Devocional, Fanatismo Religioso, REFLEXIÓN BÍBLICA, Reflexión Teológica, Reino de Dios, Salvación, Santificación, Sin categoría, Vida Cristiana, Vida Espiritual

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia

Por Fernando E. Alvarado.

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.” (Mateo 5:10–12)

En la vida cristiana, se encuentran paradojas sorprendentes. Por un lado, aquellos que creen en Cristo han sido conectados con una fuente de satisfacción vital que puede colmar todos sus deseos y anhelos. Sin embargo, también anhelan ardientemente como un corazón sediento (Salmos 42:1). Cantan y alaban al Señor en sus corazones, pero al mismo tiempo suspiran profundamente cada día, ya que su experiencia a menudo es dolorosa y confusa; pero a pesar de todo eso nunca renunciarían a ella ni por todo el oro del mundo.

Los versículos 10-12 de Mateo 5 se complementan entre sí y representan la última de las bienaventuranzas en esta serie. El versículo 10 describe la experiencia que inevitablemente enfrentarán aquellos cuyo carácter ha sido descrito por Cristo en los versículos anteriores. ¿Por qué? ¿Por qué el mundo odia a aquellos que, siguiendo el ejemplo de su maestro, son pacificadores, misericordiosos, justos, puros de corazón y además, mansos y humildes? La respuesta es sencilla: la mente carnal es enemiga de Dios (Romanos 8:7) y aquellos que se asemejan cada vez más a la imagen de su Padre Celestial, atraerán la hostilidad de los enemigos de Dios. Ser «perseguido por causa de la justicia» implica enfrentar oposición debido a una vida justa. Aquellos que cumplen con su deber cristiano condenan en silencio, a través de su propio ejemplo, a aquellos que viven para satisfacer sus propios deseos y, por lo tanto, provocan aversión. Esta persecución puede tomar diferentes formas, desde molestias y burlas hasta opresión y tormento.

Los versículos 10-12 nos ofrecen una perspectiva adicional sobre la séptima bienaventuranza. Satanás y sus seguidores se enfurecen cuando los cristianos se esfuerzan por ser pacificadores. Nuestro compromiso con el Señor y su mensaje del evangelio inevitablemente perturbará nuestra propia paz, atrayendo conflictos y enfrentamientos hacia nosotros. Jesús nos advirtió de esto cuando declaró: «No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino división. Porque he venido a enfrentar al hombre contra su propio padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada persona serán los de su propia familia» (Mateo 10:34-36, NVI). Encontramos una confirmación de esto en las palabras: «Así persiguieron a los profetas que los precedieron». El servicio a Dios es lo que desencadena la oposición más feroces. Esto es inevitable, ya que vivimos en un mundo que es hostil hacia Cristo, como lo demuestra su propia cruz de una vez y para siempre.

En el versículo 11, nuestro Señor menciona tres clases de sufrimiento que sus discípulos deben esperar soportar en el cumplimiento del deber. El primero es el vituperio, es decir, el abuso verbal. La palabra traducida como vituperio se traduce del griego ὀνειδίζω (oneidízo) que significa difamar, atacar, molestar, acosar o injuriar; así como también oprobio, reproche, o injuria.[1] El segundo es la persecución. Esta palabra es una traducción correcta de La palabra griega διώκω (dióko), que significa perseguir, padecer persecución, acosar, afligir u ofender” (ya sea física o verbalmente).[2] Dicha persecución puede incluir la clase de manipulación o acoso a los que Saulo de Tarso sometía a la Iglesia antes de que Cristo lo llamara (Hechos 8, 9).

Cristo nos enseña acerca de un tipo de sufrimiento particular cuando declara: «Dichosos ustedes cuando… les digan toda clase de mal por mi causa, mintiendo…». Esta descripción apunta a la difamación del carácter que los creyentes deben enfrentar. Este tipo de sufrimiento es especialmente doloroso para aquellos de sensibilidad aguda, ya que se manifiesta en las numerosas calumnias que el enemigo perpetúa con el objetivo de incrementar el sufrimiento de los seguidores de Dios. Las palabras «perseguidos por causa de la justicia» y «por mi causa» nos alertan sobre la realidad de que enfrentamos hostilidades y odio simplemente por nuestra identificación con Jesús, y no debido a alguna conducta errada o imprudente de nuestra parte (1 Pedro 2:19–24).

La persecución siempre ha sido el destino del pueblo de Dios. Caín mató a Abel. “¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”. (1 Juan 3:12). A José sus hermanos lo persiguieron y en Egipto lo echaron en la cárcel por causa de la justicia (Génesis 37, 39). A Moisés lo vituperaron una y otra y otra vez (véanse Éxodo 5:21; 14:11; 16:2; 17:2; etc.). A Samuel lo rechazaron (1 Samuel 8:5). A Elías lo despreciaron (1 Reyes 18:17) y lo persiguieron (1 Reyes 19:2). A Micaías lo aborrecieron (1 Reyes 22:8). A Nehemías lo maltrataron y lo difamaron (Nehemías 4). Al Salvador mismo, el fiel testigo de Dios, lo mató el pueblo al que servía. A Esteban lo apedrearon, a Pedro y Juan los echaron en la cárcel, a Santiago lo decapitaron, mientras que toda la vida cristiana y el ministerio cristiano del apóstol Pablo lo llevaron a una larga serie de persecuciones amargas y despiadadas.

La persecución de los cristianos es una triste realidad siempre presente. Hoy, en pleno 2024, más de 365 millones de cristianos alrededor del mundo que enfrentan altos niveles de persecución y discriminación por causa de su fe en Jesús. Esto significa que 1 de cada 7 cristianos es perseguido por causa de su fe.[3] En muchos de nuestros países occidentales quizá la persecución de los santos tome una forma mucho más suave que las de otras épocas. Sin embargo, es igual de real. Gracias a la bondad de Dios, durante mucho tiempo hemos sido protegidos de la persecución legal, la violencia y la hostilidad abierta, pero la enemistad de Satanás encuentra otras formas y medios de expresarse. Que los cristianos perseguidos recuerden esta consoladora verdad: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Filipenses 1:29). Las palabras de Cristo en Juan 15:19, 20 nunca han sido anuladas: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.”

La hostilidad del mundo se manifiesta de diversas maneras: burlas, reproches, difamaciones y exclusión. Que la gracia divina nos conceda la sabiduría para entender estas palabras: «Si sufren por hacer lo bueno y lo soportan con paciencia, eso es agradable a Dios» (1 Pedro 2:20). Jesús declaró dichosos a aquellos que, por seguirlo, enfrentarían sufrimientos. Son dichosos porque tienen el privilegio de compartir en los sufrimientos del Salvador (Filipenses 3:10). Son dichosos porque la tribulación produce paciencia, la paciencia lleva a la prueba, la prueba a la esperanza, y esta esperanza no defrauda (Romanos 5:3–5). Son dichosos porque serán recompensados plenamente en el día venidero. Esto brinda un consuelo profundo. Que aquel que lleva la cruz no se desanime ante los ataques del enemigo. Que se afiance en la armadura divina. Que el hijo de Dios no se desaliente cuando sus esfuerzos por agradar a Cristo sean objeto de críticas de aquellos que se llaman cristianos. Que el creyente no interprete las pruebas severas como un signo de la desaprobación divina.

El Señor nos exhorta: «Gozaos y alegraos». ¿Pero por qué deberíamos regocijarnos ante la persecución, la burla y el menosprecio? Porque las tribulaciones que acompañan la lealtad a Cristo no solo deben ser soportadas con paciencia, sino recibidas con alegría y regocijo. Esto se debe a tres razones fundamentales:

(1) Estas tribulaciones surgen a causa de nuestra identificación con Cristo; considerando que él padeció tanto por nuestra redención, deberíamos regocijarnos cuando somos llamados a sufrir un poco por su causa.

(2) Estas pruebas nos conectan con una noble comunidad de mártires, ya que al enfrentar las adversidades nos unimos a los santos profetas y apóstoles. En esta comunidad, los insultos se transforman en elogios y la deshonra en gloria.

(3) Aquellos que soportamos persecución por amor a Cristo recibimos la promesa de una gran recompensa celestial. Podemos regocijarnos plenamente sin importar cuán intensa sea la lucha actual. Al elegir sufrir con Cristo en lugar de disfrutar de los placeres temporales del pecado (Hebreos 11:25), también compartiremos su reinado, conforme a su firme promesa (Romanos 8:17).

Querido hermano: Cuando te encuentres al borde de rendirte o incluso quejarte ante la persecución, te insto a que recuerdes los ejemplos de Pedro y Juan. Estos valientes discípulos salieron de la presencia del concilio con una alegría inquebrantable al haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa del Nombre (Hechos 5:41). ¿No te inspira este acto de fe y valentía? También tenemos el caso de Pablo y Silas, encarcelados y con heridas en su espalda, pero, a pesar de su sufrimiento, decidieron alabar a Dios cantando himnos (Hechos 16:25). ¿Qué clase de determinación y esperanza demuestran en medio de la adversidad?

En las Sagradas Escrituras, podemos encontrar más ejemplos de hombres y mujeres que, a pesar de ser despojados de sus bienes, encontraron gozo y satisfacción en la certeza de poseer una herencia eterna y mejor en los cielos (Hebreos 10:34). Esta perspectiva divina les dio fortaleza para soportar cualquier calumnia, falta de comprensión u opresión que enfrentaran. Mi deseo es que todos los santos de Dios que sean objeto de calumnias, incomprensión u opresión, encuentren consuelo y fortaleza en estas preciosas palabras de Cristo. ¡Que la gracia divina los sustente y les dé la seguridad de que sus sufrimientos no son en vano, sino que están forjando una herencia eterna en los cielos!

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:


[1] James Strong, Nueva concordancia Strong exhaustiva: Diccionario (Nashville, TN: Caribe, 2002), 60.

[2] James Strong, Nueva concordancia Strong exhaustiva: Diccionario (Nashville, TN: Caribe, 2002), 23.

[3] Puertas Abiertas, Lista Mundial de la Persecución 2024. Véase:

Deja un comentario