En el vasto tapiz de las tradiciones cristianas, la celebración de la Navidad emerge como un hito de profunda resonancia espiritual, un momento en el que la comunidad de fe se congrega para conmemorar el misterio de la Encarnación divina. Esta fiesta, que se centra en el nacimiento de Jesucristo, no solo evoca imágenes de belenes, villancicos y banquetes familiares, sino que invita a una reflexión más honda sobre el significado teológico del evento que transforma la historia humana: la llegada del Verbo hecho carne. Para los cristianos, el valor perdurable de la Navidad radica no en la precisión cronológica de una efeméride, sino en la proclamación de que Dios se ha hecho presente en la fragilidad de nuestra condición humana.
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En Navidad no celebramos una fecha: Celebramos un evento ¡El mayor de todos!
Cuando celebramos nuestro cumpleaños, no estamos festejando el día preciso en que comenzamos a existir como seres humanos. La vida humana empieza en la concepción, que ocurrió aproximadamente nueve meses antes del nacimiento. Nadie celebra el “aniversario de su concepción” (ni siquiera sabemos la fecha exacta en la mayoría de los casos). Lo que celebramos es el natalicio: el día en que vinimos al mundo, el evento de nuestro nacimiento.
El árbol de Navidad: una tradición nacida en el corazón del cristianismo protestante
Cada diciembre, mientras numerosas familias cristianas colocan el árbol en la sala de sus hogares, encienden sus luces y cuelgan las bolas de colores, suele aparecer la misma pregunta incómoda por parte de alguno que otro de sus consiervos también cristianos: "¿No saben que el árbol de Navidad es una tradición pagana? ¿No es esto un resto del paganismo germánico o romano?”. Esta pregunta, a menudo formulada con una mezcla de preocupación sincera y afán correctivo, abre un viejo debate dentro del cristianismo.
Todos estamos invitados: ¡Celebremos la Encarnación d enuestro Señor!
Muchos dicen que no celebran la Navidad porque la Biblia, en ninguna parte, nos ordena hacerlo y tienen razón ¡No lo hace! Sin duda la Biblia no ordena celebrar la Navidad el 25 de diciembre, pero ¡Vamos! Tampoco ordena celebrar el Día de la Reforma cada 31 de octubre, ni prescribe la celebración de cumpleaños, días de las madres, día de la Biblia fiestas patrias o de Año Nuevo ¡Pero eso no ha impedido que celebremos tales festividades a pesar de que algunas de ellas tienen su origen en el paganismo! Si celebramos cosas menores ¿Por qué no celebrar el suceso que marcó el inicio de nuestra redención?
Verus Deus, Verus Homo: El Misterio de la Encarnación
La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana genuina y ortodoxa: "En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios." (1 Juan 4:2). Esa ha sido la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos, incluso a través de su himnología, cuando cantaba, ya en el primer siglo, acerca del gran “Misterio de la piedad”, es decir, de la Encarnación del Dios-Hijo.
Los pastores de Belén y el invierno en Tierra Santa ¿Un argumento en contra de la Navidad?
¿Nació Jesús un 25 de diciembre? En ninguna línea de la Biblia o de otros textos considerados canon al cristianismo existe referencia de una fecha en específico en la que haya nacido Jesús. Como ya lo he dicho en publicaciones anteriores, considero que la fecha en sí misma no es importante, sino más bien el suceso que recordamos cada 25 de diciembre. Por esa razón, me uno a mis hermanos alrededor del mundo que por milenios han celebrado la Encarnación de nuestro Señor en esta fecha.
Theotokos | ¿Es correcto decir que María es la Madre de Dios?
El Concilio de Éfeso (431) le dio a María el título en griego Theotokos, que literalmente quiere decir “la que dio a luz a Dios”. Al tomarla de manera menos literal quiere decir “madre de Dios”. Este título fue ratificado en el Concilio de Calcedonia (451)… ¿Pero qué quiere decir realmente este título? En los tiempos en que se llevó a cabo el Concilio de Éfeso, Theotokos se refería a que María era la madre de Dios, pero no en el sentido de que Jesús hubiera recibido Su naturaleza divina por parte de María. Simplemente significaba que María, siendo la madre de Jesús, era la madre de Dios en ese sentido—Jesús es Dios y María es Su madre, hablando de Su naturaleza humana. No había ninguna confusión en Éfeso o en Calcedonia en cuanto a sacar de esa frase alguna noción de deidad en María. Simplemente articulaba el hecho de que María era la madre terrenal de Aquel que es Dios encarnado. El historiador Jaroslav Pelikan nos ha dado una muy buena traducción de Theotokos, una que encapsula muy bien su significado histórico: “aquella que da a luz a Aquel que es Dios”. Con esta definición, históricamente nunca ha habido una objeción oficial de los protestantes ante el título “madre de Dios”. Obviamente, este título puede significar mucho más hoy en día de lo que significaba en Éfeso o en Calcedonia, pero las palabras en sí mismas, propiamente calificadas y definidas, no son causa de controversia.
Tres cosas que no debes olvidar esta Navidad
En estas fechas es fácil olvidar lo que se celebra. El hedonismo y el consumismo pueden nublar nuestra mente de aquello que realmente importa: la gloria de Dios, el amor al prójimo y tu testimonio cristiano.
La Navidad está incompleta sin el mensaje de la cruz
¿Por qué sucedió la Navidad? 1 Juan 3:1-10 nos ayuda a entender por qué el eterno y divino Hijo de Dios vino al mundo en forma humana. Allí se nos dice dos veces por qué sucedió la Navidad: “Ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y Él no tiene pecado […] El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo” (v. 5, 8; NVI).
¿De qué trata la Navidad?
La Navidad trata de la venida de Cristo a este mundo. Trata del Hijo de Dios, quien existía desde la eternidad con el Padre, como “el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que Él es” (He. 1:3 NVI).