En el Nuevo Testamento, se describe al Espíritu Santo como la tercera persona divina, vinculada con el Padre y el Hijo aunque diferente de ellos, así como el Padre y el Hijo son distintos el uno del otro. Él es “el Paracleto” (Juan 14:16, 25; 15:26; 16:7) —una palabra rica en significado para la que no existe una traducción adecuada, ya que puede significar alternativamente Consolador (en el sentido de Fortalecedor), Consejero, Ayudador, Sustentador, Consultor, Abogado, Aliado, Amigo Veterano —y solo una persona podría cumplir esos papeles. Para ser más precisos, Él es “otro” Paracleto (14:16), segundo en la línea (podríamos decir) del Señor Jesús, continuador del ministerio de este; y solo una persona, una como Jesús, podría hacerlo.
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¿Qué creen los pentecostales? | Las Asambleas de Dios, la Trinidad y la Unidad de la Deidad (II)
El único Dios verdadero se ha revelado como el eterno existente en sí mismo "YO SOY", el Creador del cielo y de la tierra y Redentor de la humanidad. Se ha revelado también encarnando los principios de relación y asociación como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Deuteronomio 6:4; Isaías 43:10-11; Mateo 28:19; Lucas 3:22)
Eusebio, Shem-Tov y la fórmula trinitaria de Mateo 28:19
En ausencia de mejores argumentos, algunos antitrinitarios (unitarios, Movimiento “Solo Jesús”, algunos judíos mesiánicos y otros grupos sectarios más) están recurriendo últimamente a la ridícula afirmación de que Mateo 28:19-20 no está en los textos bíblicos originales y que fue agregado por Constantino o alguien más en el siglo IV.” Estos grupos sectarios afirman erróneamente que los discípulos nunca bautizaron en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino únicamente “en el nombre de Jesús solo”. El texto en cuestión dice: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” (Mateo 28:19, NBLA). Dicho pasaje, conocido por contener lo que llamamos la Gran Comisión, es uno de los pasajes más conocidos en la Biblia. Aquellos que creemos en la Trinidad vemos allí la igualdad de Dios, la presencia de las Tres Personas de la Trinidad actuando y confirmando la autoridad bajo la cual debemos ir a anunciar las buenas nuevas a todas las naciones. Para los antitrinitarios, dicho versículo es el enemigo a vencer, el texto a refutar y, por qué no, exiliar de la Biblia.
Herejías cristológicas antiguas y modernas
Las herejías no nos deben escandalizar ni desalentarnos. Al contrario, nos invitan a afianzar y a afirmar mejor nuestra fe, para seguir dando razones de ella a quienes nos pidan. La Providencia de Dios ha sabido y sabrá siempre llevar la historia de la Iglesia a feliz término, recorriendo los senderos que a Él le parezcan más apropiados para manifestar su Sabiduría y su Misericordia con todos nosotros. Las herejías nunca podrán vencer a la Iglesia, pues el Señor Jesucristo ha prometido que Él edificaría su “iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Al mismo tiempo, la existencia de herejías en nuestra época nos hace vigilar, porque nadie está seguro de no caer. De esto mismo nos exhorta Pablo: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10: 12).