Complementarianismo, Egalitarianismo, Igualitarismo, Legalismo, Sin categoría

El lado oscuro del complementarismo neopuritano y la supuesta «masculinidad bíblica»

Por Fernando E. Alvarado

¿Qué ocurriría si de un momento a otro un sistema democrático se ve derrocado por uno represivo, dictatorial y ultrareligioso? ¿Y si además las mujeres quedaran reducidas a ciudadanas de segunda, tercera y cuarta categoría según su capacidad de concebir y cumplir tareas “propias de mujeres”? Eso es lo que se plantea en “El cuento de la criada” (The handmaid´s tale) una serie estadounidense estrenada en 2017 y basada en el libro homónimo publicado por la escritora Margaret Atwood en 1985.

Esta historia de ficción nos relata cómo, después de una guerra civil en Estados Unidos, se implanta en dicha nación un nuevo sistema totalitario y fundamentalista bajo el nombre de República de Gilead. En dicha nación las mujeres están totalmente sometidas al dominio masculino, recluidas en el lugar y excluidas de la vida política, social, económica y educativa. El motivo de su existencia es únicamente el placer, la reproducción y la satisfacción de las necesidades de los hombres. El maltrato y la violación están permitidos.

Personalmente quedé atrapado en dicha serie. Al verla, sin embargo, no pude evitar imaginarme que si alguna vez el fundamentalismo religioso cristiano estadounidense, hoy dominado por el puritanismo neo-calvinista, se hiciera con el poder total, sin duda la realidad para las mujeres no sería tan distinta a aquella descrita en la magistral obra de Margaret Atwood.

En un mundo donde la ideología de género amenaza con deconstruir la masculinidad y la feminidad, reinventándolas a su imagen y semejanza, la subcultura evangélica se ha lanzado en una carrera demente por decirnos qué significa ser hombre o mujer. El problema no es que lo hagan apelando a la Biblia (la Biblia tiene mucho que decirnos sobre lo que significa ser un hombre o una mujer de verdad). El problema es que lo hacen a partir de una visión distorsionada de la masculinidad y amparado en una interpretación puritana (y errada) de los roles de género.

En el seno del evangelicalismo, el Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas (CBMW, por sus siglas en inglés) desempeña una función clave a la hora de modular la concepción de la masculinidad y la feminidad cristiana. ¿Cómo lo hace? A través de la denominada teología «complementaria», la cual busca garantizar que “la ideología puritana de género” siga firmemente incrustado en el corazón de la identidad evangélica.

En 1986, el destacado teólogo neo-calvinista Wayne Grudem, juntamente con el también reconocido pastor evangélico “reformado” John Piper, elaboraron una declaración en la que sentaban las bases del «complementarismo». Según dicha declaración, Dios creó a los hombres y a las mujeres «iguales ante Dios», pero «distintos en su virilidad y feminidad». Afirma, además, que Dios estableció, como parte del orden de la Creación, el liderazgo de los hombres sobre las mujeres. Puesto que Dios estableció el liderazgo masculina en la iglesia, también ha cerrado la puerta a las mujeres en el liderazgo de esta: La mujer no puede ser pastora o maestra, ni liderar sobre hombres en la iglesia.

El «complementarismo» dio un paso más en su difusión en 1989, cuando el Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas publicó en Christianity Today la que hoy se conoce como «Declaración de Danvers», cautivando la atención del mundo evangélico.[1]

Aunque la «Declaración de Danvers» se vendió al mundo evangélico como la restauración de la masculinidad y feminidad bíblicas en un mundo en crisis, las implicaciones no tan obvias de dicha declaración pronto comenzaron a quedar al descubierto.

En 1996, el Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas, difundió una «Resolución sobre la participación de las mujeres en combate», es decir, sobre la inclusión de mujeres en las fuerzas armadas. De acuerdo con dicha resolución, la presencia de mujeres en las fuerzas armadas debería prohibirse, ya que era contraria a la Biblia y contribuía a «incrementar las tensiones sexuales», desafiar la fidelidad conyugal de los «guerreros» varones y exponer a las «guerreras» (esas mujeres que, violentado el orden natural de la creación, participaban en las fuerzas armadas) a sufrir violaciones y abusos cuando eran hechas prisioneras de guerra. En suma, la presencia de mujeres en las fuerzas armadas amenazaba la seguridad nacional y contravenía de manera fundamental la voluntad de Dios.[2]

Con este atrevido paso (y con el apoyo de la Convención Bautista del Sur, (si, la misma que actualmente se encuentra envuelta en escándalos sexuales, de abuso a mujeres y misoginia) el Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas inició su campaña para promocionar la autoridad del hombre-macho como un requisito innegociable de la fe cristiana ortodoxa.

Pronto se uniría a la cruzada un nuevo actor: El Southern Seminary de la Convención Bautista del Sur ratificó la resolución del Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas y tomó la decisión de contratar única y exclusivamente a profesores que se opusieran a la ordenación de mujeres, ignorando con ella la oposición de su propio alumnado y de quienes en ese entonces conformaban el cuerpo docente.

Por muy ridículo que parezca, el Consejo sobre la Masculinidad y la Feminidad Bíblicas ha logrado que sus ideas acerca de la autoridad masculina y la subordinación femenina hayan llegado a ser consideradas como un factor diferenciador entre los «verdaderos evangélicos de los pseudoevangélicos». Los verdaderos evangélicos serían, en todo caso, los «complementaristas». Cualquier acercamiento al igualitarismo bíblico es visto con sospecha y rápidamente acusado de «teología feminista» o «propaganda derivada de la ideología de género».

Los residuos de la vieja «cultura puritana» estadounidense poco a poco fueron implantándose en la mentalidad evangélica estadounidense. Pero ¿cómo entendía el puritanismo la condición de la mujer ante el hombre? ¿Son los valores puritanos realmente deseables y bíblicos? Antonia Sagredo Santos, experta en filología, lingüística e historia contemporánea estadounidense nos dice:

“Los puritanos llevaron a las colonias norteamericanas los valores patriarcales, subordinando la identidad legal de la mujer a la del marido, que era, indiscutiblemente, el cabeza de familia. El núcleo familiar estaba compuesto por padres, hijos, abuelos y otros familiares, a los que se sumaban los criados y aprendices, todos bajo la autoridad del padre. Solamente en el caso de que firmaran los nuevos esposos unos acuerdos prematrimoniales, todos los bienes que aportaba la mujer al matrimonio quedaban bajo su dominio; si no era así, pasaban a ser propiedad del esposo. Además, el hombre representaba a su familia en todas las actividades políticas, económicas y religiosas de la comunidad […] En los territorios de la América colonial, la función principal de las mujeres estaba orientada a perpetuar la especie, tarea en la que entre un 1 y un 1,5% de todos los nacimientos acababa con la muerte de la madre […] Durante el periodo colonial norteamericano, la mujer no disfrutaba de los mismos derechos que el hombre, pues era considerada como un ciudadano de segunda y permanecía sometida toda su vida a la figura masculina. Primero estaba bajo la autoridad paterna y cuando se casaba pasaba a estar a merced de la voluntad del marido, por lo que siempre existía una subordinación legal al cabeza de familia del que dependía.”[3]

Pero más allá de privar a las mujeres de sus derechos políticos, económicos y sociales, la cultura puritana, o más bien su “reencarnación” moderna promovida y popularizada por teólogos y pastores neo-reformados como John Piper, Wayne Grudem o Paul Washer, busca revivir en el evangelicalismo moderno viejas formas de abuso sexual hacia la mujer; formas de abuso que, disfrazadas de piedad y endulzadas con uno que otro pasaje bíblico sacado de contexto, convierten a la mujer en un mero objeto de desahogo de los instintos sexuales de sus maridos y en responsables de su pureza (es decir, la de los hombres).

Ya sea que lo reconozcan o no, en la mentalidad de muchos complementaristas Dios nos creó a los hombres (el verdadero varón-macho) con una pulsión sexual casi irrefrenable. Para compensarlo, Dios le otorgó a la mujer la labor de poner freno al lívido masculino. Puesto que “la esposa no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido” (1 Corintios 7:4), las esposas cristianas que se precien de ser verdaderamente piadosas, deben asumir la misión de saciar todas las necesidades sexuales de sus maridos, ¡pero eso no es todo! También es responsabilidad de las mujeres, niñas y jovencitas no tentar a los hombres con su belleza, formas y vestuario. Hay, sin embargo, una falla grande en esta lógica ya que esconde, de forma velada, una doble moral evangélica.

Es cierto que la mujer debe, en honor a la virtud cristiana y en consideración a los débiles, vestir con pudor y modestia para no ser motivo de tropiezo a nadie. Sin embargo, «cubrir» a la mujer no elimina la raíz del pecado ¡Mucho menos convertirla en el objeto de satisfacción y desahogo para el líbido masculino! ¿por qué? Porque la enfermedad no está en el aspecto atractivo de la mujer, sino en la vista corrupta del varón que, justificado en su hombría, quiere apropiarse de ella. Jesús lo expresó con claridad:

“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón…” (Mateo 5:28)

Jesús también enseñó que “Ll lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas…” (Mateo 6:22). Por eso, “…Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti…” (Mateo 5:29).

Es hipocresía apuntar al atractivo de las mujeres como causa del problema. Ese atractivo lo creó Dios, no el diablo. El problema real es la mirada corrompida que pasa del mero reconocimiento de la belleza al deseo de apropiación. Es normal ver algo que otro posee y admirarlo, e incluso decir ‘¡Qué bonito es!’, pero es miserable y pecaminoso querer apropiarte de él.

Este nuevo puritanismo falla al ignorar que, para que un varón se mantenga puro, no basta con cubrir a las mujeres con “ropa recatada”, ¡Hay que arrancarse el ojo! el ojo de lascivia y la apropiación, el que antepone el deseo propio a la dignidad de la mujer. No es la mujer la que debe mantener puro al varón, ¡Cada varón debe mantenerse puro por su propia cuenta! Por otro lado (y recordando las palabras de Pablo en 1 Corintios 7:4) es hipócrita olvidar que, recíprocamente, el cuerpo del marido es propiedad exclusiva de la mujer: “Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer.” (1 Corintios 7:4). La sumisión corre en ambos sentidos.

El nuevo puritanismo no solo es incoherente en sus afirmaciones, sino que también es culpable de promover el legalismo en el cuerpo de Cristo. En nombre de la pureza y la santidad de la mujer (o más bien “aprisionamiento” para no servir de tentación a los varones) y para preservar su “feminidad”, este neopuritanismo ha agregado sus propias reglas a la ley de Dios y las trata como divinas. Sobra decir que este tipo de legalismo es el más común y a la vez el más fatal para la iglesia. Jesús reprendió a los fariseos sobre esta forma de legalismo diciendo:

“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”. No tenemos derecho a crear restricciones en lo que Él no ha restringido.” (Mateo 15:7-9)

A través de códigos de vestimenta estrictos (limitados casi exclusivamente a las mujeres), el legalismo se afincó en estos “predicadores de la gracia”. Pero eso no es todo: A través de la aprobación del castigo físico a los niños, la reclusión de la mujer en el hogar, el bloqueo de ésta a puestos de autoridad eclesiástica basado en la enseñanza de la sumisión femenina al hombre, esta manera torcida de definir la masculinidad busca salvarnos de la ideología de género y salvar las almas de hombres y mujeres, manteniendo a estas últimas en el lugar que les corresponde: Sometidas. Pero ¿realmente lo hace? No, de hecho, está destruyendo vidas y provocando que las mujeres, histórica mayoría en las iglesias, estén dejando de considerar el cristianismo como una opción válida de fe y conducta. Según datos estadísticos:

“De 2003 a 2019, la asistencia semanal a la iglesia entre las mujeres adultas en EE. UU. se redujo del 48% al 31%, un descenso de diecisiete puntos porcentuales, según Barna Group […] Muchas mujeres citan experiencias dolorosas o traumáticas como la razón principal por la que dejaron de asistir a la iglesia. Algunas todavía están afectadas por los abusos espirituales, emocionales o incluso sexuales que sufrieron en la iglesia durante su infancia […] Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, una cuarta parte de las mujeres estadounidenses han sufrido una violación o un intento de violación, y un tercio han sido acosadas sexualmente en un lugar público. Cuando los líderes eclesiásticos no toman en serio estas cuestiones –– y optan por defender a los culpables en vez de proteger a los vulnerables––, las mujeres lo notan. Y para muchas, el dolor es intensamente personal.”[4]

¿Nos extraña que esto esté ocurriendo? No. Era de esperarse. El encubrimiento de abuso sexual se vuelve la norma tácita en aquellos grupos que adoptan esa visión enfermiza de lo que debe ser la “masculinidad bíblica”. No sorprende que la Convención Bautista del Sur, denominación que se metió de cabeza en esta nueva ideología machista-puritana, se encuentre actualmente en el ojo del huracán por causa de encubrimiento sistemático de abuso y maltrato a las mujeres:

«Los líderes religiosos protegieron o incluso apoyaron a los presuntos abusadores y se negaron a tomar medidas con el argumento de que la SBC no podía tomar ninguna medida «debido a cómo funciona la iglesia». Muchas víctimas denunciaron que trataron de hacer visibles sus casos, pero que no encontraron respuestas, lo que las llevó en ocasiones a situaciones emocionales desesperadas […] el comité ejecutivo de la SBC mantuvo una lista de más de 700 de sus ministros que enfrentaban acusaciones de abuso pero, a pesar de los pedidos de una base de datos pública, mantuvo sus hallazgos en secreto»

Aunque se niega que el complementarismo promueva cualquier forma de abuso contra la mujer, en la práctica produce ese efecto desagradable. John Piper, destacado promotor del complementarismo, hizo polémicas declaraciones justificando la violencia machista. Piper dijo:

«Si [el marido] no la incita a pecar, si solo le hace daño, entonces creo que ella debe aguantar el abuso verbal una temporada, aguantar quizás ser golpeada alguna noche, y luego que pida ayuda a la iglesia».[5]

¿Puedes ver el tipo de masculinidad fuerte, agresiva y tóxica que produce esta forma de pensar y entender la Biblia? ¡Y esto de uno de los dos principales promotor del complementarismo cristiano moderno! Pero Piper no es el único. Un reportaje en ‘Christianity Today’ revela varios casos de mujeres en la Grace Community Church (iglesia pastoreada por el polémico John MacArthur) que fueron amenazadas con la excomunión si no regresaban con sus maridos, a pesar de sufrir violencia y abusos.[6]

Si por sus frutos se conoce el árbol, el complementarismo ha demostrado no ser la tan anhelada esperanza de salvación para “la masculinidad y feminidad bíblicas” que dice ser. Los frutos amargos del complementarismo neo-puritano dan testimonio en contra de él.

Por otro lado, el complementarismo también falla al interpretar el relato de la creación, anclando la sumisión de las mujeres a la Creación, antes de la Caída, en lugar de enmarcarla como resultado de ésta.  Pero ¿es realmente cierto lo que dicen? No, no lo es. Y esto por varias razones:

  • La Biblia enseña que tanto el hombre como la mujer fueron creados a la imagen de Dios, tuvieron una relación directa con Dios, compartieron conjuntamente las responsabilidades de engendrar y criar a los hijos, y de tener dominio sobre el orden creado (Génesis 1:26-28).
  • La Biblia enseña que mujer y el hombre fueron creados para una comunidad plena y de igualdad. La palabra «ayuda» (ezer), usada para designar a la mujer en Génesis 2:18 se refiere a Dios en la mayoría de los casos en que se usa en el Antiguo Testamento (1 Samuel 7:12; Salmo 121:1-2). Por lo tanto, la palabra no tiene ninguna implicación de subordinación o inferioridad de la mujer.
  • La Biblia enseña que la formación de la mujer tomada del hombre demuestra unidad e igualdad fundamental de los seres humanos (Génesis 2:21-23). En Génesis 2:18, 20 la palabra «idónea» (kenegdo) denota igualdad y adecuación mutua.
  • La Biblia enseña que el hombre y la mujer fueron copartícipes en la Caída; Adán no fue menos culpable que Eva (Génesis 3:6; Romanos 5: 12-21; 1 Corintios 15:21-22).
  • La Biblia enseña que el señorío de Adán sobre Eva resultó de la Caída y por eso no fue parte del orden original de la Creación. Génesis 3:16 es una predicción de las consecuencias de la Caída más bien que una prescripción del orden ideal de Dios.

Los argumentos complementaristas simplemente no tienen razón de ser. Su sustento bíblico es más bien una traición al mismo texto sagrado y a las intenciones del fundador del cristianismo. Bajo el nuevo pacto “Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3.28, NTV)

Los complementaristas, sin embargos, pueden seguir soñando con su propia República de Gilead.

REFERENCIAS:


[1] «Our History», CBMW.org., disponible en: https://cbmw.org/about/history/ [consulta: 17 de febrero de 2019].

[2] Miller, Bob, «Resolution on Women in Combat», CBMW News, 6, disponible en: http://cbmw.org/wp-content/uploads/2013/05/2-2.pdf#page=5 [consulta: 25 de mayo de 2023].

[3] Antonia Sagredo Santos, “Mujeres marginadas y perseguidas por sus creencias religiosas en el período colonial norteamericano”, Revista Internacional de Culturas y Literaturas, Universidad Autónoma de Madrid, abril 2008, ISSN: 1885-3625

[4] Ericka Andersen, “Por qué las mujeres abandonan la Iglesia y cómo traerlas de vuelta”,  https://influencemagazine.com/es-ES/Practice/Why-Women-Leave-Church Febrero 15, 2023. Consultado el 25/05/2023. 

[5] Periódico Digital La Sexta, «Evangelismo machista en EEUU: “Tiene que aguantar que la golpee alguna noche»: así justifica el pastor evangélico John Piper la violencia machista», 01 abr 2023, https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/tiene-que-aguantar-que-golpee-alguna-noche-asi-justifica-pastor-evangelico-john-piper-violencia-machista_20230401642867931036390001af885d.html consultado el 25/05/2023.

[6] Kate Shellnut, Christianity Today, “Grace Community Church rechazó los llamados de un anciano para ‘hacer justicia’ en caso de abuso”, 14/febrero/2023 https://www.christianitytoday.com/news/2023/february/grace-community-church-ancianos-consejeria-biblica-abuso-es.html consultado el 25/05/2023.

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