Por Fernando E. Alvarado
Acerca de la santidad de Dios, el teólogo arminiano H. Orton Wiley escribió:
“La santidad [de Dios] expresa la perfección de la excelencia moral que en Él existe, sin origen ni derivación. Por tanto, es, primero, el móvil de la reverencia y adoración. “¿Quién no te temerá, Señor, y glorificará tu nombre?” (Apocalipsis 15:4). Fue a causa de esta gloria resplandeciente que el salmista exclamó: “¡Santo y temible es su nombre!” (Salmos 111:9) … y “Exaltad a Jehová, nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque Jehová, nuestro Dios, es santo” (Salmos 99:9) … la santidad [de Dios] es la norma de toda bondad moral… El carácter de Dios como santo no podría serlo a menos que poseyera toda bondad moral. Es la suma de todas las excelencias, no como un total matemático sino como una naturaleza que incluye toda perfección, ninguna de las cuales se podría disminuir sin destruir su santidad.”[1]
Aunque nuestros hermanos calvinistas probablemente concordarían con lo afirmado por el Dr. Wiley, no siempre lo que su teología afirma corresponde con aquello que implica. De hecho, una de las objeciones más fundamentales contra el calvinismo tiene que ver con el impacto que su comprensión de la soberanía de Dios tiene sobre la conceptualización de la santidad de Dios. Porque si Dios predestinó todas las cosas antes que todo existiera, y si esta incluía todos los pecados jamás concebidos y cometidos, entonces ¿cómo podría Dios permanecer santo, y de una manera que pudiera ser significativa para nosotros? Los calvinistas intentan escapar de este dilema de varias formas. Todas ellas inútiles en la práctica.

¿PUEDE DIOS CAUSAR EL PECADO SIN MANCHARSE DE ÉL?
Una forma es sugerir que Dios, aunque decreta todo pecado, no está manchado por el pecado que Él ha fijado y determinado. El problema con ese punto de vista, sin embargo, es que no es muy convincente, principalmente porque es difícil, si no imposible, separar de culpa al autor intelectual de un crimen mientras castigamos al autor material. Si Dios es el origen creativo detrás de lo oculto y de cada cosa monstruosa a lo largo de todos los tiempos, entonces, ¿cómo podría el carácter de Dios no estar manchado por eso? Los calvinistas indican que hay decretos pasivos y activos de Dios, y la santidad de Dios se puede mantener entendiendo la perspectiva de la primera y segunda causa, en la cual Dios no es responsable de las malas obras que se decretan por medio de causas secundarias. Esta es la ruta de escape que elige la Confesión de Fe de Westminster:
“Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordeno libre e inalterablemente todo lo que sucede. Sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es autor del pecado, ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece.”[2]
Sin embargo, la postura adoptada por la Confesión de Fe de Westminster choca frontalmente con lo que la Biblia nos dice. Por ejemplo, en comparación con el asunto de David y Urías, según 2 Samuel 11:1-27, el uso de David de causas secundarias para arreglar el asesinato de Urías no pareció eliminar ninguna implicación de su parte, ya que Dios lo acusó directamente a él del asesinato de Urías. (2da Samuel 12: 1-15). David podría haber dicho: “¡Yo no lo maté! Simplemente envié una carta a Joab para ponerlo ante los filisteos y luego permitir que sus arqueros lo mataran. No fui yo. ¡Fueron las causas secundarias!».
Sin embargo, no importa cuántas capas de causalidad existan, ya que el verdadero cerebro detrás de cualquier crimen siempre tiene el mayor nivel de culpa. Una defensa para esto, y que es común entre los calvinistas, es sugerir que no se puede comparar a Dios y al hombre. En otras palabras, David puede ser culpable, pero no se puede extrapolar en el sentido de que Dios es culpable por hacer cosas similares. Sin embargo, ese es otro argumento calvinista poco convincente. Como bien lo señaló el patriarca Abraham:
“Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?” (Génesis 18:25, DHH)

El problema real del calvinismo no es lo que dice, sino lo que calla pero implica con su teología. La implicación del calvinismo, en este caso, es que si Dios es santo y, sin embargo, decreta el pecado, entonces el mal debe ser bueno de alguna manera. Una sugerencia para resolver este dilema es a través de un enfoque holístico, en el sentido de que, si bien la determinación exhaustiva de todo el mal moral parecería ser mala, en conjunto, en realidad es buena cuando se considera desde la amplia escala de la historia humana.
Los calvinistas a menudo citan al Calvario en tal defensa, afirmando que el Calvario fue el peor acto en la historia de la humanidad y, sin embargo, Dios lo decretó con un propósito finalmente hermoso en la redención de los elegidos de Dios. Sin embargo, el contraargumento es que el Calvario no fue una cuestión de que Dios, por Su decreto, inventara la crucifixión; sino que usó la costumbre malvada del día y la usó para sacar el bien de su maldad. La determinación de Dios de usar el Calvario solo sería consecuencia de Su conocimiento previo de los malos pensamientos e intenciones de los principales actores involucrados.
Al contemplar la santidad divina a la luz del determinismo absoluto, arminianos y calvinistas llegamos a conclusiones distintas: Para el calvinista, puesto que la Biblia dice que Dios es santo, esto seguirá siendo así a pesar de que sea Él quien decrete y cause que todo mal ocurra; su decreto soberano de todo pecado no puede anular Su santidad (¿suena lógico?). Para el arminiano, en cambio, la Biblia dice que Dios es santo y, por lo tanto, no pudo haber decretado exhaustivamente ningún pecado.
Pareciera que Santiago se dirigiera a los calvinistas de hoy al escribir:
“Hermanos míos muy amados, no erréis. Toda buena dádiva, y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las lumbres, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1:17, BJS)
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de Dios; porque Dios no puede ser tentado de los males, ni él tienta a alguno; pero cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado. Y la concupiscencia después que ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte.” (Santiago 1:13-15, BJS)
Es triste decirlo, pero lo que realmente hacen los calvinistas (ya sea que lo admitan o no) es citar la santidad de Dios como cubierta para el determinismo, mientras que los arminianos citamos la santidad de Dios para refutar incluso su posibilidad.
Así pues, la acusación contra el calvinismo es que, si bien Satanás no puede elevarse al nivel moral de Dios, lo que puede hacer, a través del calvinismo, es quizás rebajar a Dios a su propio nivel, o empeorar a Dios, como la mente maestra suprema y el origen creativo de todo mal moral en el universo. Por tanto, el calvinismo (lejos de dar gloria a Dios como presume) se alinea con el objetivo principal de Satanás: Difamar el carácter de Dios y hacerlo aborrecible para el hombre.

¿DE VERDAD ENSEÑAN TAL COSA?
¿Acusamos falsamente al calvinismo de enseñar que Dios es el autor del pecado? No lo creo. Ellos se condenan por su propia boca. Muchos teólogos calvinistas declaran, sin aparente sentido de contradicción ni culpa alguna que:
“Dios… ha preordenado… incluso el pecado”.[3]
Pero el hecho es que el pecado es rebelión contra Dios, así que difícilmente podría ser por voluntad de Él, mucho menos por su decreto. Sin embargo, los calvinistas insisten en que:
“Cada evento está preordenado porque Dios es omnisciente… por lo tanto de todo lo que Dios dice, ‘así debe ser…’ ¿No deberían colgar sus cabezas en vergüenza los que dicen que Dios no preordena el mal?”.[4]
Pero dichos autores simplemente hacen eco de Calvino, quien dijo:
“Dios prevé las cosas que deben suceder, simplemente porque él ha decretado que estás van a suceder… es vano el debate sobre pre-conocimiento, porque está claro que todos los eventos toman lugar por el decreto soberano de Dios”.[5]

MALINTERPRETANDO LA OMNISCIENCIA, UN PASO MÁS EN EL CAMINO EQUIVOCADO
Siguiendo a su líder, muchos calvinistas mantienen que, si un solo evento puede ocurrir fuera de la soberanía de Dios, entonces no es totalmente soberano, y no podemos estar seguros de que se cumplirá su plan para las edades. ¿Cómo, entonces, pueden negar los calvinistas de hoy que el calvinismo enseña que Dios provoca el pecado?
En su afán por defender una soberanía y un determinismo antibíblico, el calvinismo no solo compromete la santidad de Dios, sino que limita su omnisciencia (Claro, ¡Todo para la gloria de Dios!). El calvinismo, en contradicción con la Biblia y la razón, limita el pre-conocimiento, insistiendo en que Dios sabe solamente lo que él ha decretado; por lo tanto, para que Dios lo sepa todo, también debe ser el causante de todo, incluyendo de todos los males.
La Biblia y los arminianos disienten del calvinismo en esto. Como arminianos, pero sobre todo como creyentes en la Palabra de Dios, afirmamos que Dios es omnisciente, y sabe todo antes que suceda, y, por lo tanto, no puede suceder nada que Él no sepa. Sin embargo, para que nuestro Dios omnisciente lo sepa todo, claramente no es necesario que deba decretar y causarlo todo. Pero ese, ¡Es tema de otro artículo!

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
[1] H. Orton Wiley, Teología Cristiana, Tomo I, CNP (2012), p. 333.
[2] Confesión de Fe de Westminster, Capítulo 3, Del Decreto Eterno de Dios (Traducción basada en el texto original de 1647 con las enmiendas de 1789, e incluyendo los nuevos capítulos 24, 34 y 35), p. 14.
[3] Edwin H. Palmer, The Five Points of Calvinism (Grand Rapids, MI: Baker Books, enlarged ed., 20th prtg., 1999, 26.
[4] Gordon H. Clark, Predestination (Phillipsburg, PA: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1987, 63–64.
[5] John Calvin, Institutes of the Christian Religion, trans. Henry Beveridge, Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1998 ed. III: xxiii, 6.