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Bienaventurados los pobres en espíritu

Por Fernando E. Alvarado.

“𝘉𝘪𝘦𝘯𝘢𝘷𝘦𝘯𝘵𝘶𝘳𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘣𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘪𝘵𝘶, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴.”(𝘔𝘢𝘵𝘦𝘰 5:3)

La palabra «bienaventurado» proviene del griego μακάριος (makários); que significa supremamente bendecido; y por extensión afortunado, bien librado, bienaventurado, dichoso, glorioso. Por definición, aquellos que poseen la cualidad de ser «pobres de espíritu» son considerados ante Dios «supremamente bendecidos.»

Pero, ¿Qué es pobreza de espíritu? Es lo contrario a esa disposición altiva, engreída y autosuficiente que el mundo tanto admira y alaba. Es todo lo contrario a esa actitud independiente y jactanciosa que se niega a inclinarse ante Dios, que decide enfrentar las cosas y que dice junto con Faraón, “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel?” (Éxodo 5:2).

Ser pobre en espíritu es darse cuenta de que no tengo nada, que no soy nada, que no puedo hacer nada y que necesito todas las cosas. La pobreza de espíritu es evidente en una persona cuando es puesta en el polvo delante Dios para que reconozca su total impotencia. Esta es la primera evidencia experiencial de una obra divina de la gracia dentro del alma y corresponde al primer despertar del hijo pródigo en un país lejano cuando “comenzó a faltarle” (Lucas 15:14).

Ser pobre de espíritu significa reconocer nuestra propia miseria espiritual y nuestra necesidad de Dios. Es una actitud de humildad y dependencia de la gracia divina. Los pobres de espíritu son aquellos que saben que Jesucristo es su única esperanza en la vida y en la muerte. Jesús los llama bienaventurados porque de ellos es el reino de los cielos

Y tú ¿Eres pobre de espíritu? O por el contrario, te dices a ti mismo ‘Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad’. Si ese es tu caso, muy probablemente la opinión de Dios sea distinta a la tuya: «Eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo.» (Apocalipsis 3:17, LBLA).

Cuando reconocemos que somos pobres de espíritu, Dios se encarga de satisfacer nuestra necesidad y llenar nuestras manos vacías. Cuando nos creemos ricos y sin necesidad de Él, inevitablemente seremos desechados. Así es nuestro Dios: «a los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías.» (Lucas 1:53, LBLA).

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