El Nuevo Testamento muestra creyentes oprimidos (2 Corintios 12:7; Efesios 6:12), pero nunca poseídos. La armadura de Dios (Efesios 6:10-18) es para resistir, no para expulsar demonios del interior. Casos como el de Saúl (1 Samuel 16:14) o Judas (Juan 13:27) corresponden a individuos en estado de apostasía personal total, no de creyentes en estado de gracia. Esto nos obliga a concluir, bíblicamente, que el creyente regenerado, sellado por el Espíritu Santo y unido a Cristo, no puede ser poseído por demonios. Esta verdad no minimiza la realidad de la guerra espiritual, pero afirma la soberanía de Dios sobre su pueblo. La Escritura nos ofrece la plena certeza de que, unidos a Él, estamos seguros: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
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Desenmascarando lo invisible: El don de discernimiento de espíritus y su importancia en la iglesia de hoy
Cuando hablamos del don de discernimiento de espíritus, nos encontramos con una de las manifestaciones más esenciales para la vida espiritual y la práctica cristiana. Este don, según lo mencionado en 1 Corintios 12:10, es parte de los dones espirituales que el apóstol Pablo describe como otorgados por el Espíritu Santo para la edificación de la Iglesia. Es indispensable para mantener la pureza doctrinal, identificar la obra del Espíritu Santo y proteger a la iglesia de influencias espirituales que no provienen de Dios. En nuestro contexto pentecostal, donde damos gran importancia a la obra dinámica del Espíritu, el discernimiento se vuelve aún más relevante.
Lógos Sophías: El don de palabra de sabiduría y su uso en el ministerio
En medio de dones más visibles, como la profecía o la sanidad, el don de palabra de sabiduría tiende a quedar relegado, casi inadvertido. Pero si nos detenemos a examinar su impacto, nos damos cuenta de que este don es fundamental para la edificación de la iglesia, ya que permite la aplicación práctica de los principios divinos en situaciones complejas, discernir la voluntad de Dios y tomar decisiones que no solo afectan a nuestras vidas personales, sino también a otros miembros del cuerpo de Cristo.
El don de palabra de ciencia: Discernimiento divino para una iglesia en movimiento
Cuando escuchamos la palabra "pentecostal", es normal que lo primero que venga a la mente sea el don de lenguas. Es algo que ha marcado nuestra identidad y experiencia como movimiento. Sin embargo, aunque hablar en lenguas ha sido una de las expresiones más visibles de nuestra espiritualidad, no es el único don que valoramos ni el único que el Espíritu Santo nos otorga. Los pentecostales también destacamos otros dones que son igual de importantes para la vida de la iglesia y para el ministerio, y uno de ellos es el don de palabra de ciencia. A través de la palabra de ciencia, el Espíritu nos revela conocimientos que no podríamos obtener por nuestros propios medios. Esto nos ayuda a tomar decisiones, a ministrar a otros y a entender situaciones de una manera que trasciende lo que es visible a simple vista.
El don de discernimiento de espíritus
Las Escrituras hablan del “discernimiento de espíritus” como un don del Espíritu (1 Corintios 12:10). La palabra discernir significa mirar más allá de lo exterior hacia lo interno, ver a través de; es emitir un juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas. Este precioso don espiritual implica la facultad de comprender o saber algo por el poder del Espíritu y comprende la habilidad de percibir el verdadero carácter de las personas y el origen y significado de las manifestaciones espirituales (sea que provengan del espíritu del hombre, del Espíritu de Dios, o los espíritus malignos), lo cual lo convierte en uno de los dones más necesarios para la iglesia de hoy, plagada de falsos profetas, falsos maestros y señales y prodigios mentirosos (Judas 1:3-16; 2 Pedro 2; 1 Juan 4:1-6; etc.)
Charismata | Dones carismáticos de palabra
Los dones de palabra pueden y deben ser ejercidos en ambientes tanto privados como públicos, siempre tomando en cuenta la decencia y el orden, así como la sujeción a la Palabra y a las autoridades delegadas. Animemos a las personas en el uso de esos dones, y pastoreemos a las personas que los tienen con el tacto de un buen pastor. Las palabras de sabiduría y de ciencia, el don de lenguas e interpretación, la profecía y el discernimiento de espíritus edificarán a la congregación con una fe y un testimonio cada vez mayores.