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Idolatría política en la iglesia cristiana

𝘗𝘰𝘳 𝘍𝘦𝘳𝘯𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘌. 𝘈𝘭𝘷𝘢𝘳𝘢𝘥𝘰

Vivimos tiempos peligrosos en nuestro país (Sí, soy de El Salvador, el nuevo país de las maravillas, tierra del bitcoin y hogar del presidente «más cool del mundo»). Tiempos en los cuales tener criterio propio es un delito, un pecado. Tiempos en los cuales abrir la boca en oposición a las masas ciegas en su idolatría te puede acarrear ataques personales, escarnio público y descrédito. Escribo desde mi perspectiva como pastor, líder religioso y ciudadano salvadoreño. Atrás quedaron los años, cuando los que gobernaban eran otros, que nuestros feligreses nos decían: “Pastores, ¿Por qué la iglesia evangélica no dice nada? ¡Denuncien el pecado y la corrupción de los políticos! (Sí, de los mismos de siempre). Ese es su deber profético.” En esos tiempos la iglesia se escondía en las trincheras, se negaba a participar de la vida pública y sobre todo de la política. Pero luego todo cambió.

La iglesia evangélica cambió de rumbo y quiso ocupar el rol del catolicismo en la política latinoamericana. Y de odiar la política y desconfiar de los partidos y del Estado, ¡La iglesia se casó con ellos! Y no solo eso, la iglesia adoptó sus propios becerros de oro entre la clase política. Ídolos cuya devoción supera incluso la pasión por Cristo y el amor por Su Evangelio. Hoy, si te atreves a hablar de sus ídolos políticos los mismos creyentes te dicen: “Falso maestro, vividor corrupto, mercader de la fe. ¿Por qué defiende a los mismos de siempre? ¿Cuánto le están pagando? ¡Falso profeta!” y añaden: “¡Cállese! Los pastores no deben opinar de política. Dedíquese a predicar y no hable mal del gobierno. Los pastores no deben hacer eso.” ¿En serio? ¿Acaso no pedían que asumiéramos nuestra labor de denuncia profética?

Sí, la Biblia no sólo nos otorga ese derecho, sino que también lo convierte en nuestro deber. Con un tono discursivo imperativo y de advertencia, los profetas Amós (Amós 5:7-17), Isaías (Isaías 28:15; 37:21-22; 1:1-4; 14:4-6), Miqueas (Miqueas 2:1-2; 2:6; 3:1-2) y Joel (Joel 1:1-13; 2:13) comunicaron el mensaje de cambio radical de Dios a los gobernantes de Israel. No cayeron en la tentación de dictar actos de habla alienantes, guardar silencio, ni danzar con los políticos; ni tampoco le pidieron al pueblo que aguantara el golpe, como si no tuviera sentimientos. Al contrario, fueron donde los políticos de su tiempo, no a pedir lisonjas, sino a decirles la verdad en nombre del Señor.

¿Qué la ley nos lo prohíbe? ¿Cuál ley? El Artículo 82 de nuestra Constitución establece que “Los ministros de cualquier culto religioso, los miembros en servicio activo de la fuerza armada y los miembros de la policía nacional civil no podrán pertenecer a partidos políticos ni optar a cargos de elección popular. Tampoco podrán realizar propaganda política en ninguna forma.” Y eso es todo. Pero denunciar lo que está mal no es pertenecer a ningún partido político ni optar a un cargo de elección popular.

Como cristianos reconocemos que ningún partido o figura política merece nuestra total lealtad, pues la Palabra de Dios nos manda: “No confiéis en príncipes, ni en hijo de hombre en quien no hay salvación.” (Salmo 146:3, LBLA), y “es mejor refugiarse en el Señor que confiar en príncipes.” (Salmo 118:9, LBLA). Confiar en partidos políticos y figuras políticas no solo es ingenuo, sino torpe. Pues escrito está: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos.” (Romanos 3:10-18). Ni siquiera los políticos que se dicen cristianos merecen nuestra total obediencia o ciega confianza, pues “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque.” (Eclesiastés 7:20, LBLA).

Denunciar lo injusto, lo equivocado de nuestros gobiernos tampoco equivale a realizar propaganda política, pues no te invito a votar por ningún candidato o partido, sino todo lo contrario: Te invito a recordar que “Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del Señor se aparta su corazón.” (Jeremías 17:5, LBLA), y seguir la amonestación del Señor quien nos dice: “Dejen de confiar en el hombre, que bien poco es lo que vale. La vida del hombre no es más que un suspiro.” (Isaías 2:22, DHH).

No, la ley no me prohíbe hablar de política, pues incluso los líderes religiosos fuimos antes (y seguimos siendo aún) ciudadanos de la República y eso es parte de nuestro derecho. Así lo dice la Constitución de la República (Sí, la misma que hoy quieren cambiar): “Toda persona puede expresar y difundir libremente sus pensamientos siempre que no subvierta el orden público, ni lesione la moral, el honor, ni la vida privada de los demás. El ejercicio de este derecho no estará sujeto a previo examen, censura o caución; pero los que haciendo uso de él infrinjan las leyes, responderán por el delito que comentan.” (Artículo 6, Constitución de la República de El Salvador).

Establecido mi derecho a hablar (bíblico y constitucional), procedo a decir lo siguiente: Este mensaje es para la iglesia evangélica salvadoreña (los inconversos pueden creer lo que quieran y seguir en su idolatría política o de otra índole): La idolatría política nos come por dentro como un cáncer y ha ofendido al Señor de los cielos.

Mi amado hermano, miembro de la iglesia y cuerpo de Cristo:

¿En qué momento el trono de tu corazón se lo prestaste a un político? ¿Acaso olvidaste que Dios es un Dios celoso y que Él no comparte su gloria con nadie (Éxodo 20:5; Deuteronomio 4:24; Isaías 42:8)? ¿Qué espíritu engañador te sedujo para que ahora creas en aquellos falsos profetas y maestros que testifican y profetizan que Dios le ha endosado su respaldo político a un simple mortal? ¿Ignoras acaso que el Espíritu Santo sólo testifica de Cristo y no de hombres caídos y corruptibles (Juan 15:26)? Y si alguien viene hablando en nombre del Señor para seducir tus intereses políticos y glorificando hombres y partidos ¡Ten por seguro que es un falso profeta! Lastimosamente, también está escrito que: “si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis.” (Juan 5:43)

Mi amado hermano:

¿Acaso olvidaste que nuestro reino no es de este mundo (Juan 18:36), que el mundo pasa y sus deseos (1 Juan 2:17), que somos peregrinos y extranjeros (1 Pedro 2:11) y que nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20)? ¿Acaso olvidaste que el mundo entero yace bajo el poder del maligno (1 Juan 5:19) y que los gobiernos y gobernantes de este mundo están sujetos al príncipe de este mundo así sea que lo noten o no (Lucas 4:5-6; Juan 12:31; 2 Corintios 4:4)?

A los israelitas que olvidando a Dios ponían su esperanza de salvación política y económica en simples hombres y en gobiernos humanos, el Señor les dijo:“¡Ay de los hijos rebeldes —declara el Señor— que ejecutan planes, pero no los míos, y hacen alianza, pero no según mi Espíritu, para añadir pecado sobre pecado! Los que descienden a Egipto sin consultarme, para refugiarse al amparo de Faraón, y buscar abrigo a la sombra de Egipto. El amparo de Faraón será vuestra vergüenza, y el abrigo a la sombra de Egipto, vuestra humillación.” (Isaías 30:1-3, LBLA)

“¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda! En los caballos buscan apoyo, y confían en los carros porque son muchos, y en los jinetes porque son muy fuertes, pero no miran al Santo de Israel, ni buscan al Señor. Pero Él también es sabio y traerá el mal, y no se retractará de sus palabras; sino que se levantará contra la casa de los malhechores y contra la ayuda de los que obran iniquidad. Pues los egipcios son hombres, y no Dios, y sus caballos son carne, y no espíritu; el Señor, pues, extenderá su mano, y el que ayuda tropezará, y el que recibe ayuda caerá; todos ellos a una perecerán.” (Isaías 30:1-3, LBLA)

“He aquí, tú confías en el báculo de esta caña quebrada, es decir, en Egipto, en el cual, si un hombre se apoya, penetrará en su mano y la traspasará. Así es Faraón [tú ponle el nombre de tu presidente o líder a quien sigues como ciego], rey de Egipto, para todos los que confían en él.” (Isaías 36:6, LBLA)

Si vives creyendo que un hombre va a salvar tu familia y tu nación, has olvidado algo importante: “Cuando Efraín [¿Qué tal si ponemos aquí “El Salvador”] vio su enfermedad y Judá [¿Qué tal la iglesia evangélica?] su herida, Efraín fue a Asiria [al gobierno] y envió mensaje al rey Jareb [¿Qué tal si de nuevo pones aquí el nombre de tu presidente o líder a quien sigues como ciego?]; pero él no os podrá sanar, ni curar vuestra herida.” (Oseas 5:13, LBLA).

Sólo Jesucristo puede salvar nuestra nación. Sólo Él puede redimir nuestra sociedad. Pues Él obra desde adentro, desde tu corazón. Sus cambios no son populistas, no son cosméticos. Él cambia tu vida, tu corazón, tu naturaleza pecaminosa. ¡Él es el único que merece llenar nuestras redes, que merece ser exaltado, quien merece ser seguido, creído y obedecido! Hermano ¿Quién es tu Señor? ¿En quién has creído y a quien le juraste tu lealtad?

Mi amado consiervo, mi hermano pastor o ministro:

A ti que has vendido tu primogenitura por un plato de lentejas, que usas tu llamado para servir a los gobernantes de este mundo. A ti que piensas que apoyando al gobierno de turno vas a ganar fama, popularidad, favores y prebendas del Estado. ¿Crees que eso es motivo de orgullo? Pues Jesús pensaba diferente: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas!” (Lucas 6:26). Los falsos profetas serán alabados, los que se inclinen ante César serán enriquecidos y favorecidos por el Estado (Daniel 3; Apocalipsis 3:15), pero ¿Cuál será su recompensa eterna? La fama del mundo no es más que basura ante los ojos divinos, “porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16:15), y ante Sus ojos falsificar la Palabra, profetizar falsamente en nombre de Dios para favorecer a un político es simplemente ADULTERIO, sí ¡Adulterio, blasfemia y prostitución espiritual! (Ezequiel 23). Somos la novia de Cristo, no la ramera de Babilonia. No nos prostituyamos con los políticos, partidos e ideologías de este mundo (Apocalipsis 17:1-4). No besemos la boca del Estado mientras le fingimos amor al Señor.

Dios, el Autor de la Biblia, describe las potencias políticas de la Tierra como “bestias” (Daniel 7). Monstruos crueles, destructivos, temibles, voraces. ¡Qué clara descripción del sangriento sistema político por el cual Satanás ha dominado a la humanidad, coartado sus libertades e incluso encadenado sus almas! Incluso el libro de Apocalipsis nos habla de un Estado anticristiano y enemigo de la verdad en la época de Cristo y que resurgirá al final de los tiempos (Apocalipsis 17:7-18). Si esto es así ¿Por qué entonces los cristianos seguimos buscando esperanza y salvación en los gobiernos y líderes humanos? De izquierda o de derecha, de centro o de la ideología que sean ¡Nadie sino Cristo merece la lealtad de la iglesia! Pues al final, será el mismo Estado, como bestia salvaje, el que se volverá contra la iglesia cuando ya no sirva a sus intereses. Y es que el gobierno busca súbditos obedientes, tontos útiles, no gente pensante.

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Mi amado ministro que te has vendido a los intereses de la política:

¿Crees que esa “leche y miel” artificial te durarán para siempre? ¡Has la prueba! Di algo en contra del ídolo de las masas y veras como pasas de ser “un siervo de Dios”, a ser un “religioso hipócrita, vividor, que se lucra de la fe y está al servicio de los mismos de siempre”. Cuando lleves la contraria verás la verdadera cara de aquél que está en el poder. Si te atreves a contradecir tendrás la suerte de Micaías cuando profetizó mal contra Acab, pues siempre los falsos profetas profetizarán el éxito y eso es lo único que los ciegos a la verdad desean oír (1 Reyes 22).

Iglesia, no le demos al César lo que sólo le pertenece a Dios (Mateo 22:21). Nuestro deber es obedecer, honrar y sostener la ley (Romanos 13:1-5), pagar nuestros impuestos (Romanos 13:6-8) y presentar “rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.” (1 Timoteo 2:1-2); pero jamás ha sido ni será nuestro deber adorar al Estado, venerar políticos o seguir a los hombres y defender a capa y espada cualquier idea absurda que brote de su cabeza. Vivimos “como ovejas en medio de lobos”, por lo tanto, debemos ser “astutos como las serpientes e inocentes como las palomas.” (Mateo 10:16) y recordemos que, cuando las leyes de los hombres atenten contra la voluntad de Dios siempre será necesario “obedecer a Dios antes que a los hombres.” (Hechos 5:29).

Hoy los cristianos salvadoreños han hallado un nuevo Mesías, uno palestino, musulmán, populista y millenial. Lo más triste que es que se niegan a ver su error. De hecho se ofenden si tan siquiera lo mencionas. Y me temo que eso mismo está pasando en otros países también, donde la política y el Evangelio se han unido en un matrimonio profano. El nombre de su ídolo cambia, el partido al que pertenece también, pero el mal es el mismo: Idolatría política. Y esta pandemia que afecta al cristianismo es peor que el COVID-19.

2 comentarios en “Idolatría política en la iglesia cristiana”

  1. Estoy sorprendido que en El Salvador exista el artículo 82 que prohiba la participación política de los líderes religiosos. Acaso los grupos religiosos son subvencionados con dinero del Estado? Son los líderes religiosos ciudadanos de segunda clase? La participación política es derecho de todos los que son afectados por la política misma. Paz!

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