En virtud de nuestra unión con Cristo, somos partícipes de los beneficios de Cristo, sin distinción, ni superioridad, ni ventaja sobre otro. Si una persona cree en Cristo, sin importar su sexo, clase social, raza o edad, está —unida a todos los demás santos— en Cristo Jesús, y por lo tanto, tiene derecho a todos los beneficios que esa unión confiere. Ese es el claro mensaje de Gálatas 3:28.