñanzas del cristianismo más fácilmente con imágenes que con sermones o libros.”[2]

Los cristianos primitivos se habrían horrorizado ante la simple idea de colocar imágenes en las iglesias con el propósito de adorarlas, y habrían visto como un acto de idolatría que alguien se inclinara ante ellas o les orara. Los primeros cristianos estaban familiarizados con el mandamiento: “No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores.” (Éxodo 20:4, 5, NVI) Y en el siglo I, el apóstol Juan exhortó a los cristianos: “Queridos hijos, apártense de los ídolos.” (1 Juan 5:21, NVI).

Ahora bien, ante tan clara prohibición de la veneración de imágenes (fueran estas pinturas o estatuas) ¿Entendieron los primeros cristianos que toda representación gráfica o artística de Jesús, o de algún otro ser celestial estaba terminantemente prohibida? No, jamás lo entendieron de esa forma.

Incluso los judíos más iconoclastas (que rechazaban el culto a las imágenes sagradas y las destruían) utilizaban muchísimas imágenes como elementos decorativos en el santuario dedicado a la adoración a Dios. El mismo tabernáculo, y luego el templo de Jerusalén, estaba lleno de grabados de frutos, flores y animales que adornaban el santuario en todas sus partes (1 Reyes 6:18; 7:36). Incluso Dios mismo les mandó tallar imágenes de querubines para decorar el Arca del Pacto (un cofre de madera de acacia revestido de oro puro tanto por dentro como por fuera). El Arca del Pacto poseía una cubierta de oro macizo y tenía un querubín labrados en oro en cada extremo. Los querubines estaban uno frente al otro, con los rostros inclinados hacia la cubierta y las alas extendidas cubriendo el Arca (Éxodo 25:10-21; 37:6-9). Estos querubines eran en realidad una representación del “carro” de Jehová (1 Crónicas 28:18).

Los judíos fieles no veneraban los grabados ni las figuras del templo, para ellos eran simples elementos decorativos, no se postraban ante ellos, ni les oraban o veneraban de forma alguna. Eran simples elementos decorativos. Tales imágenes o representaciones tuvieron fines principalmente didácticos y decorativos; y en la mente del israelita más devoto esto justificaba su uso. Jamás hubieran reaccionado de forma escandalosa por su presencia en el lugar de culto. Cabe decir que los primeros cristianos no fueron muy distintos a ellos en sus lugares de culto o incluso tumbas y otros monumentos conmemorativos.

El hecho de que los primeros cristianos empleaban imágenes como elemento decorativo o con fines didácticos está más allá de toda duda. Las catacumbas cristianas son auténticas galerías de arte cristiano antiguo. Incluso había figuras mitológicas adornando las cámaras sagradas de adoración y entierro. Las imágenes más antiguas que se han descubierto en estas catacumbas (o pasajes subterráneos usados como cementerios) contienen incluso representaciones o pinturas de Jesús.

Las primeras imágenes de Jesucristo surgieron entre los siglos I y III d. C. En realidad, su objetivo no era tanto captar la apariencia real de Cristo como evidenciar su papel como líder o salvador. Se destaca entre ellas la imagen conocida como “el Buen Pastor”, pintada sobre los muros de las catacumbas conocidas como el Complesso Callistiano en Roma. Dicha pintura muestra a Jesús cargando con un ternero en su hombro, siguiendo la icónica figura del “moskophoros”, literalmente el “portador del ternero”, cuya primera representación en el arte griego antiguo data del 570 a. C.

Otra representación cristiana famosa es la imagen de los Reyes Magos adorando al Niño, la cual fue realizada para decorar un sarcófago del siglo III. También se destaca una representación de la curación del paralítico, fechada en siglo III, la cual se encontró en el baptisterio de una iglesia largo tiempo abandonada en Siria. Esta es una de las representaciones más antiguas de Cristo que hayan encontrado los historiadores.

Pero las tres imágenes ya mencionadas no son las únicas representaciones de Jesús. En otra imagen de Cristo, fechada en el siglo IV, se muestra a nuestro Señor sentado entre los apóstoles Pedro y Pablo. Fue pintada en las catacumbas de la Via Labicana en Roma, cerca de una villa que perteneció al emperador Constantino. Bajo las tres figuras principales de la pintura encontramos a Gorgonio, Pedro, Marcelino y Tiburcio, cuatro mártires que habían sido enterrados en esas catacumbas y que son representados señalando al Cordero de Dios en su altar celestial.

Otra famosa imagen, el “Cristo Pantocrátor” (La palabra griega pantocrator significa literalmente “el que tiene autoridad sobre todo”), fue pintada en una tabla de madera durante el siglo VI o VII y actualmente se conserva en el monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí, en Egipto, uno de los monasterios más antiguos del mundo. en el mundo.[3]

Sin duda nuestro Salvador es más hermoso para nosotros que cualquier trozo de papel colgado en la pared. Pero eso no significa que violemos el mandato de Éxodo 20:4-5 por tener una pintura que represente algún relato bíblico (y en el cual aparezca Jesús) en nuestra casa. Si hacer representaciones artísticas de Jesús con fines ajenos a la adoración fuese pecado, ciertamente cometeríamos un grave delito contra Dios al elaborar el material de escuela bíblica para niños, muchos de nuestros manuales que contienen escenas de la vida y ministerio de Jesús, en la representaciones con títeres, películas animadas o incluso en nuestras representaciones dramáticas y series de televisión y películas donde un humano cualquiera asume el papel de Cristo. ¡Tal extremismo es absurdo!

La conclusión es obvia: el simple hecho de tener una imagen de Jesús en el hogar o en la iglesia, no significa que las personas están practicando la idolatría. Es posible que un retrato de Jesús o una imagen puedan convertirse en un objeto de adoración, en cuyo caso el adorador tiene la culpa y ha violentado el mandato bíblico. Pero no hay nada en el Nuevo Testamento que prohíba específicamente a un cristiano el tener una representación artística de Jesús como elemento decorativo o con fines didácticos, como en los materiales de la escuela dominical, libros textos, películas y series animadas de carácter cristiano, los vitrales de una iglesia o incluso en un concierto o convención de los EDC. ¡Hay cosas más importantes sobre las cuales discutir como para rasgarnos las vestiduras por un simple dibujo!

Las representaciones artísticas pueden usarse para enseñarnos verdades espirituales. Dios mismo recurrió a este en algunas ocasiones. La historia de Moisés y la serpiente de bronce cuenta cómo el pueblo de Israel habló contra Dios y su profeta, cuando caminando hacia la Tierra Prometida se desanimaron por el cansancio y la falta de comida. El Señor envió entonces serpientes que provocaron la muerte de muchos hebreos. Arrepentidos, pidieron perdón a Moisés, a quién Dios ordenó que colocase una serpiente hecha de bronce (una imagen labrada) en un asta para que cada vez que alguien fuese mordido por una de esas víboras, consiguiera la sanidad simplemente mirando la imagen de bronce que Moisés fabricó (Números 21:4-9).

Construir la serpiente de bronce no fue el problema. No fui sino hasta que el pueblo cayó en idolatría que la imagen labrada en bronce se convirtió en algo abominable (2 Reyes 18:1-8). El problema real no estaba en la imagen como tal (era solo metal), ni en labrarla (Dios mismo se lo permitió a Moisés) sino en el uso que se le daba.

La Biblia está llena de descripciones de Cristo que capturan nuestra imaginación y emociona nuestras almas. Él es la luz del mundo (Juan 1:5); el pan de vida (Juan 6:32-33); el agua viva que sacia la sed de nuestras almas (Juan 4:14); el sumo sacerdote que intercede por nosotros ante el Padre (Hebreos 2:17); el buen Pastor que da su vida por sus ovejas (Juan 10:11, 14); el Cordero perfecto de Dios (Apocalipsis 13:8); el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2); el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6); y la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15). Si el arte es usado para recordarnos o representar estas verdades jamás debería ser condenado. Un verdadero creyente formado en la Palabra jamás adoraría una imagen, pintura o estatua. Personalmente, dudo que ese haya sido el propósito por el cual mis hermanos EDC hayan colocado ese “dibujo” en su convención de jóvenes. ¿Por qué escandalizarnos por eso?

REFERENCIAS:


[1] Amy Carmichael, Gold Cord, CLC Publications, 1982, página 151.

[2] Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, de McClintock y Strong.

[3] Vittoria Traverso, Cinco imágenes de Jesús realmente antiguas, Aleteia, artículo publicado el 10/10/18.

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