Lo pentecostales entendemos, a la luz de la Biblia, que la intención de Dios no sólo es la salvación eterna del individuo, sino también llevar la luz libertadora de Dios a toda injusticia social en esta tierra. Esto también es cierto en relación con la marginación de las mujeres en la iglesia y la sociedad. Como con otros muchos temas sociales, el cristianismo bíblico establece un fundamento que inevitablemente conduce a ideas tales como el valor, la igualdad y la libertad de las mujeres. La ética arraigada en una cosmovisión cristiana ha resultado en niveles de igualdad femenina y la oportunidad que las culturas no cristianas nunca han ofrecido ni tampoco han considerado. El cristianismo puede lograr esto sin caer en los errores de ciertos “feminismos”.
Etiqueta: Matrimonio Igualitario
Nuestras esposas | La Ezer Negued en nuestra vida y ministerio
Al ver Dios a Adán solo, varón sin hembra, su juicio es claro: eso no es bueno. Es la primera y única cosa que Dios destaca como necesitada de perfección en una creación en todo lo demás perfecta y buena: "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él." (Génesis 2:18). ¡Y así surgió la mujer! "Ayuda idónea" (en hebreo: ézer négued) le llamamos. Pero "ayuda idónea" no traduce adecuadamente el término original hebreo ‘ezer négued'.
Abuso, misoginia y exclusión, el lado oscuro del complementarianismo neocalvinista
La existencia de la intolerancia contra las mujeres en nuestro mundo, y con demasiada frecuencia en la iglesia, no puede negarse. Pero no hay lugar para semejante actitud en el cuerpo de Cristo. Aunque las actitudes de la sociedad secular, basadas en prácticas y tradiciones de largo tiempo, han influido en la aplicación de principios bíblicos a circunstancias locales, los pentecostales creemos que es nuestro deber ayudar a redimir a las culturas que están en desacuerdo con los principios del Reino. Y redimir la cultura, en este caso, implica decir la verdad contra el lado oscuro del complementarianismo y sus oponentes.
Ni machismo, ni feminismo ¡Igualdad Bíblica!
La cultura latina (junto con muchas otras) nos enseña que los hombres debemos ser machistas. En otras regiones del mundo, en donde el feminismo y la ideología de género han logrado enquistarse en el corazón mismo de la cultura, la masculinidad ha sido trastocada y la hombría anulada en favor de la mujer. La batalla de los sexos se pelea ahora en terreno sagrado, enfrentando a hombres y mujeres por el dominio de la fe y el ascenso a posiciones de liderazgo en la iglesia. De acuerdo con Jesús esta es la cultura propia del mundo: “Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad.” (Mateo 20:25, NVI), más no la cultura del Evangelio: “Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor.” (Mateo 20:26, NVI). La cultura del Evangelio es que (hombre y mujer) somos iguales. En la cultura del Evangelio no hay cabida para ser machistas (ni feministas). ¿Qué opción nos queda entonces? El igualitarismo bíblico.
El día en que los católicos nos recordaron como ser cristianos
Cuando los protestantes norteamericanos acusan a los evangélicos en Latinoamérica de no enseñar un Evangelio Completo, o cuando afirman que Latinoamérica necesita ser re-evangelizada porque los latinos hemos hecho mal las cosas y necesitamos que los anglosajones nos enseñen como ser cristianos, no puedo evitar ver la hipocresía detrás de sus palabras. Pareciera que ni siquiera son conscientes que hay algo que se pudre, como una llaga maloliente y supurante, en el corazón del evangelicalismo norteamericano. Jamás pensé ver el día en que los católicos nos enseñaran a los evangélicos lo que significa ser fiel a los principios y defender la fe. ¡Ahora lo he visto!
Biblia, homosexualidad y matrimonio gay
A la luz de las claras enseñanzas bíblicas sobre la homosexualidad y la aplicación de estas enseñanzas a las prácticas sexuales contemporáneas, se concluye que el matrimonio es una unión permanente, exclusiva y comprensiva; una unión conyugal de “una carne” entre un varón y una mujer; intrínsecamente ordenada para la procreación y formación de la familia biológica, y para el fomento del bien moral, espiritual y público del vínculo entre padre, madre e hijo. (Génesis 1:27–28; 2:18–24; Mateo 19:4–9; Marcos 10:5–9; Efesios 5:31–33).