La recurrente fórmula paulina "al judío primeramente, y también al griego" (πρῶτον Ἰουδαίῳ εἶτε καὶ Ἕλληνι), atestiguada en pasajes clave como Romanos 1:16 y 2:9-10, plantea una cuestión teológica fundamental: Si la era de la gracia, proclamada por Pablo, establece una radical igualdad sotereológica ante Dios —donde "no hay distinción" (Romanos 3:22, 10:12) entre judíos y gentiles en cuanto al acceso a la justificación por la fe—, ¿cómo se ha de interpretar esta persistente prioridad otorgada al pueblo judío? ¿por qué el apóstol Pablo insiste en que es "para el judío primeramente, y también para el griego"? ¿No da esto la impresión de que Dios, incluso en esta nueva era, mantiene un trato preferencial hacia Israel, lo cual parece contradecir la naturaleza universal e imparcial de la gracia?
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El nuevo pueblo de Dios y su unidad bajo el Nuevo Pacto: La unidad de judíos y gentiles en el plan redentor
La restauración de Israel es espiritual, no nacional, cumplida en la salvación por la fe en Cristo. Las promesas abrahámicas encuentran su clímax en Jesús, no en un Israel étnico separado. La iglesia, como cuerpo de Cristo, no perpetúa distinciones étnicas, sino que las trasciende en una nueva humanidad. La visión dispensacionalista progresiva, con su insistencia en una diversidad étnica perpetua, fragmenta artificialmente el plan redentor de Dios, que culmina en la unidad gloriosa de Apocalipsis 5:9-10, donde los redimidos de toda nación cantan como un solo pueblo al Cordero.
La restauración de Israel en Romanos 9–11: ¿Proyecto político judío, o consumación del reino de Dios en Cristo?
En “The Future of Israel as a Theological Question,” [Journal of the Evangelical Theological Society 44, no. 3 (2001): 437–440] el destacado teólogo dispensacionalista Craig Blaising explica que la salvación futura de Israel es literal y nacional, no simbólica ni espiritualizada como mera incorporación a la iglesia. En esto, al menos parcialmente, estamos de acuerdo. La pregunta aquí sería: ¿Qué entiende Balising por restauración de Israel?
Cristo: ¿El verdadero Israel o un mero representante?
Basado en Isaías 49:3-6, Michael Vlach, sostiene que el Siervo del Señor, identificado como “Israel”, es un individuo que representa a la nación sin reemplazarla, con la misión de restaurar a Jacob y reunir a Israel, manteniendo así su identidad nacional. Este planteamiento, aunque ingenioso, carece de solidez exegética y teológica al ignorar el peso abrumador de la tipología cristológica y la hermenéutica del cumplimiento en el Nuevo Testamento y la tradición patrística.
Danza Hebrea en la Iglesia: Sincretismo, falsa guerra espiritual, herejía oculta y veneración enfermiza hacia la cultura judía.
La danza ha desempeñado un papel significativo en la religión y cultura judía desde tiempos antiguos, reflejando la alegría, el agradecimiento y la comunión con Dios. A diferencia de muchos grupos cristianos actuales que rechazan la danza como expresión válida de adoración en el culto público, para los hebreos (antiguos y modernos) la danza es una parte inseparable de numerosas celebraciones religiosas y culturales. Por ejemplo, festividades judías tradicionales, como Sucot y Simjat Torá, a menudo incluyen la danza como parte integral de sus celebraciones. Durante Simjat Torá, que celebra la conclusión y el reinicio del ciclo anual de lecturas de la Torá, es común que los participantes bailen con los rollos de la Torá, expresando su alegría y amor por la palabra de Dios
Elementos judaizantes en la adoración cristiana: El uso del shofar
El shofar es un instrumento de viento hecho a partir del cuerno de un carnero, utilizado tradicionalmente en el judaísmo durante determinadas ceremonias religiosas (Sarna, 1989). Su uso se menciona en varios pasajes del Antiguo Testamento, donde se asocia con convocaciones solemnes y momentos de juicio divino (Éxodo 19:16, Josué 6:4-5). El shofar simboliza, entre otras cosas, el despertar espiritual y el llamado al arrepentimiento (Levy, 2003).
Uso de símobolos judíos en iglesias cristianas: La Kipá o Yarmulke
Aunque Pablo a menudo se opuso a la circuncisión, sus palabras pueden aplicar a cualquier práctica judía que intente infiltrarse en la iglesia. Y si Pablo se opuso a la circuncisión, que era expresamente mencionada en la Biblia, ¡Cuánto más se opondría a otras prácticas posteriores sin origen bíblico! Insistir en prácticas culturales específicas puede alejar a personas de otras culturas y crear barreras innecesarias para aceptar el Evangelio. El mensaje de Cristo debe ser accesible a todas las personas, independientemente de su trasfondo cultural. Además, el Nuevo Testamento insta a los creyentes a evitar la judaización y a abrazar la diversidad cultural en la iglesia. Insistir en prácticas específicas de una cultura puede crear barreras a la predicación del Evangelio y contradecir el mandato pluricultural de la iglesia.
Uso de símbolos judíos en iglesias cristianas: La bandera del Estado de Israel
La iglesia tiene un mandato global, no etnocentrista. El etnocentrismo se manifiesta cuando un grupo considera su cultura y símbolos como superiores o más legítimos que los de otros. Al adoptar símbolos judíos y presentarlos como fundamentales para la fe cristiana, algunas iglesias pueden estar sugiriendo que la cultura judía es intrínsecamente más cercana a Dios. Esta percepción puede ser problemática y excluyente para los creyentes de otras culturas, quienes podrían sentir que su herencia cultural es menos valorada o incluso rechazada dentro de su comunidad religiosa.
¿Reemplazo o continuación? Pablo y el nuevo Israel en la epístola a los Romanos
En la epístola de los Romanos, se conceptualiza la Iglesia como el "nuevo Israel". Sin embargo, es crucial destacar que esta terminología no implica en modo alguno la suplantación de Israel por parte de la iglesia, sino más bien la continuidad del Israel restaurado en Cristo. Bajo esta óptica, Cristo emerge como el genuino Hijo de Dios y la verdadera simiente de Abraham, Isaac y Jacob (la simiente de la promesa), a través del cual se llevan a cabo todos los designios divinos para Israel y la totalidad de la creación.
¿Dos pueblos y dos planes de salvación?
Como buenos cristianos, sustentados en el principio de la sola Escritura, debemos aceptar, más allá de nuestros prejuicios o preferencias, que hay un solo pueblo de Dios (la iglesia) y no dos. Y que no hay dos caminos o planes de salvación, sino uno: Solo Cristo, solo por fe, solo por gracia. Y sobre todo, sin distinción étnica. Este único plan redentor, por medio de la fe en Cristo, es el único capaz de dar verdaderamente la gloria solo a Dios (Juan 14:6, 1 Timoteo 2:5)