Por F. E. Cienfuegos
¿Por qué sucedió la Navidad? 1 Juan 3:1-10 nos ayuda a entender por qué el eterno y divino Hijo de Dios vino al mundo en forma humana. Allí se nos dice dos veces por qué sucedió la Navidad: “Ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y Él no tiene pecado […] El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo” (v. 5, 8; NVI). En el versículo 5 Juan dice: “Ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y Él no tiene pecado”. Entonces, la ausencia de pecado en Cristo es afirmada: “Él no tiene pecado”. Y la razón de Su venida es afirmada: “Se manifestó para quitar nuestros pecados”. Luego, en la segunda parte del versículo 8, Juan dice: “El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo”. El enfoque que Juan tiene en mente al mencionar “las obras del diablo” es el pecado que el diablo promueve. Esto lo vemos en la primera parte del versículo 8: “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio” (NVI). Entonces, las obras del diablo que Jesús vino a destruir son las obras del pecado.

Así que Juan nos dice dos veces que la Navidad —la venida del Hijo de Dios— sucedió para erradicar el pecado, es decir, para destruir las obras del diablo. Jesús nació de una virgen a través del Espíritu Santo (Mt. 1:18-20), “siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente” (Lc. 2:52 NVI), y fue perfectamente obediente y sin pecado durante toda Su vida y ministerio, hasta morir en la cruz (Fil. 2:5-8; He. 4:15). Lo hizo para destruir las obras del diablo, para erradicar el pecado… nuestro pecado. Aprópiate de lo que Jesús ha hecho y ámalo por ello. Toma las mismas palabras del apóstol Pablo y hazlas tuyas: “Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio Su vida por mí” (Gá. 2:20 NVI). Es así como Jesús destruyó las obras del diablo y nos rescató de nuestro pecado. No dejes que pase esta Navidad sin antes haber lidiado con tu pecado y con el diablo. Cristo vino para darte victoria.
La Navidad es más que una simple cena y una reunión familiar. La familia y los amigos no son el tema principal de esta celebración. Los regalos, las decoraciones y las luces son todos ellos aspectos secundarios. La Navidad es celebrar un misterio que ha marcado y continúa marcando la historia del hombre: Dios mismo ha venido a habitar en medio de nosotros (Juan 1:14), se ha hecho uno de nosotros; un misterio que conmueve nuestra fe y nuestra existencia: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo: He aqui, la virgen concebira y dara a luz un hijo, y le pondran por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros.» (Mateo 1:22-23, LBLA). Celebremos gozosos la Encarnación de Nuestro Señor, pues su nacimiento trajo redención y esperanza a la humanidad:
«E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.» (1 Timoteo 3:16).
Y ese Dios encarnado nació para morir por nuestra salvación. ¡De eso se trata la Navidad!
