Adviento, Cristología, Deidad de Cristo, Navidad

Todos estamos invitados: ¡Celebremos la Encarnación d enuestro Señor!

Por Fernando E. Alvarado.

Muchos dicen que no celebran la Navidad porque la Biblia, en ninguna parte, nos ordena hacerlo y tienen razón ¡No lo hace! Sin duda la Biblia no ordena celebrar la Navidad el 25 de diciembre, pero ¡Vamos! Tampoco ordena celebrar el Día de la Reforma cada 31 de octubre, ni prescribe la celebración de cumpleaños, días de las madres, día de la Biblia fiestas patrias o de Año Nuevo ¡Pero eso no ha impedido que celebremos tales festividades a pesar de que algunas de ellas tienen su origen en el paganismo! Si celebramos cosas menores ¿Por qué no celebrar el suceso que marcó el inicio de nuestra redención?

Es tu libertad y conciencia cristiana, no la crítica o comentarios desinformados de otros, la que dictará lo que hagas o no en Navidad. Es tu elección celebrar o no. Pero a ti que juzgas a tu hermano porque celebra la Navidad a pesar de que la Biblia no lo ordena de ninguna manera, te pregunto: ¿Estás seguro que la Biblia no nos invita a celebrar el Nacimiento de Cristo (cualquiera sea la fecha)? Quizá nunca lo hayas visto de esta manera, pero si prestas más atención al registro sagrado descubrirás que la Biblia nos invita a celebrar el nacimiento de Cristo. ¡Todas las huestes celestiales cantaron con alegría por el nacimiento de Cristo! Los ángeles mismos lo celebraron de alegría y cantaron: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace” (Lucas 2:14). Cuando Jesucristo nació, el cielo festejó. Los ángeles lo hicieron con un canto, y siendo que los ángeles son mensajeros de Dios, y que solamente hacen lo que Dios les manda, podemos inferir que Dios también celebró el nacimiento de su Hijo. ¡Dios celebró, los ángeles celebraron! Pero ellos no fueron los únicos…

Los magos del oriente también celebraron el nacimiento de nuestro Señor (Mateo 2:11), los pastores de la región celebraron el nacimiento de Cristo (Lucas 2:17), Simeón, movido por el Espíritu Santo, celebró el nacimiento de Jesús (Lucas 2:28 – 32), la profetisa Ana, celebró el nacimiento del Señor (Lucas 2:38). ¿Todavía piensas que la Biblia no nos invita a celebrar la Natividad de nuestro Señor? Hay suficiente precedente bíblico para celebrar este increíble evento: la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios.

La Palabra nos manda celebrar las obras de Dios (Sal. 89:5; 145:4; Is. 12:4), y ¡qué obra tan grande es la encarnación de Jesucristo! ¿Cuál fue la reacción de los pastores al ver a Jesús? ¡Celebraron! “Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho” (Luc. 2:20). Así como los magos y los pastores, los creyentes debemos celebrar la Navidad como un tiempo de adoración (Mateo 2:1-2, 9-11). Si no hay adoración en nuestra celebración, nuestro festejo es hueco y mundano.

Quienes argumentan que no debemos celebrar la Navidad, ya que la Biblia no manda su celebración ignoran felizmente que, en el evangelio de Juan, vemos a Jesucristo mismo celebrando una fiesta que no era mandada en las Escrituras. Leemos lo siguiente: “En esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús andaba por el templo, en el pórtico de Salomón” (Juan 10:22-23). ¿Qué hacía Jesús en el templo? Celebrando, por supuesto. Se celebraba la fiesta de la dedicación, la cual no estaba autorizada por las Escrituras Hebreas; era una institución relativamente reciente. Esta fiesta se había este intuido en el periodo entre los dos testamentos, para marcar la re-dedicación del templo después de ser profanado por Antíoco Epifanes en el 164 a.C. (New Bible Commentary: 21st Century Edition (ed. D. A Carson et al.; Downers Grove: InterVarsity Press, 1994), 1047).

La fiesta de la dedicación era celebrada por los judíos ya que era algo digno de celebrarse. Jesucristo, siendo judío, la celebró. Nosotros no somos judíos, así que no tenemos por qué celebrar esta fiesta (además, el Nuevo Testamento es claro en el libro de Hebreos que toda celebración del Templo, con sus rituales y fiestas, se han cumplido por y en Jesucristo). Sin embargo, encontramos este principio: que la Biblia admite (por el ejemplo de Jesucristo mismo) el derecho a celebrar algo digno de celebrarse. La pregunta correcta sería: ¿Es la encarnación y el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo algo digno de ser celebrado? Definitivamente sí.

Si los sabios de Oriente, María, los pastores, los ángeles, Elizabeth, Zacarías y el anciano Simeón celebraron el nacimiento de Cristo ¿Por qué no habría de hacerlo yo? Muchos celebraron el nacimiento de Jesús y en ninguna parte de la Biblia dice que Dios les reprendió por hacerlo. Es algo espiritual alabar a Dios y si la Navidad nos motiva a agradecer a Dios por su desbordante gracia y bondad, entonces, ¡hagámoslo de todas las maneras posibles! Dios no puede ser ofendido por tal adoración. ¿Por qué habría de ser pecado agradecer a Dios por la encarnación, aunque en ningún lugar se nos ordene hacerlo? Pablo mismo nos da el ejemplo al agradecer, celebrar y adorar a Dios por la encarnación de Cristo. 1 Timoteo 3:16 nos dice:

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.”

El propósito de la Navidad es recordar a Jesucristo. El propósito es que apartemos un tiempo del año para recordar de manera especial aquella familia que no encontró lugar en el mesón. Que nos transportemos a los eventos que transcurrieron esos días y cambiaron la historia de la humanidad. Que seamos testigos del cielo que se ilumina por un millar de ángeles. Que corramos con el corazón acelerado junto con los pastores hacia Belén. Que nos inclinemos y ofrezcamos los presentes junto a los magos. Que guardemos silencio en nuestro corazón y retengamos lo sucedido, como María.

Esta Navidad, maravillémonos ante el misterio de la encarnación. Que contemplemos el pesebre, en donde sucede lo imposible: Dios es un niño. El que sostiene el universo es cargado en los brazos de una mujer. Aquel por cuya palabra el universo fue creado debe aprender a decir abba. El que da su alimento a millares tiene que ser alimentado.

¡Maravilloso misterio! Ah, sí, pero no nos quedemos en el pesebre, sino lleguemos a la cruz. Recordemos que sin pesebre no hay cruz. Esa cruz donde Dios el Hijo, con sus manos extendidas, grita: “Consumado es”. Esta Navidad, maravillémonos del misterio de la encarnación.

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