Por Fernando E. Alvarado
Definitivamente el autor de Eclesiastés estaba en lo cierto cuando escribió: «Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.» (Eclesiastés 4:9-12).

Al ver Dios a Adán solo, varón sin hembra, su juicio es claro: eso no es bueno. Es la primera y única cosa que Dios destaca como necesitada de perfección en una creación en todo lo demás perfecta y buena: «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.» (Génesis 2:18). ¡Y así surgió la mujer! «Ayuda idónea» (en hebreo: ézer négued) le llamamos. Pero «ayuda idónea» no traduce adecuadamente el término original hebreo ‘ezer négued’.
La palabra ‘Ezer (Ayuda) connota más que una mera asistencia en la realización de una tarea que podría hacerse sin ayuda. ‘Ezer se aplica casi siempre a Dios mismo en Su actividad. En otras ocasiones, se refiere a la ayuda que proviene de la fuerza de un ejército, y sin ella es muy probable que se perdiera la batalla. Según estudiosos del tema, el vocablo hebreo ‘ezer, proviene originalmente de dos raíces que significan “fuerza” y “poder”. “Ayudar” a alguien supone entonces compensar lo que le falte de fuerza. La mujer entraña esa ayuda tan particular y especial, ayuda idónea y fuerte.
El termino hebreo ‘ezer se usa 21 veces en las Escrituras. La primera vez que aparece es en Génesis, donde se usa dos veces como “ayuda idónea” y es refiriéndose a la mujer. Luego, aparece en palabras compuestas como “roca de ayuda” (eben-ezer); “Mi hermano es ayuda” (Ahí-ezer) “desvalido” (Jezer); y “Dios de ayuda” (Eliezer). La encontramos 3 veces para referirse a las ayudas externas (poder político y ejércitos) en las que el pueblo de Israel se apoyaba (Ezequiel 12:14; Daniel 11:34; Oseas 13:9). Pero su uso mayor (16 veces) es refiriéndose a Dios como el Ayudador, el que sustenta y socorre a su pueblo.
Es maravilloso comprobar, a la luz de la Palabra, que Dios al crear a la mujer, usara un término que fuere tan relevante a Él, el verdadero ézer del ser humano. La mujer tendría la fuerza y similitud del hombre, para ser su ayuda como lo es Dios; alguien similar a él y que corresponde a él. Tanto así, que, al crear al ser humano, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:26-28).

Por otra parte, el vocablo hebreo négued significa “parte opuesta” y, entre otros términos, encontramos específicamente “contraparte o cónyuge”, así como “opuesto”, “en frente”, “adelante”, y “como su propia presencia”. Este último significado nos muestra que Dios quería para Adán alguien semejante, pero distinto, alguien opuesto que fuera un complemento y a la vez su igual, alguien que sería como su propia presencia.
A diario compruebo la sabiduría del Señor al darnos una esposa. Sin duda «El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová.» (Proverbios 18:22). Ellas nos complementan física, emocional y espiritualmente. Traen gozo a nuestros días e iluminan nuestra oscuridad con su luz particular. Y aquellos que somos ministros sabemos que, sin Dios y sin ellas, incluso el don sagrado del ministerio cristiano se vuelve difícil, si no imposible, de llevar.
¡Benditas sean nuestras esposas! Esas valientes mujeres que, hombro a hombro y a veces sin reconocimiento alguno, luchan con nosotros por el establecimiento del Reino de Dios en la tierra; esas que con ternura pastorean nuestro a veces tosco pero vulnerable corazón de hombre. ¡Gracias por ser ayuda, compasión, consejo, reprensión, ternura, fortaleza, placer y deleite indescriptibles, fuente de alegría y bendición para nosotros! ¡Todo en una sola persona! En lo bueno, en lo malo y en lo peor (y algún día también en la Gloria Eterna) ¡Gracias por permanecer a nuestro lado!
