Devocional, Dones Espirituales, REFLEXIÓN BÍBLICA

¡No apagues ni desperdicies tus dones espirituales!

Por Fernando E. Alvarado

Una de las herramientas que Dios ha dado a la iglesia para que sea fortalecida y se desarrolle en un ambiente normal, es el regalo de los dones espirituales;  ya que éstos permiten que cada hermano ocupe el lugar que Dios le ha asignado en medio del Cuerpo de Cristo, y aporte conforme el Espíritu le guíe, de tal manera que juntos, cada uno en el lugar y ejerciendo el don que haya recibido de Dios, podamos llevar a cabo el plan y propósito de Dios para este tiempo. 

Todos los cristianos tenemos por lo menos un don y el Espíritu Santo distribuye los dones según quiere: «Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina» (1 Corintios 12:11). Sin embargo, la Biblia nos dice también que podemos anhelar otros dones y nos anima a pedirlos (1 Corintios 12:31). ¿Los dones espirituales son otorgados cuando recibimos a Cristo, o son cultivados a través de nuestro caminar con Dios? La respuesta es: ambas cosas. Normalmente, los dones espirituales nos son dados al momento de la salvación, pero también necesitan ser cultivados a través del crecimiento espiritual.

No importa cuánto hayamos sido dotados con uno u otro don, todos somos llamados a ser hospitalarios, a mostrar actos de misericordia, a servir unos a otros, a evangelizar, etc. ¡Los dones espirituales son herramientas para cumplir todo esto! No son una medalla al mérito o una insignia para resaltar nuestra superioridad espiritual. ¡Son herramientas para el servicio a Dios y al prójimo! Mientras busquemos servirle por amor, con el propósito de edificar a otros para Su gloria, Él traerá gloria a Su nombre, crecerá Su iglesia, y nos recompensará (1 Corintios 3:5-8; 12:31 – 14:1). Hay, sin embargo, muchas formas en las cuales nosotros mismos terminamos por apagar los dones que el Señor nos ha regalado. Si queremos que estos se aviven en nuestra vida, debemos considerar los siguiente:

(1) Recuerda que los dones no son dados para tu propio beneficio, sino que tienen el propósito de marcar una diferencia en la vida de los demás, es decir, ser de bendición y edificación para el Cuerpo de Cristo. Si tu propósito no es edificar y bendecir a otros, tus dones terminarán marchitándose:

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Co 12:4-7).

(2) En la iglesia no existen los “llaneros solitarios”, todos somos parte un Cuerpo. Desperdiciamos nuestros dones cuando asumimos que el ejercicio de los mismos se trata de nosotros y no de atender las necesidades de los demás; es decir, cuando los usamos de forma egoísta:

“Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo.” (Filipenses 2:3)

“Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros (Ro 12:4-5).

(3) Desperdicias tus dones cuando te centras en ti mismo y piensas que servir a otros está muy por debajo de tus dones, talentos y valor personal. Desperdicias tus dones cuando piensas que ellos te vuelven superior a los demás:

“Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno” (Ro 12:3).

(4) Desperdiciamos o utilizamos mal nuestros dones porque valoramos y damos prioridad a las mismas cosas que el mundo, en lugar de buscar primero el reino de Dios y su justicia. La mundanalidad hará que desperdicies y veas morir tus dones:

“Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.” (Mateo 6:33)

(5) La pasividad destruirá tus dones. ¿Cuántas habilidades, dones y talentos otorgados por Dios se marchitan porque estamos demasiado preocupados o inseguros o perezosos para siquiera intentarlo? Si no usas lo que Dios te ha dado, lo terminarás perdiendo. Tan solo piensa ¿Por qué Dios le daría dones espirituales en abundancia a aquel que no piensa hacer nada con ellos? Incluso los que crea tener, terminará por perderlos por abandono y desuso.

“Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” (Mateo 25:24-29)

¡Ejercitemos nuestros dones para la gloria de Dios y el beneficio del Cuerpo de Cristo! Con ese propósito se nos han sido dados:

«Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 P 4:10).

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