La creciente aceptación pública del pluralismo religioso merece ser confrontada debido a su efecto nocivo en la cultura Occidental. En el mundo de la postverdad la salvación está disponible para todos los hombres y mujeres en todas las religiones, y esto suena bien, suena tolerante, inclusivo, placentero y, sobre todo, políticamente correcto. Pero hay un problema con dicha afirmación: Es totalmente falsa. Por otro lado, declarar que solamente una fe tiene el único camino a la salvación suena inaceptable, ofensivo, retrógrada e intolerante para la mentalidad liberal postmoderna de hoy. Sin embargo, esa es la cruda verdad.
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¿Es correcto evangelizar a quienes ya tienen religión?
¿Dónde estaría el mundo hoy si los primeros cristianos hubieran pensado como nosotros? ¿Dónde estaría la iglesia hoy si los primeros cristianos hubiesen creído que era incorrecto y ofensivo predicarle a los paganos el mensaje del Evangelio? Al fin de cuentas, ellos ya tenían una religión. Mas una cosa es cierta: Los samaritanos, los judíos, los griegos y romanos, así como todos aquellos pueblos y grupos étnicos a quienes llegó el mensaje de salvación y lo creyeron, y quizá hasta el mismo Pablo, ¡Hoy estarían en el infierno si los primeros cristianos hubieran puesto excusas para presentarles el mensaje! Felipe hubiera podido pensar que las diferencias religiosas, sumadas a una enemistad de cientos de años con los samaritanos, era irresoluble, y seguir de largo. Ananías hubiera podido pensar que Saulo de Tarso, el fariseo de fariseos, jamás sería capaz de abrazar el cristianismo. Pero lo cierto es que el pesimismo y las excusas no cabe cuando somos saturados del evangelio. Lucas nos demuestra que, bajo el poder del evangelio, pueblos desunidos por siglos son unidos en Cristo; hombres religiosos sin entendimiento, pueden entender el evangelio si se les predica las buenas nuevas; que aun el mayor enemigo de la fe, el hombre que podría situarse más lejos del Señor que cualquier otro, puede ser abrazado como un hermano cuando el Señor Jesucristo, a través de la Palabra predicada y por el poder del Espíritu Santo, transforma su corazón. Así que, ¿Cuál es tu excusa ahora?