Avivamiento Espiritual, Cesacionismo, Continuismo, Pentecostalismo, Pentecostalismo Clásico, Sin categoría

Excesos en el Movimiento Pentecostal y Carismático: ¿Una razón para rechazar la vigencia de los dones?

Por Fernando E. Alvarado

¿𝘚𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘹𝘤𝘦𝘴𝘰𝘴 𝘦𝘷𝘪𝘥𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢 𝘮𝘢𝘯𝘪𝘧𝘦𝘴𝘵𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘪𝘵𝘶𝘢𝘭 𝘦𝘯 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘢𝘴 𝘦𝘴 𝘧𝘢𝘭𝘴𝘢 𝘺 𝘲𝘶𝘦, 𝘱𝘰𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘪𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘰 𝘤𝘢𝘳𝘪𝘴𝘮𝘢𝘴 𝘩𝘢𝘯 𝘤𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰?

Luego de asistir a una reunión de algún grupo de corte carismático o neopentecostal, muchas personas, cristianas o no, suelen horrorizarse por los excesos (danzas extrañas y frenéticas, ruidos extraños, gritos desenfrenados, excentricidades de los que “ministran”, etc.) o incluso falsificaciones descaradas de los dones del Espíritu que presenciaron. No podemos tapar el sol con un dedo y negar que esto pasa en algunas congregaciones. Muchos embaucadores profesionales hacen de las suyas haciéndose pasar por «ungidos del Señor» y se lucran a costa de la sinceridad y credulidad de hermanos sinceros pero poco instruidos en la naturaleza y uso correcto de los dones espírituales. En otras ocasiones, lo que sucede no puede atribuirse a embaucadores humanos sino a espíritus engañadores.Tal como ocurrió con Moisés al presentar las señales y prodigios provenientes de Dios, el falsificador por excelencia tiende a presentar sus imitaciones baratas para desprestigiar la verdadera obra de Dios o producir incredulidad en otros hacia las verdaderas manifestaciones del Espíritu Santo (Éxodo 7:8-24). Tales manifestaciones suelen verse también en grupos heterodoxos como los mormones, los bautistas shouters, los cultos africanos con mezcla de catolicismo y otros grupos marginales de dudosa filiación cristiana.

Al ver esto muchos, tanto cristianos e inconversos, llegan a la conclusión de que todas las manifestaciones de los dones del Espíritu son falsas. No es sorprendente que su entendimiento se oscurezca y les impida ver la realidad. Tal como ocurrió con Faraón al ver que los magos imitaban los milagros de Moisés, su corazón se endurece y deciden que no creerán más en milagros, señales y prodigios. La sobrenaturalidad de Dios es vista como cosa del pasado y las únicas manifestaciones del poder de Dios que se aceptan son aquellas que están escritas en la Biblia. Todo lo demás se considera falso. Podría estar en medio de un poderoso mover de Dios (como en el caso de Faraón y los milagros efectuados por la mano de Moisés) y aún así creer que se está en medio de un embuste. Y cuando uno elige mantener un criterio cerrado, es raro que Dios viole nuestros prejuicios. Ni siquiera Jesús lo hizo con sus oyentes (Mateo 13:58; Marcos 6:5). ¿Por qué? Simplemente porque Dios no arroja sus perlas a los cerdos (Mateo 7:6) y no someterá su poder al deseo y curiosidad de algunos que solo desean burlarse. Quien ha cerrado su mente a la posibilidad real de milagros, rara vez los verá en su vida aunque choque de frente con ellos.

En todo esto, es necesario que, como pentecostales, asumamos nuestra parte de la culpa y hagamos las correcciones del caso sin llegar a caer en la trampa cesacionista de avergonzarnos de nuestra pentecostalidad o renegar del Espíritu Santo y sus auténticas manifestaciones. Es innegable que hay importantes excesos dentro de algunos grupos que creen en los dones del Espíritu y los practican. Yo mismo he presenciado sensiblerías, exageraciones, elitismo, profecía utilizada para controlar y manipular, y una falta de fundamento bíblico en varias reuniones y movimientos. No obstante, esto no es así en la mayoría de los grupos que practican los dones del Espíritu. Y encuentro que los líderes que conozco personalmente en estos movimientos, se apresuran a corregir estos excesos cuando se presentan. Muchos cesacionistas, sin embargo, se aprovechan de tales excesos y los usan a su favor, incurriendo descaradamente en una falacia de generalización al atribuir tales excesos a todos los grupos pentecostales y carismáticos para así poder satanizar a todo el movimiento.

¿Qué significación debemos atribuir a esos excesos? ¿Cómo deberíamos tratarlos? Debemos verlos e interpretarlos tal cual se estiman en la Biblia y corregir cualquier abuso o exceso. Al mismo tiempo, sería un grave error llegar a creer que porque a veces se den excesos, eso significa que tales manifestaciones no provienen de Dios o que, en el peor de los casos, deberíamos como iglesia condenar y prohibir tales manifestaciones en la adoración y práctica pentecostal. ¿Cómo mira la biblia este tipo de situaciones? ¿Ocurrió algo similar en la iglesia primitiva? ¿En qué forma resolvieron los apóstoles tales excesos? Ciertamente no prohibieron el ejercicio de los carismas o dejaron de creer en ellos como muchos cesacionistas.

Sorprendentemente, la Biblia enseña que Dios obra milagros entre aquellos que cometen excesos espirituales, o que incluso han caído en algunos errores doctrinales. La iglesia de Corinto, por ejemplo, eran tan rica en dones espirituales, que Pablo pudo decir de ella que no les faltaba ningún don (1 Corintios 1:7). Pero mostraron un espíritu de sectarismo tal, que Pablo los llamó “carnales” (1 Corintios 3:1). Además, entre ellos había prácticas sexuales tan inmorales que eran peores que las de los paganos… y la toleraban (1 Corintios 5:1 -2). ¡Llegaron hasta a emborracharse en la Santa Cena! Algunos de los corintios abrazaron una de los peores errores doctrinales mencionados en el Nuevo Testamento: afirmaron que no había resurrección de los muertos (1 Corintios 15:12). He aquí una iglesia con grandes excesos inmorales y error doctrinal, y sin embargo, es una de las más ricamente dotadas del Nuevo Testamento.

Cuando Pablo escribió a la iglesia de Galacia (probablemente en el año 49 D.C.), la herejía doctrinal había arraigado de tal forma en las iglesias, que Pablo pudo decirles: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6). La gravedad de su condición se revela en otro pasaje donde Pablo les pregunta: “¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” (3:1).

Las iglesias gálatas estaban a punto de desertar del mismo Evangelio que las había salvado, y no obstante, en el mismo momento en que Pablo les estaba escribiendo su carta, Dios estaba haciendo milagros entre ellos: “Aquel pues, que os suministra el Espíritu y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gálatas 3:5). En la frase: “hace maravillas entre vosotros”, el verbo hacer está en tiempo presente. Esto significa que Pablo afirmaba que en ese mismo momento en que él escribía, estaban sucediendo milagros entre los gálatas.

Este breve examen nos conduce a tres conclusiones ineludibles:

(1) Primera, la presencia de excesos e incluso de impurezas en los grupos cristianos donde suceden milagros, no prueba que esos milagros no sean de Dios, igual que ocurrió en Corinto.

(2) Segunda, la presencia de errores doctrinales en los grupos cristianos donde tienen lugar milagros no prueba que sus milagros no sean válidos, como sucedió en las iglesias gálatas.

(3) Tercera, los milagros ni confirman ni respaldan las doctrinas o prácticas distintivas de iglesias individuales o grupos cristianos. Los milagros de Galacia no respaldaban las enseñanzas heréticas allí, como tampoco el don de milagros de Corinto respaldaba sus excesos en la Santa Cena. De acuerdo con la Escritura, hay solamente un mensaje que el Nuevo Testamento respalda o confirma, y ese es el mensaje del Evangelio con respecto a la persona y la obra de Jesucristo.

Mucha de la literatura cesacionista a lo largo de este siglo ha fracasado en llegar a estas tres conclusiones. Cada vez que los dones milagrosos aparecen en la historia, los cesacionistas buscan excesos o errores doctrinales dentro del grupo donde aparecen esos dones. Cuando encuentran errores doctrinales o excesos, en seguida llegan a la conclusión de que esos dones no pueden haber sido reales. ¡Igual podían haber concluido que los dones en Corinto y Galacia no eran reales tampoco! Así pues, queriendo limpiar las ostras los cesacionistas han tirado las perlas a la basura. Como pentecostales debemos librarnos de caer en el mismo error.

Sin duda siempre habrá excesos, pero eso no debe llevarnos a descalificar los dones espirituales y las manifestaciones del Espíritu Santo que choquen con nuestras ideas preconcebidas sobre orden o liturgia. Suvede también que muchos llaman «excesos» y «desorden» a expresiones legítimas del mover del Espíritu que han estado también presentes en cada período de Avivamiento en la historia del cristianismo. El Espíritu de Dios es soberano y la historia de los grandes avivamientos así lo confirman, incluso antes del nacimiento del pentecostalismo o del movimiento carismático. Así, por ejemplo, John Wesley (1703-1791), el fundador del movimiento metodista, fue uno de los más conocidos predicadores de su tiempo. En su diario personal Wesley registró que durante las reuniones metodistas «las personas caían por todas partes. Estaba tan estupefacto ver como caían al suelo, otros con convulsiones excedían toda descripción y muchos reportaron viendo visiones. Algunos se sacudían como un paño en el viento, otros gritaban.” En el diario de Wesley del 1 de enero 1739 comentó: «Unos sesenta de nuestros hermanos estuvieron hasta las tres de la mañana, el poder de Dios se apoderó de nosotros, de tal manera que muchos clamaban con gran alegría, y muchos caían al suelo.” Indiscutiblemente Wesley era consciente de los excesos, pero con mucha sabiduría y equilibrio, John Wesley oró: «Que El Señor nos envíe avivamiento sin sus defectos [excesos], pero si esto no es posible, envíe avivamiento, defectos y todo.»

Pero no sólo ocurría en entre los metodistas. Incluso en el sector calvinista o reformado este tipo de manifestaciones no eran nada extraño. Jonathan Edwards (1703-1758), el gran líder del Primer Despertar en los años 1730 y 1740 en Nueva Inglaterra, y quien es considerado como uno de los más grandes teólogos de América, escribió acerca de lo que ocurría durante esos años de avivamiento:

«Muchos jóvenes parecían ser superados con la grandeza de las cosas divinas y muchos otros, al mismo tiempo se llenaron de angustia sobre su estado pecaminoso y todo el cuarto estaba lleno de nada más que gritos, desmayos y cosas similares y muchos eran apoderados por esto y continuó allí durante algunas horas. Algunos han sido superados con un sentido del amor de la muerte de Cristo hasta, tanto que se sentían débiles en todo su cuerpo. Fue demasiado y frecuente ver una casa llena de gritos, desmayos, convulsiones y cosas por el estilo, tanto con la angustia, y también con alegría.»[1]
«Era común ver gritos, desmayos, convulsiones, con angustia y alegría. Algunos eran tan afectados que sus cuerpos fueron superados, así que se quedaron toda la noche en la iglesia. allí algunos casos de personas que yacen en una especie de trance, que queda para tal vez un conjunto veinticuatro horas inmóviles, y con sus sentidos encerrados; pero mientras tanto bajo una fuerte imaginación, como si se fueran al cielo, y tienen allí una visión del gloriosa.»[2]
“Se ven alegres, saltando, por lo que han estado a punto de prorrumpir en risa, las lágrimas a menudo al mismo tiempo la emisión como una inundación, y mezcla un llanto fuerte. A veces no han sido capaces de abstenerse clamando a gran voz, expresando su gran admiración.»[3]

De forma similar, este tipo de manifestaciones también se dieron entre los presbiterianos y bautistas en las reuniones de avivamiento de Cane Ridge en Kentucky a principios de 1800. Se informó que las personas temblaban y los labios también temblaban, se veía como muchos caían al suelo con chillidos y gritos. Peter Cartwright, un evangelista prominente en Cane Ridge, escribió acerca de las manifestaciones que se apoderaron de santos y pecadores con una sacudida convulsiva, que no podían evitar, y cuanto más se resistían cuanto más se sacudían.[4]

Esto también es cierto en relación con los cuáqueros, los cuales obtuvieron su apodo debido a muchos casos de personas que se estremecían físicamente siempre que el Espíritu Santo se movía con una actividad espiritual elevada durante sus servicios de adoración.[5]

La forma en que el Espíritu de Dios actúa en medio de su pueblo no siempre encaja con nuestros prejuicios o ideas al respecto. Esto, sin embargo, no significa que Dios no sea el autor de tales expresiones espirituales. El Dr. Martyn Lloyd- Jones (1899 – 1981), el reconocido médico, pastor protestante y predicador galés que influyó en la época de reformación del movimiento evangélico británico en el siglo XX, y quien durante casi 30 años ejerció su ministerio en la Capilla de Westminster en Londres, una de las iglesias más conocidas del mundo en el momento; registró que, durante el avivamiento que caracterizó su ministerio, él veía a las personas gimiendo de agonía del alma, experimentando el poder del Espíritu a tal medida en que se desmayaban y caían al suelo con convulsiones físicas. A veces la gente parecía caer en un estado de inconsciencia, en una especie de trance, y muchos permanecían así durante horas. Escribió que «estos fenómenos no son esenciales para un avivamiento, sin embargo, es cierto que, en su conjunto, tienden a estar presente cuando hay un avivamiento».

Lloyd-Jones enseñó:

«¿Por qué el diablo comenzaría este tipo de cosas en un período de sequedad espiritual? El resultado del avivamiento excluye por completo la posibilidad de que esto sea la acción del Diablo. Si esta es la obra del diablo, bueno, entonces el diablo es un tonto indecible. Él está dividiendo a su propio reino, y el reino de los cielos se hace cada vez mayor. No hay nada más ridículo pensar que esta es una obra del diablo.»[6]

No nos sorprende que Lloyd-Jones defendiera de esa forma las manifestaciones del Espíritu que muchos de sus colegas cuestionaban. Tals reacciones a la presencia manifiesta y poderosa del Espíritu Santo hallan un claro respaldo bíblico que muchos cesacionistas prefieren ignorar. Así, por ejemplo, del profeta Daniel (quien casi parecería pentecostal) se nos dice que, ante la majestuosa presencia de la Divinidad, caía al suelo como dormido (Daniel 8:15,18,27), quedaba debilitado después de tales manifestaciones, temblaba y quedaba sin aliento (Daniel 10:7-9,15-17). El profeta Ezequiel se quedó atónito por varios días al ser impactado por el toque del Espíritu (Ezequiel 3:14,15). También leemos que el apóstol Juan cayó como muerto ante la manifestación del Señor (Apocalipsis 1:17) y que Moisés temblaba ante la presencia de Dios (Hechos 7:31,32). ¡Incluso Pablo, el apóstol que nos habla del orden en el culto, cayó al suelo y temblaba cuando tuvo su encuentro con Cristo! (Hechos 9:3-6). Lo mismo le pasó al carcelero de Filipo, y no era miedo a lo humano pues antes había sacado la espada para quitarse la vida, era temblor ante lo sobrenatural que había acontecido (Hechos 16:29-30) ¡Hay suficiente evidencia bíblica sobre el hecho de que ante la presencia de lo celestial, el cuerpo humano es afectado de diversas maneras! Entonces ¿Por qué se extrañan cuando somos los pentecostales los que experimentamos tales manifestaciones? ¿O es que sólo cuando somos nosotros es malo hacerlo? Si en la iglesia primitiva, no solo los creyentes temblaban, sino los edificios también (Hechos 4:31) y si ante la presencia de Jehová tiembla la tierra (Salmo 114:7) ¿Es cosa increíble que un humano también tiemble ante esa presencia?

Los cristianos del siglo XXI que no pertenecen al movimiento pentecostal o carismático (y particularmente los que se hacen llamar cesacionistas) necesitan volver a dicha comprensión de la realidad espiritual. Su dureza de corazón y su negativa a aceptar las manifestaciones del Espíritu en nuestra época no solo les hace daños a ellos mismos, sino a todos aquellos que sinceramente buscan a Dios pero terminan siendo contaminados por la falsa doctrina cesacionista (incluso dentro de las mismas filas pentecostales), pues los aleja de aquello que tanto anhelan: un mayor contacto con lo divino. ¡Tengamos mucho cuidado de no contaminarnos con su incredulidad!

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:

[1] The Great Awakening p. 547

[2] The Great Awakening p. 550.

[3] Una Narrativa de Conversiones sorprendentes y el Gran Despertar, pp. 37-38.

[4] Peter Cartwright, Autobiography of Peter Cartwright, The Backwoods Preacher, edited by W. P. Strickland (New York: Carlton Porter, 1856), 30–31, 34–38, 45–52. Véase también: https://3o9d0y1wloj7e90sc37nviar-wpengine.netdna-ssl.com/wp-content/uploads/Peter-Cartwrights-Observation-of-the-Cane-Ridge-Revival.pdf

[5] Fox, George (1903). George Fox’s Journal. Isbister and Company Limited. pp. 215-216.

[6] Revival, Martyn Lloyd -Jones 1987, pp. 141-142.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s