Devocional, REFLEXIÓN BÍBLICA

Contagiemos la esperanza

Por Fernando E. Alvarado

La extensión del coronavirus está golpeando todo aquello que da seguridad a nuestra sociedad. La estabilidad económica, el sistema de salud, las libertades, etc. Repentinamente todos nos encontramos con una amenaza desconocida y de consecuencias imprevisibles. Estas circunstancias, sin embargo, no deberían hacernos perder de vista nuestra fe. Al contrario, como cristianos, es en estas situaciones críticas donde podemos aferrarnos con más fuerza a las ciertas promesas de Dios. Nos unimos al apóstol Pablo al decir que estamos convencidos de que:

“Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8:38-39, NVI)

Tenemos algo que compartir con el mundo: a Cristo y su esperanza eterna. Pero además encontramos una oportunidad de mostrar a los demás cómo esta seguridad eterna, que no depende de las circunstancias, se transforma en un ancla vital para afrontar las próximas semanas (o meses) de pandemia. Se nos presenta la oportunidad de reconstruir nuestras vidas en el valor de lo eterno, edificando sobre la roca que es Cristo y su Palabra. Así podremos ser de testimonio al mundo, como nos indica el apóstol Pedro:

“No temáis lo que ellos temen, ni os dejéis asustar. Más bien, honrad en vuestro corazón a Cristo como Señor. Estad siempre preparados para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros.” (1 Pedro 3:14-15, CST)

Sí. Los virus son contagiosos. Se transmiten a través del contacto humano. El pánico, también es contagioso. El miedo y la histeria pueden extenderse a través de una multitud a un ritmo alarmante. Pero también lo es la esperanza. Como cristianos, tenemos en nuestro corazón y en nuestras manos el mensaje de esperanza más contagioso que el mundo haya conocido. Las buenas noticias de Jesús se propagan de manera más rápida y efectiva desde cristianos contagiosos a las personas más cercanas. Los tiempos son preocupantes para el mundo en medio de la incertidumbre de todo lo que trae el COVID-19. Pero los tiempos también son extremadamente emocionantes para el evangelio.

¡Tenemos el mensaje de esperanza más contagioso de la historia! Las buenas noticias de Jesús se han extendido implacablemente en todas las naciones desde que María regresó de la tumba con la sorprendente noticia de que “Él ha resucitado” (Juan 20:11-18). Este mensaje transformador ha llegado a miles de millones a lo largo de los siglos y se está extendiendo más rápido que cualquier virus en el planeta tierra hoy. Ninguna cantidad de lavado de manos, uso de mascarillas, control gubernamental o estructuras sociales pueden detenerlo. El mensaje hermoso y lleno de esperanza de Jesús sigue vivo y en nuestros tiempos crecerá más rápido que en cualquier otro momento de la historia. La pregunta es, ¿qué tan contagiosos somos?

El fenómeno de la viralidad me recuerda que la esperanza se propaga rápidamente a través de las personas más esperanzadas y conectadas. En la difusión de las buenas nuevas de Jesús, todos tenemos un papel que desempeñar. ¿Qué tan contagioso eres? ¿Cómo estás cultivando la esperanza en tu propio corazón para que otros puedan verla y quieran saber más sobre su origen? ¿Cuán intencionado eres con tus propias conexiones al orar por tus amigos que aún no conocen a Jesús?

El COVID-19 ha puesto el mundo patas arriba con su mensaje de pánico, desesperación y muerte. ¡Literalmente lo ha trastornado todo! Pero el COVID-19 no es lo único capaz de trastornar el mundo. La iglesia primitiva también lo logró. El avance implacable del Evangelio, con su mensaje de salvacióny esperanza, provocó que el mundo antiguo dijera:

«Esos que han trastornado al mundo han venido acá también.» (Hechos 17:6, LBLA).

¿Qué hay de ti y de mí? ¿Se dice lo mismo de nosotros? ¿Te animas a trastornar el mundo? ¿Te gustaría ser más contagioso que el COVID-19? ¡Pues hazlo! ¡Contagia esperanza! A eso hemos sido llamados, esa es nuestra misión. Contagiar al mundo con «la esperanza bienaventurada», enseñarles que el mal, la enfermedad y la muerte pronto pasarán. Gritarle al mundo que la redención está cerca, pues «la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tito 2:13), el día de nuestra redención, está a las puertas.

¡Él vive! ¡Él salva! ¡El sana! ¡Él bautiza con su Espíritu! ¡Y Él viene nuevamente a reinar sobre la tierra! Hagamos viral Su mensaje. Contagiemos al mundo con este mensaje de esperanza.

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