Por Fernando E. Alvarado
«También entre los profetas… he visto algo horrible: cometían adulterio y andaban en mentiras; fortalecían las manos de los malhechores, sin convertirse ninguno de su maldad. Se me han vuelto todos ellos como Sodoma, y sus habitantes como Gomorra. Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos acerca de los profetas: «He aquí, les daré de comer ajenjo y les daré de beber agua envenenada, porque de los profetas… ha salido la corrupción por toda la tierra». Así dice el Señor de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Ellos os conducen hacia lo vano; os cuentan la visión de su propia fantasía, no de la boca del Señor.»
Jeremías 23:14-16, LBLA

En días recientes (y a propósito de la pandemia global por COVID-19) muchos falsos profetas y maestros se han levantado para engañar a la iglesia. Algunos con notoria malicia y otros sinceramente equivocados. Algunos de ellos nos hablan de nuevas calamidades y predicen el inminente «rapto de la iglesia» o el inicio de la Gran Tribulación para tal o cual fecha:
Otros han hecho el ridículo al pretender «atar» la pandemia con su supuesta autoridad apostólica y hasta le han puesto fecha de caducidad a la pandemia:
Otros, más bizarros aún (y con un ansia desmedida de fama y prestigio mundano), han usado el nombre de Dios para dar gloria a líderes políticos, invitándonos a ir en pos de falsos mesías y depositar nuestra confianza en líderes humanos:
¿El diagnóstico? La peste de falsos profetas y pseudo apóstoles ha infectado a la iglesia. ¿Cuál es la cura a esta plaga? ¡Volver a la Palabra! ¡Sola Scriptura!
EL TIEMPO ACTUAL, LA ERA DE LOS EMBAUCADORES
Los embaucadores han existido siempre, de eso no hay duda. En la vida real suelen ser personas de normal apariencia que lucen preocupados por hacer el bien, por ayudar y brindar la solución a los problemas de otros, pero en realidad, sus fines son egoístas, y para lograrlos no les importa el daño que hacen ni el dolor ajeno. En el ámbito espiritual la cosa no es muy diferente… ¡Solo que acá se visten de profetas y siervos del Altísimo! ¿Las soluciones que nos venden? ¡mensajes del cielo! ¡revelación divina! ¡Una Palabra fresca para tu vida! Tristemente, muchos están dispuestos a caer en la trampa. Y digo dispuestos, ¡pues parecieran ansiosos por ser engañados!
Los embaucadores que, a propósito de la pandemia del COVID-19, han brotado a montones como mala hierba, no son diferentes a aquellos que el Señor reprendiera en tiempos de Jeremías:
«Mentira es lo que están profetizando en mi nombre esos profetas. Yo no los he enviado, ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Lo que les están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación.» (Jeremías 14:14, NVI)

No, los falsos profetas de hoy no son muy diferentes a aquellos que reprendiera Jeremías, pero en ellos se destaca, además, una característica muy propia de nuestra era de sobreexposición a las redes sociales: su malsana hipocresía, su fingimiento, su ambición de fama y reconocimiento público, su oportunismo y capacidad de aprovechar cada crisis, pandemia o desastre natural para hacerse famosos y exponer sus supuestos dones proféticos. Estos falsos profetas de las redes sociales (abundantes también de forma física y casi omnipresente en muchas iglesias pentecostales, más devotas a la emoción de oír algo nuevo que a la Biblia), viven hambrientos de reconocimiento, recorren mar y tierra por un «like», se desviven por un «share» y se complacen en sus miles de seguidores. Al fin de cuentas, la fama trae consigo el dinero (sobre todo si eres un profeta «YouTuber» famoso). Cual Simón el mago anhelan ser considerados «grandes personajes» (Hechos 8:9-11) y por eso están dispuestos a comerciar con el Evangelio (Hechos 8:18-23).

En este artículo quiero referirme de forma particular a aquellos falsos profetas que, afirmando hablar en nombre de Dios, buscan congraciarse con el poder político y dan gloria a simples hombres mortales; conduciendo a la iglesia hacia una descarada idolatría de figuras, regímenes y sistemas políticos.
IGLESIA ¡DESPIERTA!
Mi amada iglesia, quiero decirte algo en este día. Sé que mañana quizá repitas el mismo error y entonces alguien más, te lo recordará: ¡No seas ingenua! ¡No te dejes engañar! No confíes en esos falsos profetas aliados con el poder político. Rechaza a aquellos que, haciendo uso del nombre de Dios, buscan promocionar a figuras humanas. Recuerda esto: ¡Dios no comparte su gloria con nadie! Cuídate de los falsos profetas y profetisas mentirosas que dan la gloria de Dios a simples mortales. El Espíritu Santo, quien dirige toda labor profética auténtica, no vino a dar testimonio de figuras políticas. Vino a dar testimonio de Cristo. Así está escrito:
«Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.» (Juan 15:26)
Dios no pierde el tiempo recomendando políticos. Por eso el Espíritu Santo no malgastará su poder dando testimonio de hombres o glorificándoles. Si alguien (supuestamente hablando en nombre de Dios) diere gloria al hombre, entonces puedes estar seguro de que, quien habla, no es el Espíritu Santo, sino espíritus engañadores, pues ya Jesús lo dijo:
«El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.» (Juan 16:14)
Te lo repito iglesia: ¡Dios no hace proselitismo político! Y hay algo más que debes tener en cuenta: el Espíritu Santo tampoco te llevará a idolatrar figuras humanas o a poner tu confianza en el hombre. Antes bien:
«¡Maldito el hombre que confía en el hombre!» (Jeremías 17:5)
Si piensas que un simple mortal te podrá librar de la plaga actual, o que podrá solucionarte la vida y traerte paz y seguridad real, te has equivocado de «dios.» Has puesto tu fe en quien no puede salvar:
«…Hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu; de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado, y todos ellos desfallecerán a una.» (Isaías 31:3)

Mi amada iglesia, recuerda que ni siquiera el cumplimiento de una profecía es señal de su origen divino. Si lo que nos dice un profeta nos lleva a desviarnos del buen camino, a poner la confianza en alguien más que no sea Dios, o si contradice su Palabra escrita, entonces deséchalo, no es de Dios aunque se cumpla. Si un supuesto profeta te invita a poner tu confianza en un líder humano, forma de gobierno, sistema político, ideología o figura pública, se ha descalificado a sí mismo, pues te invita a ir en pos de falsos dioses. Da lo mismo si su profecía se cumpliere o no. Es a Dios a quien debe guiarnos toda palabra profética, no a la veneración idolátrica de seres o creaciones humanas:
«Si se levanta en medio de ti un profeta o soñador de sueños, y te anunciauna señal o un prodigio, y la señal o el prodigio se cumple, acerca del cual él te había hablado, diciendo: «Vamos en pos de otros dioses (a los cuales no has conocido) y sirvámosles», no darás oído a las palabras de ese profeta o de ese soñador de sueños; porque el Señor tu Dios te está probando para ver si amas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. En pos del Señor vuestro Dios andaréis y a Él temeréis; guardaréis sus mandamientos, escucharéis su voz, le serviréis y a Él os uniréis. Pero a ese profeta o a ese soñador de sueños se le dará muerte, por cuanto ha aconsejado rebelión contra el Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto y te redimió de casa de servidumbre, para apartarte del camino en el cual el Señor tu Dios te mandó andar. Así quitarás el mal de en medio de ti. Si tu hermano, el hijo de tu madre, o tu hijo, o tu hija, o la mujer que amas, o tu amigo entrañable, te incita en secreto, diciendo: «Vamos y sirvamos a otros dioses» (a quienes ni tú ni tus padres habéis conocido, de los dioses de los pueblos que te rodean, cerca o lejos de ti, de un término de la tierra al otro), no cederás ni le escucharás…» (Deuteronomio 13:1-8, LBLA)
Recuerda iglesia, la gloria es de Dios, no de ningún hombre:
» No a nosotros, oh Señor, no a nosotros sino a tu nombre le corresponde toda la gloria, por tu amor inagotable y tu fidelidad.» (Salmo 115:1, NTV)
Honra a tus gobernantes, respeta a las autoridades debidamente constituidas, obedece las leyes, ora por aquellos en autoridad (Romanos 13:1-7), pero ¡cuidado iglesia! No idolatres figuras humanas. Esto no proviene de Dios aunque un falso profeta así te lo diga. Recuerda lo que ha dicho el Señor:
«¡Yo soy el Señor; ese es mi nombre! No le daré mi gloria a nadie más, ni compartiré mi alabanza.» (Isaías 42:8, NTV)

IGLESIA AMADA, ¡VUELVE A LA PALABRA!
Te lo repito iglesia ¡No seas insensata! No necesitas falsos profetas que te digan qué creer, en quién creer y cómo pensar. La Biblia, solo la Biblia y nada más que la Biblia es nuestra regla infalible de fe y conducta. La palabra escrita de Dios es más que suficiente. No necesitamos adivinos, videntes ni falsos profetas:
«¡Busquen las instrucciones y las enseñanzas de Dios! Quienes contradicen su palabra están en completa oscuridad. Irán de un lugar a otro, fatigados y hambrientos… Levantarán la mirada al cielo y luego la bajarán a la tierra, pero dondequiera que miren habrá problemas, angustia y una oscura desesperación. Serán lanzados a las tinieblas de afuera.» (Isaías 8:20-22, NBV)
Recuerda iglesia amada: Cuando escuches un supuesto mensaje profético la regla para medir la veracidad del mismo no son tus sentimientos. El testimonio del Espíritu Santo nada tiene que ver con que te sientas bien al oírlo. La verdad no se fundamenta en lo que sientas, o en como te complace y deleita lo que oyes, o en si cuadra con tus preferencias políticas o de cualquier otra índole. La verdad se mide por su apego a la Palabra y solo a la Palabra. Y esta se halla contenida total y perfectamente en las páginas de la Biblia.

¡Piensa! ¡Cuidado con las ovejas que aúllan y los corderos que hablan como dragón!
«Después vi que de la tierra subía otra bestia. Tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como dragón.»
Apocalipsis 13:11, CST
«Queridos hermanos, no creáis a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sometedlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas.»
1 Juan 4:1, CST
«Vosotros, queridos hijos, sois de Dios y habéis vencido a esos falsos profetas, porque el que está en vosotros es más poderoso que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan desde el punto de vista del mundo, y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios, y todo el que conoce a Dios nos escucha; pero el que no es de Dios no nos escucha. Así distinguimos entre el Espíritu de la verdad y el espíritu del engaño.»
1 Juan 4:4-6, CST
«Os envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sed astutos como serpientes y sencillos como palomas.»
Mateo 10:16, CST
