La recurrente fórmula paulina "al judío primeramente, y también al griego" (πρῶτον Ἰουδαίῳ εἶτε καὶ Ἕλληνι), atestiguada en pasajes clave como Romanos 1:16 y 2:9-10, plantea una cuestión teológica fundamental: Si la era de la gracia, proclamada por Pablo, establece una radical igualdad sotereológica ante Dios —donde "no hay distinción" (Romanos 3:22, 10:12) entre judíos y gentiles en cuanto al acceso a la justificación por la fe—, ¿cómo se ha de interpretar esta persistente prioridad otorgada al pueblo judío? ¿por qué el apóstol Pablo insiste en que es "para el judío primeramente, y también para el griego"? ¿No da esto la impresión de que Dios, incluso en esta nueva era, mantiene un trato preferencial hacia Israel, lo cual parece contradecir la naturaleza universal e imparcial de la gracia?
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El pecado original en el pensamiento de Agustín, los Padres Pre-Agustinos y el judaísmo (Parte I)
La doctrina del pecado original, desarrollada por Agustín de Hipona (354-430 d.C.), constituye un pilar esencial de la teología cristiana occidental, con un impacto profundo en las tradiciones católica y protestante. Formulada en el contexto de las controversias pelagianas del siglo V, esta enseñanza aborda cuestiones fundamentales sobre la condición humana, su inclinación al pecado y su dependencia absoluta de la gracia divina para la redención. Para Agustín, el pecado de Adán y Eva en el Edén no fue un evento aislado, sino un acto cósmico que transformó la naturaleza humana, transmitiendo una corrupción inherente a todas las generaciones. Esta doctrina no solo explica la fragilidad moral de la humanidad, sino que también destaca la necesidad de la intervención divina para restaurar la comunión perdida con Dios.
El descenso de Cristo a los infiernos (Descensus ad Inferos): Conquista, liberación y proclamación universal
El descenso de Cristo a los "infiernos" (o Hades, el lugar de los muertos en la tradición judía) es un evento teológico central en la fe cristiana, afirmado en el Credo de los Apóstoles. Este acto, que ocurrió entre la crucifixión y la resurrección, no fue una derrota, sino una conquista gloriosa que combina la proclamación de salvación y juicio, la liberación de los justos antiguos, la derrota del diablo y la universalidad de la redención. Basado en pasajes bíblicos como 1 Pedro 3:18-20, 1 Pedro 4:6, Judas 6, Génesis 6:1-4, Efesios 4:8-10, Hebreos 2:14-15 y Apocalipsis 1:18, este evento demuestra la autoridad de Cristo sobre la muerte, el diablo y toda la creación. Estos pasajes se entrelazan para formar una narrativa coherente, que bien podemos denominar “el Saqueo del Infierno”.
¿Es nuevo calvinismo es el Evangelio?
El nuevo calvinismo, con su sectarismo recalcitrante, ha generado divisiones innecesarias dentro del cuerpo de Cristo, afectando negativamente la relación entre los creyentes reformados y aquellos que no comparten esta interpretación teológica. En lugar de promover el amor y la unidad que Jesús nos enseñó, este movimiento ha contribuido a la fragmentación de la iglesia. Al insistir en un enfoque dogmático y exclusivo, más que en la cooperación y el entendimiento mutuo, el nuevo calvinismo ha causado más daño que bien a la causa de Cristo. En lugar de ser un vehículo para la edificación de la fe y el avance del Evangelio, ha creado barreras que obstaculizan la unidad cristiana que tanto necesitamos en este tiempo. Para ellos no hay más verdad que “su verdad”, todo lo demás es error o falso evangelio. ¿Su lema? Al parecer: ¡Todos son herejes menos yo! ¡Los demás deben ser re-evangelizados!
¿Qué significa estar «muertos en delitos y pecados»?
No podemos ignorar que la imagen de Dios en el hombre no fue totalmente destruida por la caída, sino que permanece en cierta medida. Y ser hecho a imagen de Dios incluye la capacidad de responder a la verdad espiritual. Esto es evidente si se considera el hecho de que la Biblia responsabiliza a las personas ante Dios (Romanos 1:19-28; Hechos 17:30). Así pues, la frase "muertos en vuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1) no implica una incapacidad total, sino más bien una separación total de Dios a nivel espiritual. La parábola del hijo pródigo, donde a pesar de ser llamado "muerto", el hijo pudo arrepentirse (Lucas 15:17-24), ilustra perfectamente este punto.
El privilegio de llamarlo Padre (Hebreos 2:11)
¿Qué significa para ti llamar a Dios: “Padre”? ¿Es meramente un formalismo o costumbre religiosa llamarlo de tal manera? ¿O puedes decir que gozas con Él una relación padre-hijo real y auténtica? Si te fijas bien, la oración del Padre Nuestro registrada en Mateo 6:9-13 y Lucas 11.2-4 empieza con una invocación que es todo un tesoro: “Padre nuestro.” No estamos ante una casualidad, sino ante la original expresión de una actitud buscada, querida y sentida por el mismo Jesucristo, y que palpita en lo íntimo de su experiencia con Dios. No se trata de un vocativo sin más –una simple llamada a alguien no identificado–, sino de una auténtica apelación cariñosa a una persona concreta, con quien Jesús se mantiene entrañablemente unido y quiere establecer un diálogo de amor y gozo, irrumpiendo en él, con gran intensidad, el sentimiento de intimidad filial.
La salvación no se pierde ¡Es imposible perderla!
“¿La salvación se pierde o no? En un sentido sí y en otro sentido no. El problema de la pregunta es que se habla como si la salvación se tuviera, se poseyera, como si fuera propia o como si se tuviera algún derecho sobre ella. La salvación no se gana, no se obtiene, no se posee. No es de uno, es de otro [“La salvación es del Señor.” – Salmo 3:8, LBLA]. Uno es solo un invitado, participa de ella y la goza. Simplemente sé parte de la fiesta.”
Ligonier y sus ocurrencias (y contradicciones)
El fundamento de la certeza de la salvación depende de este decreto: Los que crean serán salvados. Yo creo, por lo tanto, seré salvado.
Simul Iustus Et Peccator | Al mismo tiempo justo y pecador (I)
La declaración de 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 toma una postura muy seria sobre el pecado. No rehuye la realidad bíblica de que el pecado ha corrompido totalmente a la humanidad y al mundo (1 Juan 1:9; Romanos 3:23; Romanos 8:22). Es una confesión de que la criatura humana no puede por su propio poder vencer el pecado o que dejará, en esta vida, de ser pecadora. El daño causado por el pecado al alma humana es tan indescriptible que no puede ser reconocido por nuestra razón, sino solo por la Palabra de Dios. El daño es tal que sólo Dios, a través de su bendita gracia y el poder de su Santo Espíritu, puede separar la naturaleza humana y la corrupción entre sí.
Sinergismo ¿Le roba la gloria a Dios?
Una de las acusaciones más comunes en contra de los arminianos por parte de los calvinistas, es que una visión sinérgica de la fe (en oposición al monergismo) 'le roba la gloria a Dios'. "Está centrada en el hombre", dicen, "¡y le da al hombre espacio para jactarse de salvarse a sí mismo!" Pero, ¿resiste esta lógica la prueba de las Escrituras? Echemos un vistazo a otro aspecto importante de la salvación: la santificación.