Por Fernando E. Alvarado
“¡Detesto las iglesias pentecostales! ¡Son unos desordenados, irreverentes y bulliciosos! Además, no predican la Biblia, ¡hablan más de sus supuestas visiones que de Dios! Nosotros no creemos en esas locuras. Somos ordenados y practicamos el principio de Sola Scriptura y el principio normativo de la adoración. ¡Jamás vas a oír en nuestras congregaciones que alguien cuente sus visiones o sueños! Ustedes son raros. Doy gracias a Dios que me sacó de esas iglesias pentecostales y ahora soy reformado (o bautista, o lo que sea), ¡Ya estaba harto de sus “rabasayas” y sus desmayos! ¡Eso no es de Dios!”
¿Has oído esto antes? ¿Te parece conocida esa letanía! Quizá sí. Yo la he oído tantas veces de labios de mis hermanos no pentecostales que incluso he perdido la cuenta. Pero ¿Tendrán razón en lo que dicen? En algunos casos sí. Lo cual es lamentable y ha hecho que muchos pentecostales sientan vergüenza de decir que lo son. Todo por temor a que se les catalogue como “raritos”, “medio sesos” o cosas por el estilo. Pero esto no es lo peor que se dice de nosotros en ciertos círculos “cristianos” ¡He oído a hermanos reformados que incluso nos acusan de brujería, espiritismo y hasta satanismo! (¡John MacArthur hasta escribió un libro para probar que los pentecostales y carismáticos estamos poseídos de demonios!).

Esto es penoso. Por eso quiero aclararte algo: No estoy avergonzado de admitirle a nadie que soy un cristiano que cree en el poder del Espíritu Santo y en sus manifestaciones en nuestra época. Rechazo el cesacionismo y creo firmemente en la vigencia actual de los dones del Espíritu. Por eso soy pentecostal, pero no anti-intelectual. Amo la Palabra de Dios y he consagrado mi vida a estudiarla. También creo que la formación académica es importante y estoy convencido de que un ministro de Dios debe crecer tanto espiritual como intelectualmente. No, no me caigo hacia atrás cada vez que alguien ora por mí, ni empujo a nadie para que se caiga cuando oro. Creo en el hablar en lenguas, pero insto a la gente a verificar si el don es verdadero y no motivo el desorden en los servicios de adoración, mucho menos manipulo a la audiencia para que experimente o practique fenómenos extraños, antibíblicos e irreverentes como la “unción de la risa”, el “vómito santo” ni nada por el estilo. Tampoco manipulo serpientes ni danzo en hogueras para probar mi unción. De hecho, eso me parece de lo más ridículo y hasta blasfemo.
Si esperas verme “danzar en el espíritu” toma asiento o te vas a cansar. Eso no lo verás en mí. No emito sonidos de animales al orar ni convulsiono o me muevo frenéticamente durante la oración como si fuese un poseso. Considero que cada experiencia espiritual debe ser medida a luz de la Palabra, para así determinar si es una manifestación real o bíblica de la obra del Espíritu Santo. No ‘profetizo’, vaticino, ni decreto sobre nadie. No creo en la confesión positiva y tampoco creo que mis palabras tengan poder místico o sobrenatural. Dios es Dios y yo un simple mortal. No uso, ni permito que se use, la profecía para manipular. Es más, he tenido que callar y reprender fuertemente en varias ocasiones a más de un charlatán. Así de simple.

¿TODAVÍA CREES QUE SOMOS RAROS POR CREER EN DONES ESPIRITUALES, SEÑALES Y PRODIGIOS HOY? ¡QUÉ TAL SI EXAMINAS TU PROPIA HISTORIA!
¿Todavía crees que todos los pentecostales somos raros? ¿Qué creemos cosas antibíblicas? ¿Qué los dones sobrenaturales ya no existen? Bueno. Estás en tu derecho. Pero si eres de esos que piensan que ser “reformado cesacionista” te vuelve mejor que nosotros porque “ustedes no hacen eso” y que sus iglesias y líderes “son y siempre han sido ejemplos de orden en la adoración”, quiero invitarte a considerar lo siguiente:
- Tú que nos acusas de “raros visionarios” y te jactas de ser Sola Scriptura y afirmas que nosotros creemos en cuentos y visiones, ¿Sabías que John Bunyan, el famoso escritor y predicador cristiano inglés, famoso por su novela “El progreso del peregrino”, era un visionario al mejor estilo pentecostal? A pesar de ser un bautista reformado, y poseer su propio festival en el calendario litúrgico de la Iglesia de Inglaterra y de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos, John Bunyan escribió también su propio libro de visiones del cielo y del infierno. Sí, seguro no lo verás muy a menudo en los estantes de las librerías de las iglesias reformadas, y esto por razones obvias. Es algo que les avergüenza. Pero eso no cambia el hecho de que John Bunyan afirmaba recibir revelaciones y que dicho libro existe. Incluso puedes adquirirlo en Amazon (https://www.amazon.fr/Vision-ciel-lenfer-John-Bunyan/dp/2911003047). Como que Bunyan era medio “pente”, ¿o no?

- Tú que piensas que nuestras reuniones son desordenadas y abundan en manifestaciones extrañas como gritos y desmayos ¿piensas que esto es exclusivo de los pentecostales? De hecho, nosotros podríamos decir que eso lo aprendimos de los calvinistas y sus reuniones de avivamiento. ¿Sabías que este de manifestaciones eran comunes en las reuniones de avivamiento de Jonathan Edwards? Sí, Jonathan Edwards, el teólogo, pastor congregacional y misionero para los nativos americanos durante la época colonial. El mismo Edwards que es conocido como uno de los más grandes y profundos teólogos protestantes en la historia de los Estados Unidos y cuya obra suele ser a menudo asociada con la defensa de la teología calvinista y el patrimonio puritano. En los años 1730 y 40 durante los famosos avivamientos en América e Inglaterra conocidos como el Primer Gran Despertar, la predicación de Jonathan Edwards (1703-1758), George Whitefield (1714-1770) y muchos otros resultaron en un derramamiento profundo del Espíritu, con miles de convertidos en ambos lados del Atlántico. Edwards registró que en dichas reuniones solían presentarse respuestas emocionales o físicas, como desmayarse o gritar. Era una cosa muy frecuente ver una casa llena de gritos, desmayos, convulsiones y cosas así, tanto con angustia como con admiración y alegría. Esto era bastante frecuente, y había algunos de los asistentes que terminaban tan afectados, y sus cuerpos tan vencidos, que no podían ir a casa, sino que estaban obligados a quedarse toda la noche donde estaban. Y aunque muchos dudarían en considerar a Edwards continuista, su posición ante esto fue más moderada que la de sus herederos reformados en el s. XXI. Ante tales manifestaciones Edwards respondió con su bolígrafo, escribiendo y publicando Las Marcas Distintivas De Una Obra Del Espíritu de Dios (1741), una evaluación del avivamiento a la luz de 1 Juan 4. En dicha obra Edwards no satanizó tales manifestaciones como muchos lo hacen hoy, más bien las calificó como “señales neutras”, cosas que ni afirman ni niegan una obra genuina del Espíritu pero que pueden darse en un avivamiento real. Para más información, recomiendo la lectura de Una Relato del Avivamiento en Northampton en 1740 – 1742 como se comunicó en una carta al reverendo Thomas Prince de Boston. Originalmente escrita en forma de correspondencia privada, pero destinada a la publicación, esta carta se publicó más adelante bajo el título: “El estado de la religión en el condado de Northampton, de Hampshire, a unas 100 millas al oeste de Boston “. Fue publicado en The Christian History, I (14, 21, 28 de enero de 1743) y también en Dwight’s, Life of President Edwards.

- Las manifestaciones espirituales que Edwards vivió en su propia familia quizá lo hayan vuelto moderado en este sentido. ¿A qué me refiero? Pues… ¿Sabías que Sarah Edwards, esposa de Jonathan Edwards levitaba durante los servicios religiosos? Sarah Edwards es, hasta la fecha, considerada por los creyentes reformados como una persona tan santa como su esposo, y ella tuvo algunas experiencias casi increíbles. El mismo Edwards nos da un relato de ellas y las examina. Uno de los tratados que constan en dos volúmenes se llama “Narrativa de Conversiones Sorprendentes” ( A Narrative of Surprising Conversions”). Según sus propios registros, la mujer de Edwards experimentó, en cierta ocasión, el fenómeno conocido como levitación. Ella fue literalmente transportada de una parte de la habitación a otra, sin hacer ningún esfuerzo o empeño. Aunque sorprendente, esto no era algo que extrañara a los asistentes, ya que a veces las personas se desmayaban y quedaban inconscientes en las reuniones. Contrario a los calvinistas cesacionistas de hoy, Edwards no enseñaba que tales fenómenos eran del diablo. El Dr. Martin Lloyd Jones cita estas experiencias y analiza a profundidad la actitud de Jonathan Edwards ante las manifestaciones carismáticas en su libro Los Puritanos: Sus Origenes y Sucesores (https://www.amazon.com/-/es/D-M-Lloyd-Jones/dp/1848713045).

- Y hablando de Martin Lloyd Jones ¿Sabías que él era continuista? ¿sabías que él creía en la vigencia actual de los dones espirituales y en la realidad del bautismo en el Espíritu Santo? En su libro “Gozo Inefable” (https://www.amazon.com/-/es/Martyn-Lloyd-Jones/dp/B007N842CY), el Dr. Jones nos revela el pentecostal que llevaba dentro. A lo largo de los veinticuatro capítulos de esta magna obra, este genial predicador y maestro pone de manifiesto la singular importancia del poder del Espíritu Santo en el testimonio de la Iglesia, advierte de los peligros que nos acechan en este terreno y nos conduce inigualablemente a anhelar una experiencia mucho más profunda del Espíritu de Dios en nuestras vidas. En su libro, el Dr. Jones describe el bautismo del Espíritu Santo como un regalo que no se concede automáticamente a todos los cristianos tras la conversión (como a menudo afirman ciertos sectores reformados cesacionistas, los cuales lo equiparan a la regeneración). Pero Jones va más allá y describe el bautismo en el Espíritu Santo como lo más cercano al cielo de este lado de la eternidad. Afirma también que el bautismo en el Espíritu Santo ha sido una experiencia que muchos grandes (Spurgeon, Whitefield, Wesley, etc.) experimentaron en el pasado. ¿Sorprendidos? ¡Sólo si eres cesacionista y has cerrado tu mente y corazón al Espíritu Santo!

- ¿Sabías que Agustín de Hipona, el verdadero padre de las ideas que hoy llamamos calvinismo, era continuista? Sí ¡Agustín era medio “pente”! Ciertamente, Agustín (354-430 d.C.) se cita con frecuencia como un padre de la iglesia primitiva que rechazó la idea del continuismo. Pero ¡Sorpresa! Esto fue cierto solo al principio de su ministerio. Tiempo después, fue tan impactado por las sanidades y milagros que observó de primera mano, que escribió en La Ciudad de Dios, «Estoy tan urgido de terminar este trabajo, que no puedo registrar todos los milagros que veo». A través de las obras de Agustín podemos ver que él creía en éxtasis y visiones (Del Génesis a la letra. Libro XII. 2.4; Libro XII. 13.28; Libro XII. 19.41). Agustín incluso afirmó directamente que el Espíritu Santo sigue repartiendo dones carismáticos (La piedad con los difuntos, al obispo Paulino. XVI. 20; XVII. 21) y hasta llegó a registrar un caso de profecía verídico en su época (La Devastación de Roma. VI. 7).

- Pero Agustín no estaba solo en sus ideas continuistas. Aunque los cesacionistas dicen que los dones cesaron tras la muerte de los apóstoles, tal idea es falsa. Podemos ver trazos de “proto-pentecostalismo” en siglos posteriores a la muerte de los apóstoles. Eruditos como Justino Mártir (100-165 d.C.), historiador de la iglesia primitiva, declaró que «los dones proféticos permanecen con nosotros hasta el presente. Ahora es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios» (Justino Mártir, Diálogo con Trifón).
- Ireneo (125-200 d.C.) dijo: «También oímos a muchos hermanos en la iglesia que poseen dones proféticos y que a través del Espíritu hablan todo tipo de idiomas… Incluso los muertos han resucitado y han permanecido entre nosotros durante muchos años». (Ireneo, Adversas Haereses – Libro V 6.1)
- Novaciano (210-280 d.C.) dijo: “El Espíritu es quien coloca profetas en la Iglesia, instruye maestros, dirige las lenguas, da poderes y sanidades, hace obras maravillosas, ofrece discernimiento de espíritus, concede poderes de gobierno, sugiere consejos, y ordena y arregla cualesquiera otros dones de carismata que haya. Y así perfecciona y completa en todo a la Iglesia del Señor en todas partes.” (Novaciano, Sobre la Trinidad, 29).

- Tertuliano (150-220) estaba tan cautivado por el dinamismo del Espíritu de Dios que algunos lo han nombrado el primero teólogo auténticamente ‘pentecostal’ de la Iglesia (aunque se trata de un anacronismo). A Tertuliano le encantó el tema del Espíritu Santo. En el contexto del bautismo, exhorta a los recién convertidos a anhelar los dones espirituales. “Por consiguiente, amados y benditos, a quienes aguarda la gracia de Dios, cuando salís de ese baño santo [el bautismo] y por primera vez extendéis vuestras manos dentro de la casa de tu Madre [la Iglesia] junto con vuestros hermanos, pedid al Padre, pedid al Señor que os dé la riqueza de su gracia y la distribución de sus dones (1 Corintios 12:4-12). “Pedid,” dice, “y se os dará.” Habéis pedido, y habéis recibido. Habéis llamado, y se os ha abierto. Lo único que pido es que mientras estéis pidiendo, que os acordéis de mí, Tertuliano el pecador.” (Tertuliano, Sobre el bautismo, 20).
- Orígenes (185-254) también era consciente de los carismata. Su obra más conocida, Sobre los principios, es el primer intento de cualquier escritor cristiano en compilar una teología sistemática amplia. Advierte en contra del mal uso de los dones espirituales. Esto nos lleva a la conclusión de que los carismata estaban vigentes en su generación. Proclama solemnemente, “Cuando la palabra de sabiduría o de conocimiento o cualquier otro don haya sido otorgado al hombre – sea por bautismo o sea por la gracia del Espíritu – y no es administrado correctamente, a saber, el recipiente lo esconde debajo de tierra o en un pañuelo, el don del Espíritu, seguramente, será quitado de su alma, y lo que queda, esto es, la sustancia de su alma, será asignada a su lugar con los incrédulos. Será separada y dividida del Espíritu, el cual quiere unir el alma del hombre al Señor.” (2:10:7). Orígenes testifica que: “Entre los cristianos seguimos encontrando huellas del Espíritu, el cual apareció en forma de paloma. Echan fuera demonios y realizan muchas sanidades y predicen ciertos eventos, conforme a la voluntad del Logos.” (Orígenes, Contra Celso, 1:46).
- Cirilo de Jerusalén (313-386) registró varios comentarios sobre la obra del Espíritu en sus Lecciones Catequéticas en el siglo cuarto. Prometió a los fieles que: “Si creéis, no solamente recibiréis la remisión de pecados, sino haréis cosas más allá del poder del hombre. ¡Y qué seáis tenidos por dignos de recibir el don de profecía también! […] Tu Guardián, el Consolador, te guardará todos los días de tu vida. Te cuidará como si fueras uno de sus soldados. Cuidará tus entradas y tus salidas. Te guardará de todos tus enemigos. Y te dará dones de todo tipo, si no lo contristas por el pecado. […] Estate preparado para recibir gracia, y cuando la hayas recibido, no la deseches.” (17:37). Alude también en el capítulo anterior al exorcismo, explicando: “Si eres tenido por digno de la gracia, tu alma será iluminada, recibirás un poder que no tienes, recibirás armas terribles para los espíritus malos; y si no arrojas tus armas, sino guardas el Sello sobre tu alma, ningún espíritu malo se te acercará a ti; porque se acobardará; porque verdaderamente por el Espíritu de Dios son expulsados los malos espíritus.” (17:36)
- La idea que algunos hermanos tienen en nuestros días de que los dones espirituales cesaron una vez que se escribió el libro de Apocalipsis, y de que sólo los “locos e ignorantes pentecostales creen en ello” es históricamente insostenible e indefendible. ¿Quién se atrevería a discrepar con gigantes tales como Justino Mártir, Ireneo, Tertuliano, Orígenes, Novaciano y Cirilo? ¡Yo no! ¿Y tú? Pero esto sigue…
- Estudiosos de la Biblia más recientes como John Wesley, A. W. Tozer, R. A. Torrey y J. P. Moreland también estaban convencidos de que todos los dones del Espíritu siguen activos en el mundo hoy en día, y de hecho ejercitaron algunos de esos dones. ¿Medio “pentes” quizá? Cada quien puede sacar sus propias conclusiones.

Lo repito: Soy pentecostal y no creo que serlo sea un error. Ser pentecostal no me hace menos inteligente que nuestros hermanos ‘reformados’, ‘calvinistas’, ‘luteranos’ o de cualquier otra tradición. Yo creo en los dones del Espíritu, creo en una adoración jubilosa, festiva y alegre. Creo en someterme a la voluntad y el toque del Espíritu Santo y en dejar que actúe a través de mí. ¡me encanta hablar en lenguas! ¡Disfruto esos momentos de éxtasis y deleite espiritual! Al igual que Martin Lloyd Jones y muchos otros, creo que el bautismo en el Espíritu Santo es una probada del cielo aquí en la tierra.
No, no considero irremediablemente perdidos a todos aquellos que no piensan como yo. Sin embargo, tampoco permito que se me menosprecie por creer lo que creo. Es más, como pentecostal considero tener algo que mis hermanos de otras tradiciones necesitan descubrir para darle más sentido a toda esa erudición que tienen. ¿Parecemos raros? Quizá. Pero eso no importa ¿Locos? ¡Tampoco importa! Algo parecido se dijo de los primeros “pentecostales” en el 33 d.C. (Hechos 2:13-21). Si a Jesús le dijeron endemoniado a causa de la unción y el poder que manifestaba (Juan 10:20) ¿Por qué deberían afectar mi fe las opiniones de John MacArthur y otros cesacionistas que critican el pentecostalismo y lo consideran “diabólico y blasfemo”?
