Por Fernando E. Alvarado
“¡Hermano, ya va para el templo! ¡Me saluda a todos los arrabasayas! Mire, ¿Qué significa eso de Samalayasoja? Lo dicen muy seguido ¿No le da miedo cuando les agarra eso de hablar jerigonzas?”
No. La burla no era de un inconverso. La gran mayoría de ellos suelen ser respetuosos hacia las manifestaciones del Espíritu que han presenciado alguna vez en su vida. Incluso nos buscan para orar por sus enfermos o en alguna necesidad espiritual o material (a veces los “incrédulos” son muy creyentes). La burla provenía de otro “creyente” (de esos que no creen en lo sobrenatural) miembro de una iglesia cesacionista (que cree que los dones espirituales ya no están vigentes).
La burla es algo que ya no nos ofende tanto a los pentecostales. Más bien sentimos compasión. Entendemos a quienes se burlan pues pedirles que comprendan algo que jamás han experimentado sería absurdo, ¡Como pedirle a un ciego que describa la luz del sol!

NO SOMO RESPONSABLES DE LA INCREDULIDAD DE OTROS “CREYENTES”
El don de lenguas es una realidad incomprendida y ridiculizada por aquellos que, en su escepticismo, no pueden concebir que tal experiencia ocurra en nuestra época actual. Les es fácil aceptar que esto ocurrió en los primeros siglos de nuestra era, pero su fe y su miedo a lo sobrenatural los hace pensar que es imposible que Dios siga obrando entre su pueblo de esa manera hoy. Sin embargo, Jesús dijo: “Y estas señales[a] acompañarán a los que han creído: en mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien.” (Marcos 16:17-18, LBLA).
Jesús declaró que el don de lenguas es una señal sobrenatural que puede acompañar a todo aquel que cree en Él. Pablo también tenía en gran estima este don y testificó de su realidad: “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Corintios 14:18, LBLA). “Por tanto, hermanos míos, anhelad el profetizar, y no prohibáis hablar en lenguas” (1 Corintios 14:39, LBLA). Entonces ¿Por qué algunos piensan que es mejor ignorarlo? ¿O por qué otros tantos insisten en oponerse a él? Si la Biblia lo enseña ¿Por qué es tan difícil aceptarlo? La incredulidad (una que pocos se atreverán admitir) y el temor a lo sobrenatural en un mundo materialista (incluso entre cristianos) podrían ser las verdaderas razones detrás de tal negativa.

¿QUÉ ES REALMENTE EL DON DE LENGUAS?
Para numerosos eruditos de la Palabra, el don de lenguas es un don concedido a una persona por obra del Espíritu Santo para «hablar» en uno o varios idiomas diferentes y, de este modo, predicar el Evangelio y que la Palabra sea oída por los oyentes en su lengua materna sin que el que habla haya aprendido dicho idioma. Esta definición encaja con lo ocurrido en Hechos 2:1-12, donde leemos:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse. Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo. Y al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Y estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios.
Muchos de nuestros misioneros pentecostales pueden dar fe de ello, habiendo recibido el don sobrenatural de hablar en un idioma extraño que jamás han aprendido, a un pueblo cuya lengua era diferente a la suya. En otros casos, una persona con el don de interpretar lenguas (1ª Corintios 12:30) ha interpretado para los oyentes lo que una persona que habla en lenguas está diciendo, aunque no conozca el idioma que está siendo hablado. Todas ellas son experiencias frecuentes y altamente valoradas en el ámbito pentecostal. Pero el don de lenguas es más que eso.

POR QUÉ HABLAR EN LENGUAS ES UN DELEITE ESPIRITUAL
El apóstol Pablo nos habla de cinco tipos de cosas extraordinarias que suceden cuando los creyentes oramos en lenguas. Y son estas, precisamente, las razones por las que amo hablar en lenguas y lo considero una parte insustituible de mi vida devocional.
(1) El hablar en lenguas es un nivel superior y extremadamente íntimo de oración, pues es una oración dirigida y elevada a Dios de forma directa por el Espíritu Santo. Estar orando bajo el influjo del Espíritu Santo equivale a orar según la voluntad de Dios: “Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.” (Romanos 8:26-27, LBLA). Cuando Pablo habla, por ejemplo, de los «gemidos inefables», él está hablando de expresiones en pleno éxtasis cuando la persona con gran amor a Dios ora intensamente. Es algo parecido a las palabras cariñosas, sin sentido alguno, y que se pronuncian cuando hay amor entre esposos o entre padres e hijos, o cuando la madre balbucea palabras raras dirigiéndose a su bebé. Así de íntimo y personal es el hablar en lenguas.
(2) Al hablar en lenguas nos edificamos a nosotros mismos: “El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica, pero el que profetiza edifica a la iglesia.” (1 Corintios 14:4, LBLA). ¿Puede alguien describir lo que experimentamos al hablar en lenguas? ¿La cercanía con Dios que experimentamos? ¿El nivel de conexión con Dios? ¿La paz y edificación que nos inunda? Quizá podríamos describirlo imperfectamente, pero solo quien lo ha experimentado puede entenderlo plenamente.
(3) Al hablar en lenguas declaramos las maravillas de Dios: “Les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios.” (Hechos 2:11, LBLA). ¿Acaso no es el anhelo de cada buen cristiano proclamar las maravillas de Dios? ¿Por qué entonces algunos quisieran hacernos creer que hay algo de malo en ello? Como pentecostales ¡Nos regocijamos al declarar las maravillas de Dios en otras lenguas!
(4) Al hablar en lenguas estamos hablando directamente con Dios: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios, pues nadie lo entiende, sino que en su espíritu habla misterios.” (1 Corintios 14: 2, LBLA). ¿Lo entienden? ¡Hablar en lenguas es hablar directamente con Dios! ¿Cuántos creyentes (incluso cesacionistas) no desearían hablar directamente con Dios? Y no me vengan con que toda oración es hablar directamente con Dios. Eso no está en discusión. Pero al hablar en lenguas dicha oración entre en un nivel muy superior, pues es Dios hablando con nosotros, en nosotros y a través de nosotros por medio de Su Espíritu.
(5) Hablar en lenguas es una expresión inspirada de alabanza a Dios: “Pues los oyeron hablar en otras lenguas y alabar a Dios.” (Hechos 10:46, NTV). Si nuestro “fin principal y más noble… es el de glorificar a Dios a y gozar de él para siempre” (como afirman algunos catecismos), ciertamente el hablar en lenguas debería ser algo buscado, y fuertemente anhelado, por cada creyente, pues lograría las dos cosas que más anhela: Glorificar a Dios y gozar de Él. ¡Esto es posible gracias al maravilloso don de lenguas!

VEN Y DISFRUTA EL REGALO
Por todo lo anterior, creo sinceramente que aquellos que piensan que todos los pentecostales somos simplemente gente emocional, ansiosa por ver señales y adicta a las experiencias extáticas, deberían reevaluar su posición. No buscamos algo que no existe: Buscamos lo que Dios mismo nos ha ofrecido previamente. No se trata de hablar jerigonzas, sino de recibir lo que nuestro amoroso Padre nos ha prometido como regalo paternal: “Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre… hasta que seáis investidos con poder de lo alto.” (Lucas 24:49, LBLA). Hablar en lenguas viene en el paquete. Así que ¡Disfrútalo! ¡No te avergüences de tu legado pentecostal!
El Catecismo de Westminster afirma: “¿Cuál es el fin principal y más noble del hombre? El fin principal y más noble del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre.” Entonces, si lo que dicho catecismo afirma es cierto ¿Por qué nos critican por glorificar a Dios y gozar de Él hablando en lenguas? Hermanos pentecostales: ¡Gocemos al máximo de este don divino!
