Por Fernando E. Alvarado
Si la Biblia enseñara que la mujer es inferior, que debe callar en la iglesia en todos los contextos y en todas las épocas, que está excluida del ministerio y que a la vista de Dios no posee el mismo valor que el hombre, ciertamente no estaría de acuerdo y me parecería una terrible injusticia. Sin embargo, sería honesto y reconocería que eso es lo que enseña la Biblia aunque no me guste. Afortunadamente eso no es lo que la Biblia enseña y, por lo tanto, no tengo que defender tan despreciable postura teológica.
Esto no significa que otros no opten por un camino diferente. Muchos optan por interpretar la Biblia a la luz de los prejuicios impuestos por nuestra sociedad caída y pecaminosa. En este sentido, el pasaje de 1 Corintios 14:34-35 es quizás el más común para negarle a la mujer el privilegio de liderar, o siquiera hablar, dentro de la congregación. Este pasaje se destaca por su aparente desprecio hacia las mujeres y su papel dentro de la iglesia. Dicho pasaje afirma:
“Las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley. Si quieren saber algo, pregúntenlo a sus esposos en casa; porque no está bien que una mujer hable en las reuniones de la iglesia.” (1 Corintios 14:34-35, Dios Habla Hoy)

Como bien lo señalan diversos comentaristas bíblicos, si Pablo hubiera pretendido afirmar con estas palabras que la mujer no puede participar ni hablar en la congregación, ciertamente se estaba contradiciendo a sí mismo ya que, en 1 Corintios 11, Pablo aprueba la participación de las mujeres en el culto, tanto orando como profetizando, mientras que les ordena callar en 1 Corintios 14.
Aunque las diferencias en el cristianismo acerca del rol las mujeres en el ministerio permanecen hasta el día de hoy, la evidencia histórica muestra que tanto los hombres como las mujeres se desarrollaban y participaban en todas las áreas de ministerio en la iglesia cristiana primitiva. La Escritura, los escritos externos de los líderes de la iglesia, los registros históricos y arqueológicos, los instrumentos testimoniales de la iglesia indican que las mujeres sirvieron como ministros, pastoras, diaconisas, líderes de la iglesia, apóstoles e incluso obispos. Por tal motivo, este pasaje de 1 Corintios 14:34-35 le presenta al lector tres opciones interpretativas:
I.- Primera Interpretación: ¿Son los versos 34-35 un eslogan o un consejo rabínico que Pablo repite con el fin de reprender? Pablo comienza la reprensión en el versículo 36. Si es así, entonces los versículos 34-35 no se oponen a que las mujeres hablen en la iglesia. Ya sea que lleguemos a la conclusión de que estos versos son un eslogan o una interpolación de la Escritura, el efecto es el mismo: No se habla de prohibir a las mujeres la enseñanza o la predicación de la palabra de Dios en la iglesia.
II.- Segunda Interpretación: Estos versos son una interpolación. ¿Son estos versos una adición o alteración posterior a la Carta escrita por el apóstol Pablo hecha por un escritor sin inspiración? Si es así, entonces las palabras de los versículos 34-35 deberían ser rechazadas por todos los lectores de la Biblia porque no estaban escritas en el marco de la inspiración del Espíritu Santo.
III.- Tercera Interpretación: Los versículos 34-35 son un enunciado declarativo. ¿Tiene la intención de prohibir a las mujeres hablar en la iglesia? Si es así, ¿qué significan estos versos para la iglesia de hoy? ¿Prohíbe la Escritura que hablen las mujeres en la Iglesia para siempre o se presenta sólo como una prohibición temporal y cultural?
La solución de estos cuestionamientos es esencial para el desarrollo del ministerio de la mujer dentro de la Iglesia. Una interpretación justa de estos versículos requiere prestar atención a ciertas consideraciones:

PRIMERA INTERPRETACIÓN: 1 CORINTIOS 14:34-35 COMO ESLOGAN O CONSEJO RABÍNICO REPETIDO POR PABLO
Algunos eruditos consideran que los versos 34-35 constituyen un eslogan o un consejo rabínico que Pablo repite con el fin de responder a cierta pregunta hecha por los cristianos de Corinto; de modo que dichas palabras no representan las ideas de Pablo, sino las de los destinatarios de su epístola a los cuales Pablo trata de corregir.
Como puede observarse en el texto de 1 Corintios, la carta misma fue escrita con el propósito de responder a ciertas preguntas, entre ellas la conducta adecuada de los creyentes (fuesen hombres o mujeres) en las reuniones públicas de la iglesia. Él no estaba negando a las mujeres la libre expresión del ministerio en la oración, profecía, sanidad y otros ministerios; por el contrario, lo alentaba (Véase 1 Corintios 11).
El Montgomery New Testament,[1] una traducción del Nuevo Testamento completo del griego al inglés, presenta una traducción interesante del pasaje bíblico mencionado anteriormente:
«Ustedes los corintios dicen: Qué las mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice…» (1 Corintios 14:34).
De acuerdo con lo expresado en dicha traducción, cuando Pablo escribió los versículos 36 y 37, él estaba corrigiendo la enseñanza de los corintios (expresadas en los vv. 34-35) y ordenándoles que se abstuvieran de enseñar que la mujer debía callar en la congregación. Nótese que Pablo comienza con una reprensión el versículo 36; como reprendiendo a los corintios por afirmar, en los versículos 34-35, que las mujeres deberían callar en la congregación:
“¿Acaso la palabra de Dios procedió de ustedes? ¿O son ustedes los únicos que la han recibido?” (1 Corintios 14:36, Nueva Versión Internacional)

Ciertamente, dichas palabras pueden entenderse en el sentido de que Pablo condena lo afirmado en vv. 34-35 y que dichas palabras no son suyas ni reflejan su punto de vista, sino más bien la opinión de los corintios que Pablo pasa a refutar en el versículo 36. El versículo 37 nos dice:
«Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que esto que les escribo es mandato del Señor.» (1 Corintios 14:37, Nueva Versión Internacional)
En otras palabras, Pablo les estaría diciendo: «Hagan lo que les mando; no os enseñen doctrinas falsas concernientes a las mujeres y su participación en la iglesia».
Si es así, entonces los versículos 34-35 no se oponen a que las mujeres hablen en la iglesia, sino todo lo contrario. Ya sea que lleguemos a la conclusión de que estos versos son un eslogan o una interpolación de la Escritura, el efecto es el mismo: No se habla de prohibir a las mujeres la enseñanza o la predicación de la palabra de Dios en la iglesia. Existen razones adicionales para creer que los vv. 34-35 no provienen de Pablo ni representan sus ideas, sino más bien ideas ajenas a él, pero populares en su época y entorno cultural específico, principalmente el testimonio del Antiguo Testamento.
La expresión, “como también la ley lo dice” o “como lo establece la ley”, no es apoyada por el Antiguo Testamento. Dicha frase constituye la mayor debilidad en la posición de quienes sostienen que 1 Corintios 14:34-35 es una enunciación declarativa de Pablo y que, por lo tanto, está prohibido que las mujeres hagan uso de la palabra en las iglesias. Ningún comentarista ha discutido o resuelto de manera adecuada la forma de las palabras: “guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar. Que estén sumisas”, ya que no cuentan con el apoyo textual del Antiguo Testamento en relación a los versos citados. Las citas de Génesis señalados por estos estudiosos (Génesis 1:26, 2:21, 3:16) no tienen nada que ver con negar a las mujeres el derecho a hablar en la iglesia. La razón dada en el versículo 34, para que a las mujeres no se les permita hacer uso de la palabra en la iglesia, tiene relación directa con la frase “como también la ley lo dice”. Sólo la frase: “sino que esté sujetas” es una posible alusión a Génesis 3:16. Pero la frase “como también la ley dice” entraría en contradicción con las enseñanzas de Pablo que expresa que hemos sido liberados de la ley; por ejemplo:
“Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige.” (Romanos 3:28, Nueva Versión Internacional).
“Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14, Nueva Versión Internacional).
“Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:1-2, Nueva Versión Internacional).
“Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición, porque está escrito: «Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley.» Ahora bien, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque «el justo vivirá por la fe». La ley no se basa en la fe; por el contrario, «quien practique estas cosas vivirá por ellas». Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado de un madero.” (Gálatas 3:10-13, Nueva Versión Internacional).
“Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos. Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! ¡Padre! Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero.” (Gálatas 4:4-7, Nueva Versión Internacional).
“Pero si los guía el Espíritu, no están bajo la ley” (Gálatas 5:18, Nueva Versión Internacional).
Nótese que “no están bajo la ley”, es la expresión declarada por Pablo ¿Cómo apelar contra ella?, también luchó contra los fanáticos religiosos de su época que trataron de imponer los requisitos de la Ley Mosaica y la Tradición Oral sobre los creyentes en Cristo. Estos versos (1 Corintios 14:24-35) no podrían representar las palabras inspiradas de Pablo. ¿Por qué? La razón es que no hay nada escrito en el canon de la Escritura de la que Pablo podría haber citado esos versos en apoyo de esa declaración, de apoyarse en la ley entraría en contradicción con la permisión de la oración y el profetizar para las mujeres (1 Corintios 11).

Es evidente, por lo tanto, que los vv. 34-35 no se refieren a las Escrituras cuando emplean la expresión “como también la ley lo dice”, sino a las tradiciones rabínicas y judaizantes prevalecientes en esa época. Si se observa con cuidado, podrá notarse que, en toda la epístola de 1 Corintios, cuando Pablo utiliza el término “La Ley” [Es decir, La Torá] lo hace con la intención específica de significar “Las Escrituras” [En este caso, el Antiguo Testamento o, más específicamente, los Libros de Moisés]. Por Ejemplo, en 1 Corintios 9:8-9 Pablo escribe: “No piensen que digo esto solamente desde un punto de vista humano. ¿No lo dice también la ley?”. Pablo escribe de inmediato citas literales de Deuteronomio 25:4, así: “Porque en la ley de Moisés está escrito: «No le pongas bozal al buey mientras esté trillando.» ¿Acaso se preocupa Dios por los bueyes?”.
Asimismo, en 1 Corintios 14:21 Pablo afirma: “En la Ley está escrito: [Procediendo luego a citar Isaías 28:11-12]… por medio de gente de lengua extraña y por boca de extranjeros hablaré a este pueblo, pero ni aun así me escucharán, dice el Señor”.
Una vez más, en 1 Corintios 4:6 Pablo se refiere en general a la Escritura; Él le dice a los Corintios: “Hermanos, todo esto lo he aplicado a Apolos y a mí mismo para beneficio de ustedes, con el fin de que aprendan de nosotros aquello de «no ir más allá de lo que está escrito». Así ninguno de ustedes podrá engreírse de haber favorecido al uno en perjuicio del otro.”
En todos los casos, especialmente cuando Pablo se refiere a la Escritura, él dice que “está escrito” (1 Corintios 1:19, 1:31, 2:9, 3:19, 10:7, 15:45) y constantemente cita textos del Antiguo Testamento para reforzar su punto. Sin embargo, esto no ocurre en 1 Corintios 14:34, pues simplemente se afirma: “como también la ley lo dice”, sin hacer referencia a dónde está escrito o citar la fuente de tal prohibición de forma textual; tampoco aclara en sus palabras si se refiere a la Ley [La Torá] propiamente dicha, o a las tradiciones judías o culturales de esa época, y que solían ser aceptadas como adiciones a la ley judía y consideradas parte de la misma, incluso por muchos judíos que llegaban a ser parte de la iglesia cristiana e insistían en seguir cumpliendo la Ley (lo cual a veces significaba no la Ley real divinamente transmitida, sino las tradiciones judías), algo a lo cual Pablo, y el mismísimo Jesucristo, siempre se opuso.[2]
Si Pablo hubiera escrito los vv. 34-35, cabe preguntarse, ¿Por qué cambiaría su estilo de escritura coherente en este versículo?, ¿Por qué no decir incluso que se escribe, o incluso cita, del Antiguo Testamento como lo ha hecho previamente en todos los casos a lo largo de esta epístola?
La razón más probable es que los vv. 34-35 no son palabras textuales de Pablo, sino un eslogan o interpretación rabínica sostenida por los corintios [Tal como se presenta en The Montgomery New Testament] y que Pablo trató de corregir. En el peor de los casos, dichos versículos podrían tratarse de una interpolación en el texto de 1 Corintios, lo cual se tratará a continuación.

SEGUNDA INTERPRETACIÓN: 1 CORINTIOS 14:34-35 COMO INTERPOLACIÓN EN EL TEXTO BÍBLICO (CRÍTICA TEXTUAL)
Quienes piensan que Pablo no escribió estas palabras, encuentran fácil descartarlas como un desarrollo posterior del texto. No consideran que este desarrollo sea un proceso siniestro sino una transcripción de la manera como, los dirigentes posteriores de la iglesia trataron de aplicar la Escritura a su propio contexto.[3]
Hay factores importantes a considerar al abordar 1 Corintios 14:34-35 como una interpolación en el texto bíblico. Entre las epístolas atribuidas al apóstol Pablo, 1 Corintios está reconocida como un escrito indisputablemente paulino. Pero eso no significa que absolutamente todo lo que la epístola contiene provenga de Pablo. En los estudios sobre 1 Corintios hechos en los últimos años, existe una tendencia creciente a descubrir interpolaciones no paulinas. Ciertamente, 1 Corintios 14:33-35 cae en esta categoría.[4] Sin embargo, aunque dichos versículos sean interpolaciones, debemos reconocer que este texto forma parte del canon. Por lo tanto, no podemos descartarlo de plano, sino que hay que interpretarlo en sí mismo y a la luz del resto de las Escrituras.
El texto en cuestión (1 Corintios 14:34-35) aparece en dos lugares diferentes, según de cuáles manuscritos se trate. En la mayoría, y en nuestras versiones, está después del versículo 33, pero en algunos manuscritos emerge luego del versículo 40, al final de las instrucciones sobre el uso de los dones durante el culto. La mayoría de estos manuscritos pertenecen a la familia del texto occidental (D, E, F, G, algunos de la Vetus Latina, Ambrosiaster, Sedulius-Scotus, etc.). Otros manuscritos no occidentales, como la Vulgata Reginensis (s. VIII) y el griego minúsculo 88* (s. XII), también traen 34-35 al final de las reglas sobre el culto. Esto ha llevado a numerosos eruditos a considerar que la autenticidad de este texto es dudosa.[5]
Tanto en el papiro P46, en los códices Vaticano (B), Sinaítico (ּא), Alejandrino (A), y en todos los manuscritos griegos, estos dos versículos están diferenciados como un párrafo aparte, claramente separado de lo que antecede y de lo que sigue. Incluso en los minúsculos tardíos, que no tienen párrafos marcados, hay una marca al comienzo y otra al final de estos versículos.[6]
El códice Vaticano (B), contiene indicaciones de variantes textuales. Entre 1 Corintios 14:33-34 se encuentra una pequeña barra a la izquierda, que se extiende desde afuera hasta debajo de la primera letra del versículo 34. Esta marca aparece 27 veces en el Nuevo Testamento de dicho códice. Según el aparato crítico del NT griego de Nestlé-Aland (NTG26), al menos en 23 de esas 27 veces existe un problema conocido de crítica textual. La conclusión lógica es que el escriba del códice B tenía acceso a suficientes manuscritos como para reconocer las variantes textuales y marcarlas en su copia. Una de esas variantes reconocidas es sin duda el texto que estamos estudiando.[7]

En el manuscrito griego 88*, los dos versículos polémicos aparecen después del versículo 40, pero separados del mismo por dos barras. Se encuentran otras dos barras también junto a la última letra del v.33. La teoría es que el escriba del manuscrito 88* lo copió de otro donde este texto no estaba, pero, al encontrar otros manuscritos que sí lo tenían, el copista decidió incluirlo donde tenía lugar, al final de las instrucciones sobre el culto. Pero tuvo cuidado en señalar con las barras dobles las dos posiciones en que aparecía en los otros manuscritos.[8]
Con respecto al códice Fuldensis (de mediados del siglo VI y de la familia de la Vulgata), el cual fue revisado y corregido personalmente por uno de los eruditos más importantes de los primeros siglos de la iglesia, el obispo Víctor de Capua. Dos notas escritas por su mano establecen que terminó la primera revisión el 2 de Mayo de 546 y la segunda el 12 de Abril de 547. Se ha comprobado que la escritura del texto que está en el margen inferior pertenece, en cambio, al escriba que copió el manuscrito. Ahora bien, ningún escriba se atrevería a volver a incluir al margen un texto de esas dimensiones sin contar con la apropiada autorización. Lo más probable es que el obispo Víctor se lo haya ordenado después de hacer la primera corrección. Víctor, quien era un estudioso de gran calibre, escribió varios excelentes comentarios del Antiguo y del Nuevo Testamento que combinan elaboraciones propias con citas de los Padres de la Iglesia. Su cargo de obispo le daba la oportunidad de tener acceso a los manuscritos antiguos que tanto le interesaban. En alguno de ellos debe haber encontrado la evidencia de que los dos versículos polémicos eran una interpolación, lo cual lo llevó a ordenar que se escribiera al margen el texto sin la interpolación. Pero eso no es todo, al final del versículo 33 hay un signo de variante textual, (hə), que guía al lector a continuar su lectura con el texto que se encuentra en el margen inferior.
Este signo aparece ocho veces en el códice, siempre con la misma función. Más aun, el número romano LXIV, que está al margen, inmediatamente después del signo hə, es una de las formas de división del texto bíblico que se usaban en la época para que se pudieran encontrar los textos con mayor facilidad. El número subsiguiente, LXV, aparece al margen de lo que hoy sería el versículo 15:1. De modo que 34-40 es la sección LXIV, reemplazada por el texto del margen inferior, que omite los dos versículos que estamos estudiando. Víctor de Capua debe haber tenido suficientes pruebas como para estar convencido de que 34-35 no debía ser parte del texto de 1 Corintios. El códice Fuldensis aporta algo más de evidencia textual para considerar 14:34-35 como una interpolación, e incluso para sospechar la existencia de algún manuscrito sin estos dos versículos.[9]
Si bien este texto está en todos los manuscritos existentes, no olvidemos que los manuscritos completos más antiguos datan del siglo IV. Los únicos escritos anteriores que tenemos son algunos papiros del siglo III, cuyos textos no están completos. El papiro es un material frágil y poco durable, que se estropea con el correr del tiempo, lo que hace que generalmente los textos escritos en ellos estén incompletos.
El segundo papiro Chester-Beatty (P46), de principios del siglo III, es el códice más antiguo de los que contienen las epístolas paulinas. Consiste actualmente de 86 hojas en no muy buen estado. Los códices tenían un número determinado de hojas, por lo que se puede calcular con bastante exactitud las que faltan. El P46 tenía originariamente 104 hojas, e incluía diez epístolas en el siguiente orden: Romanos, Hebreos, 1 y 2 Corintios, Efesios, Gálatas, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses. Actualmente faltan las hojas del principio, que contenían algunos capítulos de Romanos, y las del final, donde falta algo de 1 Tesalonicenses y toda la segunda epístola dirigida a esa iglesia.[10] El P46 tiene los dos versículos que estamos estudiando como un párrafo separado, aunque en el mismo lugar que la mayoría de los manuscritos, es decir, después del versículo 33. Sin embargo, esto no impide pensar que los versículos en cuestión puedan haber sido interpolados anteriormente. Al menos, eso es lo que parece indicar su posición en un lugar diferente en algunos manuscritos, y la evidencia aportada por el manuscrito 88* y los códices Vaticano y Fuldensis.
No olvidemos que la canonización del Nuevo Testamento recién se completó en el siglo IV. Antes de esa fecha los escritos que lo componen no eran tratados con toda la reverencia otorgada a los libros sagrados. Era frecuente que los escribas, o los obispos que los empleaban para hacer las copias nuevas, hicieran cambios pequeños (o a veces no tan pequeños), según su teología o las necesidades de sus iglesias.[11] En la historia de la transmisión de los textos hay que tener en cuenta, además, los factores de poder que buscan la homogeneidad y la eliminación del disenso. No es extraño que no hayan sobrevivido los testimonios textuales de otras lecturas, puesto que lo que se conoce como erasio memoriae[12] hace que desaparezcan todas las versiones que carecen del soporte de un grupo poderoso.
La crítica textual no puede aportar más evidencias que las arriba estudiadas. Es necesario recurrir a otros métodos. La crítica literaria es el método histórico-crítico que se aplica en segundo lugar, después de la crítica textual.[13] Veremos qué evidencias puede aportar este segundo método.

TERCERA INTERPRETACIÓN: 1 CORINTIOS 14:34-35 COMO ENUNCIADO DECLARATIVO (MÉTODO HISTÓRICO-CRÍTICO)
Este pasaje de 1 Corintios 14:34-35 tradicionalmente se ha vinculado con 1 Timoteo 2:8-15 para negar el ministerio de la mujer en la iglesia. Sin embargo, relacionar o vincular selectivamente ciertos textos bíblicos, junto con crear falacias, afecta a la interpretación de otros textos. Debe tenerse en cuenta que los versos 34-35 aparecen en las traducciones de las Escrituras como una enunciación declarativa, lo cual induce a los intérpretes y traductores a cuestionar la legitimidad de la autoría directa de Pablo. El lector promedio de la Biblia desconoce estas posibilidades interpretativas. Sólo mediante el examen de este texto en su contexto inmediato, la aplicación de normas racionales de interpretación bíblica, y mirar las circunstancias históricas y culturales permitirán que se evidencie la intención original del autor.
Antes de examinar las palabras de Pablo en este pasaje, mencionamos dos posturas principales de los que aceptan la autoría paulina sobre el significado del pasaje:
(a) Pablo dijo: Las mujeres deben callar en la Iglesia. De acuerdo con esta interpretación, las mujeres están excluidas de todo liderazgo y de hablar en público en las iglesias. Según dicha forma de pensar, Pablo lo dijo y no hay nada más que decir. Es interesante notar que las personas inclinadas a sacar sus conclusiones basadas en este razonamiento no siempre son consecuentes en sus aplicaciones. Por ejemplo. Pablo ordena que las mujeres callen, que las mujeres usen un velo en el culto público y que los esclavos permanezcan en sujeción. Pocos de los que interpretan que este texto excluye a las mujeres del púlpito insisten en que las mujeres en la iglesia deben usar velo. Menos todavía abogan por la sujeción de los esclavos.
(b) Pablo lo dijo, pero el contexto es crucial para entender la prohibición. Puesto que Pablo hizo estas declaraciones, este pasaje es auténtico. Sin embargo, tomando en consideración el contexto, la prohibición no es absoluta.[14] Se les dice a las mujeres que callen, Pero ¿qué callen con relación a qué? El contexto parece favorecer la opinión de que, porque la experiencia de hablar en lenguas estaba llevando a la confusión, la participación de las mujeres, especialmente mujeres gnósticas que podían estar ejerciendo sus recientemente descubiertos derechos de un modo diferente de los roles tradicionales de las mujeres en público, contribuían aún más al desorden. Unida a esta posibilidad, si en Corinto se seguía el modelo de la sinagoga (donde se separaban los hombres de las mujeres en el culto público), cualquier intercambio verbal entre los esposos de un lado de la sala y las esposas del otro lado obviamente habría sido perturbador.

Un estudio honesto de 1 Corintios 14 requiere llamar la atención a cuatro puntos fundamentales:
i.- Este capítulo concluye un tema principal, el significado de la espiritualidad, que comenzó con 1 Corintios 12:1. No se pueden separar los tres capítulos en la interpretación.
ii.- La preocupación principal de Pablo en 1 Corintios 14 es clarificar un serio malentendido con respecto a un pneumatikos (“persona espiritual”). Los corintios reclamaban que el uso que hacían de las lenguas era prueba de su espiritualidad. Pablo atacó esta interpretación anteriormente en la carta, particularmente en 1 Corintios 2, 3 y 12. Unido a su preocupación acerca de sus atrevidos reclamos, Pablo ha recalcado que la característica indispensable de un cristiano es su preocupación por los demás. En el capítulo 14 subraya la importancia de que todo lo que se haga en el culto público sea para la edificación de la congregación.
iii.- Los versículos 33-35 están relacionados con una preocupación crítica secundaria, que todas las cosas sean hechas en orden; porque Dios es un Dios de orden, no un Dios de confusión (vv. 33, 40).
iv.- Es natural preguntar por qué las otras dos órdenes de callar no han llamado la misma atención que la que se refiere a las mujeres en el v. 34. Cuando las otras órdenes de callar se agregan a la orden de que las mujeres callen, podemos ver el objetivo real de Pablo. La palabra griega es exactamente la misma en las tres instancias. En el primer pasaje, 14:28, Pablo escribió:
“Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.” (1 Corintios 14:28, Reina-Valera, 1960).

En el segundo pasaje, 14:30, Pablo escribió:
“Pero si a otro que está sentado le es revelado algo, el primero calle” (1 Corintios 14:30, Biblia de las Américas).
El hecho notable en ambos pasajes es que la persona a quien se dice que calle es de sexo masculino. Y aun cuando se quisiera argumentar que el uso del género masculino en estos versículos es inclusivo, el punto no afecta. Se les pide a los hombres que guarden silencio. Esta sola observación muestra que Pablo no ha señalado sólo a las mujeres para que guarden silencio.
Dada la orientación gnóstica de las mujeres en Corinto, que ya estaban desafiando las prácticas tradicionales en el culto, como notamos en relación a 1 Corintios 11, es muy simple entender que éstas eran mujeres que se expresaban de un modo que Pablo consideraba excesivo. Esto era aún más objetable en vista de la confusión general que la experiencia de hablar en lenguas ya estaba causando.
Cuando miramos el cuadro completo y mantenemos presentes los otros versículos en los cuales Pablo pide que callen, es obvio que la orden para que las mujeres callen no contradice su instrucción en 1 Corintios 11. Las mujeres pueden realmente participar en el culto público orando y profetizando (siempre que sus cabezas estén cubiertas), y sin embargo ellas, junto con los hombres, deben callar en aquellas instancias cuando se preserva mejor el orden por medio del silencio.
En seguida de la orden de callar, Pablo manda que las mujeres estén sujetas (v. 34b). Este pasaje y otros que hablan acerca de la subordinación de las mujeres a menudo se sacan de su debido contexto. En primer lugar, el contexto específico es el de la subordinación de las mujeres a sus propios maridos, no a los hombres en general. Una confirmación más de que se trata de la relación entre esposos es la mención de una ley que ordena la sumisión. Esto parece referirse a Génesis 3:16, donde la sumisión es el resultado de la Caída.

El concepto de subordinación, frecuentemente vinculado a las mujeres, necesita estudiarse a la luz de la interpretación y el uso que le da el mismo Pablo; de este modo podremos determinar si su interpretación coincide, o no, plenamente con la nuestra. Un estudio de la palabra traducida como “sujetas” nos da un discernimiento sorprendente del pensamiento de Pablo.
En primer lugar, Pablo afirmó en innumerables ocasiones que la sumisión es apropiada para todos los cristianos. Los cristianos cuyas mentes están puestas en lo espiritual se someten a la ley de Dios, como lo señala Pablo en Romanos 8:7 al decir: “La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo” (Romanos 8:7, Nueva Versión Internacional).
Por otra parte, todos, tanto las mujeres como hombres, deben someterse a las autoridades de gobierno como queda claro en Romanos 13:1 y 5, donde leemos: “Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas” (Romanos 13:1, La Biblia de las Américas).
“Por tanto, es necesario someterse, no sólo por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia” (Romanos 13:5, La Biblia de las Américas).
Dicho mandamiento es también repetido en Tito 3:1, donde Pablo nuevamente afirma:
“Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra” (Tito 3:1, La Biblia de las Américas).
En la conclusión de su primera carta a la iglesia de Corinto, Pablo urge a sus lectores a sujetarse a los de la familia de Estéfanas y a sus colaboradores en el ministerio. Finalmente, Pablo amonesta a los efesios: “Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo” (Efesios 5:21, Nueva Versión Internacional).
Con frecuencia se olvida la amonestación general a la sumisión mutua (Véase Efesios 5:21), a la par que se recalca la sumisión o subordinación de las esposas en Efesios 5:24. Este tratamiento desequilibrado produce una visión distorsionada de la intención fundamental del verbo “hupotasso”. Para Pablo la sumisión es algo que todos los cristianos deberían practicar.
Quizás uno de los pasajes referentes a la esclavitud pueda ayudar a comprender la dinámica de la sumisión: “Enseña a los esclavos a someterse en todo a sus amos, a procurar agradarles y a no ser respondones” (Tito 2:9, Nueva Versión Internacional).

Este pasaje destaca la necesidad de entender la preocupación de Pablo. La debida actitud, como meollo de su teología de la sumisión, permite los cambios sociales, pero sólo los que se hacen en una actitud no rebelde. Es decir, en el momento apropiado, los esclavos no necesitarían “someterse” o “sujetarse” de la manera como se entendía a mediados del siglo I. La iglesia ya ha hecho este cambio en la aplicación de la enseñanza de Pablo sobre la subordinación. La extensión de la lógica es obvia. No importa el tiempo en el cual vivamos, los cristianos siempre debiéramos tener una disposición sumisa. La gracia puede operar en un ambiente tal.
Aún el espíritu profético debe sujetarse: “Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” (1 Corintios 14:32, La Biblia de las Américas).
La sumisión no es sólo hacia Dios y los demás; el individuo debe practicar la sujeción o disciplina propia.
En segundo lugar, el Señor mismo dejó el ejemplo para los cristianos. Con toda claridad, uno de los pasajes más importantes acerca de la sumisión en todo el Nuevo Testamento es la asombrosa declaración teológica de la relación del Hijo con el Padre en 1 Corintios 15:24-28, donde se nos dice: “Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino a Dios el Padre, luego de destruir todo dominio, autoridad y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte, pues Dios «ha sometido todo a su dominio». Al decir que «todo» ha quedado sometido a su dominio, es claro que no se incluye a Dios mismo, quien todo lo sometió a Cristo. Y cuando todo le sea sometido, entonces el Hijo mismo se someterá a aquel que le sometió todo, para que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15:24-28, Nueva Versión Internacional).
Aquí Pablo señala que al final de los tiempos, Cristo se sujetará a sí mismo al Padre por toda la eternidad.

Al reflexionar sobre la actitud de Cristo, la sumisión se convierte en una actitud que cada cristiano debería estar dispuesto a asumir en beneficio de los demás. Citar las palabras de Pablo para apoyar la sujeción de otra persona, sea mujer, esclavo o quien sea, es entender mal el mensaje que Pablo desea transmitir con el verbo hupotasso. La sujeción demostrada por el cielo fue completamente altruista:
“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos” (Filipenses 2:6-7, Nueva Versión Internacional).
Tal como lo hizo en Su Encarnación, Cristo mismo se sujetará nuevamente al Padre, al final de los tiempos, para beneficio nuestro (Véase 1 Corintios 15:24-28). En ambas declaraciones, Pablo usa el ejemplo de Cristo para atacar la promoción propia entre los miembros de la iglesia, hombres y mujeres. La palabra se refiere claramente a una actitud relacionada a la sumisión propia, no a la que uno debiera insistir que otro tenga. Pablo enseñó tanto la subordinación social como la igualdad religiosa. La evidencia más clara de esto se ve en 1 Corintios 11, donde se dan ambas posiciones. Aun cuando no sea para nosotros una conclusión muy atractiva, la verdad es que Pablo no pidió que se hicieran los cambios que hemos buscado en estos tiempos. Las mujeres y también los esclavos debían mostrar sumisión mientras permanecieran en sus respectivas relaciones. Por lo tanto, en el primer siglo, la igualdad en Cristo y la subordinación de los esclavos y las mujeres en la sociedad no creaba una tensión para Pablo y sus lectores. La subordinación y la igualdad existían lado a lado, sin ningún sentido de contradicción. Debemos reconocer esto, no importa cuán injusto pueda parecernos unos dos mil años más tarde. No hacemos justicia al texto al tratar de encontrar en él algo que no existe, simplemente porque nosotros creemos que debiera estar incluido en la Escritura.
Más aún, los exégetas de nuestro tiempo deben tener presente que el texto no siempre trata directamente nuestras necesidades específicas. Nuestras preguntas a menudo son diferentes de las preguntas de la gente de ese tiempo, y es importante que no tratemos de forzar a los pasajes bíblicos a responder preguntas que nunca tuvieron el propósito de contestar. Pablo, mientras argumentaba que las mujeres eran iguales en Cristo, ya establecía su tesis para cambiar el status de los gentiles; ellos también debían ser considerados iguales en Cristo.
Si insistimos en afirmar obstinadamente que Pablo mandó callar a la mujer, sería justo preguntarnos: ¿Cómo puede la mujer callar en la congregación (como lo manda en el capítulo 14) y profetizar dentro de la misma (lo cual es permitido en el capítulo 11) al mismo tiempo? Obviamente, ¡No puede hacerlo!

La advertencia de Pablo, que las mujeres callen en 1 Corintios 14, debe entenderse en el contexto del reclamo atrevido de los opositores de Pablo, es decir, que una mujer gnóstica no era diferente de un hombre gnóstico. A fin de combatir este concepto erróneo de las distinciones de género delineadas en la creación del hombre y la mujer (Génesis 1 y 2), Pablo desaprobaba el comportamiento desvergonzado de las mujeres en el culto público, no porque quisiera que callaran en el culto público, sino porque se oponía al comportamiento que representaba una posición teológica herética. Bajo circunstancias ordinarias, una mujer podía orar o profetizar en el culto público:
“Pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza; porque se hace una con la que está rapada” (1 Corintios 11:5, La Biblia de las Américas).
Sin embargo, aún en las circunstancias de 1 Corintios 11, las mujeres debían regirse por las prácticas convencionales y mantener sus cabezas cubiertas (ya sea con un velo o con su cabello natural largo). En este pasaje, no se les permite a las mujeres ignorar las distinciones de sexo de la creación de Dios.
Una vez que ubicamos los comentarios de Pablo en 1 Corintios 11 y 14 dentro del marco histórico de Corinto del primer siglo, y captamos en la medida de lo posible los problemas que Pablo enfrentaba, estamos en mejores condiciones de aplicar sus principios a nuestro tiempo.

¡LA MUJER NO DEBE CALLAR!
Sin importar cuál de las tres posturas interpretativas adoptemos en relación a 1 Corintios 14:34-35, jamás podría afirmarse categóricamente que Pablo negó a las mujeres el derecho a hablar en la congregación; mucho menos a ejercer sus dones espirituales o de liderazgo.
Si Pablo hubiera tenido la intención de que esto fuera un mandato absoluto contra cualquier mujer para que no abriera su boca, o utilizara su libre expresión en cualquier forma en un servicio en la iglesia, sería una contradicción clara contra las instrucciones del mismo Pablo en unos capítulos previos a este pasaje. En el capítulo 11 de esta misma epístola, Pablo expone instrucciones claras sobre el modo y conducta con la cual las mujeres (y también los hombres) deben orar y profetizar. Después de estas claras instrucciones concernientes a la participación de las mujeres en los servicios de la iglesia,
¿Acaso Pablo se vuelve para revocar o anular tales instrucciones y tapar la boca de todas las mujeres hasta el estado de que sean mudas en la iglesia? ¡Por supuesto que no! Eso no tiene sentido alguno.

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REFERENCIAS:
[1] The Montgomery New Testament (1924) es una traducción del Nuevo Testamento realizada por Helen Barrett Montgomery, constituyendo la única traducción al inglés del texto bíblico producido por una mujer. Dicha traducción se caracteriza por un marcado estilo conversacional, con el texto dispuesto en párrafos.
[2] Véase Mateo 15:7-9 y Marcos 7:5-13. Nótese la actitud de Jesús hacia dichas tradiciones legalistas; compárese con Gálatas 1 y 2, donde Pablo confronta las tendencias judaizantes dentro de la misma iglesia. Véase también Colosenses 2:20-32 y Tito 1:13-16.
[3] Véase: Interpolations in I Corinthians, Catholic Biblical Quarterly 48 (1986), págs. 81-84.
[4] Para un estudio exhaustivo de varios de los pasajes que se sospechan como interpolaciones (incluido el que estamos estudiando), véase: Jerome Murphy O´Connor, “Interpolations in 1 Corinthians”: Catholic Biblical Quarterly 48 (1986) 81-94.
[5] Nestlé-Aland, Nuevo Testamento Griego (NTG26), p. 466.
[6] Philip B. Payne, “Fuldensis, Sigla for Variants in Vaticanus, and 1 Cor 14.34-35”: New Testament Studies 41 (1995) 251.
[7] Philip B. Payne, “Fuldensis, Sigla for Variants in Vaticanus, and 1 Cor 14.34-35”, 251-260.
[8] Philip B. Payne, “MS. 88 as Evidence for a Text without 1 Cor 14.34-35”: New Testament Studies 44 (1998) 152-158. Este artículo incluye una copia del ms. 88* donde es posible constatar la existencia de las barras dobles.
[9] Philip B. Payne, “Fuldensis, Sigla for Variants in Vaticanus, and 1 Cor 14.34-35., 241-244. En este artículo de Payne (p. 261) hay una copia del códice Fuldensis en la que se pueden ver todas las características citadas.
[10] Bruce M. Metzger, The Text of the New Testament. Its Transmission, Corruption and Restoration (Oxford: Clarendon, 1964) 37-38.
[11] Ver la obra de Metzger citada arriba; también, Ben Witherington, “The Antifeminist Tendencies of the ‘Western’ Text in Acts”: Journal of Biblical Literature 103/1 (1984).
[12] Expresión latina, cuyo significado es: “borrado de memoria”.
[13] Cf. René Krüger, Severino Croatto, Néstor Míguez, Métodos Exegéticos (Buenos Aires: ISEDET, 1996).
[14] David W. Odell-Scott cree que Pablo es el autor de estos versículos pero concluye que los vv. 33b-35 representan la posición de los corintios, no de Pablo, y que Pablo combate la posición de ellos por las palabras en el v. 36 (“Let the Women Speak in Church: An Egalitarian Interpretation of 1 Corinthians 14:33b-36”, Biblical Theological Bulletin 13 [1983]:90-93).