𝙋𝙤𝙧 𝙁𝙚𝙧𝙣𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙀. 𝘼𝙡𝙫𝙖𝙧𝙖𝙙𝙤
Gálatas 3:28 es uno de los versículos más controvertidos con respecto al debate sobre el rol de la mujer en la Iglesia. La razón por la que este versículo en particular recibe tanta atención se debe a que las declaraciones que realiza (o por lo menos algunas) tienen una relevancia directa en nuestros días.
Gálatas 3:28 es lo que los teólogos igualitarios llaman la “Carta Magna de la Nueva Humanidad en Cristo”, ya que implica un igualitarismo completo entre grupos étnicos, clases sociales y entre los hombres y las mujeres. Se considera un versículo claro en el que Pablo escribe sin tener en mente ningún contexto limitante. El hecho de que Pablo nos habla de nuestra unidad espiritual en Cristo necesariamente implica igualdad social y eclesiástica. En otras palabras, Pablo no parece estar aboliendo estructuras sociales y eclesiásticas, pero sí que las hace irrelevantes (lo cual, aun así, llevaría a su abolición en última instancia). En la teología igualitaria, y particularmente en el dilema de la igualdad de la mujer y su rol dentro de la iglesia, las frases “todos sois uno en Cristo Jesús” y “no hay hombre ni mujer” implican tanto una intercambiabilidad funcional como unos patrones de autoridad estrictamente igualitarios y anti-jerárquicos.

Aquellos que se oponen al ministerio pastoral femenino, o rechazan de forma general la apertura del liderazgo eclesiástico a las mujeres, se oponen a la interpretación igualitaria. Desde su perspectiva, este versículo simplemente atestigua el hecho de que tenemos unidad espiritual en Cristo, es decir, que no hay un sistema de castas en el Cristianismo—que todos pertenecemos al mismo cuerpo, el de Cristo, y que por lo tanto todos son iguales, hijos e hijas de Dios, pero sólo en el sentido que la salvación es ofrecida a todos sin distinción de raza, clase social o sexo, y nada más. Pero ¿realmente el significado de Gálatas 3:28 se limita eso? ¿O es más acertado y coherente con el resto de las Escrituras creer en la posición igualitaria?

𝐄𝐋 𝐌𝐄𝐍𝐒𝐀𝐉𝐄 𝐃𝐄 𝐆𝐀𝐋𝐀𝐓𝐀𝐒
En cuanto al libro de los Gálatas, la mayor parte de los autores—sean complementarios o igualitarios—reconocen que los dos puntos principales del libro son la justificación por la fe en Cristo aparte de las obras de la ley (soteriología) y la subsecuente vida cristiana en el Espíritu (pneumatología). El énfasis soteriológico puede verse en los primeros comentarios de Pablo en Gálatas 1:6-9 donde presenta su queja contra los gálatas por haber abandonado el evangelio de Cristo por “otro” evangelio, es decir, un evangelio falso. El énfasis pneumatológico puede verse en la transición que hace Pablo en Gálatas 5:1 donde comienza a hablar de la libertad que los cristianos tienen en el Espíritu.
En los capítulos 3-4, el argumento de Pablo se centra en tres figuras bíblicas que representan tres grandes temas teológicos: a Abraham se le conecta con la promesa, a Moisés con la ley y a Cristo con la fe. Por lo tanto, Gálatas 3:28 sólo puede interpretarse adecuadamente a la luz de estos tres grandes temas teológicos: la promesa, la ley y la fe.
En Gálatas 3:7-22 Pablo trata la dicotomía que existe entre la promesa y la ley, en la cual demuestra que la promesa que Dios dio a Abraham no se cumplió al darle la ley por medio de Moisés. Pablo da dos razones para esto: la primera, que la ley coloca al hombre bajo una maldición mientras que a Abraham se le dio una promesa, la cual resultaría en bendición (3:10-14); la segunda, que la ley vino 430 años después de la promesa, y que por lo tanto no puede añadirse a la promesa original que Dios le había dado a Abraham (3:15-19). En lugar de eso, Pablo explica que la ley había sido entregada con el fin de demostrar la extensión del pecado de los hombres, y para prepararlos para que recibieran a Cristo por la fe (3:19-26). Luego, en los versículos 27-29 Pablo llega al clímax de su argumento al establecer que, dado que la ley había sido abolida con la venida de Cristo, la promesa de Abraham se cumple ahora en Cristo por medio de la fe, y por lo tanto todo el que cree como Abraham es coheredero junto con él. Mientras que la ley dividía al mundo, la fe en Cristo nos une tanto a Cristo como entre nosotros. Este es el contexto en el que el versículo 28 se debe interpretar: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús”

A lo largo del capítulo 3 Pablo ha estado demostrando que la promesa dada a Abraham era para “todas las naciones” que creyeran. La ley, la cual divide a la humanidad entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, no puede cumplir la promesa dada a Abraham, sino que sirve otro propósito. Por lo tanto, en el 3:26-28 Pablo enfatiza el punto de que con la llegada de Cristo la promesa de a Abraham se cumple y que por lo tanto todos pueden creer y tener la misma filiación en Cristo: v. 26: “pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús”; v. 27: “porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo”; v. 28: “todos sois uno en Cristo Jesús” (LBLA).
Mientras que el énfasis principal recaería en nuestra unidad espiritual en Cristo, el énfasis secundario recae en las implicaciones sociales y eclesiásticas que se derivarían de nuestra unidad espiritual. Dado que la antítesis entre los judíos y los gentiles había sido desecha casi inmediatamente en la Iglesia, y que la antítesis entre los esclavos y quienes eran libres se había desecho poco a poco a lo largo de la historia de la Iglesia, la antítesis hombre-mujer también está destinada a llegar a su fin bajo el Nuevo Pacto y en la Nueva Humanidad que Dios está formando en Cristo.

En Gálatas 3:28 Pablo iguala el estatus de los hombres y las mujeres en Cristo de la misma forma en que iguala el estatus de los judíos y de los gentiles, o de los esclavos y quienes eran libres. Si en la vida diaria la nueva vida en Cristo se manifiesta abiertamente en la comunión de la iglesia, entonces, si un gentil es capaz de ejercer libremente el liderazgo espiritual en la iglesia como un judío, o un esclavo tan libremente como un ciudadano libre, ¿por qué no una mujer tanto como un hombre? ¿por qué deberíamos volver a dividir la iglesia en creyentes de primera o segunda categoría? Si Cristo murió por todos y nos salvó a todos por igual ¿por qué decir que un grupo tiene más trascendencia y privilegios que otro grupo? El sacerdocio del creyente es universal (Apocalipsis 1:6, 5:10) ¿O es que las mujeres solo poseen “medio sacerdocio» o son “medio cristianas” y, por lo tanto, solo el hombre tiene derecho a ejercer plenamente la autoridad dada por Dios a los creyentes? Si este fuera el caso, entonces la libertad en Cristo y la salvación sería parcial, no total, pues sólo se aplicaría a plenitud a los hombres. La expiación, en resumen, no valdría lo mismo para todos.
Yendo un poco más lejos, si las mujeres todavía están sujetas a las limitaciones con base en su sexo, y no pueden practicar un cristianismo pleno ni servir en todas las esferas en que un varón puede hacerlo, entonces esto significaría también que la Biblia legitima la esclavitud y el racismo, pues las 3 cosas son citadas por Pablo como barreras que Cristo ha derribado con su muerte. Es ahí donde no me extraña que los mismos grupos que hoy insisten en restringir el ministerio femenino sean los mismos que en otro tiempo defendieron el esclavismo y aún sostienen también la xenofobia, el racismo y el nacionalismo cristiano. Su interpretación defectuosa los obliga a hacerlo.

𝐓𝐎𝐃𝐎 𝐕𝐔𝐄𝐋𝐕𝐄 𝐀 𝐒𝐄𝐑 𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐈𝐏𝐈𝐎
En segundo lugar, y más profundo, el mensaje de Gálatas 3 también implica que los cristianos buscan acabar con las distinciones raciales (entre judíos y gentiles), de clase (entre esclavos y libres) y de género (entre hombre y mujer) porque no forman parte del diseño original de Dios en la Creación. Dicho de otra manera, la salvación en Cristo redime el orden original en la Creación. En otras palabras, Gálatas 3:28 se fortalece y obtiene su significado real a través de Génesis 1-2. La redención en Cristo deshace el pecado introducido en Génesis 3 para que los cristianos puedan vivir como en Génesis 1-2 de nuevo. Esto es precisamente por lo que las antítesis judío-griego, esclavo-libre, hombre-mujer, deben ser eliminadas en Cristo, porque son ajenas al marco original de Dios en el orden creativo.
El texto bíblico dice: “Y creó Dios al ser humano a su imagen (…) varón y hembra los creó.” (Gén. 1.27). No hay pues, diferencia entre el varón y la mujer; ambos fueron hechos a la imagen de Dios. Más todavía, el ser humano completo es hombre-mujer. La interpretación igualitaria de Gálatas 3:28 halla su razón de ser en verdades bíblicas como:
(1) La Biblia enseña que tanto el hombre como la mujer fueron creados a la imagen de Dios, tuvieron una relación directa con Dios, compartieron conjuntamente las responsabilidades de engendrar y criar a los hijos, y de tener dominio sobre el orden creado (Génesis 1:26-28).

(2) La Biblia enseña que mujer y el hombre fueron creados para una comunidad plena y de igualdad. La palabra “ayuda” (ezer), usada para designar a la mujer en Génesis 2:18 se refiere a Dios en la mayoría de los casos en que se usa en el Antiguo Testamento (1 Samuel 7:12; Salmo 121:1-2). Por lo tanto, la palabra no tiene ninguna implicación de subordinación o inferioridad de la mujer.
(3 La Biblia enseña que la formación de la mujer tomada del hombre demuestra unidad e igualdad fundamental de los seres humanos (Génesis 2:21-23). En Génesis 2:18, 20 la palabra “idónea” (kenegdo) denota igualdad y adecuación mutua.
(4) La Biblia enseña que el hombre y la mujer fueron coparticipantes en la Caída; Adán no fue menos culpable que Eva (Génesis 3:6; Romanos 5: 12-21; 1 Corintios 15:21-22). La Biblia es clara al afirmar que el señorío de Adán sobre Eva resultó de la Caída y por eso no fue parte del orden original de la Creación. Génesis 3:16 es una predicción de las consecuencias de la Caída más bien que una prescripción del orden ideal de Dios. Gálatas 3:28 nos propone una vuelta al modelo original de Génesis con base en la obra consumada de Cristo, la cual anula los efectos condenatorios del pecado y rompe toda maldición.

La Biblia enseña que Jesucristo vino a redimir a las mujeres tanto como a los hombres. Por la fe en Cristo, todos nosotros llegamos a ser hijos de Dios, uno en Cristo y herederos de las bendiciones de salvación, sin referencia a distintivos raciales, sociales o sexuales (Juan 1: 12-13; Romanos 8:14-17, 2 Corintios 5:17; Gálatas 3:26-28). La Biblia enseña que, bajo el Nuevo Pacto, tanto mujeres como hombres ejercitan las funciones proféticas, sacerdotales y reales (Hechos 2:17-18, 21:9; 1 Corintios 11:5; 1 Pedro 2:9-10; Apocalipsis 1:6, 5:10). En última instancia, si Dios el Espíritu Santo considera dignas a las mujeres de ser su morada y otorgarles dones espirituales (Joel 2:29; Hechos 2:18) y este privilegio es el más grande y dignificante que un ser humano puede recibir (incluso mayor que el ministerio pastoral o cualquier otra posición de liderazgo), entonces ¿por qué algunos insisten en degradar (excluyéndolas del liderazgo eclesiástico), calificando de inmundo (a veces por su flujo menstrual o por su condición de madre) o común (por el hecho de ser “ simples y mujeres”) lo que Dios ha limpiado?
La Biblia, simplemente, no apoya la exclusión de la mujer…

Si Dios no hace acepción de personas, el ser humano tampoco debe hacerlo.
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Amén
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