Complementarianismo, Igualitarismo, Vida Cristiana, Vida Espiritual

El hombre como cabeza de la mujer

Por Fernando E. Alvarado

La Biblia declara que el hombre es la cabeza de la mujer. Para muchos cristianos esto significa que la mujer debe estar sometida al hombre quien, en su papel de “cabeza”, debe tenerla bajo su autoridad. Sin embargo, existen varias razones por las cuales este es un concepto completamente equivocado de lo que significa ser la “cabeza”. La tiranía, el maltrato y el abuso forman lo opuesto de lo que Dios espera de un hombre. Pues el plan divino le pide al esposo que muestre la ternura, amor, delicadeza, paciencia noble, y verdadera cortesía, que es digna de la cabeza del hogar.

Para empezar, quiero aclarar que las palabras griegas para “hombre” y “mujer” en ese texto pueden ser traducidas como “esposo” y “esposa”. Esta traducción también es más coherente con la Biblia, que solo presenta la sumisión de la mujer hacia el hombre dentro del matrimonio. La primera vez que aparece la sumisión dentro del matrimonio es en Génesis 3, cuando debido al pecado la mujer pasó a estar sujeta a su marido. La sumisión fue la consecuencia del pecado. Antes de la caída el hombre y la mujer disfrutaban de plena igualdad en su matrimonio. Cuando Dios creó a Eva, quiso que no fuese ni inferior ni superior al hombre, sino que en todo fuese su igual. Si hubieran permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre habrían estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía podían mantenerse únicamente mediante la sumisión del uno o del otro:

Luego le dijo a la mujer: «Haré más agudo el dolor de tu embarazo, y con dolor darás a luz. Y desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre ti»” (Génesis 3:16, NTV)

¿QUÉ SIGNIFICA SER “LA CABEZA DE LA MUJER”?

Pablo afirmó: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3)

La palabra griega utilizada para cabeza es kephale, y en la mayoría de los casos kephale es traducida como cabeza física, fuente u origen. Esto es lo que habrían entendido los corintios y lo que encaja con el discurso desarrollado en los versículos 8 y 9. La otra ocasión en la que Pablo menciona en este capítulo la palabra cabeza es para referirse a la cabeza física de la mujer (11, 10), indicando que ésta debe vestirse con modestia y decoro. Que el apóstol mencione a Cristo como cabeza del varón conlleva un claro énfasis en el cuidado y responsabilidad dentro del matrimonio que para nosotros no debería derivar en la asunción teológica de restricciones de roles. Menos aun cuando parece que el problema estaba en el sentido literal de la cabeza de las mujeres siendo éste el mismo énfasis de Efesios 5, 21-33.

Además, debe tenerse en cuenta que la cabeza (heb. rō’š; gr. kefalē) no se considera en la Biblia como asiento del intelecto, sino como la fuente de la vida (Mt. 14.8, 11; Jn. 19.30). De este modo, levantar la cabeza significa otorgar vida en el sentido de éxito (Jue. 8.28; Sal. 27.6; Gn. 40.13), o esperarla en Dios mismo (Sal. 24.7, 9; Lc. 21.28). El acto de cubrir la cabeza con la mano, o con polvo y ceniza, significa duelo por la pérdida de la vida (2 S. 13.19; Lm. 2.10). Así pues, figuradamente, cuando se habla de Cristo como cabeza de su cuerpo, o sea la iglesia (Ef. 5.23; Col. 2.19), de todo hombre (1 Co. 11.3), de todo el universo (hyper panta, Ef. 1.22), y de todo poder cósmico (Col. 2.10), y cuando se habla del hombre como cabeza de la mujer (1 Co. 11.3; Ef. 5.23), predomina el significado básico de la cabeza como la fuente de la vida y la energía.

Entendiendo lo anterior, y a la luz de otros escritos de Pablo o del relato de Adán y Eva, podemos deducir aquí que el término cabeza se usa para indicar el origen de la mujer en el hombre (1 Cor. 11:8, 12) y no como una alusión a las limitaciones de funciones o capacidades. No se dice nada de esto. Y el versículo se completa afirmando que el mismo Jesucristo, El Principio y el Fin (Apocalipsis 21, 3), “Dios sobre todas las cosas” (Romanos 9, 5) tiene al Padre como cabeza sin que esto le relegue a ningún papel limitado en categorización alguna por estar sometido al Padre. Es más, las prerrogativas de máxima autoridad que vemos en toda La Biblia y que Dios mismo expone sobre sí mismo en el Antiguo Testamento son las ejercidas por Cristo con todo poder y absoluta autoridad.

Por tanto, apelar al varón como cabeza de la mujer no puede servir como argumento para coartar los talentos que el Espíritu Santo reparte “como él quiere” (1 Co. 12,11) “a cada uno en particular” (12, 7) “para la edificación de la iglesia” (14, 12) y negarle a la mujer el acceso al ministerio o concederle un papel de segunda categoría en el hogar y en la sociedad. En ningún lugar de Las Escrituras se habla de dones de mujeres y dones de hombres como categorías separadas y siempre se mencionan refiriéndose a todos los creyentes. Por esto, 1 Corintios 11:3 nos hace tomar conciencia del componente liberador que su mensaje conlleva al compararlo con la brutal marginación a la que estaba sometida la mujer del siglo primero. La situación era tan repudiable que estas referencias paulinas a las esposas dentro de un marco de cobertura, responsabilidad o procedencia respecto a sus esposos en un sublime paralelismo con Cristo y la iglesia, se convertía en la más grande noticia que cualquier mujer podía escuchar.

PERO ¿ACASO NO LE MANDÓ DIOS A LA MUJER VIVIR EN SUMISIÓN A SU MARIDO?

Sí, pero no como te lo imaginas, ni tampoco sólo a ella. Lastimosamente, una cosmovisión torcida heredada del mundo parece haber contaminado a la iglesia, por lo que aun hoy sobrevive un concepto errado de esta sumisión descrita en la Biblia. Hablando claramente, Dios no estableció un “rol” para el hombre y para la mujer. Su norma es la igualdad, pues escrito está: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3:28, LBLA).

Es por tal motivo que el hombre al casarse no se convierte automáticamente en el líder incuestionable del hogar. Ni tampoco la mujer al casarse automáticamente debe someterse al marido. La mujer debe estar sumisa a su esposo en tanto el esposo esté sumiso a Dios. El esposo no ha recibido un rol intransferible e inmutable, sino todo lo contrario. Un hombre que no se somete a Cristo no puede convertirse en la cabeza de la familia (entendido aquí como líder o dirigente), pues no era, y nunca será el plan de Dios, que el esposo tenga el control, como cabeza de la familia, si no se ha sujetado él mismo a Cristo.

Dicho de otra manera, el Señor ha constituido al esposo como cabeza de la esposa para que la proteja y la ame, así como Cristo es cabeza de la iglesia y Salvador del cuerpo místico. Bíblicamente, todo esposo cristiano que asevera amar a Dios está obligado (por muy extraño que nos parezca) a someterse a su esposa en el Señor (Efe. 5:21); sostener materialmente a su familia (1 Tim. 5:8); tener una sola esposa y serle fiel (1 Co. 7:2); amarla como a sí mismo (Efe. 5:28); hacer feliz a su esposa (1 Co. 7:33); cuidarla como Cristo cuida a su Iglesia (Efe. 5:29); honrar a su esposa en todo (1 Pe. 3:7); entregarse por su ella (Efe. 5:25); cumplir con el “deber conyugal” (1 Co. 7:3); no abandonarla, excepto por infidelidad (1 Co. 7:11; Mat. 19:9); amarla y no ser duro con ella (Col. 3:19).

Si leíste bien, seguro notaste que la Biblia no dice nada acerca de “dar órdenes”, “imponer tu voluntad”, “tener bajo tu autoridad absoluta”, “imponerle mandatos como si fuese tu hija”, ni nada parecido. Lo que sí es curioso es que Pablo les diga a los efesios que se “sometan los unos a los otros”, al hablar de matrimonio, declarando así que los hombres también deben someterse a sus esposas. ¿Pero cómo puede un hombre someterse a alguien inferior? Exacto, no puede. Nadie puede someterse alguien inferior, porque la mujer no debe ser inferior al hombre sino igual a su esposo. De modo que la mujer debe ocupar el puesto que Dios le designó originalmente como igual a su esposo. Contrario a lo que enseñan muchas de nuestras culturas caídas y pecaminosas, la mujer no debe ser considerada inferior, sino que debe considerar que tiene igualdad con su esposo, que debe estar a su lado permaneciendo fiel en el puesto de su deber y él en el suyo. ¿Por qué? Porque la mujer también es la co-cabeza en la familia, junto a su esposo.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Gordon Fee. Primera epístola a los Corintios. Nueva Creación. Buenos Aires. 1994. 569-572
  • Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (93). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
  • Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Bíblico, Primera Edición. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

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