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Una respuesta al cesacionisno | ¿Es la búsqueda de señales una señal de inmadurez espiritual o una marca de incredulidad?

Por Fernando E. Alvarado

“𝐿𝑎 𝑏𝑢́𝑠𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎 𝑑𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑑𝑖𝑔𝑖𝑜𝑠, 𝑠𝑒ñ𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑦 𝑚𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠 𝑒𝑠 𝑣𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑁𝑢𝑒𝑣𝑜 𝑇𝑒𝑠𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑖𝑛𝑑𝑖𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑖𝑛𝑚𝑎𝑑𝑢𝑟𝑒𝑧 𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑖𝑡𝑢𝑎𝑙 𝑜 𝑒𝑣𝑖𝑑𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑒 𝑑𝑒́𝑏𝑖𝑙. 𝑂𝑟𝑎𝑟 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑠𝑎𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑠𝑡𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑑𝑖𝑣𝑖𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑢𝑛𝑎 𝑎𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑑𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑖𝑔𝑛𝑜𝑟𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑡𝑒𝑜𝑙𝑜́𝑔𝑖𝑐𝑎.”

“𝑈𝑛 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑜 𝑑𝑒 𝑓𝑢𝑡𝑢𝑟𝑎𝑠 𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑦 𝑚𝑖𝑙𝑎𝑔𝑟𝑜𝑠 𝑒𝑠 𝑝𝑒𝑐𝑎𝑚𝑖𝑛𝑜𝑠𝑜 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑎𝑟𝑐𝑎 𝑑𝑒 𝑖𝑛𝑐𝑟𝑒𝑑𝑢𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑.» (𝖩𝖺𝗆𝖾𝗌 𝖬𝗈𝗇𝗍𝗀𝗈𝗆𝖾𝗋𝗒 𝖡𝗈𝗂𝖼𝖾, «𝖠 𝖡𝖾𝗍𝗍𝖾𝗋 𝖶𝖺𝗒: 𝖳𝗁𝖾 𝖯𝗈𝗐𝖾𝗋 𝗈𝖿 𝖶𝗈𝗋𝖽 𝖺𝗇𝖽𝖲 𝗉𝗂𝗋𝗂𝗍 ,𝖾𝗇 𝖯𝗈𝗐𝖾𝗋 𝖱𝖾𝗅𝗂𝗀𝗂𝗈𝗇, 𝖾𝖽. 𝖬𝗂𝖼𝗁𝖺𝖾𝗅 𝖲𝖼𝗈𝗍𝗍𝖧𝗈𝗋𝗍𝗈𝗇, 𝖢𝗁𝗂𝖼𝖺𝗀𝗈: 𝖬𝗈𝗈𝖽𝗒, 𝟣𝟫𝟫𝟤, 𝟣𝟤𝟨)

Aunque tal argumento puede sonar piadoso, no concuerda con el Nuevo Testamento o el sentir de la iglesia primitiva. Parece más bien un intento desesperado por desacreditar las intenciones y la fe de aquellos que sí creemos en la vigencia actual de los dones carismáticos y las señales que les acompañan. Basta con tan solo considerar Hechos 4:29-31, que recoge la oración de la Iglesia de Jerusalén, para darnos cuenta que hay mal con el argumento cesacionista:

«Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.»

De este texto podemos deducir cuando menos dos cosas:

• Muestra que es bueno orar por señales y milagros, y que no es malo ni un signo de desequilibrio mental o emocional pedirle a Dios demostraciones de su poder.

• Demuestra que no existe necesaria o inherentemente un conflicto entre los milagros y el mensaje, entre los prodigios y la palabra de la Cruz, sino más bien una complementariedad. La predicación del Evangelio y las señales y prodigios van de la mano.

Pablo mismo parece estar de acuerdo con nosotros en estos dos puntos:

“Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2:4-6)

Para Pablo, tanto como para el resto de creyentes de la iglesia primitiva, buscar y orar por demostraciones del poder divino de sanidad, milagros y prodigios no solo es bueno y útil, sino que honra al Señor Jesucristo y es una parte inseparable de la predicación del verdadero Evangelio. Jamás es visto como señal de inmadurez espiritual o incredulidad en la iglesia, sino todo lo contrario.

¿Cómo explicamos entonces pasajes como Mateo 12:39 y 16:4? ¿Acaso no criticó Jesús a quienes pedían señales? Los pasajes en cuestión nos dicen lo siguiente:

“Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.” (Mateo 12:39)

“La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.” (Mateo 16:4)

Pablo también parece enseñar los mismo en 1 Corintios 1:22-23, al decir:

“Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.”

¿Acaso no es esta una denuncia clara por parte de Jesús en contra de aquellos que buscan señales? ¿Acaso no se les llamó perversos y adúlteros a quienes demandaban y buscaban señales milagrosas? ¿Acaso no criticó Pablo a los judíos por buscar señales? Sí, tanto Jesús como Pablo censuraron a cierto grupo de personas por buscar señales. Eso es innegable. Sin embargo, el asunto no es tan simple como pretenden los cesacionistas al usar estos versículos. Para entender lo que Jesús verdaderamente quiso decir debemos comprender primero quienes eran aquellos a quienes se estaba dirigiendo y por qué los estaba denunciando.

Resulta evidente al analizar el contexto, que Jesús se dirigía a los escribas y fariseos incrédulos (Pablo también se refería a judíos inconversos en 1 Corintios 1:22-23). Ellos no eran hijos de Dios, no eran fieles creyentes, ni devotos cristianos buscando ver la gloria de su Señor. Aquellos que le pedían tales cosas a Jesús no tenían intención de seguirle. De ahí la reacción de Jesús y Pablo.

Para el Señor, buscar señales de Dios es ‘perverso y adúltero’ cuando, y solo cuando, la demanda de evidencias viene de un corazón rebelde que simplemente quiere ocultar que es reticente a creer. Para los judíos que cuestionaban a Jesús, pedir señales era tan solo un pretexto para criticar al Maestro o buscar falta en él. La motivación de la Iglesia primitiva era muy diferente a la de los escribas y fariseos. Para la iglesia primitiva, su oración por señales y prodigios no constituía un desafío a Dios o su necesidad de presenciar un espectáculo. Ellos clamaban por señales y prodigios por su deseo de glorificar a Dios en la demostración de su poder, así como para ministrar su misericordia, compasión y amor a los necesitados. Así pues, Dios condena la primera actitud (la de los escribas, fariseos y judíos incrédulos) y ordena la segunda (la actitud de la iglesia primitiva).

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