En la vida cristiana, se encuentran paradojas sorprendentes. Por un lado, aquellos que creen en Cristo han sido conectados con una fuente de satisfacción vital que puede colmar todos sus deseos y anhelos. Sin embargo, también anhelan ardientemente como un corazón sediento (Salmos 42:1). Cantan y alaban al Señor en sus corazones, pero al mismo tiempo suspiran profundamente cada día, ya que su experiencia a menudo es dolorosa y confusa; pero a pesar de todo eso nunca renunciarían a ella ni por todo el oro del mundo.
Categoría: Vida Espiritual
Bienaventurados los pacificadores
Solo Jesús tiene el poder de poner fin a este conflicto constante y restaurar la paz. Como se menciona en Efesios 2:14, "Él es nuestra paz". Jesús se sumergió en el conflicto al aceptar ser golpeado por la vara de la justicia divina que nos perseguía (Ef. 2:13–17; Col. 1:20). En Cristo, Dios mismo reconcilió el mundo consigo mismo, estableciendo la paz y proclamando la amnistía; transformando al rebelde arrepentido en una criatura de paz (2 Co. 5:17–21). Por esta razón, todo creyente justificado experimenta paz con Dios (Ro. 5:1). La paz de Dios, que supera todo entendimiento, puede custodiar el corazón y la mente del creyente en Cristo Jesús (Fil. 4:7). Experimenta alegría y bienestar, descansando y durmiendo en paz (Sal. 4:8).
Bienaventurados los limpios de corazón
¿Un corazón limpio? ¿Qué significa tal cosa? El salmista escribió: “¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro, el que no ha alzado su alma a la falsedad ni jurado con engaño. Ese recibirá bendición del Señor, y justicia del Dios de su salvación.” (Salmo 24:3-5, NBLA).
Bienaventurados los misericordiosos
La palabra traducida como misericordia es eleéo (ἐλεέω), y significa compasivo. Implica tanto alcanzar misericordia como recibir misericordia.[1] Como uno de los atributos comunicables de Dios, la misericordia expresa la bondad y amor de Dios por el culpable y miserable. Incluye la piedad, compasión, gentileza, paciencia. Es a la vez libre (no limitada por una resistencia exterior) y absoluta (cubre todas las áreas de la vida humana). La misericordia general se aprecia mejor en la creación y providencia: Él hace salir su sol sobre buenos y malos (Mateo 5:45). Pero hay una misericordia especial para aquellos que se declaran pobres de espíritu, que lloran por su pecado, que son mansos y tienen hambre y sed de justicia y salvación.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
Sí, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed”. La pregunta es: ¿Tienes hambre y sed de esa justicia? ¿O estás contento con tus logros y satisfecho con tu condición? Tener hambre y sed de justicia siempre ha sido la experiencia de los verdaderos santos de Dios (Filipenses 3:8–14). ¿Eres uno de ellos?
Bienaventurados los mansos
De los mansos se afirma: “ellos recibirán el terreno por heredad”, y heredar la tierra es volverse herederos del mundo, herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17). Es ser “[bendecidos] con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3), gozar esa paz y descanso verdaderos que solo experimentaremos cuando el Reino de los cielos descienda a la tierra y lo llene todo. Los mansos quizá sufran un poco en este mundo pecaminoso pero, al fin de cuentas, van a heredar la “tierra nueva, [en la cual] mora la justicia” (2 Pedro 3:13). La pregunta es ¿somos nosotros mansos y humildes?
Bienaventurados los que lloran
¿Puedes entender ahora cuan bienaventurados son los que lloran en vez de endurecer sus corazones? Y tú ¿Lloras por tus pecados o te deleitas en ellos? ¿El pecar es tu delicia o tu mayor dolor? Si lloras, serás consolado: "Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis." (Lucas 6:21, LBLA).
Bienaventurados los pobres en espíritu
Cuando reconocemos que somos pobres de espíritu, Dios se encarga de satisfacer nuestra necesidad y llenar nuestras manos vacías. Cuando nos creemos ricos y sin necesidad de Él, inevitablemente seremos desechados. Así es nuestro Dios: "a los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías." (Lucas 1:53, LBLA).
Fieles al Señor y a la verdad bíblica en un mundo de verdades relativas
¡Ojalá nuestra generación actual tuviera la misma enteresa que tuvo Lutero para defender sus convicciones hasta las últimas consecuencias! Lamentablemente, vivimos en la época del relativismo, donde no hay valores absolutos, verdades absolutas, ni nada por lo que valga la pena dar la vida: tu verdad, mi verdad, por absurda que esta sea, es tan válida como cualquier otra y, por lo tanto, nada merece nuestro compromiso absoluto. ¿Por qué no claudicar’ ¿Por qué no llegar a acuerdos y transigir un poco? Todo es negociable, ¿o no? todo tiene un precio. ¡Hasta nuestra conciencia, parece tenerlo! Los principios, los valores, la fe, todo parece ser negociable. ¿Qué hubiera ocurrido si Lutero hubiese sacrificado sus principios y sometido su conciencia a cambio de aceptación y favores mundanos? ¿Dónde estaríamos hoy?
Simul Iustus Et Peccator | Imputados con la justicia de Cristo, declarados legalmente justos y en relación de pacto (II)
La expresión 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 no solo nos recuerda que los cristianos seguimos siendo capaces de pecar y que, en efecto, pecamos a diario. 𝙎𝙞𝙢𝙪𝙡 𝙄𝙪𝙨𝙩𝙪𝙨 𝙚𝙩 𝙋𝙚𝙘𝙘𝙖𝙩𝙤𝙧 proclama también, y de forma radical, que el cristiano ha sido justificado ante Dios. Afirmar que hemos sido justificados es una declaración de que el perdón, la vida y la salvación nos pertenecen por gracia mediante la fe por causa de Cristo solamente.