INTRODUCCIÓN
Jesús dijo a sus discípulos:“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)

¿QUÉ SIGNIFICA SER SAL Y LUZ?
En el Sermón del Monte aprendemos que los creyentes tienen una nueva naturaleza, por lo tanto, somos diferentes (o deberíamos ser diferentes) a los no creyentes. Las bienaventuranzas dichas por Jesús nos describen el carácter del ciudadano del Reino de Dios. Vivir estas cualidades no nos hace salvos sino que, si somos salvos, todas ellas serán parte de nuestro estilo de vida e irán en aumento en la medida que crezcamos en el Señor. Ahora, como una consecuencia de esta nueva naturaleza el cristiano es sal y luz del mundo. Lo que somos producirá un efecto en todo aquel que nos rodea. En otras palabras, nuestro estilo de vida diferente resaltará porque es totalmente contrario a lo que caracteriza y aplaude el mundo: orgullo, autosuficiencia, astucia, egoísmo, maldad, etc. Por eso la primera reacción del mundo siempre será la persecución contra todo aquel que no hace sus obras (Mateo 5:10). Sin embargo Cristo usa estas dos metáforas para enseñarnos la influencia que solo nosotros y nadie más tiene sobre el mundo que no le conoce.

Si Jesús nos compara con la luz, entonces nos da a entender que el mundo está en oscuridad. En la Biblia siempre podemos ver que la vida de aquellos que no conocen a Dios es comparada con las tinieblas y contrasta con los que sí le conocen como aquellos que están en la luz (Proverbios 4:19; Juan 12:35; Efesios 5:8-9, 11; Colosenses 1:13). El cristiano fue llamado, trasladado de esas tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:91 Pedro 2:9). El mundo sin Dios no puede ver su condición ni su destino, por lo tanto nosotros después que Cristo hizo brotar su luz sobre nuestros corazones, debemos iluminar dándoles a conocer la gloria de Dios que brilla en Cristo (2 Corintios 4:6). De acuerdo con Jesús los creyentes son luz, y si no influenciamos de manera que haya un cambio para que los del mundo conozcan a Cristo, nadie más lo puede hacer.

NO PODEMOS ESCONDERNOS
El Señor también añadió:«Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder, ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud sino se pone sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.»
En la época de Jesús las ciudades casi siempre estaban construidas sobre colinas y en las noches era la costumbre encender una lámpara en las casas. Toda la colina se iluminaba y cualquier viajero podía encontrar el camino hacia la ciudad porque podía ver las luces brillantes en la colina y esto le guiaba. En el caso del almud, este era una unidad de medida de capacidad para granos y para medirla se usaba un utensilio doméstico también llamado almud. Este era un cajón hecho de madera que servía como patrón de esa unidad. En el caso de la luz que se encendía y se ponía sobre el candelero, esta era una lámpara pequeña y ya que la luz que irradiaba era muy poca esta debía ser colocada encima de algo que fuere más alto, como un soporte para que alumbrara más desde lo alto. Cuando Jesús dice que una ciudad no se puede esconder y una lámpara no se pone debajo de un almud, nos quiere enseñar que ocultarnos como cristianos no tiene sentido. Esto nos da la idea de que nosotros debemos ser visibles, no vivir de manera aislada o escondida de los demás.

Con cualidades descritas en las bienaventuranzas es contradictorio que un discípulo pase desapercibido en el mundo porque las normas del Reino de Dios, al ser seguidas y vividas no serán para nada un asunto privado, sino que llamará la atención de otros a menos que vivamos ocultando nuestro cristianismo. Los cristianos somos influencia y debemos exponernos a los demás para que conozcan a Jesús a través de la manera como vivimos, actuamos, nos relacionamos o tomamos decisiones, pues los cristianos somos distintos al mundo aun cuando vivimos en medio de él. Juan 17:16 dice:
«No son del mundo como tampoco yo soy del mundo.»Todo sistema que es contrario al reino de Dios o contrario a Su voluntad es a lo que la Palabra le llama tinieblas. Por tanto, no debemos andar en ellas (Juan 8:12) o participar de ellas (Efesios 5:11). No debemos ser como ellos, ni hacer las cosas que ellos hacen. No debemos confundirnos en el montón. Ser luz se trata, en muchas ocasiones, de vivir contraculturalmente.
TODO SE TRATA DE GLORIFICAR A DIOS
Jesús nos muestra el propósito real detrás del mandato de ser luz:«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.»Este es el propósito de porque debemos alumbrar, para que vean nuestras buenas obras. No con el fin de vanagloriarnos sino de que los demás glorifiquen al Padre. Dios será el motivo de admiración porque nuestro actuar no es por nuestras fuerzas o capacidad. Si nosotros brillamos o somos luz, es porque tenemos la misma luz de Cristo. Nosotros somos solo un reflejo de Aquel que es la fuente. Cada acto de obediencia por más pequeño e insignificante que parezca, realizado con una conciencia clara de saber quiénes somos y para quien lo hacemos, dará honra a Dios.

El desafío del Señor es claro: No podemos afectar este mundo si no somos diferentes. El mundo necesita ser influenciado a través del modelaje de una vida piadosa por parte del creyente. ¡Resplandezcamos como luminares en Cristo! (Filipenses 2:15). Así muchos serán alcanzados, nosotros seremos más que privilegiados y bienaventurados y nuestro Dios será glorificado.

LA PREGUNTA MÁS IMPORTANTE
¿Qué clase de luz estoy siendo? ¿De qué modo estoy viviendo mi vida y haciendo mi trabajo para el Señor? ¿Estoy poniendo mi luz bien asentada sobre un monte? Estas y mil preguntas sobrevuelan mi mente cuando pienso en todas aquellas personas que, de una u otra manera, han llegado a ser parte mi vida; o al pensar en aquellos a los que conozco y amo y no tienen a Cristo en sus vidas, o en cualquiera que me pueda escuchar de algún modo, leer lo que publico, o relacionarse conmigo en alguna manera. Y en este punto me vuelven a asaltar muchas preguntas, y pienso en el modo en que estoy derramando mi sal, estoy iluminando con mi luz, o de que modo estoy dando el gran mensaje que estoy obligada a dar.

¿TUS PALABRAS HAN SIDO SAZONADAS CON SAL?
Pero a veces lo peor que un creyente puede hacer no es callar, sino hablar «sin sal» en sus palabras. Jesús dijo:«Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada persona.» (Colosenses 4:6, LBLA).
Esto resulta duro para mi, y es algo que me molesta profundamente y hasta me causa dolor en el alma: No somos conscientes de nuestras opiniones sobre cualquier tema, y lanzamos al mundo lo que nos venga en gana sin darnos cuenta el daño y la confusión que podemos generar. Sembramos veneno, división y enemistad. Confundimos al mundo dandonun luz ambigua y una sal insípida. Creo que si estuviéramos en Corinto, el apóstol Pablo quizános diríaa nosotros también:«Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer… ¿Acaso está dividido Cristo… Porque la palabra de la Cruz es locura a los que se pierden, pero a los que se salvan… Es poder de Dios y… Sabiduría de Dios…” (1 Corintios 1:10-24)

CONCLUSIÓN
Me pregunto nuevamente: ¿Qué clase de luz estamos siendo? ¿Hablamos una misma cosa sin causar daño al cuerpo de Cristo? ¿Me aterra compartir con otros el mensaje de la cruz? Si hasta ahora no has hecho tuyo el compromiso de testificar a otros de Jesús, te desafío a que lo hagas. ¡Enciende tu luz y déjala brillar muy en alto! ¡Seamos sal para este mundo insípido y en proceso de descomposición en el que vivimos!