Por Fernando E. Alvarado
“Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según Su voluntad.”
1 Corintios 12:8-12, Nueva Biblia de las Américas

Las Escrituras hablan del “discernimiento de espíritus” como un don del Espíritu (1 Corintios 12:10). La palabra discernir significa mirar más allá de lo exterior hacia lo interno, ver a través de; es emitir un juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas. Este precioso don espiritual implica la facultad de comprender o saber algo por el poder del Espíritu y comprende la habilidad de percibir el verdadero carácter de las personas y el origen y significado de las manifestaciones espirituales (sea que provengan del espíritu del hombre, del Espíritu de Dios, o los espíritus malignos), lo cual lo convierte en uno de los dones más necesarios para la iglesia de hoy, plagada de falsos profetas, falsos maestros y señales y prodigios mentirosos (Judas 1:3-16; 2 Pedro 2; 1 Juan 4:1-6; etc.)
El propósito principal del don de discernimiento de espíritus consiste en la protección del cuerpo de Cristo. Este don protege al cuerpo de los espíritus malignos que tratan de estorbar el evangelio. También protege al cuerpo contra los espíritus de error que a menudo lo lastiman y dividen. Además, el don protege a la iglesia contra las falsas enseñanzas. Gracias a esta protección sobrenatural es posible la edificación del cuerpo de Cristo, el propósito mismo de los dones espirituales.

DE LA NEGACIÓN A LA OBSESIÓN CON EL MUNDO ESPIRITUAL
La Biblia es clara y nos habla de una realidad espiritual, en Efesios 6:12 se nos habla de la existencia de “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Hay un ámbito espiritual, y negar su existencia en nombre de la racionalidad o por encajar con otros grupos cristianos que rechazan todo forma de misticismo cristiano, es lo peor que podemos hacer como pentecostales. Tristemente. muchas veces como cristianos hemos caído en uno de los siguientes errores:
(1) Ignoramos esta realidad espiritual, vivimos ignorando a propósito que tenemos un enemigo tratando de matar, robar y destruir. Vivimos en negación de que hay cosas obrando en el mundo espiritual.
(2) Atribuimos todo lo malo a una raíz espiritual, le damos demasiado crédito y autoridad al enemigo en nuestra vida, vivimos atemorizados del mundo espiritual.
Ninguno de dichos extremos es saludable. Necesitamos tener el discernimiento espiritual para entender y percibir en el Espíritu de dónde proviene algo. ¿Por qué? Porque el espíritu operando en una situación, en un mensaje o en una invitación puede ser demoniaco o angelical, pero también puede ser humano o del Espíritu Santo. Ha habido movimientos “espirituales” que han estado guiados por emociones humanas, y no por el Espíritu Santo ¡Incluso en nuestras iglesias pentecostales! Y esto está pasando no sólo por la escasa preparación teológica de muchos pastores y maestros en nuestras congregaciones, sino también por la ausencia del don de discernimiento. Muchas manifestaciones espirituales fraudulentas bien pudieran ser reprendidas y corregidos si poseyéramos este don con más frecuencia en nuestras congregaciones.
Igual o peor daño ocurre en aquellas congregaciones que rechazan el ejercicio de los dones espirituales (generalmente iglesias históricas o de tradición reformada y cesacionista), pues el hecho de desconectarse de la influencia carismática del Espíritu Santo y afirmar que el mundo espiritual “es cosa de místicos y locos pentecostales” no hace que dicha realidad desaparezca. De hecho, es sumamente peligroso, pues Satanás gana tanto cuando falsifica la obra del Espíritu Santo y engaña a los incautos, como cuando los hace creer que él no existe o que está atado e impotente en algún rincón del más profundo infierno. Esto último es como enviar a alguien a la guerra a combatir sin armas a un enemigo cuyas estrategias y métodos desconoce por completo.

UNA MIRADA AL MUNDO ESPIRITUAL
El discernimiento de espíritus brinda al creyente que lo posee una visión dentro del mundo espiritual. Contrario a lo que muchos piensan, este don no es discernimiento de demonios, ni discernimiento de espíritus malos únicamente, por lo que afirmar que el don de discernimiento de espíritus sólo discierne demonios es un error. Es más bien una visión sobrenatural dentro de la realidad de los espíritus. Por tanto, el don de discernimiento de espíritus es la habilidad especial dada por el Espíritu Santo para ver más allá de lo que ve el hombre cuando se manifiesta un espíritu. Es la habilidad de saber por cuál espíritu el hombre está hablando o actuando.
El discernimiento de espíritus era común en la iglesia primitiva. El apóstol Pedro, por el Espíritu Santo, discernió un espíritu erróneo en Ananías y Safira. Discernió que estaban mintiendo al Espíritu Santo (Hechos 5:3). De nuevo, Pedro, por el Espíritu, discernió un espíritu de error en Simón el mago (Hechos 8:23). En ambos casos, el don de discernimiento de espíritus se combina a la perfección con el don de palabra de conocimiento, pues los dones fluyen simultáneamente y se complementen cuando es necesario, ya que todos proceden del mismo Espíritu Santo.
En Hechos 16:17-18 Pablo ejemplifica esta función sobrenatural del don de discernimiento de espíritus: “Mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual daba grandes ganancias a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes les proclaman el camino de salvación». Esto lo hacía por muchos días; pero desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella!». Y el espíritu salió en aquel mismo momento.” (Hechos 16:17-18, NBLA).
Nótese que Pablo, por el don de discernimiento de espíritus, discernió un espíritu maligno en una niña esclava. Un creyente ordinario, por su habilidad natural de conocimiento, hubiera pensado que la niña era sierva de Dios. Nótese lo que ella dijo: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (Hechos 16:17). Era verdad, y fue muy bien expresada, pero Pablo sabía por el Espíritu Santo que un espíritu maligno era el que hablaba. El Espíritu Santo le había hablado al espíritu de Pablo. Por ello Pablo lo sabía. Entonces Pablo le dijo: “Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella” (Hechos 16:18). Y agrega el escritor: “Y salió en aquella misma hora.”
Hemos de observar que Pablo no sólo discernió el espíritu maligno, sino que también lo echó fuera. El poder sobrenatural dado al creyente por el Espíritu Santo, le dio también la habilidad de echar fuera espíritus malignos de la misma manera. Los incrédulos, por otro lado, no tienen este poder (Hechos 19:11-17).

EL EJEMPLO DE CRISTO
Nuestro Señor Jesucristo ejerció en numerosas ocasiones el don de discernimiento de espíritus durante su ministerio terrenal, pudiendo discernir tanto los espíritus buenos como los malignos. Así, por ejemplo, pudo discernir el buen espíritu de Natanael. Antes de conocerlo, ya sabía qué clase de espíritu tenía. Mientras Felipe conducía a Natanael hacia el Señor, Él dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47). El discernió también el espíritu erróneo de Jacobo y Juan. Ellos querían que descendiera fuego del cielo para destruir a quienes no habían recibido a Cristo. Él les dijo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (Lucas 9:55).
Jesús a menudo discernió también espíritus malignos. En cierta ocasión el Señor vio a una mujer que ya tenía dieciocho años de andar encorvada. El reconoció que un espíritu maligno le había causado esa enfermedad. Este espíritu no habló. Sólo hizo que la mujer se encorvara. El Señor le dijo: “Mujer, eres libre de tu enfermedad” (Lucas 13:12). En ese momento quedó sana. No necesitaba simplemente sanidad, sino ser libre de un espíritu maligno. Y Jesús supo esto al ejercer este precioso don del discernimiento de espíritus, lo cual nos enseña que el don de discernimiento de espíritus puede ser muy útil incluso para ministrar a las personas con dolencias o debilidades.

UNA SALVAGUARDA CONTRA EL ERROR
Una de las tareas de los espíritus malignos consiste en tratar de que los creyentes acepten falsas enseñanzas. El don de discernimiento de espíritus capacita al creyente para reconocer la enseñanza del Espíritu Santo y la de los espíritus malignos:
“Les he escrito estas cosas respecto a los que están tratando de engañarlos. En cuanto a ustedes, la unción que recibieron de Él permanece en ustedes, y no tienen necesidad de que nadie les enseñe. Pero, así como Su unción les enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como les ha enseñado, ustedes permanecen en Él.” (1 Juan 2:26-27, NBLA).
Debemos aprender a escuchar cuidadosamente al Espíritu Santo. Un firme conocimiento de las Escrituras, acompañado de este precioso don espiritual, nos hará saber cuáles maestros tratan de darnos falsas enseñanzas. Este don es sumamente necesario, principalmente porque Satanás es un gran falsificador. Es decir, trata de imitar lo que hace el Espíritu Santo. También trata de engañar a la gente cuando se manifiesta, haciéndoles creer que es el Espíritu Santo. Este es un gran problema, ya que hasta los creyentes pueden ser engañados.
Pero también el hombre puede manifestar sólo aquello que proviene de su mismo espíritu. Puede dar la impresión de que su mensaje proviene del Espíritu Santo. Este también es otro gran problema del cuerpo, ya que el espíritu y el alma humanas pueden (y a menudo lo hacen) fingir algunas expresiones o manifestaciones del Espíritu, lo cual puede resultar peligroso. ¿Cómo sabremos entonces cuando una manifestación proviene de Dios y cuando es producida por el espíritu humano o por los demonios?
Cristo, la Cabeza del cuerpo, ha hecho provisiones para suplir cada necesidad del mismo. En la misma se incluye protección del cuerpo contra espíritus malignos, contra hombres que le permiten a su propio espíritu lastimar el cuerpo, y discernimiento de espíritus para proteger a los creyentes que verdaderamente son usados por el Espíritu Santo.

HOY, MAS QUE NUNCA, NECESITAMOS EL DON DE DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS
No todas las mentiras y fraudes espirituales son tan obvios, Hay ocasiones en las que son sutiles, y están disfrazados de verdad. De hecho, Satanás es experto en usar las Escrituras y endulzarlas con interpretaciones erróneas y revelaciones que suenan a ortodoxia, pero que no producen de Dios y sutilmente nos llevarán por camino de muerte (Proverbio 14:1). El apóstol Pablo nos advierte:
“Y no es de extrañar, pues aún Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia, cuyo fin será conforme a sus obras.” (2 Corintios 11:14-15, NBLA)
“El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios.” (1 Timoteo 4:1, NBLA)
Y no solo Pablo, sin toda la Biblia nos advierte de tener cuidado con los falsos profetas y maestros (2 Pedro 2), nos advierte de falsos apóstoles (2 Corintios 11), nos habla de que hay “trigo y cizaña” (Mateo 13:24-30), y nos dice que hay “lobos con piel de oveja” (Mateo 7:15). Esto es así porque el diablo está determinado a hacernos caer con sus mentiras disfrazadas de verdad.
Si la Palabra de Dios nos invita a no dejarnos engañar con mentiras que suenan espirituales o ciertas, como creyentes tenemos una responsabilidad de estudiar más la Palabra, y buscar, a través de ella, tener discernimiento en nuestra vida diaria. Habrá mentiras que podrán fácilmente ser percibidas si conocemos la sana doctrina y consagramos nuestras vidas al estudio de la Palabra (1 Corintios 12:3; 1 Juan 4:3-7). Si conocemos bien las Escrituras no nos dejaremos llevar por la influencia de alguien, ni por nuestras emociones. Aplicar el principio de la sola escritura será nuestra salvaguarda.
Pero, aunque conozcamos perfectamente la Palabra seguiremos siendo seres falibles y expuestos al error. Ningún erudito antes ha sido infalible y no lo seremos nosotros tampoco. Esto no implica negar la suficiencia de las Escrituras, sino reafirmar nuestra propia insuficiencia y falibilidad. En esos casos particulares en los cuales las manifestaciones espirituales no enseñen falsa doctrina, pero buscan desviar, dividir o confundir a la iglesia o a individuos sobre un curso determinado a seguir, o cuando alguna manifestación espiritual nos genere duda sobre su procedencia, el único que podrá guiarnos es el Espíritu Santo. El apóstol Juan nos lo advirtió ya:
“Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (1 Juan 4:1 NBLA)
La prueba de los espíritus se logrará no solo a través de una mente inmersa en las Escrituras, sino también gracias al don de discernimiento de espíritus y su interacción con otros dones carismáticos. Oro que podamos tener el discernimiento necesario para desenmascarar cualquier mentira del enemigo en nuestra vida, para que podamos seguir la sana doctrina, y que podamos poner a prueba todo mensaje que escuchamos, a la luz de la Palabra y con el Espíritu Santo.
