Por Fernando E. Alvarado
La profecía de las «setenta semanas» o «setenta sietes», es una de las profecías mesiánicas más importantes y detalladas del Antiguo Testamento. De hecho, es considerada por muchos cristianos modernos como la clave para entender la profecía bíblica. Sin embargo, también es una de las profecías más malinterpretadas de la historia.

La Profecía de las Setenta Semanas en el capítulo 9 del libro de Daniel nos presenta a un Daniel anciano, reflexionando sobre el significado de la predicción de Jeremías de que Jerusalén permanecería desolada durante setenta años. Daniel lee en el libro de Jeremías que la desolación de Jerusalén durará setenta años:
«En el año primero de Darío, hijo de Asuero, descendiente de los medos, que fue constituido rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo, Daniel, pude entender en los libros el número de los años en que, por palabra del Señor que fue revelada al profeta Jeremías, debían cumplirse las desolaciones de Jerusalén: setenta años.» (Daniel 9:1-2)

Entonces ora para que Dios actúe:
«Volví mi rostro a Dios el Señor para buscarle en oración y súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré al Señor mi Dios e hice confesión y dije… Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus súplicas, y haz resplandecer tu rostro sobre tu santuario desolado, por amor de ti mismo, oh Señor. Inclina tu oído, Dios mío, y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre; pues no es por nuestros propios méritos que presentamos nuestras súplicas delante de ti, sino por tu gran compasión. ¡Oh Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa! ¡No tardes, por amor de ti mismo, Dios mío! Porque tu nombre se invoca sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.» (Daniel 9:3-4; 17-19, LBLA)

El ángel Gabriel desciende y le explica a Daniel que la profecía de Jeremías no es solamente de setenta años, sino aun hasta setenta sietes («semanas») de años (490 años). Así pues, los 70 años deben adaptarse también en el sentido de setenta semanas (literalmente «sietes») de años, para «poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado, para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y la profecía, y para ungir el lugar santísimo» (Daniel 9:24, LBLA). Siete sietes (49 años) pasarán «desde la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe»; después de sesenta y dos sietes (434 años) «el Mesías será muerto» (Daniel 9:26) y en la final siete (semana), un futuro gobernante traerá la guerra y la desolación. En la última mitad de la «semana» se pondrá fin a los sacrificios y ofrendas, una abominación que causa desolación se establecerá «hasta que una destrucción completa, la que está decretada, sea derramada sobre el desolador» (Daniel 9:27).

LO QUE ENSEÑA EL PREMILENARISMO DISPENSACIONAL
La interpretación dispensacional (muy popular en algunos círculos evangélicos) inicia los 490 años con el permiso de Artajerjes I Longímano dio a Nehemías (Nehemías 2:5-8). Esto está fechado por la mayoría de los dispensacionalistas en 445 a. C. (por ejemplo, Sir Robert Anderson), pero por algunos en 444 a. C. El «Mesías», al final de las 7 + 62 semanas es Jesucristo, sino porque las 7 + 62= 69 semanas = 483 años desde 445/4 a. C. se extendería hasta aproximadamente 40 d. C., mucho más allá de la vida de Cristo: los 483 años se reducen a 476 años por la interpretación de estos 490 años como «años proféticos», cada uno consistente en sólo 360 días literales. En consecuencia, los 483 años terminan con la crucifixión en 33 o 32 d. C.

En el dispensacionalismo, sin embargo, la semana 70 se separa de la semana 69 por una enorme brecha de más de diecinueve siglos. ¿Por qué se hace esto? Porque en el dispensacionalismo se cree que la «era de la iglesia» es una brecha o paréntesis durante el cual el reloj profético ha dejado de avanzar. Para los dispensacionalistas la semana 70 no se reinicia sino hasta el final de la era de la iglesia, cuando esta será «raptada» de la Tierra. Durante la semana 70 el Anticristo (para algunos un tirano del Imperio Romano restaurado que se opondrá a Dios) oprimirá los a los judíos y llevará al mundo, durante la segunda mitad de la semana septuagésima retrasada, a una tribulación de 3½ años.

Cabe destacar que esta interpretación dispensacional del esquema cronológico de Daniel 9:24-27 no tiene justificación alguna en el texto. Dicho paréntesis de más de dos mil años es un «salto en el tiempo» injustificado, y solo necesario si el único propósito es mantener en pie el dispensacionalismo. No obstante, y a pesar de sus inconsistencias, el sistema dispensacionalista es ampliamente aceptado hoy en día, sobre todo en denominaciones con raíces profundamente dispensacionalistas como los pentecostales, los bautistas y grupos evangélicos independientes, en las cuales «dispensacionalismo», «Evangelio» y «sana doctrina» son erróneamente considerados la misma cosa. Entre sus proponentes más importantes podemos mencionar a figuras como J. A. Seiss; Sir Robert Anderson; Cyrus Scofield, L. S. Chafer; A. J. McClain, H. A. Ironside y Tim LaHaye.
El dispensacionalismo sin embargo, es una escuela de interpretación novedosa y reciente, surgida apenas en el siglo XIX y desarrollada de forma más amplia en el siglo XX. Es un sistema teológico de numerosos rostros e interpretaciones. Sus desaciertos, su hermenéutica defectuosa y sus predicciones erróneas, así como su propensión a la fantasía y la especulación profética y al alarmismo escatológico, le han valido la desconfianza de muchos académicos de renombre.

LO QUE ENSEÑA EL PREMILENARISMO HISTÓRICO
En el premilenarismo histórico se equipara el comienzo de los 490 años y «la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén» (Daniel 9:25) con el decreto de Artajerjes I en 457 a. C. (Esdras 7:15-26). La aparición del «Mesías Príncipe» al final de las 69 semanas (483 años) mencionada en Daniel 9:25 se equipara con el bautismo de Jesús en el año 27 d. C., en el decimoquinto año de Tiberio César, y el «corte» del «ungido» (Daniel 9:26) se refiere a la crucifixión 3½ años después del final de los 483 años, provocando «la expiación por la iniquidad» y «la justicia eterna». Jesús «confirma» el «pacto» (Daniel 9:27) entre Dios y la humanidad por su muerte en la cruz en la primavera del año 31 d. C., «a mitad de» los últimos siete años. En el momento de su muerte la cortina entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo en el Templo se rasgó de arriba a abajo, lo que marcó el final del sistema de sacrificios del Templo. La última semana termina 3½ años después de la crucifixión (es decir, en el 34 o 35 d. C.) cuando el evangelio fue redirigido de los judíos a todos los pueblos, con el apoderamiento de Esteban, la conversión de Saulo de Tarso al cristianismo y la visión de los animales inmundos de Pedro y el bautismo de los creyentes no judíos en la casa de Cornelio.

A juicio del premilenialismo histórico, el discurso del Monte de los Olivos (Mateo 24, Marcos 13, Lucas 21) es una expansión de la profecía de las «setenta semanas» de Daniel. En la interpretación histórico-mesiánica propuesta por el premilenarismo histórico, «el pueblo de un príncipe que ha de venir» y que «destruirá la ciudad y el santuario» (Daniel 9:25) es la profecía de la «desolación» de Jerusalén y el templo en el año 70 (Mateo 24:1-22; Lucas 21:20-24). Las palabras de Gabriel: «setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo para terminar la prevaricación» (Daniel 9:24) son comparables con las palabras de Jesús: «¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!» (Mateo 23:32), interpretando estas narrativas como refiriéndose al rechazo y la crucifixión de Cristo.

Así pues, en el premilenarismo histórico, la semana setenta no se refiere en manera alguna a la Gran Tribulación venidera. Es más bien profecía cumplida. Esta interpretación de la profecía de las setenta semanas fue sostenida por diversos Padres de la Iglesia y cristianos de renombre como Tertuliano, Clemente de Alejandría, Hipólito, Sexto Julio Africano, Eusebio de Cesarea, Atanasio, Cirilo de Jerusalén, Polychronis, Jerónimo de Estridón y Teodoreto, entre otros.

PUNTO DE QUIEBRE O RUPTURA ENTRE AMBOS SISTEMAS
El premilenialismo histórico fue creído y defendido por la gran mayoría de los cristianos durante los tres primeros siglos de la era cristiana. Aunque muchos hoy en día reniegan de la doctrina quiliasta (creencia en un reino literal de mil años sobre la tierra), muchos de los padres de la iglesia como Ireneo, Papías, Justino Mártir, Tertuliano, Hipólito y otros, enseñaron que habrá un reino de Dios visible sobre la tierra después del retorno de Cristo. Estos Padres de la Iglesia enseñaron que, al final de los tiempos, tendrá lugar una apostasía universal y el anticristo aparecerá en la tierra, dando inicio a la Gran Tribulación (los 1260 días mencionados en Apocalipsis 12:6 y 12:13-14). La iglesia pasará por la Gran Tribulación y, al final de la misma, los muertos en Cristo resucitarán, el arrebatamiento de los fieles para recibir al Señor en las nubes tendrá lugar (postribulacionismo). Será entonces cuando Jesús y su iglesia descenderán inmediatamente a la tierra para gobernar durante mil años literales. Satanás será atado durante este período de mil años. Al concluir los mil años, el diablo será suelto y, luego de un breve período de rebeldía, la tierra será quemada y los rebeldes destruidos. Tendrá lugar la segunda resurrección y, luego del juicio final, los fieles pasarán la eternidad en la Nueva Jerusalén, heredando los cielos nuevos y la tierra nueva. Esta fue la fe de los primeros cristianos. Y aunque el surgimiento del amilenarismo con Agustín de Hipona eclipsó temporalmente la fe original, esta nunca desapareció.

Afortunadamente, el premilenarismo histórico no murió con la Iglesia Primitiva. La fe primigenia de los primeros cristianos aún sobrevive en nuestra época. Uno de los premilenialistas históricos más influyentes de la edad moderna fue George Eldon Ladd, un erudito evangélico y profesor de exégesis y teología del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Fuller. Fue a través del trabajo de Ladd que el premilenialismo histórico ganó un respeto académico y la popularidad entre los evangélicos y teólogos reformados del siglo XX. Entre otros premilenialistas históricos conocidos, están: Walter Martin; John Warwick Montgomery; J. Barton Payne; Henry Alford, un destacado erudito griego; y Theodor Zahn, un erudito alemán del Nuevo Testamento.

Debido a su énfasis postribulacional, el premilenarismo histórico se mantiene distante de su hermano menor, el premilenarismo dispensacional, el cual enseña un rapto secreto pretribulacional o una segunda venida de Cristo en dos fases. El premilenarismo histórico, en cambio, concibe la segunda venida de Cristo y el arrebatamiento como un solo y único evento postribulacional de una sola fase. Sin embargo, este no es el único punto de quiebre entre ambos sistemas:
• El premilenialismo histórico enseña que la iglesia estaba en la anticipación de la profecía del Antiguo Testamento, mientras que el dispensacionalismo enseña que la iglesia casi no es mencionada (si acaso lo es) por los profetas del Antiguo Testamento.

• El premilenialismo histórico enseña que la época actual de la gracia se predijo en el Antiguo Testamento. El dispensacionalismo sostiene que la época actual fue inesperada en el Antiguo Testamento y, por lo tanto, es un «gran paréntesis» que se introdujo en la historia porque los judíos rechazaron el reino.
• El premilenialismo histórico enseña acerca de un milenio después de la segunda venida de Cristo, pero no está muy preocupado con la clasificación de otras épocas de la historia. El dispensacionalismo, por otro lado, enseña siete divisiones del tiempo. Para los dispensacionalistas la época actual es la sexta de las dispensaciones; la última de ellas será la época del milenio después de la segunda venida.

• Aunque el premilenarismo histórico concibe una restauración futura del Israel étnico a la segunda venida de Cristo, sostiene también que la Iglesia es ahora el lugar único de toda bendición espiritual para todos los redimidos, sin importar su etnia o nacionalidad. También esclarece la primacía de la gracia a lo largo de la historia de la redención, y entiende la misma como un proceso de revelación progresiva, cada vez más clara y completa de la obra de la gracia de Dios para la salvación de la humanidad en todas las épocas de la historia.
• A diferencia del dispensacionalismo, el premilenarismo histórico es inclusivo en su interpretación de los pactos. En lugar de enfatizar la primacía y continuidad solo del pacto abrahámico, reconoce a los pactos posteriores como una continuidad y expansión de la promesa de bendición hecha a Abraham. Al mismo tiempo evita “espiritualizar” los pactos del Antiguo Testamento como lo hace la teología de pacto. Más bien, reconoce que las bendiciones espirituales son un nuevo desarrollo inaugurado en el nuevo pacto.

• Por último, el premilenarismo histórico enfatiza el carácter eterno del reino de Dios y su consumación futura, pero afirmando al mismo tiempo que dicho reino fue inaugurado (no consumado) en la primera venida del Mesías. En este sentido, el reino de Dios ya está entre nosotros pero todavía no se ha revelado ni consumado en toda su gloria. Este alcanzará su máxima expresión temporal en el milenio y será consumado en la eternidad con el nacimiento de los cielos nuevos y la tierra nueva.
Y tú ¿cuál sistema teológico consideras que goza de mayor respaldo bíblico e histórico?

BIBLIOGRAFÍA:
• Collins, John J. (2003). «From Prophecy to Apocalypticism: The Expectation of the End». McGinn, Bernard; Collins, John J.; Stein, Stephen J., eds. The Continuum History of Apocalypticism. Continuum.
• Mauro, Philip (1944) [1921]. The Seventy Weeks and the Great Tribulation. Philip Mauro Library.
• J. A. Seiss (1879). Voices From Babylon. Philadelphia.
• Sir Robert Anderson (1909). The Coming Prince. Londres.
• C. I. Scofield (ed.) (1911). The Scofield Reference Bible. New York.
• L. S. Chafer (1936). The Kingdom in History and Prophecy. Chicago.
• A. J. McClain (1940). Daniel’s Prophecy of the Seventy Weeks. Grand Rapids.
• H. A. Ironside (1943). The Great Parenthesis. Grand Rapids.
