LGBTI, Matrimonio, Vida Cristiana

Biblia, homosexualidad y matrimonio gay

Por Fernando E. Alvarado

INTRODUCCIÓN

La bendición de uniones del mismo sexo en las iglesias cristianas es actualmente un tema que provoca intensos debates al interior de las propias comunidades religiosas y desacuerdos entre las distintas denominaciones cristianas. A pesar de que históricamente la homosexualidad ha sido tratada como una práctica sexual prohibida, pecaminosa e incluso perversa, o como un tema tabú en la mayoría de las iglesias, sin embargo, desde fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI, algunas ramas del protestantismo han comenzado a debatir el tema y a permitir este tipo de uniones, en algunos casos se establece como una «bendición» para diferenciarla del matrimonio. La aparición de grupos conservadores LGBT de tendencia cristiana ha favorecido estas discusiones.[1]​ Los grupos “cristianos” que no consideran la homosexualidad como un pecado se denominan a sí mismos como “Iglesias cristianas inclusivas”.

Distintos movimientos cristianos en todo el mundo han permitido las uniones homosexuales. Entre las principales iglesias destacan las de tradición luterana, anglicana y congregacional bajo sus diferentes denominaciones. En los Estados confesionales de tradición cristiana, donde no hay una separación Iglesia-Estado, las organizaciones eclesiásticas se han visto forzadas o han optado por reformar en paralelo a las legislaciones estatales que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo. En Dinamarca, por ejemplo, la Iglesia del Pueblo Danés, religión oficial del Reino de Dinamarca, comenzó a realizar bodas religiosas tras la aprobación en el sínodo de junio de 2012 en todas las iglesias del país. La medida entró en vigor el 15 de junio de 2012. Años antes ya se había comenzado con la realización de bendiciones a parejas del mismo sexo.[2]​ La Iglesia nacional de Islandia, iglesia oficial del Estado, también permite las uniones homosexuales desde 2008 y debate equipararlas al matrimonio.[3] El caso es el mismo en la liberal Noruega, en donde la Iglesia de Noruega, institución estatal y religión mayoritaria del país, aprobó el matrimonio homosexual en su sínodo de abril de 2016 con 88 votos a favor de 115 en total.[4]

Pero el escándalo en relación con este tema también ha sacudido a iglesias evangélicas tradicionalmente conservadoras, incluso pentecostales. Una iglesia de Texas ha sido noticia como la primera congregación de las Asambleas de Dios en aprobar la homosexualidad y el matrimonio gay. El pastor principal Dan Matlock de la Iglesia Eikon en Kyle, Texas, hizo el anuncio en un sermón el domingo 9 de febrero de 2020 de que la congregación del área de Austin ahora estaría abierta a miembros de la comunidad LGBTQ en el personal y que el edificio de la iglesia estaría, de ahora en adelante, disponible para celebrar bodas entre personas del mismo sexo. El lema de la iglesia proclama «Todos son bienvenidos, nadie es perfecto, todo es posible». Sin embargo, permanecer afiliado a las Asambleas de Dios (la más grande de las denominaciones pentecostales en el mundo) no será posible para Eikon Church, pues el Distrito del Norte de Texas de las Asambleas de Dios se movió rápidamente y, de acuerdo con los procesos descritos en los Estatutos del Concilio General, Eikon Church ha sido expulsada de la denominación.[5]

UNA TENDENCIA A REINVENTAR LOS VALORES Y LA FE CRISTIANA

Hoy día abundan escritores que, aunque se presentan a sí mismos como cristianos, simpatizan con las ideas, valores y prácticas de las comunidades lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, o de otro tipo. Dichos escritores han fomentado interpretaciones revisionistas de textos bíblicos relevantes basándose en una exégesis parcial y una traducción errónea, lo cual ha hecho tanto más urgente la tarea de reafirmar las enseñanzas bíblicas al respecto. Los defensores de la comunidad LGBTI buscan dejar a un lado casi dos mil años de interpretación bíblica cristiana y enseñanzas éticas. Estos esfuerzos reflejan las condiciones descritas por Pablo en 2 Timoteo 4:3-4.

“Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena enseñanza. Al contrario, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quiere oír. La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que prestará atención a toda clase de cuentos.” (TLA)

Conviene señalar ante todo que en ningún lugar de la Escritura existe en lo absoluto ni puede encontrarse afirmación positiva alguna de la actividad homosexual, el matrimonio entre personas del mismo sexo, o los cambios de identidad sexual. Los géneros masculino y femenino, en cambio, son definidos con precisión y sin confusión alguna. En la Biblia, el ideal constante de la experiencia sexual para los solteros —los que no están en una relación matrimonial monógama y heterosexual— es la castidad y, para los que están en una relación matrimonial, es la fidelidad. Hay además abundante evidencia que demuestra que la conducta homosexual, junto con la conducta heterosexual ilícita, es inmoral y queda bajo el juicio de Dios. Por lo tanto, y a la luz de la revelación bíblica, la creciente aceptación cultural de la identidad y conducta homosexual, el matrimonio entre personas del mismo sexo, y los esfuerzos por cambiar la identidad biológica sexual, solo reflejan el desorden espiritual mayor que impera en nuestra sociedad y que atenta contra la familia, el gobierno y la iglesia.

LA CONDUCTA HOMOSEXUAL ES CONTRARIA A LAS ESCRITURAS

Históricamente, la homosexualidad con frecuencia se ha definido como un problema emocional (psicológico) o biológico (fisiológico). Lamentablemente, en años recientes, algunos grupos de poder han ejercido presión sobre las organizaciones de salud mental para que la homosexualidad sea quitada de las clasificaciones de diagnósticos de patologías, y muchos han llegado a verla como una mera preferencia moralmente neutral y personal, o como un aspecto natural propio de la diversidad biológica humana. Sin embargo, la Biblia nos manda a no depender de nuestro propio razonamiento o experiencia personal para discernir la verdad (Proverbios 3:5-6).

Más allá de cualquier idea humana, la conducta homosexual es pecado porque desobedece la enseñanza de la Escritura. Cuando Dios llamó a Israel para que fuera Su pueblo distinguido, Él lo liberó milagrosamente de la esclavitud de Egipto. Pero Dios hizo todavía más. Estableció una relación de pacto con ellos y les dio la ley, basada en el amor a Dios y el prójimo, mediante la cual podían organizar su vida como pueblo santo. La ley incluía prohibiciones específicas con respecto a la homosexualidad, como la de Levítico 18:22:

“Nadie debe tener relaciones sexuales con otro hombre. Eso es algo que me repugna” (TLA)

En caso de que el mandamiento anterior pudiese ser malinterpretado, Levítico 20:13 lo vuelve a declarar:

“El hombre que tenga relaciones sexuales con otro hombre comete un horrible pecado. Los dos hombres serán condenados a muerte, y sólo ellos serán culpables de su muerte. (NBV)

El término que se traduce como “repugnante”, “horrible” (o “abominable” en otras versiones), que se usa en ambos versos, es la palabra hebrea es to’ebah, una palabra fuerte que indica el desagrado divino con el pecado. La palabra To’ebah también se usa en este capítulo de Levítico para identificar varias prácticas sexuales abominables de los vecinos paganos de Israel (Levítico 18:26–27,29–30). En otras partes del Antiguo Testamento, denota prácticas repugnantes tales como la idolatría, el sacrificio humano y la hechicería.[6] No es raro que los revisionistas traten de encubrir el sentido obvio del texto al dar por sentado que los actos homosexuales eran juzgados como malos sólo por estar asociados con prácticas religiosas paganas, de hecho, prohibidas a Israel. Sin embargo, nada en el pasaje citado apoya esa interpretación. Además, el hecho de que la práctica homosexual implícita o explícita se condene siempre que aparece en el texto bíblico niega esta interpretación. Es por eso que la iglesia cristiana ha entendido históricamente que, si bien las disposiciones ceremoniales de la ley del Antiguo Testamento no tienen vigencia luego del sacrificio de Cristo, la interpretación y reformulación que hace el Nuevo Testamento de sus leyes morales continúan vigentes. En torno al tema de la homosexualidad, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan con una sola voz. Las prohibiciones morales contra la conducta homosexual en el Antiguo Testamento son repetidas explícitamente en el Nuevo Testamento.

Pablo describió a las personas que a diario presenciaban el libertinaje sexual de la Roma imperial, las consecuencias que experimentaron aquellos que rechazaron a Dios:

“Esto fue por cambiar la verdad de Dios y deliberadamente creer en la mentira; por adorar a las criaturas y no a Dios que las creó, el cual es bendito por todos los siglos. Por eso Dios dejó que se desbordaran en sus pasiones vergonzosas. Llegaron hasta el punto de que sus mujeres actuaban en contra de la naturaleza[7] y se entregaron al sexo unas con otras. También los hombres, en vez de tener relaciones sexuales con mujeres[8], se encendieron en sus deseos entre ellos mismos y cometieron actos vergonzosos hombres con hombres[9]. Y como consecuencia, recibieron en sus propios cuerpos el pago que bien se merecían.” (Romanos 1:25-27, NBV)

Con tales palabras, Pablo se refiere tanto a los homosexuales varones como a las lesbianas. En su carta a los Corintios, Pablo reafirma su postura en contra de la inmoralidad sexual, tanto de carácter heterosexual como entre personas del mismo sexo:

“¿O acaso no saben que los que hacen el mal no van a tener parte en el reino de Dios? No se engañen a ustedes mismos. Ni los que practican el pecado sexual, ni los adoradores de ídolos, ni los que cometen adulterio, ni los hombres que se dejan usar para tener sexo con otros hombres, ni los hombres que tienen sexo con ellos” (1 Corintios 6:9, PDT)

En el tiempo de Pablo, la ciudad de Corinto tenía mala fama, en especial por su inmoralidad sexual. Corinto no sólo era una sede comercial estratégica, sino que también era una sede de toda clase de vicios. Puesto que la iglesia se estaba estableciendo en esta ciudad, era importante que los nuevos cristianos comprendieran el orden moral de Dios. La carta de Pablo es explicita: Toda inmoralidad sexual es pecado y acarrea condenación sobre el que la practica, sea heterosexual u homosexual.

Nótese que Pablo, al condenar la conducta homosexual, identifica a varones homosexuales en sus roles tanto activos como pasivos: “los hombres que se dejan usar para tener sexo con otros hombres (malakos), ni los hombres que tienen sexo con ellos (arsenokoitēs). La traducción del plural griego malakos es “varones prostitutos”, y la traducción de la forma plural de arsenokoitēs es “reincidentes homosexuales”. Según el léxico griego-inglés de Johannes P. Louw y Eugene A. Nida, eds., los términos se definen respectivamente como “el varón cuya función sexual en la pareja es pasiva” (malakos) y “el varón en la relación sexual [rol activo]” (arsenokoitēs).[10]

Pablo escribió:

“También sabemos que la ley no es para los que hacen el bien sino para los delincuentes y los rebeldes, para los que no respetan a Dios, ni viven como él manda; para los pecadores, para los profanos, para los que asesinan a sus padres y para todos los demás asesinos. La ley es para los que tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio, para los homosexuales [Plural de arsenokoitēs.], para los que trafican con seres humanos, para los mentirosos, para los que juran en falso y para los que de cualquier manera se oponen a la verdadera enseñanza que conduce a una vida recta.” (1 Timoteo 1:9-10, PDT)

Un estudio objetivo de estos pasajes deja en claro que la Escritura identifica consistentemente la conducta homosexual como pecado. Las Escrituras no sólo condenan ejemplos más flagrantes de violencia y promiscuidad homosexual, sino que también están en contra de la idea popular moderna de que las relaciones amorosas y comprometidas a largo plazo de las parejas homosexuales —incluso si están legalmente casadas—, son aceptables en el sentido moral. Cualquier tipo de actividad homosexual es contraria a los mandamientos morales que Dios nos ha dado.

LA CONDUCTA HOMOSEXUAL ES CONTRARIA AL ORDEN CREADO POR DIOS PARA LA FAMILIA Y LAS RELACIONES HUMANAS

El primer capítulo de la Biblia dice:

“Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27, NVI).

Después que Dios creó al hombre, dijo que no era bueno que viviera solo (Génesis 2:18). Por tanto, Dios le dio una compañera (Génesis 2:18). Debe notarse que la soledad del hombre no se iba a remediar con la creación de otro varón sino con la creación de una mujer. Dios creó dos sexos, no sólo uno, y el uno para el otro. Cuando Dios trajo a la mujer a Adán, Adán dijo:

“Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará ‘mujer’ porque del hombre fue sacada”. Luego, la Escritura declara: “Por eso, el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Génesis 2:23-24, NVI).

Al crear a la humanidad, Dios estableció el orden de la sexualidad mediante el cual la raza se multiplicaría. En el plano psicológico, la relación es sana. En el plano físico, la relación es natural. En el plano sociológico, establece el fundamento para la familia. El orden bíblico para la expresión sexual humana consiste en una relación física íntima que se comparte con exclusividad dentro del pacto matrimonial durante toda la vida; una relación heterosexual y monógama. Cuando las personas deciden participar en la conducta homosexual, se alejan de la naturaleza sexual dada por Dios. Su comportamiento antinatural es un pecado contra Dios, quien estableció el orden de la sexualidad (Romanos 1:27). Además, la unidad social que buscan establecer es contraria a la instrucción divina dada al hombre: que deje a su padre y a su madre y “se una a su mujer” (Génesis 2:24). En la discusión de Jesús con los fariseos, Él reiteró el orden de la sexualidad que Dios estableció en el principio:

“¿No han leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador ‘los hizo hombre y mujer’, y dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo’?” (Mateo 19:4-5, NVI).

Él señaló que la única alternativa al matrimonio heterosexual es el celibato por causa del reino de los cielos (Mateo 19:10-12).

LA CONDUCTA HOMOSEXUAL ES PECADO Y ESTÁ BAJO EL JUICIO DIVINO.

El nombre de la antigua ciudad de Sodoma llegó a ser un sinónimo de la conducta homosexual. Algunos intérpretes contemporáneos sostienen que, en la Escritura, Sodoma fue condenada sólo por su maldad general y no por su reputación de prácticas homosexuales dominantes. También concluyen de Hebreos 13:2 (“pues gracias a ella [la hospitalidad] algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”) y de Mateo 10:14-15 (“sacúdanse el polvo de los pies”) que el pecado de Sodoma no era más que la falta de hospitalidad. Se alega, además, que las referencias a Sodoma que describen una conducta homosexual son, de hecho, una alusión a la violación masculina y no una denuncia de las relaciones homosexuales de mutuo consentimiento. Mientras que el relato de Génesis no responde a todos los interrogantes, la misma narración y las muchas referencias en ambos Testamentos dejan en claro que aquí se entrevé la homosexualidad promiscua y violenta. Aunque existían otros males en esta comunidad, se destacaba la sodomía. De hecho, los homosexuales de Sodoma eran tan depravados que amenazaron con violar a los huéspedes de Lot. Dijeron a Lot:

“¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos[11] con ellos!” (Génesis 19:5, NVI).

El relato bíblico narra que la multitud se violentó y trató de tirar abajo la puerta de la casa de Lot. Sólo gracias a la intervención divina, Lot y sus huéspedes fueron liberados de las intenciones malignas de ellos, y posteriormente Dios destruyó a Sodoma y a la ciudad vecina de Gomorra (Génesis 19:4–11, 24–25).

El castigo de Dios sobre estas ciudades fue tan severo que Pedro y Judas lo usan como una ilustración del juicio divino (2 Pedro 2:6; Judas 7). El comentario de Judas es particularmente apto:

“Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas son puestas como escarmiento, al sufrir el castigo de un fuego eterno, por haber practicado, como aquéllos, inmoralidad sexual y vicios contra la naturaleza” (NVI).

El libro de Jueces (19:1-30) documenta un incidente en la antigua ciudad de Guibeá de Benjamín que tiene muchas similitudes con el pecado de Sodoma. Algunos “hombres perversos de la ciudad” (19:22) trataron de forzar a un levita a tener relaciones homosexuales con ellos[12]. Cuando el levita se rehusó a su insistente pedido, los atacantes aceptaron violar individual y grupalmente a la concubina del levita, un hecho que resultó en su muerte (19:25-30). El crimen fue tan repugnante para las otras tribus de Israel que, cuando la tribu de Benjamín se rehusó a entregar a los delincuentes, terminaron yendo a la guerra y destruyendo a los benjamitas (20:1-48).

Éstos son ejemplos bien conocidos de la expresión homosexual, que sin duda hoy repudiaría la mayoría de las personas homosexuales. Es necesario entender que, aunque los escritores bíblicos expresan aversión ante semejante perversión rapaz, no implican con eso que los heterosexuales sean incapaces de atrocidades sexuales similares, ni que la mayoría de los homosexuales sean depravados como los residentes de aquellas ciudades antiguas. Los cristianos modernos tampoco deberían sacar esas conclusiones. Sin embargo, es importante notar que siempre, cuando ocurre un incidente homosexual en la narración bíblica, es una ocasión para el escándalo y el castigo. La homosexualidad nunca se considera de manera positiva.

Los escritores bíblicos dejan en claro que los homosexuales practicantes, junto con los heterosexuales inmorales y todos los pecadores no arrepentidos, no heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9-10). Pablo también describió la conducta homosexual como una prueba del juicio de Dios contra una humanidad que se rebeló corporativamente contra Él (Romanos 1:26-27). Jesús mismo dijo de manera explícita que al final del siglo “el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes” (Mateo 13:41-42).

DIOS OFRECE SU PERDÓN PARA EL HOMOSEXUAL

Aunque la Escritura deja en claro que la conducta homosexual es pecado y está bajo el juicio de Dios, también indica que aquellos que son culpables de la conducta homosexual o de cualquier otro pecado pueden reconciliarse con Dios (2 Corintios 5:17–21). En la iglesia de Corinto había ex-homosexuales que fueron liberados del poder del pecado por la gracia de Dios. En 1 Corintios 6:9, Pablo menciona a los homosexuales junto con los heterosexuales inmorales, y dice que estas personas no heredarán el reino de Dios. Su gramática implica una actividad sexual inmoral continua hasta su conversión. El verso 11 continúa con un contraste poderoso:

“Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” (NVI).

 Fueron homosexuales en orientación y conducta, pero ahora el poder del Espíritu de Dios ha transformado radicalmente sus vidas, como también las vidas de los pecadores heterosexuales. La Escritura deja en claro que la eficacia de la muerte y resurrección de Cristo es ilimitada para aquellos que la aceptan. No hay pecado, ya sea sexual o de otro tipo, que no pueda ser limpiado. Juan el Bautista anunció:

 “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29, NVI)

El apóstol Pablo escribió:

“Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21, NVI).

El apóstol Juan señaló:

“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9, NVI).

A través del poder regenerativo del Espíritu Santo, las personas pueden —a pesar de la naturaleza de su pecado— llegar a ser una nueva creación en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17). El plan de salvación de Dios es el mismo para todos. El homosexual practicante que quiera ser liberado del castigo y el poder del pecado debe acercarse a Dios de la misma manera que todos los pecadores heterosexuales, y de la misma manera que se acercaron para ser libres de sus pecados todos lo que ahora son Sus hijos. La acción de volverse a Dios para la salvación incluye tanto el arrepentimiento como la fe. Jesús es Salvador y Señor. Él es quien perdona nuestro pecado cuando creemos en Él y nos arrepentimos. El arrepentimiento representa un cambio de mentalidad, en la que uno se aparta del pecado en actitud y conducta. Jesús es también Aquel cuyo señorío afirmamos a través de una vida santa.

“La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios” (1 Tesalonicenses 4:3-5, NVI).

Como el carcelero de Filipo que preguntó qué necesitaba hacer para ser salvo, aquellos que desean la salvación deben creer en el Señor Jesucristo (Hechos 16:30-31); es decir, creer que Él puede salvarlos del poder y el castigo del pecado. La fe obediente, así como el arrepentimiento, es una condición para la salvación.

CONCLUSIÓN


A la luz de las claras enseñanzas bíblicas sobre la homosexualidad y la aplicación de estas enseñanzas a las prácticas sexuales contemporáneas, se concluye que el matrimonio es una unión permanente, exclusiva y comprensiva; una unión conyugal de “una carne” entre un varón y una mujer; intrínsecamente ordenada para la procreación y formación de la familia biológica, y para el fomento del bien moral, espiritual y público del vínculo entre padre, madre e hijo. (Génesis 1:27–28; 2:18–24; Mateo 19:4–9; Marcos 10:5–9; Efesios 5:31–33).

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio están prohibidas por ser pecaminosas. Las relaciones sexuales fuera del matrimonio incluyen, aunque no se limitan a: el adulterio, la fornicación, el incesto, el bestialismo, la pornografía, la prostitución, el voyerismo, la pedofilia, el exhibicionismo, la sodomía, la poligamia, el poliamor, o las actos sexuales entre personas del mismo sexo. (Éxodo 20:14; Levítico 18:7–23; 20:10–21; Deuteronomio 5:18; Mateo 5:27–28; 15:19; Romanos 1:26–27; 1 Corintios 6:9–13; Gálatas 5:19; Efesios 4:17–19; Colosenses 3:5; 1 Tesalonicenses 4:3; Hebreos 13:4).

Dios creó a la humanidad a Su imagen: varón (hombre) y hembra (mujer), sexualmente distintos, pero con la misma dignidad personal. Todo intento de cambiar, alterar o estar en desacuerdo con su sexo biológico es contrario a la Palabra de Dios. Esto incluye, aunque no se limita a: la elección de una reasignación sexual, actos o conductas de travestismo o transexualidad, o conductas no-binarias de intergénero. (Génesis 1:26–28; Romanos 1:26–32; 1 Corintios 6:9–11). La Biblia afirma la complementariedad entre el varón y la mujer, y enseña que cualquier y toda atracción sexual hacia personas del mismo sexo debe ser resistida. Por consiguiente, los creyentes deben refrenarse de cualquier y toda relación o conducta sexual con personas del mismo sexo. (Génesis 1:27; 2:24; Mateo 19:4–6; Marcos 10:5–9; Romanos 1:26–27; 1 Corintios 6:9–11).

REFERENCIAS:


[1] Cruz, Eliel (18 de marzo de 2017). «Waiting Until Marriage: Gay Christians Navigate Faith and Sexuality». NBC News (en inglés). Consultado el 25 de febrero de 2020.

[2] Calderón, Mariángel (7 de junio de 2012). «Aprueban matrimonio gay por la iglesia luterana en Dinamarca». 24 Horas Chile. Consultado el 25 de febrero de 2020.

[3] «First Lesbian Couple in Iceland “Marries” in Church». IcelandReview (en inglés). 2 de julio de 2007. Archivado desde el original el 4 de marzo de 2016. Consultado el 25 de febrero de 2020.

[4] «La Iglesia luterana de Noruega permitirá los matrimonios gays». El Mundo España. 11 de abril de 2016. Consultado el 29 de septiembre de 2016.

[5] Véase https://juicyecumenism.com/2020/02/14/dan-matlock/. Consultado el 25 de febrero de 2020.

[6] R. Laird Harris, Gleason L. Archer, y Bruce K. Waltke, eds., Theological Wordbook of the Old Testament (Vocabulario teológico del Antiguo Testament), Chicago: Moody Press, 1980, 2:976–77.

[7] La versión en inglés de la Biblia, New Revised Standard Version (NRSV), lo traduce por “coito natural”. En estos contextos, el término griego jrēsis tiene que ver con la relación sexual. Véase A Greek-English Lexicon of the New Testament and other Early Christian Literature (Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana temprana), 3rd edition, revised and edited by Frederick William Danker, Chicago: University of Chicago Press, 2000, 1089.

[8] Ibid.

[9] El griego asjēmosunē se traduce por “acto vergonzoso”. Véase A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana temprana), 147.

[10] Johannes P. Louw y Eugene A. Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament Based on Semantic Domains, 2nd edition [Lexico griego-inglés del Nuevo Testamento basado en los campos semánticos], New York: United Bible Societies; 1988, 1989, 1:772). Véase también la referencia respectiva en A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana temprana).

[11] “Tener sexo” es una traducción precisa del término hebreo yada’ que significa “conocer”, pero que se usa a menudo como un eufemismo para hablar del coito (Génesis 4:1). La palabra también denota sodomía (Génesis 19:5; Jueces 19:22) y violación (Jueces 19:25). Véase Theological Wordbook of the Old Testament (Vocabulario teológico del Antiguo Testament), 1:366.

[12] Hebreo yada’. Véase la nota anterior.

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