ESCATOLOGÍA, Fanatismo Religioso, Nuevo Orden Mundial, REFLEXIÓN BÍBLICA

El Evangelio de la Conspiración


Por Fernando E. Alvarado

El término «teoría conspirativa» es usado en círculos académicos y en la cultura popular para identificar un tipo de folclore similar al de una leyenda urbana. El término también se usa para referirse a aseveraciones que se consideran mal concebidas, paranoicas, sin fundamento, extravagantes, irracionales o no merecedoras de consideración seria. La mentalidad conspirativa se identifica por ciertos patrones de pensamiento: (1) las apariencias engañan; (2) las conspiraciones conducen la Historia; (3) nada es al azar; (4)el enemigo siempre gana; y (5) poder, fama, dinero y sexo dan cuenta de todo.

Las teorías de conspiración son promovidas en las redes por presuntos estudiosos que se auto atribuyen el mayor prestigio intelectual y académico. Ellos dicen haber tenido acceso a información oculta que por mucho tiempo se le ha negado al público. Afirman poseer secretos que muy pocos manejan y conocen, y ellos se han tomado el riesgo de dar a conocer. Esta es parte de su fascinación. Las teorías de conspiración suelen estar asociadas a nombres conocidos ligados a la ciencia, la economía, al arte y a la política. Sus cabecillas crean una red compleja y extensa que la conectan con una narrativa impresionante envuelta en tenebrosas sombras y misterios. Curiosamente, y a pesar del nivel ultra secreto que se esperaría de toda conspiración, los teóricos conspirativas conocen todos los detalles sobre tal o cual complot de las élites (masones, judíos, illuminati, Bill Gates, etc.) para lograr mayor control del que supuestamente ya tienen.

UN NUEVO EVANGELIO DE LA CONSPIRACIÓN DOMINA LA MENTE DE PASTORES Y LAICOS

Así como los predicadores de la prosperidad sustituyeron a Dios por el dinero y nos señalaban la ruta a la prosperidad, pero también nos cobraban el peaje; estos promotores de teorías de conspiración ponen el destino final de la humanidad en manos de grupos y personas superpoderosas que, según ellos, son los dueños y señores de los fines últimos y supremos de la vida y de la historia. La soberanía de Dios es minimizada, o completamente ignorada, por estos teóricos de la conspiración.

Dios y la escatología bíblica son sustituidos por estas teorías en auge, ahora en boca de los profetas de la especulación y el espanto. Es impensable que las teorías de la conspiración, una mercancía de uso siniestro y engañoso, desacreditadas por retorcer la información veraz y por la promoción de los falseamientos y engaños que vienen con las fake news, encuentre entre los evangélicos tantos ávidos y entusiastas compradores. Y sin embargo, ¡lo hace!

Me pregunto ¿en qué clase de Dios han creído los defensores de tales teorías conspirativas? Ciertamente no en el Dios soberano de la Biblia, el cual hace su voluntad en los cielos, en la tierra y debajo de ella. No hay nada que escape de su control. Y nadie podrá llevar la historia por un rumbo diferente al que a Dios le plazca. El «dios de los conpiradores», sin embargo, es finito, limitado y, ciertamente, no es soberano. Pareciera que el mundo se le ha escapado de las manos. Afortunadamente, es el Dios de la Biblia, y no el de los conspiradores, el que dirige y maneja sabiamente los hilos de la historia:

«Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.» (Salmos 135:6)

«Nuestro Dios está en los cielos; él hace lo que le place.» (Salmos 115:3)

«Que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré.» (Isaías 46:10)

«Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y {entre} los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: ¿Qué has hecho?» (Daniel 4:35)

Las claras y contundentes afirmaciones de la Biblia parecieran no ser suficiente para muchos creyentes, los cuales prefieren ir tras fantasiosas teorías de conspiración que aferrarse a «la palabra profética más segura» a la cual harían bien en «estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga…» (2 Pedro 1:19)

UNA TENDENCIA PELIGROSA

La tendencia desde los púlpitos será –y esto es lo más probable, pues en muchos casos ya está pasando– crear miedos, mientras más espeluznantes y espantosos mejor. Se trata de un juego de terror y alarma, en el que se revelan “verdades” ocultas y desconocidas que implican amenazas latentes, peligros inminentes de los cuales las personas no estaban advertidas: Nuevo Orden Mundial, la existencia de OVNIS y visitantes intergalácticos, súpercomputadoras que controlan la mente, microchips insertados en la piel, conspiraciones judeomasónicas, paranoia por identificar al Anticristo, etc.

Es la conocida estrategia del marketing moderno que procura generar una necesidad para luego desarrollar un producto que pueda ser capaz de suplirla. Lamentablemente, la fuente de estos predicadores para exacerbar las emociones, no es la Biblia. Su finalidad es crear miedos en las masas, aterrarnos a todos y ponernos en su línea de control desde donde pretenden manejar con la habilidad de titiritero de circo el embeleso y el asombro de la gente. Y esto es posible porque nada explota mejor las fantasías religiosas ni proporciona un manejo más efectivo en la gente que las teorías de conspiración. Su poder de sugestión tiene efectos en muchas personas que ya han sido estudiados por ciencias como la psicología de las masas y de la comunicación, la sociología y otras disciplinas que buscan explicar por qué se propagan tan rápido y por qué, a pesar de su inconsistencia lógica, ganan tantos adeptos que la asumen con tanto fervor y pasión.

Lamentablemente hay una gran población de creyentes evangélicos que es receptiva a este tipo de propaganda y es uno de los sectores donde con mayor facilidad se promueven estas teorías. Como bien lo afirmará el Señor:

«Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento.» (Oseas 4:6)

Y es que, para infortunio y vergüenza de la iglesia, los receptores y promotores de las teorías conspirativas van desde humildes hermanos hasta predicadores que son figuras conocidas y de notable influencia en medios de comunicación y las redes sociales.

Tales hermanos apenas se dan cuentan de que con estas teorías lo que hacen es desplazar a Dios del centro y control de la vida y de la historia y dejan de lado las verdades céntricas que Él nos ha revelado en su Palabra. En vez de acudir a la Palabra de Dios, fuente de agua viva, hemos cavado para nosotros pozos contaminados con ideas humanas y teorías antibíblicas:

«Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.» (Jeremías 2:13)

Y es que las teorías de la conspiración lo que hacen es secularizar la religión. Sacan la historia del control de Dios y la ponen en manos de seres humanos que ellos mismos los presentan como superpoderosos con capacidad de controlarlo todo. Esto, sin embargo, es un grave error, pues la Palabra de Dios nos recuerda que, sin importar cuán poderosos se crean los seres humanos, cuanto dinero tengan o cuanta influencia política y mediática posean, siguen siendo simples mortales sujetos a la voluntad y soberanía de Dios. Se nos invita a recordar que ellos «hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu; de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado, y todos ellos desfallecerán a una.» (Isaías 31:3)

Al hombre no le pertenece su camino. Ni siquiera es el suelo de su vida. Los impíos son simples peones en el tablero de Dios. Dios se ríe de las intenciones de los perversos, pues ellos mismos son incapaces de llevar a cabo sus planes más allá de la voluntad de Él:

«¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira.» (Salmo 2:1-5)

A fin de cuentas:

«Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place.» (Proverbios 21:1)

«El hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos.» (Jeremías 10:23)

EL VERDADERO PROBLEMA

En muchos sentidos las teorías conspirativas son un mecanismo de evasión. Las culpas, las de nosotros, el análisis interior que debemos hacernos nosotros, lo evadimos y buscamos otros a quienes transferírselo. Nuestro Señor Jesucristo vivió el ambiente de asombro y desconcierto en el que se crean las teorías de la conspiración. Quienes le adversaban trataron de arrastrarlo para que opinara dentro del ámbito de la especulación y el azar. El pasaje de Lucas 13:1-5, no puede ser más claro y revelador:

“En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Ante estas preguntas cualquiera de nosotros hubiera comenzado a repartir culpas, y a especular con las más diversas y bien arregladas teorías. El Señor Jesús apuntó al centro del asunto: Todos tenemos que arrepentirnos. Todos tenemos que asumir nuestras culpas y rendir ante Dios nuestras cuentas particulares. Quienes se acercaron a Jesús buscando explicaciones ante trágicos acontecimientos de su época, esperaban verlo antagonizar con Herodes (figura visible del mal ante los ojos de ellos), pero Jesús simplemente les dijo que tenían que arrepentirse, como tenemos que hacerlo todos nosotros hoy. No evadir con fantasías e inventos las demandas que Dios por su Palabra y por la historia nos está haciendo.

No basta personalizar el pecado en alguien en particular (sea este Bill Gates, George Soros o cualquier otro), ni destacar sus particularidades siniestras. Tenemos que buscar las fallas en nosotros mismos. Por eso las teorías de conspiración son evasivas. Tergiversan la realidad y buscan confundirnos sobre las verdades últimas y definitivas. Para muchos bastará con antagonizar con contra Bill Gates, los Iluminatis de Baviera, los centros de poder y el Nuevo Orden Mundial, ese será su evangelio y el contenido de su predicación. De esa forma el evangelio queda caricaturizado y atrapado en medio de los complots y las patrañas de las teorías de conspiración.

Lo cierto es que preferimos enfrentar a Bill Gates, a Soros, a la ONU y a quien sabe quién más en el futuro, para no tener que enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestros yerros y desvíos, por eso creamos mitos, por eso creamos ídolos (sustitución de Dios) antagónicos que nos permitan explayar nuestros egos. A Bill Gates, a Soros, a los illuminati y a muchos otros podemos acusarlos de complots y conspiraciones, podemos decirles cuantos improperios e insultos se nos ocurran, pero a Dios, al Dios soberano y santo, al que realmente tiene el control de la historia y de la vida, solo podemos decirles: “hágase tu voluntad”.

No olvidemos que nosotros descansamos más, estamos más tranquilos cuando ante cualquier adversidad nos depositamos en las manos de Dios. Es ahí donde está nuestra plena seguridad. Por eso la Palabra de Dios nos exhorta:

«No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo.» (Isaías 8:12-13)

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