El mensaje de la Navidad es más grande de lo que crees. Su esencia es la Encarnación del Dios-Hombre para salvarnos de nuestros pecados (Mateo 1:21); y dicha salvación implica la ruptura de las viejas maldiciones de la Caída: el pecado, la muerte, la enfermedad y la miseria de la vida y sí, la discriminación de la mujer: «Y desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre ti» (Génesis 3:16, NTV).
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Igualitarismo, mucho más que Gálatas 3:28 – El ministerio de la mujer a través de los ojos de los primeros cristianos y el contexto cultural del medio oriente
En virtud de nuestra unión con Cristo, somos partícipes de los beneficios de Cristo, sin distinción, ni superioridad, ni ventaja sobre otro. Si una persona cree en Cristo, sin importar su sexo, clase social, raza o edad, está —unida a todos los demás santos— en Cristo Jesús, y por lo tanto, tiene derecho a todos los beneficios que esa unión confiere. Ese es el claro mensaje de Gálatas 3:28.
¿Cristianas y feministas? | Una perspectiva pentecostal
Lo pentecostales entendemos, a la luz de la Biblia, que la intención de Dios no sólo es la salvación eterna del individuo, sino también llevar la luz libertadora de Dios a toda injusticia social en esta tierra. Esto también es cierto en relación con la marginación de las mujeres en la iglesia y la sociedad. Como con otros muchos temas sociales, el cristianismo bíblico establece un fundamento que inevitablemente conduce a ideas tales como el valor, la igualdad y la libertad de las mujeres. La ética arraigada en una cosmovisión cristiana ha resultado en niveles de igualdad femenina y la oportunidad que las culturas no cristianas nunca han ofrecido ni tampoco han considerado. El cristianismo puede lograr esto sin caer en los errores de ciertos “feminismos”.
Junia y el sacerdocio universal del creyente | 3 libros recomendados para toda mujer que desee conocer la verdad bíblica sobre el ministerio femenino
Las teologías atrapadas en el siglo XVI eventualmente serán desechadas. Desechadas por cuanto mienten, falsifican los hechos, tuercen las Escrituras y llaman inmundo lo que Dios ha limpiado. Nacer con un órgano sexual masculino, o poseer un cromosona "Y" no hace a nadie más digno de ejercer un ministerio en la iglesia. Los verdaderos protestantes creemos en el sacerdocio universal del creyente. Y las mujeres no son menos creyentes que un hombre.
Abuso, misoginia y exclusión, el lado oscuro del complementarianismo neocalvinista
La existencia de la intolerancia contra las mujeres en nuestro mundo, y con demasiada frecuencia en la iglesia, no puede negarse. Pero no hay lugar para semejante actitud en el cuerpo de Cristo. Aunque las actitudes de la sociedad secular, basadas en prácticas y tradiciones de largo tiempo, han influido en la aplicación de principios bíblicos a circunstancias locales, los pentecostales creemos que es nuestro deber ayudar a redimir a las culturas que están en desacuerdo con los principios del Reino. Y redimir la cultura, en este caso, implica decir la verdad contra el lado oscuro del complementarianismo y sus oponentes.
Marie Dentière, la igualitaria, primer teóloga de la Reforma
La historia de la Reforma está dominada por personajes como Martín Lutero (1483-1546), Juan Calvino (1509-1564), Philipp Melanchthon (1497-1560), Ulrico Zwinglio (1484-1531), Guillaume Farel (1489-1565) y John Knox (1514-1572), entre otros. Estos, “los hombres de la Reforma” suelen llevarse el crédito por impulsar el movimiento político, religioso y social conocido como la Reforma Protestante. La labor de las mujeres, por otro lado, ha sido ignorada e incluso denigrada por los “Padres del Protestantismo”.
«Que la mujer guarde silencio» | Un análisis exhaustivo de 1 Corintios 14:34-35
Aunque las diferencias en el cristianismo acerca del rol las mujeres en el ministerio permanecen hasta el día de hoy, la evidencia histórica muestra que tanto los hombres como las mujeres se desarrollaban y participaban en todas las áreas de ministerio en la iglesia cristiana primitiva. La Escritura, los escritos externos de los líderes de la iglesia, los registros históricos y arqueológicos, los instrumentos testimoniales de la iglesia indican que las mujeres sirvieron como ministros, pastoras, diaconisas, líderes de la iglesia, apóstoles e incluso obispos.
Ni machismo, ni feminismo ¡Igualdad Bíblica!
La cultura latina (junto con muchas otras) nos enseña que los hombres debemos ser machistas. En otras regiones del mundo, en donde el feminismo y la ideología de género han logrado enquistarse en el corazón mismo de la cultura, la masculinidad ha sido trastocada y la hombría anulada en favor de la mujer. La batalla de los sexos se pelea ahora en terreno sagrado, enfrentando a hombres y mujeres por el dominio de la fe y el ascenso a posiciones de liderazgo en la iglesia. De acuerdo con Jesús esta es la cultura propia del mundo: “Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad.” (Mateo 20:25, NVI), más no la cultura del Evangelio: “Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor.” (Mateo 20:26, NVI). La cultura del Evangelio es que (hombre y mujer) somos iguales. En la cultura del Evangelio no hay cabida para ser machistas (ni feministas). ¿Qué opción nos queda entonces? El igualitarismo bíblico.
La Biblia, el machismo y la violación de los derechos de la mujer (Análisis de Deuteronomio 22:28-29)
Una idea predominante en los círculos escépticos es que el Dios del Antiguo Testamento es cruel y aprueba prácticas inmorales, tales como el saqueo, el genocidio, el machismo, la esclavitud, el maltrato y la discriminación de la mujer entre otros. En relación con el trato dado a la mujer en la Biblia, incluso los musulmanes al ser confrontados con el hecho de que el Corán permite el abuso y hasta el maltrato físico y sexual de la mujer (Corán, Sura 4, aleya 34: “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Alá manda que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen, no os metáis más con ellas. Alá es excelso, grande…”), a menudo aluden en su defensa que la Biblia es aún peor que el Corán, ordenando no sólo el maltrato de la mujer y su sumisión incondicional al hombre, sino mandando incluso el matrimonio entre el violador y su víctima. Sin embargo, esta afirmación es totalmente errónea.
El hombre como cabeza de la mujer
La Biblia declara que el hombre es la cabeza de la mujer. Para muchos cristianos esto significa que la mujer debe estar sometida al hombre quien, en su papel de “cabeza”, debe tenerla bajo su autoridad. Sin embargo, existen varias razones por las cuales este es un concepto completamente equivocado de lo que significa ser la “cabeza”. La tiranía, el maltrato y el abuso forman lo opuesto de lo que Dios espera de un hombre. Pues el plan divino le pide al esposo que muestre la ternura, amor, delicadeza, paciencia noble, y verdadera cortesía, que es digna de la cabeza del hogar.