La doctrina de la "elección incondicional" ha generado mucha controversia a lo largo de la historia del cristianismo. Esta creencia, fundamental en la teología de Juan Calvino, sostiene que Dios ha elegido, desde antes de la fundación del mundo, a quienes serían salvos sin ninguna condición previa relacionada con la fe o el arrepentimiento del individuo. Esta doctrina es la segunda de las erróneamente denominadas “Doctrinas de la Gracia”. Como hermanos en la fe, creemos que es esencial examinar si esta doctrina está realmente en armonía con la totalidad de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
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La apostasía del creyente y el sello del Espíritu Santo
El concepto del sello del Espíritu Santo es fundamental en la teología cristiana, especialmente en la comprensión de la identidad y la seguridad del creyente. Este sello se menciona en varias ocasiones en las Escrituras, y su significado va más allá de un simple marcado físico, reflejando una identificación espiritual y una garantía divina. De acuerdo con la Biblia, el sello del Espíritu Santo implica una marca distintiva que identifica a los creyentes como propiedad de Dios y como parte de su familia espiritual.
Pentecostalismo Reformado: ¿Caballo de Troya o pentecostalismo «trans»?
Pero más allá de las etiquetas, estas diferencias teológicas no solo tienen ramificaciones en el ámbito doctrinal, sino también en la vida diaria de los creyentes. Para los seguidores de la teología reformada, la confianza en la predestinación puede llevar a una profunda seguridad en la salvación (confianza desmedida que afecta la ortopraxis), pero también puede plantear interrogantes sobre la justicia de Dios (no nos extraña que muchos excalvinistas sean hoy ateos, agnósticos o simplemente resentidos con Dios) y, eventualmente, quienes eligen quedarse y meditan bien el asunto, pueden incluso caer en la desesperación al no saber con plena seguridad que son parte de los escogidos (he visto numerosos casos de calvinistas con crisis depresivas, ansiedad, temor a la muerte y hasta tendencia al suicidio por las contradicciones que su doctrina de la predestinación les crea mentalmente). Mientras tanto, para los pentecostales, el énfasis en la libertad de elección puede (y a menudo lo hace) fomentar un compromiso activo con la evangelización y un sentido de responsabilidad personal en la fe. Esto explica en parte por qué el pentecostalismo ha crecido tanto por su énfasis en el evangelismo y las misiones, mientras que el calvinismo crece a base de proselitismo intra-protestante (robando miembros de otras iglesias)
¿Qué significa estar «muertos en delitos y pecados»?
No podemos ignorar que la imagen de Dios en el hombre no fue totalmente destruida por la caída, sino que permanece en cierta medida. Y ser hecho a imagen de Dios incluye la capacidad de responder a la verdad espiritual. Esto es evidente si se considera el hecho de que la Biblia responsabiliza a las personas ante Dios (Romanos 1:19-28; Hechos 17:30). Así pues, la frase "muertos en vuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1) no implica una incapacidad total, sino más bien una separación total de Dios a nivel espiritual. La parábola del hijo pródigo, donde a pesar de ser llamado "muerto", el hijo pudo arrepentirse (Lucas 15:17-24), ilustra perfectamente este punto.
El don de Dios en Efesios 2:8-9 | ¿La fe, o la salvación por gracia a través de la fe?
Se dice que la fe es un don de Dios y, en cierta forma, eso es cierto. Pero ¿qué queremos decir con eso? ¿significa, acaso, que el hombre no participa en el proceso de ejercer la fe y arrepentirse para ser salvo? En los Evangelios encontramos repetidas veces el mandato de pedirle al Señor que nos ayude en nuestra falta de fe (Mc. 9:24), que nos aumente la fe (Luc. 17:5), porque Jesús, que es el inicio de nuestra fe, es también el que la lleva a cumplimiento, según la Carta a los Hebreos (12:2). Quien pide la fe la obtiene, porque el deseo de fe es ya un acto de fe. La fe es un don de Dios por cuanto su otorgamiento, su crecimiento, su principio y su fin radican en el Señor, no en el hombre. El hombre cree, pero Dios es la causa y motor de su fe.
Ligonier y sus ocurrencias (y contradicciones)
El fundamento de la certeza de la salvación depende de este decreto: Los que crean serán salvados. Yo creo, por lo tanto, seré salvado.
Cambiando oro por «espejitos»
Se dice que durante la época de la colonización de América los nativos cambiaron el oro que poseían por espejos, telas y otros objetos que los colonizadores ofrecían y que sólo representaban una pequeña parte de lo que valían los tesoros que entregaron. Ese cambio de oro por espejos se ha repetido ahora en el siglo 21, cuando algunos incautos dentro del pueblo del Espíritu; es decir, dentro del joven movimiento pentecostal y carismático, han cambiado el oro divino y el fuego santo por vetustas y sobrevaloradas reliquias teológicas del siglo XVI. Estos nuevos "colonizadores" no vienen ahora con espadas, pero si con pasajes distorsionados de la Biblias, con falacias y malabares exegéticos, a punta de dólares americanos, poder mediático, grandes editoriales a su servicio y el abusivo escándalo de una minoría ruidosa. En nombre de Calvino, la nueva colonización busca imponerse en Latinoamérica.
Gracia previniente: ¿Una herejía reciente inventada por los arminianos? – ¡No según la Ortodoxia y los Padres de la Iglesia!
¿Es la gracia previniente una "herejía arminiana"? Muchos calvinistas no dudarían en afirmar que sí. Lo que ignoran, al parecer, es que dicha doctrina no es exclusivamente arminiana y que, lo que en efecto fue declarado herejía, no fue la doctrina de la gracia previniente, sino la doctrina calvinista de la predestinación y, por qué no decirlo, el calvinismo en sí.
Ni calvinista, ni arminiana ni barthiana, solo Eliana | Eliana Valzura
"Existe una teología opresiva, sistemas completos —rígidos e inamovibles— de los cuales muchos cristianos están buscando salir para vivir un cristianismo más libre —que no significa “más descomprometido”— y más liberador, conforme al Goel que decimos seguir. Como soy una optimista consuetudinaria, me inclino por esta última opción."
De cómo dejé de ser calvinista | Eliana Valzura
“¿Y cómo fue, Eliana, que dejaste de ser calvinista?”, me preguntó mi estudiante más despierto, adivinando debajo de mi apasionamiento una postura que yo misma no estaba explicitando. No era una clase apologética, ni mucho menos una diatriba: hablábamos de los cinco puntos del calvinismo. Hablaba yo. Vehemente. Los vivía. Los actuaba. Los respiraba delante de ellos garabateando jeroglíficos continuos en el pizarrón para que se me entendiera su concatenación, su cadencia, su lógica interna. Mientras los desplegaba, sin nombrarlos, intentaba abrir ante sus ojos, de par en par, los agujeros negros, las grietas, o las amplias exclusas por donde se escapaban, gota a gota o a raudales, todas las lógicas teológicas posibles aplicadas a Dios. Mis estudiantes me miraban. Mi estudiante salvadoreño de la pregunta me leía entrelíneas.