ESCATOLOGÍA, Hermenéutica Pentecostal, Pentecostalismo, Pentecostalismo Clásico, Postribulacionismo, Premilenarismo Histórico

El Rapto de la Iglesia: Una perspectiva postribulacional

PPA Selections

El postribulacionismo, a menudo sostenido por aquellos que defienden una visión premilenialista histórica, mantiene que la iglesia pasará por una tribulación futura antes de ser quitada de la tierra por Cristo. La iglesia será protegida por Dios mientras experimente una tribulación continua, pero la iglesia no experimentará la ira de Dios. Los postribulacionistas no creen que la iglesia vaya a ser arrebatada antes de la segunda venida de Cristo, sino que se encontrarán con él en el aire cuando venga a juzgar a la tierra.[1] Así pues, el postribulacionismo enseña que el Rapto y la Segunda Venida son aspectos de un mismo evento que ocurrirá al final de la Tribulación cuando Cristo regrese.

Según los postribulacionistas, la iglesia estará presente durante la gran tribulación y la experimentará. El término escogidos de Mateo 24 (después de tribulación los ángeles juntarán a los escogidos— vv. 29–31) habría que entenderlo a la luz de su uso en otras partes de las Escrituras, donde significa “creyentes.” Desde Pentecostés el término escogidos ha denotado a la iglesia. El Señor preserva a la iglesia durante la tribulación, pero no la excluye de ella.

Los postmilenaristas trazan una distinción entre la ira de Dios y la tribulación. La ira (ὀργή—orgē) de Dios, las Escrituras dicen que cae sobre los malvados: “el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Jn. 3:36); “La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad,” (Ro. 1:18; ver también 2 Ts. 1:8; Apoc. 6:16–17; 14:10; 16:19; 19:15). Por otra parte, los creyentes no sufrirán la ira de Dios: “por él [Cristo] seremos salvos de la ira [de Dios]” (Ro. 5:9); “Jesús… nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:10); “Dios no nos ha puesto para ira” (1 Ts. 5:9). Sin embargo, las Escrituras dejan claro que los creyentes experimentarán tribulación. La gran mayoría de las ocasiones en que aparece el nombre θλίψις (thlipsis) y el verbo correspondiente θλίβω (thlibo) hace referencia a que los santos sufren tribulación. El nombre se utiliza para denotar la persecución de los santos en los últimos tiempos (Mt. 24:9, 21, 29; Mr. 13:19, 24; Apoc. 7:14). Esto no es la ira de Dios, sino la ira de Satanás, el anticristo y los malvados contra el pueblo de Dios.

La iglesia ha sufrido tribulación a lo largo de su historia. Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Jn. 16:33). Otras referencias significativas son Hechos 14:22; Romanos 5:3; 1 Tesalonicenses 3:3; 1 Juan 2:18, 22; 4:3 y 2 Juan 7. Aunque los postribulacionistas no niegan una distinción entre la tribulación en general y la gran tribulación, creen que la diferencia es solamente de grado, no de clase. Como la iglesia ha experimentado la tribulación a lo largo de su historia, no es sorprendente que también experimente la gran tribulación.

Los postribulacionistas reconocen que las Escrituras hablan de creyentes que escaparán o serán apartados de aflicciones inminentes. En Lucas 21:36, por ejemplo, Jesús les dice a sus discípulos: “Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.” La palabra aquí es ἐκφεύγω (ekpheugo) que significa “escapar del centro de.” Una referencia similar la encontramos en Apocalipsis 3:10: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que habitan sobre la tierra.” La preposición traducida por “de” realmente significa “del medio de.” Por tanto, los postribulacionistas argumentan que la iglesia será apartada del centro de la tribulación, no que se le evitará la misma, ya que esto normalmente exigiría la preposición ἀπό (apo). A este respecto, se nos recuerda la experiencia de los israelitas durante las plagas de Egipto: Aunque Israel continuaba en Egipto, ninguna de las plagas del castigo divino les tocó a ellos. Dios no tuvo que sacarlos de Egipto para salvarlos de las plagas. Él los preservó aún medio de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

De importancia adicional en Apocalipsis 3:10 es el verbo τηρέω (tēreō— “mantener”). Cuando se tiene a la vista una situación peligrosa, significa “guardar.” Aparece con la preposición ἐκ sólo en otro lugar en el Nuevo Testamento, Juan 17:15: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.” Aquí τηρέω se contrasta con αἴρω (airō), que significa “levantar, cargar o quitar.” El último verbo expresa adecuadamente lo que los pretribulacionistas sostienen que Jesús hará con la iglesia en el momento del arrebatamiento. Es cierto, Jesús aquí está hablando de la situación de sus seguidores en el periodo inmediatamente después a su partida de la tierra, no de la tribulación. Sin embargo, el caso es que si Juan hubiese deseado enseñar en Apocalipsis 3:10 que Jesús “arrebatará” la iglesia, el verbo αἴρω estaba disponible. El apóstol aparentemente tenía en mente aquí lo mismo que en la última mitad de Juan 17:15, guardar a los creyentes del peligro actual más que liberarlos de la presencia de tal peligro.

El postribulacionista también tiene una forma diferente de entender la referencia de Pablo en 1 Tesalonicenses 4:17 a que nosotros recibiremos al Señor en el aire. El pretribulacionista mantiene que este suceso es el arrebatamiento; Cristo vendrá secretamente a por la iglesia, tomando con él a los creyentes en las nubes y llevándolos al cielo hasta el final de la tribulación. Sin embargo, los postribulacionistas como George Ladd, según el uso del término ἀπάντησις (apantēsis— “recibir”) en otras partes de las Escrituras, no están de acuerdo. Hay sólo otras dos ocasiones indiscutibles en las que aparece esta palabra en el Nuevo Testamento (Mt. 27:32 es textualmente sospechoso). Una de estas referencias es la parábola del las vírgenes sabias e insensatas, una parábola explícitamente escatológica. Cuando viene el novio, se anuncia: “¡Aquí viene el novio, salid a recibirlo [ἀπάντησις—apantēsis]!” (Mt. 25:6). ¿Qué significa la palabra en esa situación? Las vírgenes no salen para recibir al novio y luego irse con él. Lo que hacen es salir a recibirle y luego le acompañan de vuelta al banquete nupcial. La otra aparición de la palabra (Hch. 28:15) es en una narración histórica no escatológica. Pablo y su grupo iban hacia Roma. Un grupo de creyentes de Roma, oyendo que se aproximaban salieron al Foro de Apio y las Tres Tabernas a recibirlos (ἀπάντησις). Esto animó a Pablo, y el grupo continuó luego con él hacia Roma. Basándonos en estos usos, los postribulacionistas argumentan que la palabra ἀπάντησις sugiere un grupo de bienvenida que sale a recibir a alguien de camino y luego le acompañan de vuelta al lugar desde el que salieron. Así que nuestro reunirnos con el Señor en el aire no es un caso de ser llevados, sino de encontrarnos con él e inmediatamente volver con él a la tierra como parte de su triunfante séquito. Es la iglesia, no el Señor, la que se dará la vuelta en el momento del encuentro.

Los postribulacionistas tienen una forma de entender las últimas cosas menos compleja que sus homólogos los pretribulacionistas. Por ejemplo, en el postribulacionismo sólo hay una segunda venida. Como no hay un interludio entre la venida de Cristo por la iglesia y el final de la tribulación, no hay necesidad de una resurrección adicional de los creyentes. Sólo hay dos resurrecciones (1) la resurrección de los creyentes al final de la tribulación y al comienzo del milenio y (2) la resurrección de los impíos al final del milenio.

Los postribulacionistas también ven el complejo de eventos del final como básicamente unitario. Creen que este complejo de eventos es inminente, aunque no suelen pensar que la venida misma sea inminente en el sentido de que vaya a suceder en cualquier momento. Prefieren hablar de la segunda venida como próxima. Su esperanza bienaventurada no es una esperanza de que los creyentes sean apartados de la tierra antes de la gran tribulación, sino una confianza en que el Señor protegerá y cuidará a los creyentes pase lo que pase.[2]

𝐅𝐔𝐄𝐍𝐓𝐄:


[1] David Haines, «La tribulación», en Sumario Teológico Lexham, ed. Mark Ward et al. (Bellingham, WA: Lexham Press, 2018).

[2] Millard J. Erickson, Teología sistemática, ed. Jonatán Haley, trans. Beatriz Fernández, Segunda Edición., Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2008), 1222–1224.

Deja un comentario