Vivimos en una era marcada por el escepticismo y el racionalismo. Con el avance de la ciencia y la tecnología, la fe ha sido desplazada en muchas sociedades, creando una mentalidad donde solo lo que puede probarse mediante métodos empíricos es aceptado como verdad. Sin embargo, la iglesia primitiva enfrentó un desafío similar. Cuando los apóstoles predicaban el evangelio, lo hacían acompañados de señales y prodigios que confirmaban el mensaje (Hechos 2:43; 4:30). Estos actos sobrenaturales no eran meramente demostraciones de poder, sino una validación divina de la verdad de su proclamación, mostrando que Dios estaba obrando en medio de su pueblo.
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Pneumatología Pentecostal: Una pneumatología completa en un mundo de evangelios incompletos
La fortaleza del pentecostalismo radica, sin lugar a dudas, en su pneumatología vibrante y poderosa, una pneumatología que no se esconde, que no pide disculpas, y que hoy, en un mundo ávido de lo divino, sigue siendo un faro de esperanza y renovación. Es la pneumatología que muchos en otras tradiciones cristianas observan con escepticismo o incluso con vergüenza, pero que nosotros abrazamos con orgullo, porque sabemos que es la misma que movió a los primeros apóstoles y a la iglesia primitiva a transformar el mundo. Es la pneumatología que recuerda las palabras de Joel 2:28: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne”, y que Pedro proclamó en Pentecostés, asegurando que no era un evento único, sino el inicio de un mover que abarcaría toda la era de la iglesia (Hechos 2:17-21).
El don de hacer milagros: Poder sobrenatural en acción
El don de milagros es uno de los nueve dones espirituales que el apóstol Pablo menciona en 1 Corintios 12, un capítulo dedicado a la diversidad de los dones otorgados por el Espíritu Santo para la edificación de la iglesia. Pablo señala que a algunos les es dado "el hacer milagros" (1 Corintios 12:10), haciendo una clara distinción entre este don y otros como el de sanidades o la profecía. El término griego utilizado aquí es "dýnamis", que connota poder o habilidad sobrenatural, es decir, actos que trascienden las leyes naturales. En este sentido, entendemos que el don de milagros implica una intervención divina directa en el orden natural, donde Dios se revela a través de eventos extraordinarios para glorificar su nombre y fortalecer la fe de su pueblo.
Ecos del cielo: El don de profecía y la voz de Dios en nuestro tiempo
La profecía ha desempeñado un papel central en la revelación divina a lo largo de las Escrituras, sirviendo como un medio a través del cual Dios comunica su voluntad a la humanidad. En el Antiguo Testamento, los profetas fueron figuras fundamentales, llamados por Dios para advertir, guiar y consolar al pueblo de Israel. Su función no solo incluía predecir eventos futuros, sino también interpretar la Ley y exhortar al arrepentimiento, siendo portadores de mensajes específicos para situaciones concretas de la historia de Israel (Isaías 1:10-17, Jeremías 7:1-7). Los profetas eran intérpretes del pacto de Dios con Israel, denunciando la injusticia y el pecado mientras anunciaban la misericordia y el juicio divino.
Descifrando el mensaje celestial: La urgencia del don de interpretación de lenguas en la vida pentecostal.
Como pentecostales, somos un pueblo que valora profundamente las manifestaciones del Espíritu Santo en nuestra vida y adoración. Celebramos con gozo el don de lenguas como una señal de la presencia activa de Dios entre nosotros, pero a veces podemos caer en el error de enfocarnos tanto en el hablar en lenguas que descuidamos su interpretación. El don de interpretación de lenguas es igualmente necesario para que el cuerpo de Cristo sea edificado y para que el mensaje que el Espíritu quiere comunicar sea entendido por todos.
El don de palabra de ciencia: Discernimiento divino para una iglesia en movimiento
Cuando escuchamos la palabra "pentecostal", es normal que lo primero que venga a la mente sea el don de lenguas. Es algo que ha marcado nuestra identidad y experiencia como movimiento. Sin embargo, aunque hablar en lenguas ha sido una de las expresiones más visibles de nuestra espiritualidad, no es el único don que valoramos ni el único que el Espíritu Santo nos otorga. Los pentecostales también destacamos otros dones que son igual de importantes para la vida de la iglesia y para el ministerio, y uno de ellos es el don de palabra de ciencia. A través de la palabra de ciencia, el Espíritu nos revela conocimientos que no podríamos obtener por nuestros propios medios. Esto nos ayuda a tomar decisiones, a ministrar a otros y a entender situaciones de una manera que trasciende lo que es visible a simple vista.
Pentecostés, o la democratización de los dones del Espíritu
En Números 11:29, Moisés nos comparte un deseo profundo: "¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos!" En ese contexto, dos hombres, Eldad y Medad, habían recibido el Espíritu de Dios y profetizaban en el campamento, lo que preocupó a Josué. Sin embargo, Moisés, lejos de verlo como algo negativo, expresó su anhelo de que todos los israelitas pudieran experimentar la presencia y el poder del Espíritu de Dios. Para nosotros, ese ideal de Moisés refleja el anhelo de una comunidad carismática, donde todos podamos ser partícipes del Espíritu divino (Números 11:29). Este deseo de Moisés es la anticipación del sueño de Dios para su pueblo: una comunidad donde todos estén capacitados por el Espíritu, y no unos pocos privilegiados.
Sus dones estarán con nosotros hasta que venga «lo perfecto»
Los cesacionistas creen que los dones espirituales milagrosos, como la profecía, las lenguas y la sanidad, eran temporales y dejaron de operar después de la era apostólica. Cuando leen 1 Corintios 13:10, donde dice "cuando venga lo perfecto, lo que es en parte se acabará", ellos interpretan "lo perfecto" como la finalización del canon bíblico. Es decir, piensan que una vez que se completó la Escritura, esos dones ya no fueron necesarios y, por lo tanto, cesaron. Según su punto de vista, la Biblia completa es "lo perfecto" que reemplazó a los dones que eran parciales. Pero ¿Es esto cierto?
Por qué el famoso eslogan «Yo soy cesacionista, pero Dios no» es un argumento ridículo
¿Alguna vez has oído el eslogan "yo soy cesacionista, pero Dios no"? Esta frase, que ha circulado en algunos círculos cristianos, pretende encontrar un punto medio entre dos posturas doctrinales opuestas: el cesacionismo y el continuismo. A primera vista, puede parecer una manera diplomática y piadosa de abordar una diferencia teológica. Sin embargo, cuando la analizamos más profundamente, nos damos cuenta de que esta frase no solo es teológicamente confusa, sino que también revela una falta de comprensión sobre la naturaleza de Dios y la suficiencia de las Escrituras, lo cual deja en evidencia su inadecuación como argumento teológico.
¡No apagues ni desperdicies tus dones espirituales!
Una de las herramientas que Dios ha dado a la iglesia para que sea fortalecida y se desarrolle en un ambiente normal, es el regalo de los dones espirituales; ya que éstos permiten que cada hermano ocupe el lugar que Dios le ha asignado en medio del Cuerpo de Cristo, y aporte conforme el Espíritu le guíe, de tal manera que juntos, cada uno en el lugar y ejerciendo el don que haya recibido de Dios, podamos llevar a cabo el plan y propósito de Dios para este tiempo.