Expiación de Cristo, Expiación Vicaria, Justificación por la Fe, Santidad, Santificación, Vida Cristiana, Vida Espiritual

Bienaventurados los limpios de corazón

¿Un corazón limpio? ¿Qué significa tal cosa? El salmista escribió: “¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro, el que no ha alzado su alma a la falsedad ni jurado con engaño. Ese recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de su salvación.” (Salmo 24:3-5, NBLA).

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Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia

Sí, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed”. La pregunta es: ¿Tienes hambre y sed de esa justicia? ¿O estás contento con tus logros y satisfecho con tu condición? Tener hambre y sed de justicia siempre ha sido la experiencia de los verdaderos santos de Dios (Filipenses 3:8–14). ¿Eres uno de ellos?

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Simul Iustus Et Peccator | Imputados con la justicia de Cristo, declarados legalmente justos y en relación de pacto (II)

La expresión 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 no solo nos recuerda que los cristianos seguimos siendo capaces de pecar y que, en efecto, pecamos a diario. 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 proclama también, y de forma radical, que el cristiano ha sido justificado ante Dios. Afirmar que hemos sido justificados es una declaración de que el perdón, la vida y la salvación nos pertenecen por gracia mediante la fe por causa de Cristo solamente.

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Simul Iustus Et Peccator | Al mismo tiempo justo y pecador (I)

La declaración de 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 toma una postura muy seria sobre el pecado. No rehuye la realidad bíblica de que el pecado ha corrompido totalmente a la humanidad y al mundo (1 Juan 1:9; Romanos 3:23; Romanos 8:22). Es una confesión de que la criatura humana no puede por su propio poder vencer el pecado o que dejará, en esta vida, de ser pecadora. El daño causado por el pecado al alma humana es tan indescriptible que no puede ser reconocido por nuestra razón, sino solo por la Palabra de Dios. El daño es tal que sólo Dios, a través de su bendita gracia y el poder de su Santo Espíritu, puede separar la naturaleza humana y la corrupción entre sí.

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La falsa santidad personal vs. La auténtica santidad bíblica – Por Alfredo J. Velásquez

La supuesta santidad personal no te acerca más a Dios, mas bien, te puede alejar de su justicia perfecta; la santidad bíblica te permite gozar de la justicia de Cristo; es una santidad que se perfecciona y nos prepara para ese gran día del arrebatamiento de la iglesia (véase 1 Tesalonicenses 5:23).

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Miserables alcanzados por su gracia

Al ser humano le cuesta entender que no tiene que hacer nada, que todo ha sido ya realizado, únicamente debe acudir al lado de su Padre. Esta compresión hace que la persona cambie, es una gracia que transforma, el ser humano ya no es el mismo. ¡Así de bello e incomprensible es el Evangelio de la Gracia!

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¿Qué creen los pentecostales? | Las Asambleas de Dios (V) – La Salvación del Hombre

La única esperanza de redención para el hombre es a través de la sangre derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios. La salvación se recibe a través del arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. El hombre se convierte en hijo y heredero de Dios según la esperanza de vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la renovación del Espíritu Santo y la justificación por la gracia a través de la fe (Lucas 24:47; Juan 3:3; Romanos 10:13-15; Efesios 2:8; Tito 2:11; Tito 3:5-7).

Atributos de Dios

La ira de Dios, el atributo olvidado

En un mundo donde todos tienen miedo de ofender a alguien, la verdad de la ira de Dios ha sido negada, ridiculizada y denigrada, tanto por los que niegan a Dios totalmente, como por aquellos que, aún declarándose cristianos, reducen a Dios para que encaje con su gusto e imaginación. Sin embargo, la ira de Dios no es una ficción intimidatoria eclesiástica, sino una realidad ante la cual solo cabe una sensata reacción. De hecho, el tema de la ira de Dios es recurrente en los profetas. La lengua hebrea tiene muchos vocablos para denotar esa pasión que es la ira, razón por la que en nuestras Biblias hay una variedad de palabras que la expresan, como furor, enojo, furia, indignación, cólera, ardor, etc.